jueves, 4 de septiembre de 2025

DINA BÉLANGER de la Música a la Mística


                    "…Mis Sacerdotes… ¡oh, cuánto los amo!… Los llamo a ser otros Cristos. A ser réplicas de Mí […] Ofrezcan a Mi Padre, por Mis Sacerdotes, el espíritu de oración de Mi Corazón, Mi espíritu de oración, la perfecta unión de Mi Corazón con Él. Esto es lo que les falta a la mayoría de Mis Sacerdotes: el espíritu de oración, de intensa vida interior. […] Demasiadas almas religiosas y sacerdotales no comprenden que los sacrificios que les pido son llamas de amor que emanan de Mi Divino Corazón para atraer y santificar su corazón humano".

                    "Ninguna invocación responde mejor al inmenso deseo de Mi Corazón Eucarístico de reinar en las almas que: Corazón Eucarístico de Jesús, venga Tu Reino por el Inmaculado Corazón de María; y a Mi no menos infinito deseo de comunicar Mis gracias a las almas que: Corazón Eucarístico de Jesús, ardiendo de amor por nosotros, inflama nuestros corazones de amor por Ti".


De las Revelaciones de Nuestro Señor a Sor María de Santa Cecilia de Roma 
de la Congregación de Jesús-María (en el siglo Dina Bélanger)



                    Dina Bélanger nació el 30 de Abril de 1897, en la ciudad de Quebec, Canadá. Sus padres se llamaban Octavio Bélanger y Serafina Matte. Fue bautizada el mismo día de su nacimiento en la iglesia de San Roque, con los nombres de María, Margarita, Dina, Adelaida. Hizo su Primera Comunión y recibió el Sacramento de la Confirmación el 2 de Mayo de 1907.

                    De su autobiografía extraemos: "Desde el comienzo de mi vida, la Virgen me ha protegido de un modo especial. Mis ojos vieron la luz del día cuando comenzaba el mes dedicado a Ella. Ese mismo día recibí el Bautismo. Dios tomó posesión de mi alma para que fuese toda de Él. ¡Qué dicha tan grande ser hija de Dios y de María, mi dulce Madre!".

                    Asistió al Colegio Jacques Cartier, recibiendo desde pequeña clases de piano; a los once años obtuvo su primer diploma. A los trece años fue admitida en el colegio en la Asociación de las Hijas de María.

Amor por Jesús Eucarística....

                    En la autobiografía de Dina Bélanger leemos: "Jesús fue mi Maestro de oración enseñándome a comunicarme con Él. Un día, ante el Sagrario, leí estas palabras en un libro de oración: “Señor, Dios mío”. Ya no leí más. Sumergida en el silencio, en la paz y en la soledad, sentía estar con Él saboreando estas palabras. Olvidé el tiempo... Otra vez, ante el Santísimo expuesto, fijos los ojos en la Sagrada Forma, le pedía verle con los ojos del cuerpo: ¡Deseo tanto veros!. El Señor respondió a mis ingenuidades con un aumento de fe en Su Presencia Eucarística".

                    A lo largo de toda su vida Dina Belanger practicó y fomentó la devoción de La Hora Santa; un Jueves, antes de que iniciara este momento de oración íntima, Jesús Nuestro Señor le mostró una multitud de almas al borde del Infierno; concluída La Hora Santa, Jesús le mostró las mismas almas en las manos de Dios: le reveló entonces que mediante las Horas Santas de oración, multitud de almas van al Cielo, quienes de otro modo habrían ido al Infierno, ya que una persona puede contribuir a lo que falta en la vida de otros, al obtener gracias preciosas y eficaces para su salvación.

Entrega a la Virgen Purísima

                    De nuevo leemos en la autobiografía de Dina: "Me entregué totalmente a la Virgen por la práctica de la devoción perfecta, según el espíritu del Beato Luis de Montfort. Este abandono total de mí misma y de mis cosas a la Reina del Cielo me atrajo muchas consolaciones. Sólo en el Cielo comprenderé las ventajas de abandonarme a su sabia guía. Quisiera consagrarle toda la humanidad. Hay que dejarla vivir en nosotras para que Cristo se sustituya en nuestra pequeñez. Ella es el camino más seguro, más corto, más idóneo para elevarnos hasta el Infinito, para unirnos al Amor increado hasta perdernos en Él, abismarnos en la fuente de la felicidad eterna".

