jueves, 19 de septiembre de 2019

LA APARICIÓN DE LA VIRGEN DE LA SALETTE, advertencia para los Últimos Tiempos


               En una Francia convulsa, heredera de la Revolución que guillotinó a Luis XVI y con él los valores de la Cristiandad,  la intercesión de la Virgen Madre no dejó de brillar aún, cuando todo apuntaba a que la Religión Católica estaba casi extinta. La Aparición de La Salette aconteció en el año 1846, dieciséis años después de la Aparición de la Virgen a Santa Catalina Labouré en la Rue de Bac, en París y doce años antes de la Aparición de Nuestra Señora Lourdes; vemos pues, una continua llamada de la Virgen María a Sus hijos, muestra el gran amor que por nosotros siente.

               A mediados del siglo XIX Europa entera parecía estar invadida por un espíritu de rebeldía que se oponía a todo el orden anteriormente establecido. En 1832, dos años después de las mencionadas apariciones de la Santísima Virgen a Santa Catalina Labouré, el Papa Gregorio XVI en su Encíclica “Mirari Vos”, condenaba a las sociedades secretas, particularmente a la judeo-masonería, a la que el Pontífice definiría como la cloaca donde se han juntado las doctrinas impías, las prácticas sacrílegas y abominables de todas las sectas más infames, desde el comienzo de los siglos hasta nosotros. El “naturalismo”, sistema filosófico propio de estas sociedades secretas, trataba de reemplazar toda creencia en lo sobrenatural por lo meramente racional, impulsando un dañino humanismo que ponía al hombre como centro de todo, negando la Revelación Divina. 




               A pesar de esta impiedad generalizada, nuestra Santa Madre, que jamás abandona a los hijos que a Ella se acogen, quiso manifestarse una vez más en Francia, nación que por derecho e Historia ha sido siempre la hija mayor de la Iglesia; en esta ocasión en las montañas alpinas del pueblecito de La Salette, perteneciente al cantón de Corps, Grenoble.


BREVE RELATO DE LA APARICIÓN
de Nuestra Señora en la Montaña de La Salette
-según la vidente Melanie Calvat-


               El día 18 de Septiembre, de 1846, víspera de la Aparición de la Santísima Virgen, estaba yo sola como siempre cuidando el ganado de mi amo, alrededor de las once de la mañana vi a un niño que se aproximaba hacía mí. Por un momento tuve miedo, pues me parecía que todos deben saber que evitaba todo tipo de compañía. El niño se acercó y me dijo:

               "Hey niña, voy a ir contigo, soy de Corps". A estas palabras mi malicia natural se mostró y le dije: "No quiero a nadie a mi alrededor. Quiero estar sola". Pero él, siguiéndome, dijo: "Mi amo me envió aquí para que contigo cuidara el ganado. Vengo de Corps". Me separé molesta de él, dándole a entender que no quería a nadie alrededor mío. Cuando estaba ya a cierta distancia me senté en la hierba. Usualmente de esta forma hablaba a las florecitas o al Buen Dios.

               Después de un momento, detrás de mí estaba Maximino sentado y directamente me dijo: "Déjame estar contigo, me portaré muy bien". Aún en contra de mi voluntad y sintiendo un poco de lástima por Maximino le permití quedarse. Al oír la campana de La Salette para el Angelus, le indiqué elevar su alma a Dios. El se quitó el sombrero y se mantuvo en silencio por un momento. Luego comimos y jugamos juntos. Cuando cayó la tarde bajamos la montaña y prometimos regresar al día siguiente para llevar al ganado nuevamente.

               Al día siguiente, Sábado, 19 de Septiembre, de 1846, el día estaba muy caluroso y los dos jovencitos acordaron comer su almuerzo en un lugar sombreado. Melanie había descubierto que Maximino era muy buen niño, simple y dispuesto a hablar de lo que ella deseara. Era muy flexible y juguetón, pero si un poco curioso. Llevaron el ganado a una pequeña quebrada y encontrando un lugar agradable decidieron tomar una siesta. Ambos durmieron profundamente. Melanie fue la primera en despertar. El ganado no estaba a su vista, entonces rápidamente llamó a Maximino. Juntos fueron en su búsqueda por los alrededores y lo encontraron pastando plácidamente.

               Los dos jóvenes volvían en la búsqueda de sus utensilios donde habían llevado su almuerzo y cerca de la quebrada en donde habían hecho la siesta divisaron un globo luminoso que parecía dividirse. Melanie pregunta a Maximino si el ve lo que ella esta viendo. ¡Oh Dios mío!, exclamó Melanie dejando caer la vara que llevaba. Algo fantásticamente inconcebible la inundaba en ese momento y se sintió atraída, con un profundo respeto, llena de amor y el corazón latiéndole más rápidamente. Vieron a una Señora que estaba sentada en una enorme piedra. Tenía el rostro entre Sus manos y lloraba amargamente. Melanie y Maximino estaban atemorizados, pero la Señora, poniéndose lentamente de pie, cruzando suavemente sus brazos, les llamó hacía Ella y les dijo que no tuvieran miedo. Agregó que tenía grandes e importantes nuevas que comunicarles. Sus suaves y dulces palabras hicieron que los jóvenes se acercaran apresuradamente. Melanie cuenta que su corazón deseaba en ese momento adherirse al de la bella Señora.



