sábado, 13 de julio de 2019

LA DEVOCIÓN AL CORAZÓN DE MARÍA, medio para evitar el camino hacia el infierno




               Durante la Tercera Aparición de María Santísima en Fátima, el 13 de Julio de 1917, Nuestra Señora mostró el Infierno a los tres pastorcitos que lo narran de la siguiente manera:

           "...vimos como un gran mar de fuego y, sumergidos en ese fuego, a los demonios y las almas como si fuesen brasas transparentes y negras o bronceadas, con forma humana, que flotaban en el incendio llevadas por las llamas que de ellas mismas salían juntamente con nubes de humo, cayendo hacia todos los lados —semejante al caer de las chispas en los grandes incendios— sin peso ni equilibrio, entre gritos y gemidos de dolor y desesperación, que horrorizaban y hacían estremecer de pavor. Los demonios se distinguían por formas horribles y asquerosas de animales espantosos y desconocidos, pero transparentes como negros carbones en brasa”.

               Asustados, y como pidiendo socorro, los videntes levantaron los ojos hacia Nuestra Señora, que les dijo con bondad y tristeza:

          “Visteis el Infierno, a donde van las almas de los pobres pecadores. Para salvarlas, Dios quiere establecer en el mundo la Devoción  a Mi Inmaculado Corazón. Si hacen lo que Yo os diga, se salvarán muchas almas y tendrán paz. La guerra va a acabar, pero si no dejan de ofender a Dios, vendrá otra peor”.

                Y la Virgen continuó:

           “Cuando veáis una noche iluminada por una luz desconocida (1) sabed que es la gran señal que Dios os da de que va a castigar al mundo por sus crímenes, por medio de la guerra, del hambre y de persecuciones a la Iglesia y al Santo Padre; los buenos serán martirizados, el Santo Padre tendrá mucho que sufrir, varias naciones serán aniquiladas. Por fin Mi Inmaculado Corazón triunfará”.

              Les enseñó además una jaculatoria para ser rezada al final de cada Misterio del Rosario:

          “Oh Jesús mío, perdónanos, líbranos del fuego del Infierno, lleva todas las almas al Cielo, especialmente a las más necesitadas”.





               Es necesario notar que sabemos por la Fe -para que tengamos una idea de lo que es ese fuego del infierno- que se trata de un verdadero fuego. Es forzoso, por lo tanto, excluir la idea modernista de que el fuego del infierno es una expresión simbólica, que retrata los sufrimientos de carácter moral. Existe en el infierno el sufrimiento de carácter moral y ese sufrimiento es terrible. Es la privación de Dios, es la desesperación eterna, en la que la persona se siente colocada completamente fuera de su propia naturaleza, colocada en un pavoroso conflicto consigo misma. Pero junto con ese sufrimiento moral, existe un sufrimiento de orden físico que se ejerce sobre el alma. Hay un fuego verdadero en el infierno, que es realmente fuego y ese fuego quema el alma.

               Alguien podrá decir: “pero no puedo comprender cómo siendo el alma espiritual pueda ser quemada por el fuego”. Es muy fácil de comprender: el alma espiritual ¿no está ligada al cuerpo? Ella no está atada, por lo tanto, a algo de carácter material? Si ella está ligada a la materia, ¿por qué entonces no puede ser quemada por algo material? ¡Es evidente!

               San Alfonso de Ligorio dice que ese fuego es tan terrible, que la peor llama de la tierra quema tan poco en comparación con ese fuego, como una llamada pintada “quema”, en comparación con una llamada real de la tierra. Ustedes comprenden, por lo tanto, que los peores fuegos que aquí se ven, no son tan terribles cuanto el del infierno.

              Llamó la atención para el hecho de que Nuestra Señora haya dado énfasis especial a Su Inmaculado Corazón... Se ve entonces que es una de esas maravillas de la gracia que Nuestra Señora reservó para este tiempo de aflicción. Ella especialmente indica que debemos tener devoción al Inmaculado Corazón de Ella para salvarnos de nuestros pecados y especialmente del pecado de la Revolución, y principalmente de las raíces del pecado de la Revolución, que son el orgullo y la impureza.

              Si alguien quiere vencer al demonio del orgullo, al demonio de la impureza, conságrese al Inmaculado Corazón de María y haga una jaculatoria, por ejemplo, análoga a la que se hace al Sagrado Corazón de Jesús. Existe esa jaculatoria muy bonita: “Oh Jesús, manso y humilde de corazón, haced mi corazón semejante al Vuestro”.

               Podemos decir esto a Nuestra Señora: “Oh María, mansa y humilde de corazón, haced nuestro corazón contrarrevolucionario y humilde semejante al Vuestro”.



Doctor Plinio Corrêa de Oliveira, 15 de Julio de 1967


NOTAS ACLARATORIAS:

               Con toda seguridad, esa señal a la que hace alusión Nuestra Señora en Su Mensaje, consistió en la aurora boreal que inundó los cielos de Europa y del Norte de África a finales de Enero de 1938, poco antes del estallido de la II Guerra Mundial, cumpliéndose así lo advertido por la Virgen a los niños videntes de Fátima. Fueron muchos los periódicos europeos que reflejaron en sus portadas el acontecimiento, entre ellos el español "La Vanguardia":

               “La aurora se presentó en forma de gigantesco abanico, abierto hacia el cielo y de rayos ligeramente convergentes sobre el Polo magnético de la Tierra. El intenso fulgor rosáceo, atravesado por multitudes de bandas de luz más blancas y brillantes, cual si procediesen de potentes reflectores enfocados hacia el cénit, se elevaba hasta unos 30 grados sobre el horizonte, con una anchura asimilar, casi doble a las dos bandas; cambiaba con frecuencia de posición, difuminándose unas, mientras se formaban otras a su lado. Aunque el color predominante fue el rosáceo, hubo también sus matices verdes y blancos”.

("La Vanguardia, 26 de Enero de 1938)


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