miércoles, 30 de junio de 2021

LA ENTRONIZACIÓN DEL SAGRADO CORAZÓN EN LOS HOGARES. "Es necesario que hoy me quede en tu casa..."

 
"La Entronización es la instalación de la imagen 
del Sagrado Corazón, como en un trono, 
en el sitio más noble de la casa, 
de tal suerte que Jesucristo Nuestro Señor 
reine visiblemente en los hogares Católicos" 

Papa Benedicto XV, 27 de Abril de 1915.  
Este mismo Pontífice concedió Indulgencia Plenaria a la familia 
que entronice en su casa la imagen del Sagrado Corazón; también una vez 
cada año en ese mismo día si, habiendo confesado y comulgado, renuevan 
el Acto de Consagración y visitan una iglesia u oratorio público rogando 
por las intenciones de la Iglesia.


               La conocida como Entronización del Sagrado Corazón de Jesús, tiene su origen en el fervor del Padre Mateo Crawley-Boevey y Murga, que para extender la Devoción al Sagrado Corazón, entendió que ésta debía estar presente en los hogares, para hacerse continua sobre todo, en los corazones de los niños, y también, como dulzura de los padres Católicos, para llevar con buen ánimo la tarea de educar a los hijos en la Santa Ley de Dios y de Su Iglesia.


¿CÓMO HACER LA ENTRONIZACIÓN 
DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS 
EN NUESTRA CASA?


               Lo ideal es conseguir una imagen del Sagrado Corazón, aunque también se puede hacer empleando una lámina dignamente enmarcada. Es necesario que sea un Sacerdote quien dirija el Acto de Entronización, puesto que tanto la imagen como la familia han de ser bendecidos (si la casa aún no estuviese bendecida, es necesario hacerlo antes de la Entronización).


FÓRMULA DE LA ENTRONIZACIÓN


               Es costumbre muy recomendable comenzar la Entronización del Sagrado Corazón leyendo la siguiente poesía, que invita al Rey de Amor a que tome plena posesión de todos los corazones de la familia.


¡ENTRA, SEÑOR!


Entra, Jesús: el día ya declina,
el astro rey hacia el ocaso inclina
su brillante fulgor;
no pases adelante, que anochece;
toma un descanso que el amor te ofrece;
¡entra en casa, Señor!
¡Entra en casa, Señor, y si cerradas 
hallas tantas moradas,
que un asilo a su Dios quieren negar...,
olvida entre nosotros su desvío;
mientras tengamos casa, Jesús mío,
¡Tú tendrás un hogar!
Entra, Señor; mas no como mendigo:
Nuestro Rey, nuestro Padre, 
nuestro Amigo, nuestro Todo serás...;
que si el error levanta sus banderas,
en este hogar Tú reinas y Tú imperas,
y homenajes y amor encontrarás.
Entra, Señor, aquí todos Te amamos,
y pues Rey Te aclamamos
de esta humilde mansión,
ya nuestros corazones se han ligado
y de su amor un trono te han formado:
coloca en él, Señor, tu Corazón.
Colócalo, Señor, y no receles,
somos vasallos fieles;
no encontrarás aquí ningún traidor...;
antes morir queremos que dejarte,
antes morir queremos que negarte,
Divino Rey de Amor.
Y si el mundo y los suyos te persiguen,
y si a este umbral quizá 
llegar consiguen… a Ti no llegarán,
que sabrán defenderte nuestras vidas...
los filos de sus armas deicidas,
ni tu pecho, ni los nuestros herirán.
Entra, Señor; estemos siempre unidos,
mezclados, enlazados, 
confundidos, de ese Pecho al calor;
viviendo todos de tu misma vida
como vive adherida
la enredadera al tronco bienhechor.
Juntos así el destierro cruzaremos,
así Contigo juntos gozaremos
las dichas que nos des...,
y si el dolor empaña nuestros ojos,
juntos también pondremos sus despojos
como perlas humildes a Tus pies.
Entra, Señor; ya izamos Tu bandera;
entra, Señor, y manda, reina, 
impera en este pobre hogar...,
pobre y desconocido,
pero con Tu Presencia enriquecido,
y muy feliz, porque Te sabe amar.




BENDICIÓN DE LA IMAGEN 
por parte del Sacerdote


     Oremos

               Omnipotente y Sempiterno Dios, que no repruebas el que se pinten las imágenes (o se esculpan las estatuas) de Tus Santos, a fin de que cuantas veces las vemos con los ojos de nuestro cuerpo, otras tantas nos determinemos a imitar los ejemplos de su santidad: te rogamos que te dignes bendecir (+) y santificar esta Imagen (o estatua) hecha en honor y memoria del Sacratísimo Corazón de Tu Hijo Unigénito Nuestro Señor Jesucristo; y concédenos que cuantos ante ella procuren honrar y consolar al Sacratísimo Corazón de Tu Unigénito Hijo, por Sus Méritos e intercesión obtengan de Ti la gracia en la vida presente y la Gloria en la Eterna. Por el mismo Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

               Rociada la imagen con agua bendita, se puede entonar un canto al Sagrado Corazón, mientras se ordena la procesión hasta el lugar donde va a quedar colocada la imagen, adornada, si fuera posible, con algunas flores, rezándose una vez allí, en voz alta y por todos, el CREDO, en testimonio explícito de la Fe Católica de toda la familia.


FÓRMULA DE LA CONSAGRACIÓN
(Aprobada por el Papa San Pío X)


                ¡Oh Sacratísimo Corazón de Jesús!, Tú manifestaste a Santa Margarita María el deseo de reinar sobre las Familias Cristianas; venimos a proclamar Tu absoluto dominio sobre la nuestra. De hoy en adelante queremos vivir en Tu Vida, queremos que en nuestra familia florezcan las virtudes por las cuales prometiste la paz en la tierra, y queremos desterrar de nosotros el espíritu mundano. Tú has de reinar en nuestros entendimientos por la sencillez de nuestra Fe, y en nuestros corazones por el amor que arderá para Ti solo, procurando nosotros mantener viva esta llama con la frecuente recepción de la Sagrada Eucaristía. 

               Dígnate, oh Corazón Divino, presidir nuestras reuniones, bendecir nuestras empresas espirituales y temporales, apartar de nosotros los vanos cuidados, santificar nuestras alegrías, consolar nuestras penas. Si alguna vez alguien de entre nosotros tuviese la desgracia de ofenderte, recuérdale, oh Corazón de Jesús, que eres Bueno y Misericordioso con los pecadores arrepentidos. 

