sábado, 25 de enero de 2020

EL REINO DE MARÍA EN NUESTRAS ALMAS...El último camino hacia Dios


               Me parece conveniente hacer constar aquí que el vivir y morir por y para María -y lo mismo hay que decir de culto, amor y veneración de los demás Santos- es necesario ordenarlo y dirigirlo últimamente a Dios. Así como María está ordenada totalmente, en cuerpo y alma, a la Gloria de Dios y eternamente vivirá por Dios y para Su Amor y Gloria, así también el vivir y morir por María se han de dirigir y encauzar, necesariamente y en último camino, a Dios.






                Es decir: que hemos de vivir y morir por María no como si fuera nuestro último fin o pensando y buscando nuestra comodidad o provecho, sino con el fin exclusivo de que, viviendo y muriendo en María y para María, vivamos y muramos más perfectamente en Dios y por Dios.

              Trabajemos para que el Reinado perfecto de María en nosotros coexista juntamente con el más perfecto Reinado de Jesús en nuestra alma, puesto que el Reino de María no se opone al de Jesús, sino que a Él se ordena y consagra totalmente.

               Por eso, el alma que se precia ser hija fiel de esta Madre Amable, vigila atenta y constantemente, en todo cuanto hace, para que la caridad o "amor de Dios que tiene derramado por todo su corazón por virtud del Espíritu Santo que le fue dado" (1) se extienda y redunde también hacia María, recurriendo a Ella con sencillez y amor, poniendo en Ella, con todo el candor, la mirada amorosa de Su Corazón y teniéndola, siempre y en todo lugar, presente en su pensamiento, con un cariñoso y filial recuerdo, de suerte que esta redundancia hacia María, este desbordamiento de la Caridad de Dios hacia la Madre Amable de nuevo vuelva y refluya, y termine últimamente en Dios, ya que este flujo y reflujo de Amor no ha de haber otro fin último que Él.

               Y esto es lo que realiza perfectamente en el alma cuando el Divino Espíritu es el que, desde lo más íntimo de nuestro ser, mueve y dirige todo ese juego de Amor. Entonces es cuando se ve por experiencia que este vivir por y para María no es ningún obstáculo para vivir por y para Dios, sino más bien es una ayuda y acicate constante para el alma.

               O mejor dicho: es la confluencia y unión del amor, por María y con María en Dios, en un perfectísimo deliquio y transformación de Amor, reclinándose con María en Dios o echándose en los brazos del único y solo Amor de la Madre y de Dios, para descansar, finalmente, en Dios como en su Último Fin.



(Venerable Miguel de San Agustín, Carmelita, "Vida de unión con María")



NOTAS ACLARATORIAS

   1 Carta de San Pablo a los Romanos, cap. 5, vers. 5




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