miércoles, 25 de octubre de 2017

VIDA DE SAN JOSÉ ( III ) SAN JOSÉ, SANTIFICADO EN EL VIENTRE DE SU MADRE


           La Piedad Católica ha dedicado tradicionalmente el día MIÉRCOLES a rezar mediante la intercesión del GLORIOSO SAN JOSÉ. Por eso, todos los miércoles que sea posible -si no hay otra conmemoración más importante- procuraremos compartir breves extractos del libro "VIDA DE SAN JOSÉ", del Padre Francisco de Paula García, de la Compañía de Jesús.

           Procuremos no perder nuestras raíces cristianas, las mismas que un día hicieron grande nuestra Patria,  y continuemos al tiempo con aquéllas sencillas pero didácticas devociones de nuestros mayores; sólo abrazando con fuerza y sin respetos humanos la Fe de siempre, podremos seguir siendo fieles a la genuina Doctrina de Nuestro Señor Jesucristo.


     San Pablo, en su carta a los romanos, y Santo Tomás de Aquino, en su Suma Teológica, nos dicen que a cada uno se le da la gracia según el cargo para que es elegido, y no habiendo habido en el mundo otro más importante, después del que tuvo la Virgen Nuestra Señora, que el que desempeñó San José, las gracias, los privilegios, virtudes y bendiciones recibidas por el Glorioso Patriarca tenían que ser superiores a las otorgadas a los demás hombres para estar en armonía con la dignidad de su ministerio.
     Para Madre del Verbo hecho carne eligió el Señor a la mujer más pura y más santa de todas las que habían salido de Sus manos, y la enriqueció con la suma de todas las virtudes y perfecciones, cual correspondía a la misión sublime que había de desempeñar cerca del Hijo de Dios e hijo de sus propias entrañas; y habiendo elegido a San José para Custodio, ayo y Protector de aquel Divino Infante, ¿no era natural que le dotase de aquellas gracias y virtudes que le hicieron digno de su Virginal Esposa, y muy parecido y semejante a Ella, para que resultase la necesaria armonía que debía existir en aquella Familia modelo?
     Y si a la Virgen María, para hacerla Madre dignísima de Jesús, Dios le preservó del pecado original, ¿no parece natural que San José, a quien unía un mismo lazo legal y espiritual, y que debía ejercer sobre Jesús una autoridad paternal, había de ser, ya que no exento, como su Esposa, del pecado de origen, pero sí santificado desde el seno materno antes de nacer?


     Si la Virgen María suministró al Verbo su carne, San José amparó, protegió y defendió Su vida; si la Virgen tuvo la gloria de ser la Madre de Jesús, San José tuvo la de ser esposo de la Madre de Dios y padre legal del mismo Dios.

     Convenía además que para el buen desempeño del oficio que el Eterno Padre le había confiado, que en San José fuera todo puro y santo, sin que experimentase el menor acto de rebeldía entre la carne y el espíritu, ni inclinación al mal, ni dificultad para el bien; esto es: que fuese digno esposo de la Inmaculada Esposa, digno padre adoptivo del Hijo de Dios, que quiso nacer de una madre virgen y llamar padre a un hombre también virgen; y esto sólo podía conseguirse librando al Glorioso Patriarca de la concupiscencia o apetito desordenado de las cosas sensuales, triste herencia del pecado original.

     Esta santidad de San José le colocó en un grado más elevado que el de los ángeles, porque estando éstos destinados a la custodia de los hombres, para la de Jesús y María no destinó el Señor legiones de ángeles, sino a San José, a quien ambos vivieron sometidos. Por esto, decía sin duda el Papa Benedicto XIV que las gracias y prerrogativas espirituales de San José son grandes, excelsas, son certísimas y tan propias de él, que a ningún otro Santo han sido comunicadas.


(Continuará...)



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