               Y cuando suene la hora de la separación, cuando venga la muerte a traer duelo en medio de nosotros, todos, así los que se vayan como los que se queden, estaremos conformes con Tus eternos decretos. Nos consolaremos pensando que ha de venir un día en que toda la familia reunida en el Cielo, podrá cantar eternamente Tus glorias y Tus beneficios.

               Dígnese el Corazón Inmaculado de María, dígnese el Glorioso Patriarca san José presentarte esta Consagración y recordárnosla todos los días de nuestra vida. Amén. ¡Viva el Corazón de Jesús Nuestro Rey!


               A continuación, la familia al completo, rezan juntos el Padrenuestro y el Avemaría



Diploma acreditativo de la Entronización;
toca sobre la imagen para verla en tamaño original

Oración final
Deberá ser rezada por el Sacerdote y toda la familia


               Gloria al Sagrado Corazón de Jesús, cuya Misericordia ha sido infinita con los miembros de este Cristiano Hogar, al escogerlo entre millares como herencia de amor y santuario de reparación por las ingratitudes humanas.

               Cuánta confusión Divino Jesús, esta porción de Tu rebaño fiel acepta el honor insigne de verte presidir nuestra familia. Cómo te adora en silencio y se regocija al verte compartir bajo el mismo techo las fatigas, los afanes y también los puros goces de estos hijos tuyos. Verdad es que no somos dignos de que Tú entres en nuestra humilde morada, pero Tú mismo dejaste escapar de Tus labios divinos, la palabra que nos tranquiliza cuando nos revelaste la hermosura de Tu Divino Corazón y nuestras almas que tanta sed tienen de Ti, ¡oh Buen Jesús! han encontrado en la preciosa herida de Tu Costado las aguas vivas que brotan hasta la Vida Eterna.

               Así, pues, contritos y confiados venimos a consagrarnos a Ti que eres la Vida Inmutable. Quédate entre nosotros, ¡oh Corazón Santísimo!, pues sentimos ansias supremas de amarte y de hacerte amar, porque Tú eres el fuego divino que ha de abrasar al mundo para regenerarlo. 

              ¡Ah, sí! Que esta casa sea Tu refugio tan dulce como el de Betania, donde encuentres solaz en las almas amigas que han escogido la mejor parte en la intimidad venturosa de Tu Corazón. Sea éste, Salvador amado el asilo pobre, pero cariñoso, de Egipto en el destierro de Tus enemigos.

               ¡Ven, Divino Jesús, ven!, pues en esta casa se ama con entrañable amor a la Virgen María, esa Madre tan tierna que Tú mismo nos diste. Ven a llenar con Tu dulcísima Presencia, los vacíos que la muerte y la desgracia han dejado entre nosotros. ¡Ah, si Tú, el amigo fidelísimo hubieras estado en nuestras horas de duelo, cómo se hubieran endulzado tantas lágrimas y cuánto bálsamo de paz hubiéramos sentido en aquellas heridas secretas que sólo Tú conoces.

               ¡Ven, porque se acerca tal vez para nosotros la tarde angustiosa de nuevos pesares y declina el día fugaz de nuestra juventud y de nuestras ilusiones. Quédate con nosotros, porque ya anochece y el mundo perverso quiere envolvernos en las tinieblas de sus negaciones, de sus vicios y vanidades y nosotros te queremos a Ti; porque sólo Tú, eres el Camino la Verdad y la Vida!.

               Exclama Jesús, como en otro tiempo: "Es preciso que desde hoy me den hospedaje en su casa". Sí, Dios mío, establece aquí Tu tabernáculo a cuya sombra vivamos en Tu compañía, nosotros que te proclamamos nuestro Rey porque no queremos que ningún otro reine sobre nosotros sino Tú.

               ¡Viva siempre amado, bendecido y glorificado en este hogar el Corazón Triunfante de Jesús! Venga a nosotros Tu Reino. Amén.


               Rezar ahora en voz alta una SALVE en homenaje de amor al Inmaculado Corazón de María. Terminamos con las siguientes Jaculatorias:

               Sagrado Corazón de Jesús, ten piedad de nosotros (Tres veces).

               Corazón Inmaculado de María, ruega por nosotros.

               San José, ruega por nosotros.

               Santa Margarita María, ruega por nosotros.


               Se termina el Acto de Entronización con todos arrodillados para recibir la bendición del Sacerdote. 


Extraído del libro Jesús, Rey de Amor
del Padre Mateo Crawley- Boevey



martes, 29 de junio de 2021

SAN PEDRO Y SAN PABLO, Apóstoles y Mártires

 


               La Fiesta de hoy es una de las mayores fiestas que celebra la Santa Iglesia Católica, porque, como enseña la Liturgia del día "Dios consagró este día con el Martirio de los Apóstoles San Pedro y San Pablo". 

               San Pedro es el Vicario de Cristo, el primer Papa, aquel a quien dijo el Señor "tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré Mi Iglesia". Nacido en Betsaida, junto al lago de Genesareth, Simón, hijo de Jonás, se unió desde los comienzos de Su Vida Pública a Jesús, que le dio el nombre de "Kefas", es decir, "piedra". 

               El entusiasmo con que siguió al Señor y la claridad con que vio y confesó la Divinidad de su Maestro, le merecieron un puesto excepcional entre Los Doce; a pesar de su negación, en la noche de la Pasión de Cristo, Nuestro Señor le confirmó en la Jefatura de la Iglesia, después de la Resurrección, junto al mismo lago de Genesareth, con estas palabras: "Apacienta a Mis ovejas". 

               Salvado milagrosamente de la cárcel en la que le había encerrado Herodes, con el fin de ejecutarle el día de la Pascua, como había sucedido con el Maestro, "se fue a otro lugar", es decir, a Roma, que por él será la Ciudad Eterna y la Sede principal de los Papas. Desde allí confortó a la Iglesia con su infalibilidad doctrinal, la iluminó con su palabra y la fecundó con su sangre, muriendo por Cristo, junto a San Pablo, en la persecución de Nerón, en el año 67, como el Señor le había profetizado: "Cuando eras joven, te ceñías tu mismo e ibas a donde querías; mas cuando seas viejo, extenderás tus manos, y te ceñirá otro, y te llevará a donde no quieras". 

               Hoy pues, es el día indicado para renovar nuestra Fe en los Dogmas y Enseñanzas de la Iglesia fundada sobre San Pedro, y de repetir con él esta profesión "Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo; solo Tú tienes palabras de Vida Eterna". Nuestra fuerza, nuestra grandeza, nuestra seguridad radican en la firme adhesión a la Fe Católica en su Integridad.



