Como reflexión para este Domingo "In Albis"
PROFANADO por las FALSAS CANONIZACIONES
de Wojtyla y Roncalli
Envío el sermón que pronunciara tiempo atrás en ocasión de la "beatificación" de Wojtyla. Que Dios asista a su Iglesia y a las almas escandalizadas.
“LA CANONIZACIÓN DEL MUNDO”
De tanto en tanto es bueno volver a los fundamentos de nuestra actitud y replantearse el porqué de nuestra elección por la Tradición de la Iglesia.
En el orden espiritual, San Bernardo, para rechazar las tentaciones contra la vocación, se planteaba a sí mismo la siguiente pregunta: “Bernarde, ¿ad quid venisti monasterium?” [Bernardo, ¿qué es lo que has venido a hacer al convento?].
¿Por qué estamos a menudo en garajes o en lugares arreglados como capillas? ¿Por qué no vamos a la parroquia más cercana, por qué a menudo nos vemos obligados a hacer kilómetros y viajar para asistir a la Misa, mientras que quizá tenemos una iglesia junto a nuestra casa?
Estamos a favor de la Misa tradicional, pero eso no es suficiente, debemos oponernos también a la “Nueva Misa”; esta “Nueva Misa” que, según el “Breve Examen crítico del Novus Ordo Missæ”, redactado por el Padre Guérard des Lauriers O.P. y firmado por los Cardenales Ottaviani y Bacci, “representa un alejamiento impresionante de la doctrina sobre el Santo Sacrificio de la Misa tal como ha sido definida por el Concilio de Trento”.
Esta “Nueva Misa” fue elaborada con la colaboración de seis pastores protestantes convocados por Pablo VI. Estamos pues en contra de la “Nueva Misa”.
Del mismo modo que estamos en contra del Concilio Vaticano II, particularmente en lo que se refiere a sus doctrinas sobre la libertad religiosa, la colegialidad, el ecumenismo, y el cambio de la doctrina de la Iglesia acerca del judaísmo.
Precisamente, en lo que tiene que ver con la libertad religiosa, Juan Pablo II, en aplicación del Vaticano II, pidió a varias naciones antes católicas (entre otras, Italia, España, Portugal y Colombia) retirar de sus constituciones el artículo que hacía de estos países Estados católicos. Juan Pablo II ha entonces obrado en favor de la laicización de los Estados. Y al hacerlo, al decir de Mons. Lefebvre, “le destronaron”, destronaron a Nuestro Señor Jesucristo como Rey de los Estados y de las sociedades.
Y es exactamente eso que se quiere beatificar hoy; pretender beatificar a Juan Pablo II, es pretender beatificar al Vaticano II, es querer beatificar el espíritu del mundo. No es posible aprobar una cosa semejante.
Para fundamentar mejor nuestro rechazo de dicha beatificación, vamos a recordar aquí algunos hechos y declaraciones realizadas por el personaje en cuestión durante la década del ‘80, lo cual va a recordarnos quien es esta persona realmente (todas las citas siguientes pertenecen al artículo “Itinerario ecuménico de Juan Pablo II”, Roma nº 106, Buenos Aires, 1988).
ALGUNAS HEREJÍAS DE KAROL WOJTYLA ( JUAN PABLO II )
El 14/4/82, en la plaza de San Pedro, dijo: “En las palabras de Cristo no hemos de ver una valoración superior de la virginidad o del celibato respecto al matrimonio”. Esto, en oposición a la enseñanza del Evangelio, del Concilio de Trento y de Pío XII, y siguiendo la herejía de Joviniano (cfr. Joviniano 82, G. Corbi, Buenos Aires, ed. Iction).
El 25/5/82 asiste a un culto religioso anglicano en Canterbury, Inglaterra.
El 25/5/83 “promulga” un nuevo “Código de Derecho Canónico”, el cual, entre otras cosas, permite a los católicos recibir los sacramentos de la Penitencia, Eucaristía y Extremaunción de manos de ministros no-católicos y, a su vez, permite a ministros católicos administrar dichos sacramentos a los no-católicos (can. 844). Además, dicho código suprimió la excomunión de los masones.
El 11/12/83 predica en un templo luterano en Roma y recita una oración compuesta por Lutero.
El 22/3/84 afirma ante la logia masónica judía B’nai Brith, que el diálogo entre católicos y judíos es un diálogo “entre la primera y la segunda parte de la Biblia” (Juan Pablo II y el judaísmo, ed. Paulinas, Buenos Aires, 1988, pág. 98).
El 6/5/84, en Seúl, Corea, dirige “un saludo especial a los miembros de la tradición budista que se están preparando a celebrar la festividad de la venida del señor Buda” (L’Osservatore Romano, 20/5/84).
El 7/5/84, en Nueva Guinea, “una mujer con los senos descubiertos leyó hoy párrafos de la Biblia durante una misa celebrada por Juan Pablo II” (La Nación, Buenos Aires, 9/5/84).
El 11/12/84 envió un representante a la colocación de la primera piedra de la mayor mezquita de Europa.
El 9/5/85: “Es una alegría particular poder recibiros a vosotros... que seguís la fe del Islam, venidos a Roma para el coloquio sobre ‘la santidad en el Cristianismo y en el Islam’... Como lo he dicho a menudo en otros encuentros con mahometanos, tenemos un solo y mismo Dios y somos hermanos y hermanas en la fe de Abraham... Vuestro Santo Corán llama a Dios ‘Al-Quddus’”...
