jueves, 22 de agosto de 2019

EL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA, la Devoción de los Tiempos Finales



POR QUÉ VENERAR AL CORAZÓN DE MARÍA

         El culto al Corazón de María comenzó en la Iglesia aproximadamente en la Edad Media; al igual que ocurre con el Corazón de Jesús, los católicos veneramos en estos Divinos Corazones los afectos, virtudes y méritos de Jesús y de María, las dos personas que más nos aman y a quienes debemos entregar todo nuestro amor.

         No pocos fueron los Santos que abrazaron esta devoción y la propagaron, como Santa Matilde, Santa Gertrudis, Santa Brígida, San Bernardino de Siena, San Francisco de Sales y San Juan Eudes, que en el siglo XVII avivó la Devoción por los Sagrados Corazones; en los tiempos modernos, sería el gran San Antonio María Claret, el Apóstol y abanderado del Corazón de María, extendiendo este Amor por el Corazón de la Virgen en sus Misiones Populares, escritos y fundaciones.




EL CORAZÓN DE MARÍA ES INMACULADO Y VIRGINAL

              Al Corazón de María le anteponemos muchas veces el adjetivo "Inmaculado" y no por mero adorno, sino porque María Nuestra Señora fue la única entre las criaturas de este mundo, que fue preservada del pecado original que todos heredemos de Adán; a esta prerrogativa habría que añadirle la que nos enseña otro artículo de la Fe: que concibió al Hijo de Dios siendo virgen, antes, durante y después del parto. Se desprende de ello que tal excelsa criatura estuviese dotada de un Inmaculado y Virginal Corazón, que por su especial naturaleza es capaz de amar casi tanto como el de Nuestro Señor Jesucristo.

               Al venerar el Inmaculado Corazón de María, unimos en Él todas las otras devociones que podamos tener por la Virgen, pues en Su Purísimo Corazón se encierran todos los amores y gracias que esta Buena Madre nos regala; el rezo del Santo Rosario, el uso del Escapulario, el Voto de Esclavitud Mariana... el Venerable Pío XII hablaba del Escapulario del Carmen "como signo de consagración al Inmaculado Corazón de María"...todas estas hermosas prácticas se unen de una vez para siempre en el culto al Amor de María, en la ofrenda sincera de nuestro corazón hacia el Suyo.


NUESTRO SEÑOR QUIERE QUE VENEREMOS AL CORAZÓN DE MARÍA 

              En el transcurso de la segunda Aparición de Nuestra Señora en Fátima, la Virgen manifestó la intención de Su Hijo, "Jesús quiere establecer en el mundo la Devoción a Mi Inmaculado Corazón...". Fijémonos bien que Nuestra Santa Madre sólo trasmite el deseo imperativo de Su Divino Hijo, "Jesús quiere", Nuestro Señor no lo ruega, lo dispone, y como en Evangelio, la Purísima Madre una vez más pide "haced lo que Él os dice" (Evangelio de San Juan, cap. 2, vers. 1-11)

               Añadió la Virgen a Lucía sobre los beneficios espirituales de quienes se hicieran devotos de Su Corazón, asegurando que aquellas almas que practicasen esta Devoción "serán queridas por Dios como flores" puestas por Ella para adornar Su Trono. La Virgen misma es pues quien desea que la amemos fijándonos en su Inmaculado Corazón, en el que según el Evangelista Lucas, meditaba las gracias que recibía constantemente del Altísimo. Amar al Corazón de María, tener una imagen suya delante, nos ha de animar a contemplarla e imitarla en Sus virtudes, especialmente en la humildad y en la pureza. 




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           El 31 de Octubre de 1942, el Romano Pontífice Pío XII, consagraba el género humano al Inmaculado Corazón de María; lo haría a través de la radio en su Mensaje a Portugal. Poco después, el 8 de Diciembre de ese mismo año, renovó dicha Consagración en la Basílica de San Pedro, ante más de 50.000 fieles. Después de esta Consagración, realizada en plena Guerra Mundial, decretó Pío XII, en 1944, que toda la Iglesia celebrase anualmente una fiesta en honor del Inmaculado Corazón de María, el 22 de Agosto, día de la Octava de la fiesta de la Asunción.

               La Devoción del Corazón de María es ya antigua, pero fue San Juan Eudes la propagó en el siglo XVII, uniéndola a la del Sagrado Corazón de Jesús.

               En el siglo XIX, Pío VII, primero, y después Pío IX concedieron a muchas iglesias particulares una Fiesta del Purísimo Corazón de María, señalada primeramente para el Domingo después de la Asunción, y luego para el sábado que sigue a la Fiesta del Sagrado Corazón.

               Al fijar el 22 de Agosto la Fiesta del Inmaculado Corazón de María, y extenderla a toda la Iglesia, le asignó Pío XII como fin el obtener, por intercesión de la Santísima Virgen, “la paz entre las naciones, la libertad de la Iglesia, la conversión de los pecadores, el amor a la pureza y la práctica de las virtudes”.



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