JURAMENTO ANTI-MODERNISTA 
Motu Propio: “SACRORUM ANTISTITUM” 
Papa San Pío X, 1 de Septiembre de 1910

    

          Yo… (decir nombre propio) abrazo y recibo firmemente todas y cada una de las Verdades que la Iglesia por su Magisterio, que no puede errar, ha definido, afirmado y declarado, principalmente los textos de Doctrina que van directamente dirigidos contra los errores de estos tiempos.

          En primer lugar, profeso que Dios, Principio y Fin de todas las cosas puede ser conocido y por tanto también demostrado de una manera cierta por la luz de la razón, por medio de las cosas que han sido hechas, es decir por las obras visibles de la Creación, como la causa por su efecto.

          En segundo lugar, admito y reconozco los argumentos externos de la Revelación, es decir los hechos divinos, entre los cuales en primer lugar, los milagros y las profecías, como signos muy ciertos del origen divino de la Religión Cristiana. Y estos mismos argumentos, los tengo por perfectamente proporcionados a la inteligencia de todos los tiempos y de todos los hombres, incluso en el tiempo presente.

          En tercer lugar, creo también con fe firme que la Iglesia, Guardiana y Maestra de la Palabra revelada, ha sido instituida de una manera próxima y directa por Cristo en persona, verdadero e histórico, durante Su Vida entre nosotros, y creo que esta Iglesia esta edificada sobre Pedro, Jefe de la Jerarquía y sobre sus sucesores hasta el Fin de los Tiempos.

          En cuarto lugar, recibo sinceramente la Doctrina de la Fe que los Padres ortodoxos nos han transmitido de los Apóstoles, SIEMPRE CON EL MISMO SENTIDO Y LA MISMA INTERPRETACIÓN. POR ESTO RECHAZO ABSOLUTAMENTE LA SUPOSICION HERÉTICA DE LA EVOLUCIÓN DE LOS DOGMAS, según la cual estos Dogmas cambiarían de sentido para recibir uno diferente del que les ha dado la Iglesia en un principio.

          Igualmente, repruebo todo error que consista en sustituir el Depósito Divino confiado a la Esposa de Cristo y a su vigilante custodia, por una ficción filosófica o una creación de la conciencia humana, la cual, formada poco a poco por el esfuerzo de los hombres, sería susceptible en el futuro de un progreso indefinido.

          Consecuentemente: mantengo con toda certeza y profeso sinceramente que la Fe no es un sentido religioso ciego que surge de las profundidades tenebrosas del “subconsciente”, moralmente informado bajo la presión del corazón y el impulso de la voluntad, sino que es un verdadero asentamiento de la inteligencia a la verdad adquirida extrínsecamente por la enseñanza recibida EX CATEDRA, asentamiento por el cual creemos verdadero, a causa de la Autoridad de Dios cuya veracidad es absoluta, todo lo que ha sido dicho, atestiguado y revelado por el Dios personal, nuestro Creador y nuestro Maestro.

         En fin, de manera general, profeso estar completamente indemne de este error de los modernistas, que pretenden no hay nada divino en la Tradición Sagrada, o lo que es mucho peor, que admiten lo que hay de divino en el sentido panteísta, de tal manera que no queda nada más que el hecho puro y simple de la historia, a saber: el hecho de que los hombres, por su trabajo, su habilidad, su talento continúa a través de las edades posteriores, la escuela inaugurada por Cristo y Sus Apóstoles. 

          Para concluir, sostengo con la mayor firmeza y sostendré hasta mi ultimo suspiro, la Fe de los Padres sobre el criterio cierto de la Verdad que está, ha estado y estará siempre en el Episcopado transmitido por la Sucesión de los Apóstoles; no de tal manera que esto sea sostenido para que pueda parecer mejor adaptado al grado de cultura que conlleva la edad de cada uno, sino de tal manera que LA VERDAD ABSOLUTA E INMUTABLE, predicada desde los orígenes por los Apóstoles, NO SEA JAMÁS NI CREÍDA NI ENTENDIDA EN OTRO SENTIDO.

          Todas estas cosas me comprometo a observarlas fiel, sincera e ÍNTEGRAMENTE, a guardarlas inviolablemente y a no apartarme jamás de ellas sea enseñando, sea de cualquier manera, por mis palabras y mis escritos.



lunes, 28 de junio de 2021

PARA ALIVIAR A LAS ALMAS SANTAS DEL PURGATORIO; de los escritos de Santa Margarita María de Alacoque

 

               En el último Lunes del Mes que la Piedad Católica dedica al Sacratísimo Corazón de Jesús, no dejemos de rezar por el alivio de nuestras Hermanas las Almas del Purgatorio. Para animarnos a ello, te invito a leer este extracto de los Escritos de la Vidente del Sagrado Corazón, Santa Margarita, que por amor a Cristo y a las Almas del Purgatorio, soportó en su alma y también en el cuerpo, parte del sufrimiento que aquellas Benditas Ánimas padecen al no gozar de la Presencia de Dios.

               “Mi Divino Maestro -narra Santa Margarita- me hizo ver en Él dos Santidades. La una de Amor y la otra de Justicia, las dos rigurosísimas en sus procedimientos.

               La Santidad de Justicia es terrible y espantosa. Ella envuelve a los pecadores impenitentes que han despreciado todos los medios de salvación que Dios les ha presentado. Esta Santidad de Justicia los arroja del Corazón de Jesucristo para abandonarlos a sí mismos y hacerlos insensibles a su propia desgracia. Esta Santidad no puede sufrir la menor mancha en un alma que comunica con Dios; abandonaría mil veces al pecador si la Misericordia no se opusiera a ello.




               Mi Divino Maestro me dijo un día:

               “Esta Santidad de Justicia se interpone entre el pecador y Mi Misericordia. Y una vez que Mi Santidad ha rodeado al pecador, es imposible que el vuelva atrás; su conciencia queda sin remordimientos, su entendimiento sin luz, su corazón sin contrición, y, por último, muere en su ceguera.

               La Santidad de Amor casi no es menos dolorosa que la Santidad de Justicia pero sus dolores son para reparar, de alguna manera, la ingratitud de tantos corazones que no se muestran en nada agradecidos al ardiente Amor del Corazón de Jesucristo en el Divino Sacramento de Amor. Hace sufrir, por no poder sufrir bastante; imprime deseos tan  ardientes de amar a Dios y de que sea amado, que no hay ningún tormento al que no se  entregara para esto.