En mayo de 1985, un documento oficial del Vaticano [que luego Juan Pablo II cita en la Sinagoga] afirma que “el pueblo de Dios de la Antigua y de la Nueva Alianza, tiende hacia metas análogas, la venida o el retorno del Mesías”. E invita a los cristianos a unirse a los judíos para “preparar el mundo a la venida del Mesías” (L’Osservatore Romano, 26/5/85).
El 8/8/85, en Togo, África, asiste a rituales vudú.
El 2/2/86, “en viaje por la India recibió primero en la frente, de una sacerdotisa hindú, ‘el signo de reconocimiento de los adoradores de Shiva’ y el 5 de febrero, en Madrás, de manos de otra, ‘se dejó aplicar en la frente el tilak, o tika, la pastilla de polvo rojizo de los adeptos al hinduismo’” (La Nación, 21/2/86).
Al “Centro Hope de Jerusalén para la comprensión y la reconciliación interreligiosa”: “Venís de una ciudad que significa mucho para todos nosotros: judíos, cristianos y musulmanes. Jerusalén, la ciudad de David, el lugar de la muerte y resurrección de Jesús, el escenario del viaje nocturno de Mahoma hacia Dios” (L’Osservatore Romano, 9/3/86).
El 13/4/86 visita la sinagoga de Roma, participa en la recitación de salmos, reconoce que la Iglesia persiguió a los judíos, y dijo dirigiéndose a ellos: “Sois nuestros hermanos predilectos y en cierto modo se podría decir, nuestros hermanos mayores” (L’Osservatore Romano, 20/4/86).
El 27/10/86, Juan Pablo II convocó a “los representantes de las religiones del mundo” para “un encuentro de oración por la paz”, en la ciudad de Asís. Entre otros sacrilegios realizados en ese lugar, unos bonzos incensaron una estatua de Buda en la Iglesia de San Pedro (L’Osservatore Romano, 2/11/86).
El 30/12/87 en la “encíclica” Sollicitudo Rei Socialis, dijo: “Quiero dirigirme especialmente a quienes por el sacramento del bautismo y la profesión de un mismo credo, comparten con nosotros una verdadera comunión, aunque imperfecta [refiriéndose a herejes y cismáticos]”.
En esta enumeración, no se puede olvidar el beso al Corán y los numerosos “mea culpa”, o declaraciones de arrepentimiento por los “pecados de la Iglesia”, perdón, “de los hijos de la Iglesia”…
Todos estos actos se repitieron a lo largo de todo su “pontificado” y hasta el fin de su vida.
La única conclusión posible es afirmar que similares actos
no pueden venir de la Autoridad legítima de la Iglesia,
del mismo modo que la “Nueva Misa”
y el Concilio Vaticano II no pueden ser obra
de la Autoridad legítima de la Iglesia.
La Iglesia es Santa, y en su seno no hay lugar
para la herejía, el cisma y el sacrilegio.
En todos los lugares habrá prodigios extraordinarios,
porque la verdadera Fe se apagó
y una falsa luz ilumina al mundo.
¡Ay de los príncipes de la Iglesia..."
( Profecía de Nuestra Señora de La Salette, Francia, Septiembre de 1846 )
En el mismo sentido, la “beatificación” de un tal personaje no podría nunca ser considerada como un acto procedente de la legítima Autoridad de la Iglesia, así como tampoco la “beatificación” de Juan XXIII o la “canonización” de Mons. Escrivá de Balaguer.
No se puede callar ante un tal acontecimiento, y no se puede aceptar un tal acto. Decimos “non possumus”, como los mártires, cuando el emperador romano quería forzarles a renegar de Nuestro Señor, o a ponerlo en el mismo plano que las divinidades paganas, sobre un altar más entre los otros. Los mártires se negaron a ello y prefirieron morir.
Renovamos entonces nuestra adhesión firme a la Fe católica y solamente a la Fe católica.
No se trata de adherir a revelaciones privadas, a mensajes o a sucesos extraordinarios. Se trata pura y simplemente de adherir a la Fe.
No se trata tampoco de adherir a una persona, a un obispo, incluso muy virtuoso, a su palabra o a su acción. Se trata pura y simplemente de adherir a la Fe.
Todo cuanto acabamos de relatar, esta beatificación, son acontecimientos muy tristes para la Iglesia, a pesar de lo que muchos piensan, y es siempre doloroso y desagradable tener que referirse a estas cosas y ser tan crítico. Pero no debemos perder la esperanza ni la confianza, a pesar de todo.
La Iglesia, aunque pueda parecer a veces en muerte aparente, no puede morir, ya que tiene la promesa de Su Maestro. Un día el modernismo será derrotado y tendrá que callarse para siempre jamás, el día del triunfo de la Iglesia ciertamente llegará.
En este tiempo pascual renovemos nuestro amor, nuestra confianza, nuestra devoción, nuestra adhesión a la Iglesia y a la Santa Sede, a su Magisterio y a su doctrina. Tengamos confianza y calma, cuando todo parecía perdido, Nuestro Señor salió resucitado de la tumba.
Conservemos la fe en la Santa Iglesia Católica, la única institución divina que existe sobre la tierra, a pesar de lo que digan sobre las falsas religiones los seguidores de este ecumenismo delirante. Recemos por las almas confundidas, perdidas, escandalizadas.
Dice San Juan en la Epístola de hoy: “hæc est victoria, quæ vincit mundum, fides nostra” (“la victoria, que ha vencido al mundo, es nuestra fe”, I Juan 5, 4).
Padre Héctor L. ROMERO
[Sermón pronunciado el Domingo In Albis, 1 de mayo de 2011].