                    En 1911, comenzó a asistir al internado de Bellevue. En ese mismo año hizo voto privado de castidad y le pidió al Señor la gracia del martirio, el día primero de Octubre. Concluidos los estudios en 1913 regresó a la casa de sus padres; se involucró entonces en la Parroquia, ayudando con los ornamentos litúrgicos y participando del Apostolado de la Oración. En 1914 Dina habla a sus padres del deseo que tiene de ser religiosa, pero éstos no le concedieron el permiso, alegando que con 17 años aún era demasiado joven.

                    Pese a la oposición paterna, Dina se consagró al Señor de alguna manera, como dejó escrito en su autobiografía:"El primer Viernes de Octubre estando con las demás alumnas en la capilla para la visita al Santísimo, me sentí impulsada a consagrar al Señor mi virginidad. Y así lo hice añadiendo: si esta Consagración es de Tu agrado. Y debió agradarle porque me sentí más Suya, con una pertenencia más profunda, y mi sed de entrega total a Su Amor en la vida religiosa, más colmada. Ardía en deseos de ser Mártir y decía: Jesús, Tú has muerto por mí. Pues bien, mi amor no quedará satisfecho si no muero Mártir por Ti"

Por fin Esposa de Cristo

                    Dina también profesó sincero amor al Padre putativo de Cristo, en el que confiaba las necesidades materiales: "En mi vida interior me ha ayudado siempre el bendito San José. Lo quiero mucho, y sobre todo en su fiesta, le obsequiaba con pequeños sacrificios". En la contemplación de la vida de entrega y sacrificio de San José, Dina encontraría el ánimo para continuar luchando por la vocación religiosa.

                    Desde 1916 hasta 1918 residió en Nueva York, donde completaría sus estudios de piano y música en la Residencia Nuestra Señora de la Paz, que estaba dirigida por la orden de las Religiosas de Jesús-María. De regreso a su ciudad natal se inscribió en la Tercera Orden de Santo Domingo, y una vez obtenido el permiso de sus padres, ingresó en la Congregación de Jesús-María situada en Québec. Según la costumbre, cambió su nombre de pila por uno religioso: Sor María de Santa Cecilia de Roma. Emitió sus votos temporales el día 15 de Agosto de 1923, Solemnidad de la Asunción de María; los votos perpetuos los emitiría el 15 de Agosto de 1928, un año antes de su muerte.

                    Esos días de entrega gozosa al Divino Esposo los dejaría reflejados en pocas y sentidas palabras: "Al fin ya llevaba el hábito religioso; lo besaba con piedad y amor pero no en vano se dice que ‘el hábito no hace al monje’ y tenía que trabajar por hacerme menos indigna de él... Ya era por fin Religiosa de Jesús-María. Recibí la Cruz y el Rosario. Ya pertenecía a la Congregación que tanto amaba. La Mano Divina allí me había conducido. Qué deuda de gratitud hacia mi Congregación Religiosa. Modela Señor mi alma según su espíritu de caridad y de humildad, de obediencia y de alabanza, que no es otro que el espíritu de Tu Amor. Obra en mí junto con María, para que alabe por siempre vuestros benditos nombres".

Gracias del Señor en su alma

                    El amor que Dina sentía por Jesús en la Sagrada Eucaristía sería premiado con iluminaciones y revelaciones celestiales, que ella guardaría para sí misma entonces, pero que por obediencia recogió fielmente en la autobiografía: "Un día recibí esta luz que me consoló mucho: el Cielo es la posesión de Dios; Dios vive en mí, yo lo poseo, luego gozo del Cielo en la tierra. Desde este dichoso momento, me escondía por más tiempo en el Corazón de Cristo y en Él encontraba las delicias de la Bienaventuranza, con el privilegio añadido de ser capaz de sufrir por Él. Si los Ángeles pudiesen tener algún deseo, creo que, además de la Eucaristía, envidiarían este don del sufrimiento por amor".

                    Entre las diferentes revelaciones privadas que recibió Dina Bélanger, destacamos la hermosa visión que tuvo en acerca de la unión entre los Sagrados Corazones de Jesús y de María y Su Presencia en el Santísimo Sacramento: "...Nuestro Señor, Hombre-Dios, me ha hecho ver Su Corazón en la Sagrada Hostia. Yo no miraba Su Santo Rostro; me cautivaban Su Corazón y la Hostia. Los dos estaban perfectamente unidos, de tal manera el uno en la otra, que no puedo explicar cómo me fue posible distinguirlos. De la Hostia se difundían innumerables rayos de luz; de Su Corazón salía una inmensidad de llamas que corrían como torrentes impetuosos. La Santísima Virgen estaba allí, tan cerca del Señor que parecía estar como absorbida por Él. Todos los rayos luminosos de la Hostia y todas las llamas del Corazón de Jesús pasaban a través del Corazón Inmaculado de María".