               “Mi Divino Maestro me manifestó -dice la Santa- que estas dos Santidades se ejercerían continuamente en mí (para que fuera más apta para dar a conocer a los hombres los sufrimientos que soportó su Corazón, no solamente en el huerto de Getsemaní y en el  Calvario, sino durante toda su vida), me hizo ver que la Santidad de Justicia me haría sentir el peso de Su justo rigor, haciéndome sufrir por los pecadores”.

               Una vez (1673), en una de mis meditaciones, me dijo:

               “Mi Justicia está irritada y pronta castigar a los pecadores si no hacen penitencia. Quiero hacerte conocer cuándo Mi Justicia estará pronta a lanzar sus rayos sobre esas cabezas criminales, esto será cuando sientas que Mi Santidad pesa sobre ti”.

               En efecto: nada había más riguroso para mí que esta Santidad de Nuestro Señor, sobre todo cuando quería abandonar algún alma que le estaba consagrada. Me hacía llevar la carga de una manera tan dolorosa, que no hay suplicio que se le pueda comparar, pues yo muy hubiera arrojado de buena voluntad en un horno para evitarlo.

               Esta Santidad de Justicia es tan terrible al pecador, que confieso que si la Santidad de Amor y la infinita y amorosa Misericordia de mi Dios no me hubiera sostenido a medida que Su Justicia me hace sentir el peso de Sus rigores, mi hubiera sido imposible sufrirlos un instante. Algunas veces me reducía a dos dedos de la muerte. Me encontraba tan fatigada que no podía dar un paso.

               ¡Oh!, Si supieran ¡qué tormentos sufría mi alma al verse tan impura ante la Santidad de mi Dios! Algunas veces me parecía que esta Santidad me iba  a exterminar de la faz de la tierra como una criminal. Esta disposición, aunque frecuente, no era sin embargo, duradera. Todo mi descanso y ocupación entonces era estar postrada ante Dios, cuyo soberano poder me tenía de tal modo aniquilada en el más profundo abismo de mi nada, que me parecía imposible salir de Él ni un solo momento; lloraba y gemía continuamente para pedirle Misericordia y detener los rayos de Su justa cólera.

               Una noche bajo la acción de esta Santidad de Justicia, me encontraba oprimida de un peso que me agobiaba hasta el punto de no poder ni arrastrarme. Hubiera sucumbido a tal carga si mi Divino Maestro no hubiera sido mi fortaleza. Me sentí abrasada de un fuego tan ardiente, que me penetraba hasta la médula de los huesos. Mi pena se parecía a la de las Almas del Purgatorio que sufren por la privación del soberano Bien.

               Un día sentí imprimirse tan fuertemente en mí la Santidad de mi Dios, que me parecía no tener fuerzas para resistir más. No podía decir sino estas palabras: “¡Santidad de mi Dios, que temible sois para las almas criminales!. O bien, “¡Oh, mi Señor y mi Dios, sostened mi debilidad para que no sucumba bajo esta pesada carga!”

               Otra vez, la Santidad de Justicia me hizo sentir una pequeña muestra del Infierno, o más bien del Purgatorio, porque en él no había perdido el deseo de amar a Dios. Esta disposición se me ha dado de tiempo en tiempo, para participar de lo que Nuestro Señor sufrió en el Huerto de los Olivos; entonces decía con mi Salvador. “¡no mi voluntad, oh Dios mío, sino la Vuestra!”.




               Mi Señor me hizo oír un día estas palabras:

               “No te he hecho sentir más que una pequeña muestra; porque las almas justas la detienen por temor de que caiga sobre los pecadores”.

               En cuanto a la Santidad de Amor -añade Santa Margarita- Nuestro Señor me hizo ver que para aliviar a las Santas Almas que están detenidas en el Purgatorio, me haría sufrir una especie de Purgatorio dolorosísimo de soportar.

              Esta Santidad de Amor había encendido en mi corazón tres deseos: de amar y comulgar, de sufrir, y de morir. También me hacía encontrar nuevos consuelos en medio de los azotes y las espinas, entre los cuales mi Divino Salvador me tenía atada a la Cruz. Cuanto más sufría, más contentaba a esta Santidad de Amor.

              ¡Cuán contrario de semejante doctrina a las ideas que muchos Cristianos se forman de la Devoción al Sagrado Corazón!. Parecen ignorar que siendo este Corazón adorable la Santidad misma, la primera cualidad que quiere ver en sus servidores es la Santidad; una Santidad perfecta, a la cual no se llega sin grandes trabajos. A todos aquellos que quieran llegar a ser devotos seguidores de Su Divino Corazón, les dice Nuestro Señor: Sancti eritis, quoniam ego Sanctus sum; "sed Santos, porque Yo soy Santo", y para esto aceptad Mi Cáliz amargo, pero santificante.


Del libro El Reinado del Corazón de Jesús
 Publicado en Francia en 1897 y traducido al Español en 1910



"NADIE LE TENDRÍA MIEDO A DIOS"

 

               Breves reflexiones de la Santa de las Rosas, entresacadas de su autobiografía "Historia de un alma"; luces y reflexiones personales que exponen de forma clara y amena la rica espiritualidad de Santa Teresita, la claridad del Camino de Infancia Espiritual y los diferentes medios para vivirla plenamente. No olvides compartir esta publicación; Santa Teresita sabrá premiar tu apostolado.




               Para leer otros artículos relacionados con el ejemplo de Santidad de Teresita de Lisieux, solo tienes que tocar AQUÍ.



domingo, 27 de junio de 2021

LA APOSTASÍA ACTUAL: LA TOLERANCIA HACIA OTRAS RELIGIONES

 

               “La herejía no es ya un crimen para muchos Católicos, ni el error contra la Fe es un pecado. Proclaman la tolerancia universal y consideran como conquistas de la civilización moderna el que ya no se huya del hereje, como antes se hacía. 




               Ceden del antiguo rigor en el trato con los herejes; se muestran con ellos tolerantes; los excusan muchas veces, y sólo tienen recriminaciones contra los eclesiásticos que gritan contra los errores modernos y contra los seglares que reivindican con ardor los derechos de la verdad (…) 

               Aprecian y alaban a los espíritus moderados; a los que ponen en primer término la tranquilidad pública, aunque los pueblos vayan perdiendo la Fe; a los que se conforman gustosos con los hechos consumados (…). 

