domingo, 27 de octubre de 2019

FESTIVIDAD DE CRISTO REY DEL UNIVERSO, obligada Consagración al que impera sobre las almas


               El Papa Pío XI, durante el Jubileo del Año Santo de 1925, instituyó esta Fiesta. El título y poder de Rey pertenecen en derecho propio a Nuestro Señor Jesucristo, como Dios y como hombre; es también Rey por derecho de conquista en cuanto es el libertador de toda la humanidad redimida con Su Sangre según se canta en el Introíto de la Misa de hoy; más como explica el Evangelio, Su Reino no es de este mundo, sino de las almas en las cuales Él estableció el Reino de Dios.

               Además, Jesucristo, como Dios, tiene soberanía sobre todas las cosas, que fueron precisamente creadas por el Verbo Eterno, la tiene sobre los Estados que han de regirse por las Leyes del que es Rey de Reyes.

               La Fiesta de Su Realeza se celebra el Domingo antes de la Fiesta de los Cortesanos de Su Gloria, que son todos los Santos.




Para esto Yo he nacido
 y para esto he venido al mundo, 
para dar testimonio de la Verdad. 
Todo el que es de la Verdad escucha Mi voz

Evangelio de San Juan, cap. 18, vers. 37


La enseñanza de los dos últimos Papas
sobre la Realeza de Cristo Nuestro Señor


               "Hay, además, otro motivo, que con grande urgencia exige que las falanges cristianas cuanto antes se unan y combatan bajo una sola bandera central los tempestuosos asaltos del enemigo infernal. ¿A quién no horroriza el odio y la ferocidad con que los enemigos de Dios, en muchos países del mundo, amenazan y tienden a destruir todo lo que es divino y cristiano? Contra sus confederadas milicias no podemos seguir divididos y dispersos, perdiendo el tiempo, todos los que señalados con el carácter bautismal, estamos destinados a combatir con valor los combates de Cristo."


("Sempiternus Rex Christus", Papa Pío XII, 8 de Septiembre de 1951)

               "...este cúmulo de males había invadido la tierra, porque la mayoría de los hombres se habían alejado de Jesucristo y de su Ley Santísima, así en su vida y costumbres como en la familia y en la gobernación del Estado, sino también que nunca resplandecería una esperanza cierta de paz verdadera entre los pueblos mientras los individuos y las naciones negasen y rechazasen el imperio de nuestro Salvador.

              ...no sólo exhortamos entonces a buscar la Paz de Cristo en el Reino de Cristo, sino que, además, prometimos que para dicho fin haríamos todo cuanto posible nos fuese. En el Reino de Cristo, dijimos: pues estábamos persuadidos de que no hay medio más eficaz para restablecer y vigorizar la paz que procurar la restauración del Reinado de Jesucristo.

               Y así, mientras los hombres y las naciones, alejados de Dios, corren a la ruina y a la muerte por entre incendios de odios y luchas fratricidas, la Iglesia de Dios, sin dejar nunca de ofrecer a los hombres el sustento espiritual, engendra y forma nuevas generaciones de santos para Cristo, el cual no cesa de levantar hasta la Eterna Bienaventuranza del Reino Celestial a cuantos le obedecieron y sirvieron fidelísimamente en el reino de la tierra...

               ...es evidente que también en sentido propio y estricto le pertenece a Jesucristo como hombre el título y la potestad de Rey; pues sólo en cuanto hombre se dice de El que recibió del Padre la potestad, el honor y el reino; porque como Verbo de Dios, cuya sustancia es idéntica a la del Padre, no puede menos de tener común con él lo que es propio de la divinidad y, por tanto, poseer también como el Padre el mismo imperio supremo y absolutísimo sobre todas las criaturas..."

(Extractos de la Encíclica "Quas primas" del Papa Pío XI, 11 de Diciembre de 1925)



Consagración del Género Humano
al Sacratísimo Corazón de Jesús


                Dulcísimo Jesús, Redentor del Género Humano, miradnos humildemente postrados delante de Vuestro altar; Vuestros somos y Vuestros queremos ser y a fin de poder vivir más estrechamente unidos con Vos, todos y cada uno espontáneamente nos consagramos en este día a Vuestro Sacratísimo Corazón.

                Muchos, por desgracia, jamás os han conocido; muchos, despreciando Vuestros Mandamientos, os han desechado. Oh Jesús benignísimo, compadeceos de los unos y de los otros, y atraedlos a todos a Vuestro Corazón Sacratísimo.

                Oh Señor, sed Rey, no sólo de los hijos fieles que jamás se han alejado de Vos, sino también de los pródigos que os han abandonado; haced que vuelvan pronto a la casa paterna, para que no perezcan de hambre y de miseria.

                Sed Rey de aquellos que, por seducción del error o por espíritu de discordia, viven separados de Vos: devolvedlos al puerto de la Verdad y a la Unidad de la Fe, para que en breve, se forme un solo rebaño bajo un solo Pastor.

               Sed Rey de los que permanecen todavía envueltos en las tinieblas de la idolatría o del islamismo; dignaos atraerlos a todos a la luz de Vuestro Reino.

                Mirad, finalmente, con ojos de misericordia a los hijos de aquel pueblo que en otro tiempo fue vuestro predilecto: descienda también sobre ellos como bautismo de redención y de vida, la Sangre que un día contra sí reclamaron.

               Conceded, oh Señor, incolumnidad y libertad segura a Vuestra Iglesia; otorgad a todos los pueblos la tranquilidad en el orden; haced que del uno al otro confín de la tierra no suene sino esta voz:

                ¡Alabado sea el Corazón Divino, causa de nuestra salud, a Él se entonen cánticos de Honor y de Gloria por los siglos de los siglos! Amén.



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