                    A través de la pluma de Dina, Jesús Nuestro Señor se muestra a una humanidad que ha olvidado Su Amor: "Mi Corazón tiene tantas gracias para conceder y la mayoría de las almas ni siquiera piensa en aceptarlas"... "Mi Corazón Eucarístico se complace mucho en hacer confidencias a las almas pero encuentro pocas almas puras que lo comprendan"... "Mi Corazón desea unir constantemente a Sí todos los corazones por medio de la Eucaristía, como Él mismo está unido a Mi Padre por el Amor, en la unidad y caridad perfecta".

                    "Mi Corazón rebosa de gracias para las almas. Tráelas a Mi Corazón Eucarístico"... "Las almas solo son infelices en la medida en que se alejan de Dios. El gran deseo de Mi Padre, y el Mío, sería ver felices a todas las almas, incluso en la tierra".

                    Desde la Profesión Religiosa Dina Bélanger sufriría graves enfermedades; convaleciente, desde la cama solía hacer traducciones y despachaba correspondencia. Tuvo una tuberculosis pulmonar que se agravó el 30 de Abril de 1929, a tal punto que tuvo que ser trasladada a la enfermería. Murió el 4 de Septiembre de 1929, a las 4 de la tarde.




miércoles, 3 de septiembre de 2025

EL PAPA DE LA INTEGRIDAD CATÓLICA



                                        ...esta perversión de las almas es como una muestra, como el prólogo de los males que debemos esperar en el fin de los tiempos; o incluso pensará que ya habita en este mundo el "hijo de la perdición" de quien habla el Apóstol. De lo cual se concluye que instaurar todas las cosas en Cristo y hacer que los hombres vuelvan a someterse a Dios es la misma cosa. Así, pues, es ahí donde conviene dirigir nuestros cuidados para someter el género humano al poder de Cristo: con Él al frente, pronto volverá la humanidad al mismo Dios.


Encíclica "E Supremi Apostolatus", Papa San Pío X, 4 de Octubre de 1903



INFANCIA Y SACERDOCIO

               Giuseppe Melchiorre Sarto, quien luego sería el Papa Pío X nació el 2 de Junio de 1835 en Riese, provincia de Treviso, en Venecia. Sus padres fueron Giovanni Battista Sarto y Margarita Sanson. Su padre fue un cartero y murió en 1852, pero su madre vivió para ver a su hijo llegar a Cardenal. Luego de terminar sus estudios elementales, recibió clases privadas de Latín por parte del Arcipreste de su pueblo, Don Tito Fusarini, después de lo cual estudió durante cuatro años en Castelfranco Veneto, caminando de ida y vuelta diariamente.

               En 1850 recibió la tonsura de manos del Obispo de Treviso y obtuvo una beca de la Diócesis de Treviso para estudiar en el Seminario de Padua, donde terminó sus estudios filosóficos, teológicos y de los clásicos con honores. Fue ordenado Sacerdote en 1858, y durante nueve años fue Capellán de Tómbolo, teniendo que asumir muchas de las funciones del Párroco, puesto que éste ya era anciano e inválido. 



               Buscó perfeccionar su conocimiento de la Teología a través de un estudio asiduo de Santo Tomás y el Derecho Canónico; al mismo tiempo estableció una escuela nocturna para la educación de los adultos, y siendo él mismo un ferviente predicador, constantemente era invitado a ejercer este ministerio en otros pueblos.


OBISPO DE MANTUA 

               En 1867 fue nombrado Arcipreste de Salzano, un importante municipio de la Diócesis de Treviso, en donde restauró la iglesia y ayudó a la ampliación y mantenimiento del hospital con sus propios medios, en congruencia con su habitual generosidad hacia los pobres; especialmente se distinguió por su abnegación durante una epidemia de cólera que afectó a la región. Mostró una gran solicitud por la instrucción religiosa de los adultos. En 1875 creó un reglamento para la catedral de Treviso; ocupó varios cargos, entre ellos, el de director espiritual y rector del seminario, examinador del clero y vicario general; más aún, hizo posible que los estudiantes de escuelas públicas recibieran instrucción religiosa. En 1878, a la muerte del Obispo Zanelli, fue elegido Vicario Capitular. El 10 de Noviembre de 1884 fue nombrado Obispo de Mantua, en ese entonces una sede muy problemática, y fue consagrado el 20 de Noviembre de ese mismo año.