               Al decir de los mismos, los que gritan "¡viva la Religión!", los que dicen que van a defenderla y los que los animan son exagerados e imprudentes (…). Esos mismos Católicos tienen escrúpulo, al parecer, de pedir a los Gobiernos que tapen la boca a los blasfemos y hagan callar a los propagadores de herejías; pero, en cambio, quisieran que Roma impusiera silencio a los más decididos defensores de la verdad (…) 

               Con razón Pío IX decía lleno de amargura, el 17 de Septiembre de 1861: ‘En estos tiempos de confusión y desorden no es raro ver a Cristianos, a Católicos- también los hay en el Clero- que tienen siempre en boca las palabras de término medio, conciliación y transacción’. Pues bien, yo no titubeo en declararlo: estos hombres están en un error, y no los tengo por los enemigos menos peligrosos de la Iglesia.” 


Ezequiel Moreno Díaz
Obispo de Pasto (Colombia)



LAS HEREJÍAS DEL VATICANO II
FRENTE A LA DOCTRINA CATÓLICA


               "Casi todos, sin embargo, aunque de modo diverso, suspiran por una Iglesia de Dios única y visible, que sea verdaderamente universal y enviada a todo el mundo, para que el mundo se convierta al Evangelio y se salve para gloria de Dios" Concilio Vaticano II, documento Unitatis redintegratio, nº 1

               "...es necesario que los católicos, con gozo, reconozcan y aprecien en su valor los tesoros verdaderamente cristianos que, procedentes del patrimonio común, se encuentran en nuestros hermanos separados. Es justo y saludable reconocer las riquezas de Cristo y las virtudes en la vida de quienes dan testimonio de Cristo y, a veces, hasta el derramamiento de su sangre…" Concilio Vaticano II, Unitatis redintegratio, nº 4

               "Conviene conocer la disposición de ánimo de los hermanos separados… Para lograrlo, ayudan mucho por ambas partes las reuniones destinadas a tratar, sobre todo, cuestiones teológicas, donde cada uno pueda tratar a los demás de igual a igual...Unitatis redintegratio, nº 9

               "Por lo tanto, la Iglesia de Cristo está presente y operante también en esas iglesias, aunque carezcan de la plena comunión con la Iglesia Católica..." Declaración Dominus Iesus, nº 17, Joseph Ratzinger, 6 de Agosto de 2000





DOCTRINA CATÓLICA TRADICIONAL


               "Y si alguno sugiere, o cree, o bien osa enseñar contra esta Fe, sepa que está condenado y anatematizado según la sentencia de esos mismos Padres" 

Papa Pelagio II, Epístola Quod ad dilectionem, año 585

               "Por apremio de la Fe, estamos obligados a creer y mantener que hay Una sola y Santa Iglesia Católica y la misma Apostólica, y nosotros firmemente lo creemos y simplemente lo confesamos, y fuera de ella no hay salvación ni perdón de los pecados" 

Papa Bonifacio VIII, Encíclica Unam Sanctam, 18 de Noviembre de 1302

               "...todos aquellos que en el Bautismo recibieron la misma Fe Católica y después se apartaron o en lo futuro se aparten de la Comunión de la misma Fe de la Iglesia Romana que es la única Católica, son cismáticos y herejes, si perseveraran pertinazmente divididos de la Fe de la misma Iglesia Romana" 

Papa Clemente VI, Super quibusdam, 20 de Septiembre de 1351

               "… Y que nadie, por más limosnas que hiciere, aun cuando derramare su sangre por el Nombre de Cristo, puede salvarse, si no permaneciere en el seno y unidad de la Iglesia" 

Papa Eugenio IV, Concilio de Florencia, Cantate Domino, sesión 11, 4 de Febrero de 1442

               "...ha sido constantemente la costumbre de la Iglesia, apoyada por el juicio unánime de los Santos Padres, que siempre han mirado como excluido de la Comunión Católica y fuera de la Iglesia a cualquiera que se separe en lo más mínimo de la Doctrina enseñada por el Magisterio auténtico." 

Papa León XIII, Encíclica Satis cognitum, nº9, 29 de Junio de 1896

               "Solo la Iglesia posee, junto con su Magisterio, el poder de gobernar y de santificar a la sociedad humana.  Por sus Ministros y siervos (cada uno en su destino y oficio), Ella confiere sobre la humanidad los medios apropiados y necesarios para la salvación" 

Papa San Pío X, Editae saepe, nº 29, 26 de Mayo de 1910

               "La providentísima Madre Iglesia, establecida por Cristo, su Fundador, de tal forma que estuviera adornada de todas las notas que convienen a cualquier sociedad perfecta..." 

Papa Benedicto XV, Constitución Providentissima Mater Ecclesia, 1917

                "Cristo Nuestro Señor instituyó Su Iglesia como Sociedad Perfecta, externa y visible por su propia naturaleza, a fin de que prosiguiese realizando, de allí en adelante, la Obra de la Salvación del género humano... la Iglesia de Cristo no sólo ha de existir necesariamente hoy, mañana y siempre, sino también ha de ser exactamente la misma que fue en los Tiempos Apostólicos..."

Papa Pío XI, Encíclica Mortalium animos, 6 de Enero de 1928

               



sábado, 26 de junio de 2021

"... LOS CONSERVA EN JESUCRISTO, Y A JESUCRISTO EN ELLOS..."

 


               María, es Madre cariñosa de los predestinados: los esconde bajo las alas de Su protección, como una gallina a sus polluelos; dialogo con ellos; desciende hasta ellos; condesciende con todas sus debilidades, para defenderlos del gavilán y del buitre; los rodea y acompaña como ejército en orden de batalla. ¿Temerá acaso, a sus enemigos quien está defendido por un ejército bien ordenado de cien mil hombres?. Pues bien, ¡un fiel servidor de María, rodeado por su protección y poder imperial, tiene aún menos por qué temer!.

               Esta bondadosa Madre y poderosa Princesa Celestial enviará legiones de millones de Ángeles para socorrer a uno de Sus hijos antes que pueda decirse que un fiel servidor de María -que puso en Ella su confianza- haya sucumbido a la malicia, número y fuerza de sus enemigos.

               María, después de haber colmado de favores a Sus hijos y fieles servidores, y de haberles alcanzado la bendición del Padre Celestial y la unión con Jesucristo, los conserva en Jesucristo, y a Jesucristo en ellos. Los protege y vigila siempre, no sea que pierdan la gracia frente al enemigo. Ella conserva a los Santos en su plenitud y les ayuda a perseverar en ella. 


