viernes, 20 de junio de 2014

CRUCIFICADOS SIN CRUZ: TERESA NEUMANN (6ª PARTE)



"Llevo en mí los estigmas de la Pasión de Cristo"

(San Pablo a los Gálatas, 6, 17)




Transcribimos íntegra la magistral descripción que hace Lars Eskeland 
en su obra sobre las visiones de los viernes y los pormenores que Teresa Neumann 
nos da de la Pasión que contempla; es un texto que hoy viernes, 
nos vendrá muy bien para meditar parte de la Pasión de Nuestro Señor.


     Vése Teresa arrebatada súbitamente en éxtasis y la visión la absorbe por completo, lo mismo que una gota de agua es absorbida por el sol.

     En las del viernes ella sigue a Jesús por el camino de la cruz y tiene la firme convicción de hallarse presente al drama que se desenvuelve, como asistían a él los compatriotas de Jesús hace dos mil años. Fácil es de comprender que ella sufre horriblemente en cuerpo y alma, porque todos sus pensamientos hállanse concentrados sobre aquel doloroso cuadro; todo su ser tiembla de lástima hacia el Divino Condenado.

     Estos estados extáticos se suceden a intervalos, comenzando en las primeras horas del viernes por la mañana, hasta la una o las dos, después del mediodía del sábado. En la Semana Santa, a partir del Jueves Santo por la tarde, hasta las tres del día siguiente, Teresa no ve más que una parte del Calvario, siempre la misma. Muéstrase igualmente admirada que un niño. Reprodúcese en ella cada vez la misma emoción, pues olvídase de haber visto ya lo que está pasando ante sus ojos e ignora lo que va a seguir. Todo es, pues, nuevo para ella.

     Primeramente ve a Jesucristo en el Huerto de los Olivos, en donde contempla tres escenas.

     En la primera, los tres discípulos hállanse junto a Jesús, que está triste e inquieto. Híncase de rodillas; pero al cabo de unos instantes se vuelve a levantar y dirige las manos y los ojos hacia el cielo.

     La segunda es la más dolorosa, los sufrimientos aumentan en intensidad; sobre la frente de Jesús ve, a manera de perlas, gotas de sudor rojo, y pronto fluye la sangre por todo su cuerpo.

     Los soldados que lo prenden visten túnicas que les llegan a las rodillas, algunas están orladas con una cenefa o galón de oro. El pecho y los hombros los llevan protegidos por una vestidura rígida.

     Apenas ve a Judas, pero cree que no hay quien abrigue aviesas intenciones contra Jesucristo. Desagrádale que Pedro corte la oreja con su espada a un soldado, pues el Señor no parece aprobarlo.



     Los sufrimientos de Teresa van aumentando a cada éxtasis. A veces se retuerce por la fuerza del dolor. Y su pensamiento no puede apartarse ni un segundo de este cuadro tan angustioso. Asiste al doloroso acto de despojar de la ropa a Jesús y de azotarle horriblemente.

     Los verdugos lo atan a un poste y seis soldados se encargan de golpearle, de dos en dos, sucesivamente; primero la espalda, luego los azotes alcanzan hasta el pecho. La piel se entumece, se desgarra, y la sangre brota por todas partes. Jesús está completamente desnudo, lo cual parece le hace sufrir más que nada. En cuanto lo desatan, aquel cuerpo magullado cae inerte por tierra. Esta visión disminuye, pero Teresa está penetrada de los efectos de ella. Se le ve agitarse bajo el influjo de un dolor inmenso y como procurando proteger con sus manos la sagrada espalda del Maestro.



Continuará...

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.