               Su principal preocupación en su nuevo cargo fue la formación del clero en el Seminario, donde, por varios años, enseñó Teología Dogmática y, durante un año, Teología Moral. Deseaba seguir el método y la teología de Santo Tomás, y a muchos de los estudiantes más pobres les regaló copias de la “Summa Theologica”; a la vez, cultivó el Canto Gregoriano en compañía de los seminaristas. La administración temporal de la sede le impuso grandes sacrificios. En 1887 celebró un sínodo diocesano. Mediante su asistencia en el confesonario, dio ejemplo de celo pastoral.


PATRIARCA DE VENECIA

             En el Consistorio Secreto celebrado en Junio de 1893, León XIII lo creó Cardenal, con el título de San Bernardo de las Termas; y en el Consistorio Público, tres días más tarde, fue preconizado Patriarca de Venecia, conservando mientras tanto el título de Administrador Apostólico de Mantua. El Cardenal Sarto fue obligado a esperar dieciocho meses, antes de tomar posesión de su nueva Diócesis, debido a que el gobierno italiano se negaba a otorgar el exequatur, reclamando que el derecho de nominación había sido ejercido por el Emperador de Austria. Este asunto fue tratado con amargura en periódicos y panfletos; el Gobierno, a manera de represalia, rehusó extender el exequatur a los otros obispos que fueron nombrados durante este tiempo, por lo que el número de sedes vacantes creció a treinta.

               Finalmente, el Ministro Crispi, habiendo regresado al poder, y la Santa Sede, habiendo elevado la misión de Eritrea a la categoría de Prefectura Apostólica en atención a los Capuchinos Italianos, motivaron al Gobierno a retractarse de su posición original. Esta oposición no fue causada por ninguna objeción contra la persona de Sarto. En Venecia el Cardenal encontró un estado de cosas mucho mejor que el que había hallado en Mantua.

               También allí puso gran atención en el Seminario, donde logró establecer la facultad de derecho canónico. En 1898 celebró el sínodo diocesano. Promovió el uso del Canto Gregoriano y fue gran benefactor del gran compositor Lorenzo Perosi; favoreció el trabajo social, especialmente los bancos en las Parroquias rurales; se dio cuenta de los peligros que entrañaban ciertas doctrinas y conductas de algunos Cristiano-Demócratas y se opuso enérgicamente a ellas. El Congreso Eucarístico Internacional de 1897, en el Centenario de San Gerardo Sagredo (1900), la Bendición de la primera piedra del nuevo campanario de San Marcos y la Capilla conmemorativa en el Monte Grappa (1901) fueron eventos que dejaron una profunda impresión en él y en su gente.



LA CRUZ DEL PONTIFICADO

               A la muerte del Papa León XIII, los Cardenales se reunieron en Cónclave y, después de varias votaciones, Giuseppe Sarto fue elegido el 4 de Agosto, al obtener 55 de 60 votos posibles. Su coronación tuvo lugar el siguiente Domingo, 9 de Agosto de 1903.

              Sus esfuerzos se dirigieron a promover la Piedad entre los Fieles, y a fomentar la recepción frecuente de la Sagrada Comunión, y, si era posible, hacerla diariamente, dispensando a los enfermos de la obligación de ayunar para poder recibir la Sagrada Comunión dos veces al mes, o incluso más. Finalmente, mediante el Decreto “Quam Singulari” (15 de Agosto de 1910), recomendó que la Primera Comunión en los niños no se demorara demasiado tiempo después de que alcanzaran la edad de la discreción. Por eso se le conoce con el sobrenombre de "el Papa de la Eucaristía".

               El 22 de Noviembre de 1903, promulgó un Motu Proprio sobre música sacra en las iglesias, y, al mismo tiempo, ordenó que el auténtico Canto Gregoriano se utilizara en todas partes, mientras dispuso que los libros de cantos se imprimieran con el tipo de fuente del Vaticano bajo la supervisión de una comisión especial. En la Encíclica “Acerbo nimis” (15 de Abril de 1905), planteó la necesidad de que la instrucción catequética no se limitara a los niños, sino que también fuera dirigida hacia los adultos, dando para ello reglas detalladas, especialmente en lo referente a escuelas adecuadas para la impartición de la instrucción religiosa a los estudiantes de escuelas públicas, y aun de Universidades. Promovió la publicación de un nuevo Catecismo para la Diócesis de Roma.