San Luis María Grignión de Montfort
Tratado de la Verdadera Devoción, nº 210 y 212



viernes, 25 de junio de 2021

¿QUÉ NOS SOLICITA EL CORAZÓN DE JESÚS PARA AMARLE BIEN?

 


               Quiero conquistar los corazones por la fuerza de Mi amor. Quiero que las almas se dejen penetrar por la verdadera luz. Quiero que los niños, esos corazones inocentes, que no me conocen y crecen en el hielo de la indiferencia, ignorando lo que vale su alma... Sí, quiero que esas almitas que son Mis delicias, encuentren un asilo donde les enseñen a conocerme y donde crezcan en el temor de Mi ley y en el amor de Mi Corazón.

             Mi deseo es el que seáis el combustible de este fuego que quiero derramar sobre la tierra, porque de nada sirve encender la llama si no hay con qué alimentarla. Por eso quiero formar una cadena de almas encendidas en el amor, en ese amor que se confía y lo espera todo de mi Corazón, a fin de que, inflamadas ellas, lo comuniquen al mundo entero. 

               No penséis que voy a hablaros de otra cosa que de la Cruz. Por Ella he salvado a los hombres, por Ella quiero atraerlos ahora a la verdad de la Fe y al camino del Amor. Os manifestaré Mis deseos: He salvado al mundo desde la Cruz, o sea, por medio del sufrimiento. Ya sabéis que el pecado es una ofensa infinita; por eso os pido que ofrezcáis vuestros trabajos y sufrimientos, unidos a los méritos infinitos de Mi Corazón.

             Inculcad a las almas, con quienes estéis en contacto, el amor y la confianza... Empapadlas en amor, en confianza, en la bondad y misericordia de Mi Corazón. Y cuando tengáis ocasión de darme a conocer decidles que no me teman porque soy Dios de Amor.



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              Tres cosas especiales os pido:

         1ª El Ejercicio de la Hora Santa; por él se hace a Dios Padre reparación infinita, en unión y por medio de Jesucristo Su Divino Hijo.

        2ª La Devoción de los Cinco Padrenuestros a Mis Llagas, pues por Ellas ha recibido el mundo la salvación.

        3ª En fin, la unión constante, o sea, el ofrecimiento cotidiano de los méritos de Mi Corazón, porque así lograréis que vuestras acciones tengan valor infinito. Valerse continuamente de Mi Sangre, de Mi vida, de Mi Corazón; confiar incesantemente y sin temor en Mi Corazón; he aquí un secreto desconocido para muchas almas... Quiero lo conozcáis y que sepáis aprovecharlo.


Extraído de "Un Llamamiento al Amor", Revelaciones 
del Sagrado Corazón de Jesús a Sor Josefa Menéndez



SAN GUILLERMO DE VERCELLI, de la Nobleza al Claustro


               Nació en Vercelli, en 1085, de una familia del Piamonte que pertenecía a la Nobleza. Tras la muerte de sus padres, a los que perdió cuando era un niño, vivió con algunos familiares hasta la edad de catorce años; entonces abandonó su casa y, como un pobre peregrino, caminó hasta Santiago de Compostela, en España, donde dejó a los pies del Apóstol el bastón que le había ayudado a hacer la peregrinación.

               No satisfecho con las penalidades que significaba una caminata tan larga, se ató con dos aros de hierro la cintura, como penitencia. No se sabe a ciencia cierta cuánto tiempo permaneció Guillermo en España y no volvemos a saber de él hasta el año de 1106, cuando se encontraba en Melfi, en la Basilicata italiana, de donde pasó a Monte Solicoli, en cuyas estribaciones pasó dos años entregado a la vida de penitencia y oración junto con otro ermitaño. 




               Es en este período cuando tenemos noticia del primero de los milagros realizados por el Santo: devolver la vista a un ciego. Aquella curación le dio gran fama y, para evitar que las gentes le aclamaran, partió de la comarca para refugiarse junto al también monje San Juan de Matera. Ambos varones perseguían los mismos fines con igual espíritu y por eso llegaron a ser íntimos amigos. Guillermo tenía la intención de emprender una peregrinación a Jerusalén y no se dejó convencer por Juan, quien insistía en que se quedase porque Dios le tenía destinada una tarea en aquel lugar. Un día partió, pero no se había alejado mucho, cuando unos asaltantes le atacaron. Guillermo tomó aquello como un signo de que Juan estaba en lo cierto, renunció a su peregrinación y volvió al lado del Santo.

               No tardó en retirarse a una alta colina situada entre Nola y Benevento, que por entonces se llamaba Monte Virgiliano (en honor del gran poeta, que se había detenido en aquel sitio). Al principio, Guillermo trató de vivir ahí como ermitaño, pero no tardaron en llegar algunos hombres, sacerdotes y laicos, a solicitar que los tomase como discípulos. Guillermo los aceptó, formó con ellos una comunidad, y entre todos levantaron en el lugar una iglesia consagrada a Nuestra Señora, que quedó terminada en 1124. Desde entonces y hasta nuestros días, la montaña cambió de nombre para llamarse Monte-Vergine. 

               La regla instituida por San Guillermo fue muy severa: en las comidas no se permitía el vino, la carne, la leche y sus derivados y, durante tres días a la semana, no había otro alimento que verduras y pan seco. Pasado el primer entusiasmo, surgieron las murmuraciones, se puso de manifiesto el descontento y hubo una solicitud general para la modificación de la regla. Guillermo no tenía deseos de contrariar a sus monjes, aunque para sí mismo no buscase ningún alivio. Por lo tanto, eligió a un prior para que gobernara la comunidad y, con cinco fieles compañeros, partió del monasterio en busca de su amigo San Juan de Matera, con quien hizo una segunda fundación en Monte Laceno, en la Apulia. Sin embargo, la aridez del terreno, la situación del albergue, expuesto a los cuatro vientos, y la gran altura de la montaña, hicieron miserable la existencia para todos, y aun los mejor dispuestos a soportar las penurias, tuvieron dificultades en resistir los vientos helados del invierno. 

               San Juan de Matera había insistido para que se trasladasen a otra parte en diversas ocasiones, cuando un incendio destruyó las pobres chozas de madera y paja en que habitaban y todos debieron refugiarse en el valle. Ahí, los dos Santos se separaron: Guillermo partió hacia Monte Cognato, en la Basilicata, para fundar otro monasterio, mientras Juan, con la misma intención, se dirigió hacia el este, hasta el Monte Gargano, en Pulsano.

