miércoles, 18 de junio de 2014

EL MILAGRO EUCARISTICO DE BOLSENA


          En el año 1264 el Padre Pedro de Praga, dudaba sobre el Misterio de la Transustanciación del Cuerpo y de la Sangre de Cristo en la Sagrada Eucaristía. Por ese motivo acudió así en peregrinación a Roma, a fin  de pedir sobre la tumba de San Pedro la gracia de una fe inquebrantable.

          Al regresar de Roma, Nuestro Señor se le manifestó de manera milagrosa ya que cuando celebraba el Santo Sacrificio de la Misa en Bolsena, en la cripta de Santa Cristina, mientras partía la Sagrada Hostia, ésta sangró llenando el Corporal de la Preciosa Sangre.


          Con la esperanza de ocultar a los presentes lo sucedido y con el deseo de pedir ayuda y explicación a la competente autoridad, resolvió suspender la celebración de la Santa Misa, y, recogidas las sagradas especies en paños sagrados, corrió a la sacristía, sin reparar que, en el trayecto, algunas gotas de la preciosísima Sangre habían caído sobre el mármol del pavimento.

          Cuando acaecía este milagro, era Ministro General de los Franciscanos Juan Fidenza, conocido bajo el nombre de Buenaventura de Bagnorea, ciudad natal del Santo, a pocos kilómetros de Bolsena. Profundo conocedor de los hombres y de los lugares, el Doctor Seráfico fue encargado por el Papa Urbano IV de presidir la comisión de teólogos instituida para controlar la verdad de los hechos.


          Realizado su cometido por la comisión, confirmó la verdad del milagro, y el Papa ordenó a Jaime Maltraga, Obispo de Bolsena, que le llevase a Orvieto, donde tenía su residencia, el sagrado corporal, el purificador y los linos manchados de sangre. Acompañado el Papa de su corte, salió al encuentro de las sagradas reliquias, y, en el puente de Rivochiero, tomó entre sus manos el sagrado depósito y lo llevó procesionalmente a Orvieto.


          El mismo Papa Urbano IV encargó a Santo Tomás de Aquino la preparación de un oficio litúrgico propio para esta fiesta y la creación de cantos e himnos para celebrar a Cristo Eucaristía. Entre los que compuso está la sublime secuencia “Lauda Sion” que se canta en la Misa de Corpus Christi.

         El año 1290 el Papa Nicolás IV, a petición del clero y del pueblo, colocó la primera piedra de la nueva catedral de Orvieto donde aún se encuentra la sagrada reliquia.



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