viernes, 13 de mayo de 2016

FÁTIMA Y LA APOSTASÍA


      En todas sus apariciones en Fátima, Nuestra Señora hizo énfasis repetidamente en la NECESIDAD DE REZAR EL SANTO ROSARIO DIARIAMENTE, de llevar impuesto EL BENDITO ESCAPULARIO DEL CARMEN y de llevar a cabo ACTOS DE REPARACIÓN Y SACRIFICIOS.

      Para impedir el terrible castigo a manos de Rusia, y para convertir a “esa pobre nación”, Nuestra Señora pidió laConsagración solemne y pública de Rusia a Su Corazón Inmaculado, hecha por el Papa y todos los Obispos Católicos del mundo. Pidió también que los Fieles practicaran una nueva devoción de reparación el primer sábado durante cinco meses consecutivos ("los Cinco Primeros Sábados").






      El Mensaje de Nuestra Señora al mundo está contenido en lo que ha venido a llamarse el “Secreto” que Ella le confió a los tres niños videntes en julio de 1917. El Secreto consiste en realidad de tres partes, las dos primera de las cuales ya han sido públicamente reveladas. La primera parte del Secreto fue una horrorizante visión del infierno “donde van las almas de los pobres pecadores”, y contenía una urgente súplica de Nuestra Señora para llevar a cabo actos de oración y sacrificio para salvar almas. La segunda parte del Secreto profetizó específicamente el estallido de la Segunda Guerra Mundial y contenía la solemne petición de la Madre de Dios, de la Consagración de Rusia, como condición para la paz mundial. También predijo elinevitable triunfo de Su Corazón Inmaculado después de la consagración de Rusia y la conversión de “esa pobre nación” a la Fe Católica.

      La última parte del Secreto (a veces llamada el "Tercer Secreto") aún no ha sido dada a conocer realmente. Fue escrita por Sor Lucía dos Santos en 1944 y ha estado en posesión de la Santa Sede desde 1957. Fuentes de información sumamente confiables especulan que esta porción del Secreto se refiere al caos en la Iglesia Católica, prediciendo la Apostasía y la pérdida de la fe que se inició en la sexta década del siglo XX, coincidiendo con la muerte del Papa Pío XII (1958)  y la auto-demolición de la Iglesia con el Concilio Vaticano II (1962).





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