               Cuando su comunidad estuvo bien establecida, San Guillermo le impuso la misma regla rigurosa que en Monte Vergine, nombró a un prior y la dejó a que se desarrollara por sí misma. 

               En Conza, en la Apulia, fundó un monasterio para hombres y en Guglietto, cerca de Nusco, estableció dos comunidades, una para hombres y la otra para mujeres. Poco después, el Rey Rogelio II de Nápoles lo llamó a Salerno para que fuese su consejero y su auxiliar. La benéfica influencia que ejerció San Guillermo sobre el monarca causó el resentimiento de algunos cortesanos, quienes no desperdiciaron oportunidad de desacreditarlo y hacerle aparecer como un hipócrita.

               A sabiendas del Rey, los cortesanos tendieron una trampa al santo y, con cualquier pretexto válido, le enviaron a una mujer de mala vida, con instrucciones para que le hiciese caer en pecado. Guillermo recibió a su visitante en una habitación con chimenea al fondo, donde ardía un gran fuego. Tan pronto como la mujer empezó a ejercer sus artes de seducción, el Santo se encaminó hacia la chimenea, apartó las brasas con sus dos manos de manera que formó una angosta brecha en la hoguera; en aquel espacio se tendió e invitó a la tentadora para que se echara junto a él. Al verlo entro las llamas, la mujer comenzó a proferir gritos de horror; pero instantes después quedó muda de asombro, porque Guillermo se alzó de entre las brasas y salió de la chimenea completamente ileso. Aquel milagro hizo que la mujer se arrepintiera: renegó de su pasada vida de pecado y no tardó en tomar el velo en el convento de Venosa. El Rey Rogelio, por su parte, dispensó su absoluta protección al Santo, ayudó generosamente a sus monasterios y él mismo hizo fundaciones nuevas que entregó a San Guillermo para que las gobernase.



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               San Guillermo murió en Guglietto, el 25 de Junio de 1142. No dejó ninguna Constitución escrita, pero el tercer abad general de sus comunidades, Roberto, redactó un código de reglamentos y puso a la orden bajo la Regla de San Benito. Desde 1879, la Abadía de Montevergine se rige por la Regla benedictina de Montecasino. 

               El único, de entre los muchos monasterios que fundó San Guillermo, que existe todavía es el de Monte Vergine. En la actualidad, pertenece a la comunidad benedictina de Subiaco.

              San Guillermo fue canonizado en 1785 por el Papa Pío VI; también sería proclamado "Patrón Principal de Irpinia" por el Papa Pío XII, el 25 de Junio de 1942. El cuerpo de San Guillermo permaneció en Goleto hasta el 2 de Septiembre de 1807, cuando fue trasladado a Montevergine.



jueves, 24 de junio de 2021

María Guadalupe García Zavala, Virgen y Fundadora


Este admirable ejemplo de la caridad evangélica, fue una mujer sencilla y fuerte, contemplativa y práctica, obediente y emprendedora, profundamente enamorada de Cristo y pronta para servirlo en los que más sufren, según la misma enseñanza de su divino Esposo: "Lo que hicisteis con cualquiera de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo habréis hecho" (San Mateo XXV, 40).




Nació el 27 de Abril de 1878, en los portales que se encontraban antiguamente frente a la Basílica de Nuestra Señora de la Expectación, en la Villa de Zapopan, Jalisco. Sus padres fueron Fortino García Venegas y Refugio Zavala Orozco, quienes tuvieron otros siete hijos. Recibió las aguas bautismales en la Parroquia de San Pedro Apóstol, Zapopan, al día siguiente de su nacimiento, imponiéndole el nombre de Anastasia Guadalupe. Aunque su papá se dedicaba al comercio frente a la Basílica, pudo darle a sus hijos una vida sin penurias económicas.

La pequeña Lupita, recibió la Confirmación de manos de S.E.R. Pedro Loza y Pardavé, el 1 de Julio de 1878 e hizo su primera Comunión en la Basílica Zapopana, el 8 de Septiembre de 1887, Fiesta de la Natividad de María Santísima, después de ser preparada por su tía, la Venerable María Librada Orozco Santa Cruz, virgen y fundadora de las Religiosas Franciscanas de Nuestra Señora del Refugio.

Era muy bonita, alegre y sencilla, pero su educación, trato amable y servicial, la hacían ser amada por todos los que la trataban. En su juventud acepto ser novia de un joven ejemplar de nombre Gustavo Arreola, con quien llegó a comprometerse en matrimonio, sin embargo pronto comprendió que esa no era su vocación y rompieron su compromiso.

En el año 1898, en el Templo del Dulce Nombre de Jesús, de la capital Tapatía, se inscribió en las Conferencias de San Vicente de Paúl, donde también había militado otra familiar suya, Vicenta Chávez Orozco, también religiosa y Fundadora de las Siervas de la Santísima Trinidad y de los Pobres. Desde entonces se dedicó a atender a los enfermos de un hospital ubicado en la calle de Garibaldi, a dos cuadras del Templo antes mencionado. El lugar llevaba el nombre de la entonces Beata Margarita María de Alacoque.

En la referida Conferencia, tuvo como Director Espiritual al Padre Cipriano Iñiguez Martin, quien tenía el proyecto de fundar una congregación religiosa. Este humilde Sacerdote quedó perplejo por la grandeza del corazón y la santidad que irradiaba su hija espiritual, quien a sus veintitrés años era sumamente entregada en el servicio a los pobres y enfermos, siempre con abnegación, entusiasmo y notable piedad.

Para este tiempo, Guadalupe ya concebía dentro de sí el deseo de consagrarse en la vida religiosa; primero pensó en ingresar a la Congregación fundada por su tía Librada, pero al manifestar su deseo al Padre Cipriano, este le mencionó el proyecto que estaba concibiendo para atender a los enfermos en el Hospital de la Beata Margarita. Ella aceptó la propuesta y quedó al frente de la pequeña y naciente comunidad, durmiendo en el suelo y comiendo de las limosnas que pedían de casa en casa.

Sus primeros votos los pronunció el día de la Inmaculada Concepción de Nuestra Señora de 1901, en la Capilla de la Casa de Ejercicios, anexo al Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe, en la ciudad de Guadalajara. Cada cinco años renovaba estos votos en la Fiesta del Sacratísimo Corazón de Jesús.