               Pero por sobre todas las cosas, la principal preocupación del Papa era la pureza de la Fe Católica. Por esta razón, en 1907, publicó el Decreto “Lamentabili” (llamado también el Syllabus de Pío X), en el que sesenta y cinco proposiciones modernistas fueron condenadas. La mayor parte de estas se referían a las Sagradas Escrituras, su inspiración y la Doctrina de Jesús y los Apóstoles, mientras otras se relacionaban con el Dogma, los Sacramentos, la Primacía del Obispo de Roma. Inmediatamente después de eso, el 8 de Septiembre de 1907, apareció la famosa Encíclica “Pascendi”, que exponía y condenaba el sistema filosófico del Modernismo.

              Una necesidad sentida durante mucho fue la de codificar la Ley Canónica, y con la intención de llevarla a cabo, el 19 de Marzo de 1904, Pío X creó una congregación especial de Cardenales; así las más eminentes autoridades en derecho canónico de todo el mundo, colaboraron en la formación del nuevo Código, que sería terminado en el Pontificado de su sucesor, Benedicto XV. En 1910 promulgó el Motu Proprio "Sacrorum Antistitum", conocido como "Juramento Antimodernista", que debía ser pronunciado por cualquiera que quisiera conservar o acceder a un oficio eclesiástico, incluida la docencia en teología.


MUERTE Y CANONIZACIÓN 

               Profundamente afectado por el estallido de la Gran Guerra -que el había intentado por todos los medios evitar-, y debilitado por una crisis bronquial, su corazón cedió tras rápida enfermedad cuando contaba 79 años.

               Cuando el Padre Pío de Pietrelcina se enteró de la muerte de San Pío X, empezó a llorar como un niño diciendo: “Esta guerra se ha llevado a la víctima más inocente, más pura y más santa: el Papa”, pues corrían rumores que el Santo Padre había ofrecido su vida para salvar a sus hijos del flagelo de la Guerra Mundial.



               El 3 de Junio de 1951 el Romano Pontífice Pío XII inscribía al Papa de la Eucaristía entre los Bienaventurados de la Iglesia; casi tres años después, el 29 de Mayo de 1954, Pío X era elevado a la Gloria de los Altares por el mismo Papa. Ese día, Pío XII recordaría la eterna condena al Modernismo: “Cualquier teoría, como el Modernismo, que separa la Fe y la Ciencia, en su fuente y en su objeto, oponiéndose una a la otra, produce en estas dos áreas vitales de un cisma, que es tan perniciosa “que un poco es más que la muerte”. (…) Con mirada vigilante Pío X observó la llegada de esta calamidad espiritual del mundo moderno, esta amarga desilusión que afectaba sobre todo a las clases cultas. Se dio cuenta de cómo una fe tan evidente, es decir, una fe no fundada sobre la revelación de Dios, sino que estén arraigadas en un terreno puramente humano, atraería a muchos al ateísmo. Así mismo, reconoció el destino fatal de una ciencia, que contrario a la naturaleza y en la limitación voluntaria, interceptó el camino a la verdad absoluta y el Bien, dejando al hombre, privado de Dios y se enfrentan a la oscuridad invisible en la que se encuentra en todo ser vestirte, sólo la actitud de la angustia o la arrogancia”.

               


lunes, 1 de septiembre de 2025

ESTAR CUANTO MÁS SE PUEDA EN EL SANTUARIO DE SU CORAZÓN, Sor Benigna Consolata Ferrero

 


                       Sor Benigna Consolata Ferrero nació el 5 de Agosto 1885 en Turín (Italia). Bautizada al día siguiente, recibió los nombres de María de la Consolación, Teresa, Rosalía y Filomena. Pertenecía a una familia distinguida, no solo por su posición social sino por su vida Cristiana, que era ejemplar en todos. Tras una infancia llena de pureza, empezó a sentirse fuertemente atraída hacia la vida contemplativa. El Divino Maestro le hablaba interiormente a su alma y le decía: “Irás a la Visitación y podrás no solamente hacerte santa, sino llegar a aquel grado sublime de perfección que Yo quiero, para bien espiritual de los demás. Yo te pagaré todos tus sacrificios... Cuando hayas probado lo que es el monasterio, ya no querrás volver al mundo por ningún motivo... Allí tendrás humillaciones, tendrás recogimiento y todo aquello que necesitas… Cuando entres al monasterio me ganarás almas”.





