lunes, 11 de diciembre de 2017

MADRE MARAVILLAS DE JESÚS, FUNDADORA

 
     Nació en Madrid el 4 de Noviembre de 1891. Bautizada el día 12 del mismo mes y año, en la Parroquia de San Sebastián con el nombre de María Maravillas Pidal y Chico de Guzmán.

     Hija de Don Luis Pidal y Mon y de Doña Cristina Chico de Guzmán y Muñoz, Marqueses de Pidal. El padre era a la sazón Embajador de España ante la Santa Sede; había sido Ministro de Fomento. Se distinguió siempre por sus gestiones a favor de la Iglesia. Con su hermano, el filósofo Alejandro Pidal, creó la Unión Católica, un partido político que agradó mucho al Papa León XIII y a la mayoría de los Obispos españoles. En un ambiente de tanta religiosidad y distinción, la educación de Maravillas fue esmeradísima. Recibió el sacramento de la Confirmación en 1896 y la Primera Comunión en 1902.

     Dotada de grandes cualidades humanas, entre las que destacaban una inteligencia clara y profunda, y una voluntad siempre orientada hacia el bien. Desde niña, ella misma lo diría, que su vocación a la vida consagrada había nacido con ella. En su juventud, además de cultivar su vida de piedad y de llevar a cabo sus estudios privados de lengua y cultura general, se dedicó a las obras de beneficencia y caridad, ayudando a muchas familias, pobres y marginados.




     El 12 de Octubre de 1919 entró en el Carmelo de El Escorial (Madrid). Tomó el hábito en 1920 e hizo su primera profesión en 1921.

     Lo que llevó a la Madre Maravillas al Carmelo fue el amor a Cristo Nuestro Señor, sus deseos de pagarle amor con amor. Centenares de veces en sus cartas expresa este anhelo de amarle con locura, de corresponder con excesos al infinito amor a Cristo. Este amor a Jesucristo está íntimamente unido a su devoción al Sagrado Corazón de Jesús. Sabemos de sus largas vigilias ante el Sagrario, en sus primeros años de carmelita, en El Escorial. En esas horas, a solas con Dios, se forjó la fundación del Carmelo del Cerro de los Ángeles, que había de ser “lámpara viva que se consumiese en amor y reparación ante el Corazón de Cristo”.

     El Cerro de los Ángeles, centro geográfico de España, donde se había levantado un monumento al Sagrado Corazón de Jesús, se consagró en él la nación el 30 de mayo de 1919, por el Rey Alfonso XIII.

     El 19 de Mayo de 1924, la Madre Maravillas y otras tres religiosas de El Escorial se instalan en una casa provisional del pueblo de Getafe para, desde allí, atender la edificación del convento del Cerro. En esta casa hizo su profesión solemne el 30 de mayo de ese mismo año.

     En Junio de 1926 fue nombrada Priora de la comunidad, y pocos meses después, el 31 de octubre, se inauguraba el nuevo Carmelo en el Cerro de los Ángeles. Pronto se pobló el nuevo Carmelo de vocaciones, lo que le impulsaba a multiplicar las “casas de la Virgen”.

     En 1933 hizo la fundación de Kottayam (India), enviando ocho monjas. Desde 1944 a 1966, le siguen otras nueve fundaciones en España. En Julio de 1936 comenzó la Cruzada de Liberación Española y las monjas del Cerro tienen que salir del convento. En 1939 volvió con un grupo de monjas para recuperar el convento, que había quedado completamente destruido. Con muchos trabajos y esfuerzos y en medio de una gran escasez, la Santa sabía infundir valor y alegría entre sus hijas.

     Se interesaba por el problema de los demás y procuraba darles solución. Desde su clausura de La Aldehuela funda un colegio para niños pobres, hace construir una barriada de casa y una iglesia. Ayuda en la construcción de 200 viviendas próximas a La Aldehuela. Para llevar a cabo éstas y otras muchas obras, se apoyaba confiadamente en la Providencia Divina.

     “No quiero la vida más que para imitar lo más posible la de Cristo”, había escrito. Con este deseo, amó y practicó la pobreza heroicamente. Los Carmelos que funda viven en pobreza radical, sin rentas, con edificios pequeños, con trabajo manual para su sustento. Sus hijas la amaban profundamente; era tal el equilibrio, serenidad, caridad y delicadeza con todas. Su alegría estaba llena de paz, sin estridencias, siempre afable sin imponer su criterio, pedía siempre el parecer de las demás.
     Eran continuas sus enfermedades y penitencias: dormir poco, vestida y sentada en el suelo. El aprecio por la oración era extraordinario. Vivió la espiritualidad de sus Santos Padres: Santa Teresa y San Juan de la Cruz, sintiéndose siempre “una nada pecadora”. Con alternancia de estados dolorosos y gozosos, nos revela“me siento amada por el Señor”.
    Murió en el Carmelo de La Aldehuela (Madrid) el 11 de diciembre de 1974, con una muerte llena de paz y de entrega, repetía: “¡Qué felicidad morir carmelita!”.
    Madre Maravillas ha tenido una misión: conservar el espíritu de contemplación amorosa y misionera al máximo. Conservar y multiplicar estos “palomarcitos de la Virgen” como oasis de paz, de oración, en este mundo conflictivo y triste.
    Muchos de lo que estudiaron su vida, Consultores Teólogos en Roma, la han llamado: mujer carismática, profética y providencial.




No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.