Durante la persecución callista a la Iglesia Católica en México, fue hecha prisionera junto a la hermana Isaura Zapién, en la casa del Jefe Militar de la ciudad. Allí estuvo incomunicada durante tres días, durante los cuales, quienes tuvieron trato con ella, quedaron edificados con su manera de actuar llena de caridad; quedaron tan conmovidos que llegaron a decirles a las Religiosas de la Congregación: “Tienen una superiora muy Santa”. En otra ocasión los perseguidores se posesionaron del Hospital, la Madre Lupita corrió de inmediato a la capilla y metiendo el Sagrado Depósito bajo su delantal, le dijo: “¡Cuídate Señor, Cuídate!”, pudiendo escapar con su Divina Majestad.

La valerosa religiosa escondió varias veces en el Hospital al Exmo. Sr. Orozco y Jiménez, así como también a muchos Sacerdotes. Y a pesar de los muchos intentos del Gobierno y de los masones para incautar el edificio, nunca lograron su cometido.

El 24 de Mayo de 1935, el Siervo de Dios, Mons. Orozco y Jiménez recibió su profesión perpetua de votos simples; y el mismo día, dio la aprobación diocesana a la Congregación de las Siervas de Santa Margarita María y de los Pobres. El 17 de Octubre de este mismo año, Madre Lupita fue elegida Superiora General y a pesar de ello, nunca rehuyó sus actividades de enfermera; se arrodillaba en el suelo para atender a sus queridos enfermos, a quienes amaba con todo su corazón.

Fue siempre una mujer con gran don de mando, prudente y sabia. Era muy amable con sus Religiosas, mientras que los ancianos recibían de ella un trato preferencial, sus hermanas dicen que era frecuente ver que renunciaba a su plato de comida para que alguna de ellas no se quedara sin comer.

Durante los sesenta años de su vida religiosa, encontró fortaleza en el Sagrado Corazón de Jesús, en Nuestra Señora de Guadalupe, Zapopan y el Señor San José. Con su alma desbordante de caridad, trato que con sus palabras y obras, se desvanecieran las necesidades y penas de quienes acudían a ella. Todos, ancianos, enfermos, pobres y niños cabían dentro de su corazón; a nadie dejaba ir con las manos vacías o desconsolados, llegaba a tal punto su amor que muchas veces lloraba con ellos como si también ella sintiera el dolor ajeno.

La "Madre Lupita", -como sería conocida por todos- nunca buscó su propia comodidad, durante muchos años y hasta el día de su muerte durmió a la puerta del hospital de Santa Margarita, para atender las veinticuatro horas, las necesidades de la gente que la buscaba; al momento en el que veía alguna persona que la buscaba, se levantaba de la cama diciendo: “Es Dios quien me está llamando”. Gozó de dones sobrenaturales, como el saber los problemas de las almas antes de que se los contaran, así mismo gozo del don del consejo.

Nunca aceptó consideraciones particulares por ser la Madre Superiora, sino que pasaba como la última de las novicias. El amor y el respeto que sentía hacia los Sacerdotes y Seminaristas, era tan grande que siempre los asistió económica, médica o espiritualmente, especialmente a los Seminaristas de escasos recursos, para los cuales las puertas de las casas de su Congregación siempre estaban abiertas para alojarlos, alimentarlos y apoyarlos.

Durante su última enfermedad, en una ocasión le fue a visitar al Hospital, el Sr. Cardenal Garibi Rivera; al pasar por las estancias notó sobre la mesita de noche de una religiosa una foto, y tomándola le pregunto a la hermana que lo acompañaba: “¿Quién es esa santita?”. A lo que la religiosa respondió: “Eminencia, ella es nuestra Madre Lupita”. El Cardenal entonces dijo: “Bueno, bueno, nada más espero a que muera para ponerla en los altares”.

En su ancianidad se encontró enferma del corazón con una diabetes agravada, pero a pesar de esto y los fuertes dolores que padecía, nunca dejaba de sonreír y hablar con su característico sentido del humor, muchas veces repitió a quienes la atendían y que no querían separarse de ella: “Me admira que siendo enfermeras no sepan cuando se va a morir un enfermo. Ahora no moriré, por favor vuelvan a sus enfermos que las necesitan”.




Días antes de morir redactó su “Testamento espiritual” en el cual decía: “Estoy llegando al final de mis días; pronto me iré de este mundo. Ya ven lo viejita y enferma que estoy… Pero Dios todavía me da permiso de dejarles mis recomendaciones. Háganme la caridad de tomarlas como cosa propia. En primer lugar, les pido que se mantengan siempre muy unidas y que la caridad reine entre vosotras. No disgusten a Nuestro Señor con divisiones o malas voluntades. Acuérdense que es nuestro deber desagraviar a su Divino Corazón y que eso lo cumplimos primeramente amando. No vallan a perder ese espíritu sencillo y humilde, como quería nuestro padre fundador. Las que lo conocieron se acordarán de como él nos insistía en eso, y como sufría cuando se daba cuenta de que alguna ya no se esforzaba por agradar a Dios. Tengan pues muy en cuenta lo que él nos enseñaba y lo que yo les repetía: En cualquier cosa que hagamos, aunque sea juntar una basurita, que nos mueva únicamente el deseo de agradar a Dios. Tampoco olviden que han de ser siempre obedientes a los legítimos Superiores, pues es Dios el que nos manda por medio de ellos. La que es obediente, pronto se santifica. En los enfermos y en los pobres, vean a la persona de nuestro amado Salvador. Si tocan a nuestra puerta, digan: ‘Es Cristo el que llama’, y cuando los estén atendiendo, piensen: ‘Es Cristo al que estoy auxiliando’. Olvídense de ustedes mismas y entréguense a los sacrificios que Dios les pida. No importa que jamás tomen en cuenta lo que se hace, que al fin de cuentas solo Dios les puede pagar. Pronto pasaremos a la otra vida y lo único que llevaremos serán nuestras obras”.

La noche del 23 de Junio, comenzó su agonía, los muchos Seminaristas que había socorrido y que ahora eran Sacerdotes llegaron a auxiliarla hasta altas horas de la madrugada. Se confesó y recibió el Santo Viatico; a las 8:30 horas del Lunes 24 de Junio de 1963, luego de recibir la Bendición con su Divina Majestad, entregó su alma al Señor.

Sus funerales y la Misa de réquiem se realizaron ese mismo día en la capilla del Hospital, siendo presididos por el Exmo. Sr. Francisco Javier Nuño. Al concluir las exequias el cuerpo fue llevado triunfalmente y sepultado en el panteón de Mezquitán.

El 5 de Noviembre de 1968, sus venerados restos fueron exhumados y llevados a la capilla del Hospital, donde aún reposan hoy, en una urna de metal, colocada en el Santuario del lado Epístola.