                       Despedida de la Visitación de Pignerol por su vida mística, ingresó a la Visitación de Como (al norte de Milán) el 30 de Diciembre de 1907, cuando contaba 22 años y recibió el santo hábito el 5 de Noviembre de 1908, con el nombre de Benigna Consolata Desde entonces, la joven Salesa no puso límites a su fervor y Jesús no puso límites a sus comunicaciones sobrenaturales. 

                       La sed ardiente de la salvación de las almas que devora al Corazón de Jesús se había apoderado también de Su "Benjamina", como con cariño la llama el Señor. No descuidaba medio alguno, por insignificante que fuese, para saciar esta sed: penitencias, mil intenciones piadosas y sobre todo, sus oraciones continuas.

                       El modo divino que empleará el Señor para comunicarse con Benigna será por medio de palabras interiores y visiones intelectuales. Jesús mismo le mandó que fuese escribiendo los coloquios íntimos a medida que los fuese recibiendo, y por supuesto, que no hablase ni respondiese cosa alguna sin consultárselo a Él primero.

                       Los escritos que por obediencia dejó Sor Benigna manifiestan las extraordinarias virtudes que en su alma se iban desarrollando, entregada por completo a la Voluntad de Dios con una confianza ciega, y además un conocimiento clarísimo de la Misericordia del Corazón de Jesús, de Su incomparable ternura, y de las mil delicadezas con las que se dirige a los pobres pecadores, así como a los justos y a los Santos, para la conquista de una sola cosa: el amor de Sus criaturas. 

                       Dócil a las enseñanzas de San Francisco de Sales, en lo exterior se conformaba por completo a la vida ordinaria de sus Hermanas. En lo interior, por el contrario, todo era extraordinario y luminoso, si bien el Divino Esposo de Benigna Consolata, lejos de regalarle una corona de flores, la conformó de espinas y abrojos, a fin de configurarla con Él.

                       Fiel al mandato de Nuestro Señor y con el permiso de la Superiora, Sor Benigna Consolata realizó el voto del puro amor, como muestra de lo mucho que Jesús deseaba de ella, pues según le regalaba comunicaciones celestiales, más entrega exigía de la joven religiosa; por eso vinieron después los votos de humildad, el de abandono a su querer y el voto de hacer lo más perfecto. De esta forma progresiva el Sagrado Corazón, gracias a estos votos de desprendimiento personal, concedió a Sor Benigna un tiempo de paz espiritual. 

                       Desencadenada en 1914 Primera Guerra Mundial, creyeron los Superiores de esta confidente de los secretos divinos que podrían forzarla a que obtuviese del Señor el término de un azote tan espantoso. La respuesta de Jesús fue consoladora, asegurando que no era esa guerra castigo de su justicia, sino castigo enviado por la Divina Misericordia, que serviría para salvar infinidad de almas que corrían a la condenación eterna. Al año siguiente exigió Jesús de Sor Benigna el sacrificio de su vida para conseguir la paz según las intenciones del Romano Pontífice.

                       A finales de Julio de 1916, Jesús la invitó a hacer un retiro de doce días para prepararse a la muerte. Corona de estos ejercicios fue una maravillosa fórmula de voto de humildad inspirada por el Señor. Hasta la extinción completa de sus fuerzas tenía que escribir, en secreto y con aprobación de sus Superiores, lo que Dios le iba comunicando. 

                       Durante su última enfermedad, los asaltos del enemigo infernal fueron espantosos. Desde la cama donde tiene que permanecer, pidió el Sacramento de la Extremaunción, que le fue administrado el 14 de Agosto. Tenía siempre en los labios el Dulcísimo Nombre de Jesús, pasando las largas horas de insomnio sentada en la cama, juntas las manos, en profundo recogimiento.

                       Después de grandes sufrimientos físicos y morales, llegaba el día de encontrarse con el Divino Esposo; el Primer Viernes, 1 de Septiembre de 1916, decaían las fuerzas del cuerpo de Benigna Consolata, pero su alma inocente conservaba cabal el conocimiento y fervor. Mientras el Capellán de la Comunidad rezaba las oraciones de recomendación del alma, en presencia de todas sus Hermanas, reunidas en torno a su cama, Sor Benigna entregó plácidamente su alma en las manos de Dios, muriendo en el ósculo santo de su Esposo divino, que recogió su alma a las tres de la tarde. Tenía 31 años.


Para leer algunos de los extractos de los Dictados de Jesús 
a Sor Benigna Consolata, solo tiene que tocar AQUÍ.