domingo, 28 de octubre de 2018

FESTIVIDAD DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO REY


                  "Sí, Yo soy Rey" -dijo Nuestro Señor Jesucristo a Pilatos- "Para eso precisamente he nacido y venido a este mundo, para dar testimonio de la Verdad." Es el Reino divino de la Santa Iglesia, en el que se proporciona la salud a los enfermos, la luz a los ciegos, la libertad a los cautivos. Sus habitantes tienen poder para hacerse hijos de Dios, para vivir una vida divina, para gozar de la libertad; aparta del yugo de Satanás y nos comunica los bienes sobrenaturales. Todo ello, en virtud de nuestra unión vital, de nuestra unidad de ser con Cristo, que es nuestra Cabeza, el Fundador de este Reino, el que lo constituyó con Sus Enseñanzas, con Sus ejemplos y, sobre todo, con Su muerte de Cruz.

                  Fue el Papa Pío XI el que durante el Jubileo de 1925, quiso instituir esta Fiesta de Cristo Rey. El título y poder de Rey pertenecen en derecho propio a Nuestro Señor Jesucristo, como Dios y como hombre; es también Rey por derecho de conquista en cuanto es el Libertador de la Humanidad redimida con Su Sangre.    




De la Encíclica "Quas Primas"
del Papa Pío XI


EL "LAICISMO", ENEMIGO DE DIOS

               Juzgamos peste de nuestros tiempos al llamado "laicismo" con sus errores y abominables intentos; Se comenzó por negar el Imperio de Cristo sobre todas las gentes; se negó a la Iglesia el Derecho, fundado en el Derecho del mismo Cristo, de enseñar al género humano, esto es, de dar leyes y de dirigir los pueblos para conducirlos a la Eterna Felicidad. 

                Después, poco a poco, la Religión Cristiana fue igualada con las demás religiones falsas y rebajada indecorosamente al nivel de éstas. Se la sometió luego al poder civil y a la arbitraria permisión de los gobernantes y magistrados. Y se avanzó más: hubo algunos de éstos que imaginaron sustituir la Religión de Cristo con cierta religión natural, con ciertos sentimientos puramente humanos. No faltaron Estados que creyeron poder pasarse sin Dios, y pusieron su religión en la impiedad y en el desprecio de Dios.

EL APOSTOLADO BAJO LA BANDERA DE CRISTO REY 


                 Preparar y acelerar esta vuelta con la acción y con la obra sería ciertamente deber de los católicos; pero muchos de ellos parece que no tienen en la llamada convivencia social ni el puesto ni la autoridad que es indigno les falten a los que llevan delante de sí la antorcha de la Verdad. Estas desventajas quizá procedan de la apatía y timidez de los buenos, que se abstienen de luchar o resisten débilmente; con lo cual es fuerza que los adversarios de la Iglesia cobren mayor temeridad y audacia. Pero si los fieles todos comprenden que deben militar con infatigable esfuerzo bajo la bandera de Cristo Rey, entonces, inflamándose en el fuego del Apostolado, se dedicarán a llevar a Dios de nuevo los rebeldes e ignorantes, y trabajarán animosos por mantener incólumes los derechos del Señor.

                 Además, para condenar y reparar de alguna manera esta pública Apostasía, producida, con tanto daño de la sociedad, por el laicismo, ¿no parece que debe ayudar grandemente la celebración anual de la Fiesta de Cristo Rey entre todas las gentes? En verdad: cuanto más se oprime con indigno silencio el Nombre suavísimo de Nuestro Redentor, en las reuniones internacionales y en los Parlamentos, tanto más alto hay que gritarlo y con mayor publicidad hay que afirmar los Derechos de Su Real Dignidad y Potestad.




PÚBLICO RECONOCIMIENTO DE LA SOBERANÍA DE CRISTO

                 ...con nuestra Autoridad Apostólica, instituimos la Fiesta de Nuestro Señor Jesucristo Rey, y decretamos que se celebre en todas las partes de la tierra el último domingo de octubre, esto es, el domingo que inmediatamente antecede a la festividad de Todos los Santos. Asimismo ordenamos que en ese día se renueve todos los años la consagración de todo el género humano al Sacratísimo Corazón de Jesús, con la misma fórmula que nuestro predecesor, de santa memoria, Pío X, mandó recitar anualmente.

                ...así sucederá que los Misterios de la Vida de Cristo, conmemorados en el transcurso del año, terminen y reciban coronamiento en esta Solemnidad de Cristo Rey, y antes de celebrar la Gloria de Todos los Santos, se celebrará y se exaltará la Gloria de Aquél que triunfa en todos los Santos y Elegidos.


Papa Pío XI, 11 de Diciembre de 1925



Consagración del Género Humano
al Sacratísimo Corazón de Jesús

"...que en ese día se renueve todos los años la consagración de todo el género humano
 al Sacratísimo Corazón de Jesús, con la misma fórmula que nuestro predecesor, 
de santa memoria, Pío X, mandó recitar anualmente" (Pío XI)




                Dulcísimo Jesús, Redentor del género humano, miradnos humildemente postrados delante de Vuestro altar; Vuestros somos y Vuestros queremos ser y a fin de poder vivir más estrechamente unidos con Vos, todos y cada uno espontáneamente nos consagramos en este día a Vuestro Sacratísimo Corazón.


                Muchos, por desgracia, jamás os han conocido; muchos, despreciando Vuestros Mandamientos, os han desechado. Oh Jesús benignísimo, compadeceos de los unos y de los otros, y atraedlos a todos a Vuestro Corazón Sacratísimo.

                Oh Señor, sed Rey, no sólo de los hijos fieles que jamás se han alejado de Vos, sino también de los pródigos que os han abandonado; haced que vuelvan pronto a la casa paterna, para que no perezcan de hambre y de miseria.

                Sed Rey de aquellos que, por seducción del error o por espíritu de discordia, viven separados de Vos: devolvedlos al puerto de la Verdad y a la Unidad de la Fe, para que en breve, se forme un solo rebaño bajo un solo Pastor.

                Sed Rey de los que permanecen todavía envueltos en las tinieblas de la idolatría o del islamismo; dignaos atraerlos a todos a la luz de Vuestro Reino.

                Mirad, finalmente, con ojos de misericordia a los hijos de aquel pueblo que en otro tiempo fue vuestro predilecto: descienda también sobre ellos como bautismo de redención y de vida, la Sangre que un día contra sí reclamaron.

               Conceded, oh Señor, incolumnidad y libertad segura a Vuestra Iglesia; otorgad a todos los pueblos la tranquilidad en el orden; haced que del uno al otro confín de la tierra no suene sino esta voz:

                ¡Alabado sea el Corazón Divino, causa de nuestra salud, a Él se entonen cánticos de Honor y de Gloria por los siglos de los siglos! Amén.






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