lunes, 7 de enero de 2019

LA AYUDA DEL PADRE PÍO A UN ALMA DEL PURGATORIO


                Pasadas las celebraciones navideñas comenzamos el Tiempo Litúrgico de la Epifanía; a pesar de la alegría por el Nacimiento de Nuestro Señor, no podemos olvidar a las grandes demandadas de nuestra caridad cristiana: las Benditas Almas del Purgatorio. Hoy Lunes, siguiendo nuestro habitual esquema de Piedad LA SEMANA DEL BUEN CRISTIANO, queremos ofrecer cuantas oraciones, trabajos, sacrificios y buenas obras podamos realizar en favor del alivio y liberación de estas Hermanas nuestras del Purgatorio.

                En la Vida de los Santos encontramos diferentes capítulos de apariciones de estas Almas purgantes; normalmente a personas predilectas o vías de perfección, pero a veces a otras menos creyentes, con objeto de que cambien de vida. En la mayoría de los casos, las Almas del Purgatorio buscan la amistad y el consuelo de las oraciones en aquellos que le son más devotos.




                Se cuenta que en Mayo de 1922, el Padre Pío declaró al Obispo de Melfi, Su Excelencia, Alberto Costa, y también al superior del convento, el Padre Lorenzo de San Marcos, la aparición de un Alma del Purgatorio; estaban presentes otros cinco otros frailes como testigos del relato; uno de ellos, Fray Alberto D’ Apolito de San Giovanni Rotondo escribió la declaración del Padre Pío de la siguiente manera:

            “Mientras estaba en el convento en una tarde de invierno después de una fuerte nevada, él estaba sentado junto a la chimenea una noche en la habitación, absorto en la oración, cuando un anciano, vestido con una capa antigua todavía usada por los campesinos del sur de Italia, se sentó junto a él. Respecto a este hombre dice el padre Pío: “No me podía imaginar cómo podría haber entrado en el convento en ese momento de la noche ya que todas las puertas están bloqueadas. Le pregunté: ¿Quién eres? ¿Qué quieres?”

           El anciano le dijo: “Padre Pío, soy Pietro Di Mauro, hijo de Nicolás, apodado Precoco”. Él continuó diciendo, “yo morí en este convento el 18 de Septiembre de 1908, en la celda número 4, cuando todavía era un asilo de pobres. Una noche, mientras estaba en la cama, me quedé dormido con un cigarro encendido, el cual incendió la colchón y he muerto, asfixiado y quemado. Todavía estoy en el purgatorio. Necesito una Santa Misa con el fin de ser liberado. Dios permitió que yo venga a pedirle su ayuda.”

           De acuerdo con el Padre Pío: “Después de escucharlo, yo respondí: “Tenga la seguridad de que mañana celebraré la Santa Misa por su liberación.” Me levanté y le acompañé hasta la puerta del convento, para que pudiera salir no me di cuenta en ese momento que la puerta estaba cerrada con llave. La abrí y me despedí de él La luna iluminaba la plaza, cubierta de nieve. Cuando yo ya no lo vi delante de mí, fui tomado por un sentimiento de miedo, y cerré la puerta, volví a entrar en la habitación de invitados, y me sentía débil.”

               Unos días más tarde, el Padre Pío también contó la historia al Padre Paolino y los dos decidieron entonces ir a la ciudad, donde miraron las estadísticas del censo del año 1908 y encontraron que, efectivamente,  el 18 de Septiembre de ese año, un Pietro Di Mauro había muerto a consecuencia de unas quemaduras y asfixia en la habitación número 4 en el Convento del Padre Pío, entonces utilizado como un hogar para personas sin hogar.





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