 Maximin Giraud y Melanie Mathieu Calvat, 
videntes de Nuestra Señora de La Salette


               La Señora era alta y de apariencia majestuosa. Tenía un vestido blanco con un delantal ceñido a la cintura, no se podría decir que era de color dorado pues estaba hecho de una tela no material, más brillante que muchos soles. Sobre Sus hombros lucía un precioso chal blanco con rosas de diferentes colores en los bordes. Sus zapatos blancos tenían el mismo tipo de rosas. De su cuello colgaba una cadena con un Crucifijo; sobre la barra del Crucifijo colgaban de un lado el martillo y del otro las tenazas. De Su cabeza una corona de rosas irradiaba rayos luminosos, como una diadema. En Sus preciosos ojos habían lágrimas que rodaban sobre sus mejillas. Una luz más brillante que el sol pero distinta a éste le rodeaba.

               Le dijo a los jóvenes que la mano de Su Hijo era tan fuerte y pesada que ya no podría sostenerla, a menos que la gente hiciera penitencia y obedeciera la Ley de Dios. Si no, tendrían mucho que sufrir. "La gente no observa el Día del Señor, continúan trabajando sin parar los Domingos. Tan solo unas mujeres mayores van a Misa en el verano. Y en el invierno cuando no tienen más que hacer van a la iglesia para burlarse de la religión. El tiempo de Cuaresma es ignorado. Los hombres no pueden jurar sin tomar el Nombre de Dios en vano. La desobediencia y el pasar por alto los mandamientos de Dios son las cosas que hacen que la mano de mi Hijo sea más pesada".

              Ella continuó conversando y les predijo una terrible hambruna y escasez. Dijo que la cosecha de patatas se había echado a perder por esas mismas razones el año anterior. Cuando los hombres encontraron las patatas podridas, juraron y blasfemaron contra el Nombre de Dios aún más. Les dijo que ese mismo año la cosecha volvería a echarse a perder y que el maíz y el trigo se volverían polvo al golpearlo, las nueces se estropearían, las uvas se pudrirían. Después, la Señora comunica a cada joven un Secreto que no debían revelar a nadie, excepto al Santo Padre, en una petición especial que él mismo les haría.

               La Señora agregó que si el pueblo se convirtiera, las piedras y las rocas se convertirían en trigo y las patatas se encontrarían sembradas en la tierra. Entonces preguntó a los jovencitos: -"¿Hacéis bien vuestras oraciones, hijos míos?" Respondieron los dos: ¡Oh! no, Señora; no muy bien."

               -"¡Ay, hijos míos! -agregó la Señora- Hay que hacerlas bien por la noche y por la mañana. Cuando no podáis hacer más, rezad un Padrenuestro y un Avemaría; y cuando tengáis tiempo y podáis, rezad más." Con Su voz maternal y solícita les termina diciendo: "Pues bien, hijos míos, decid esto a todo mi pueblo". Luego continuó andando hasta el lugar en que habían subido para ver donde estaban las vacas. Sus pies se deslizan, no tocan más que la punta de la hierba sin doblarla. Una vez en la colina, la hermosa Señora se detuvo. Melanie y Maximino corren hacia Ella apresuradamente para ver a dónde se dirige. La Señora se eleva despacio, permanece unos minutos a unos metros de altura; mira al cielo, a los ojos de los niños, y se confunde con el globo de luz que la envuelve. Este sube hasta desaparecer en el firmamento.

               Al principio solo algunos creían lo que los jóvenes decían haber visto y oído. Los campesinos que habían contratado a los jóvenes estaban sorprendidos que, siendo estos tan ignorantes, fueran capaces de transmitir y relacionar tan complicado mensaje tanto en francés, el cual no entendían bien, como en patuá (dialecto francés) en el cual describían exactamente lo que decían.

               A la mañana siguiente Melania y Maximino fueron llevados a ver al Párroco. Era un sacerdote de edad avanzada, muy generoso y respetado. Al interrogar a los jóvenes, escuchó todo el relato, ante el cual quedó muy sorprendido y realmente pensó que los jóvenes decían la verdad. En la Misa del domingo siguiente habló de la visita de la Señora y Su petición. Cuando llegó a oídos del Obispo que el Párroco había hablado sobre la Aparición desde el púlpito, éste fue reprendido y reemplazado por otro sacerdote.

               Melania y Maximino eran constantemente interrogados tanto por los curiosos como por los devotos; pese a todo, ellos implemente contaban la misma historia, repitiéndola una y otra vez. A los que estaban interesados en subir la montaña, les señalaban el lugar exacto donde la Señora se había aparecido. En varias ocasiones fueron amenazados de ser arrestados si no negaban lo que continuaban diciendo. Sin ningún temor y vacilación contaban a todos los Mensajes que la Señora había dado.

               Surgió una fuente cerca del lugar donde la Señora se había aparecido y el agua corría colina abajo. Muchos milagros empezaron a ocurrir. Las terribles calamidades que fueron anunciadas se empezaron a cumplir. La terrible hambruna de patatas de 1846 se difundió, especialmente en Irlanda donde muchos murieron. La escasez de trigo y maíz fue tan severa que más de un millón de personas en Europa murieron de hambre; una enfermedad afectó las uvas en toda Francia (1). Probablemente el castigo hubiera sido peor de no haber sido por los que acataron la súplica de la Virgen María en La Salette. Muchos que antes eran indiferentes comenzaron a asistir a la Santa Misa; los negocios del lugar fueron cerrados los Domingos y la gente cesó de hacer trabajos innecesarios el día del Señor, al tiempo que las malas palabras y las blasfemias fueron disminuyendo.

NOTAS ACLARATORIAS

          1- Plaga producida por la filoxera y que desoló los viñedos franceses desde 1868




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