CONSIDERANDO
Que Mons. Lefebvre se opuso a Dom Gérard cuando se tenía la intención de hacer un acuerdo con las autoridades modernistas de Roma, acuerdo del cual Dom Gérard decía que Roma concedía todo y no pedía nada;
Que el mismo Mons. Lefebvre, después de las consagraciones [episcopales] dice que, a partir de aquel momento, él sólo firmaría un acuerdo con Roma si las autoridades romanas subscribiesen diversos documentos de la Iglesia que condenan los errores actuales;
Que aún Mons. Lefebvre se arrepintió de haber firmado un protocolo de preacuerdo con el Vaticano con vistas a obtener un permiso para consagrar obispos, pues llegó a la conclusión de que las intenciones de las autoridades romanas no eran buenas;
Que nuevamente Mons. Lefebvre dice a Benito XVI, entonces aún Cardenal, que ellos no se podían entender y que nosotros, los tradicionalistas, buscamos cristianizar el mundo y él – el Cardenal– y los demás progresistas procuran descristianizar el mundo;
Que la Fraternidad de San Pedro, que tenía la facultad concedida por Roma de rezar exclusivamente la Misa tradicional, fue obligada posteriormente a aceptar que sus miembros pudiesen rezar también la Nueva Misa;
Que Mons. Lefebvre dice no convenir ponernos bajo la autoridad de alguien que no profesa la Fe en su integridad;
Que en tiempo de guerra, preocuparse en seguir las leyes positivas puede llegar a ser una imprudencia, lo que puede equivaler en ciertos casos al suicidio; (*1)
Que la experiencia muestra que poquísimos son los que vuelven sobre sus pasos cuando las autoridades romanas no cumplen con sus promesas (como fue el caso de la Fraternidad de San Pedro);
Que el estado de "reconciliación" con Roma causa un efecto de no considerar más a las autoridades romanas (progresistas) como enemigas a quienes se debe de combatir;
Que Mons. Lefebvre dice que los progresistas son comparables a una enfermedad contagiosa, de los cuales –por tanto– debemos apartarnos para evitar el contagio;
Que en todas las partes del orbe, los fieles están en "estado de necesidad", lo cual les da derecho a un sacerdote de íntegra doctrina católica así como a tener los Sacramentos y la Misa tradicionales. Y que los sacerdotes tienen el deber de caridad de ir a atender a esos fieles, aun sin permiso del obispo del lugar.
JUZGAMOS
Que si Mons. Lefebvre estuviese vivo, él se negaría a hacer cualquier acuerdo con las autoridades romanas, por más que ellas nos ofreciesen y que en verdad no nos pidiesen nada a cambio, si esas mismas autoridades no condenasen los errores modernos que se insinúan en el seno de la Iglesia, condenados por los Papas anteriores;
Que aún hoy, Mons. Lefebvre no conseguiría entenderse con Benito XVI, puesto que este todavía tiene los mismos pensamientos que tenía cuando era cardenal;
Que no podemos confiar en las promesas hechas por hombres que violan las garantías de la Tradición, esas garantías que ellos mismos dieran anteriormente;
Que así como Mons. Lefebvre juzgó, no debemos colocarnos bajo la obediencia de alguien que no profesa la Fe en su integridad;
Que en la terrible guerra en que nos encontramos (entre la Santa Iglesia y el modernismo; entre la verdad y el error; entre la luz y las tinieblas) buscar la regularización de nuestra situación es una imprudencia y un suicidio: es entregarnos al enemigo;
Que sería de cierto modo tentar a Dios colocarnos en una situación que probablemente: a) nos conduciría a ceder en puntos importantes cuando las autoridades romanas progresistas exigieran eso de nosotros; b) nos hará dejar de tratar con ciertas autoridades como enemigos a ser combatidos; c) hará que nos dejemos "contaminar" con los progresistas;
Que sería un error restringirnos nuestro campo de acción a los lugares que nos designasen las autoridades romanas o que permitiesen los obispos diocesanos y no irnos a atender a los fieles que nos llaman, por el hecho de no tener ahí permiso oficial de ejercer el ministerio sacerdotal, pues eso sería desconsiderar el "estado de necesidad" general y grave.
SIN EMBARGO
Podrían objetarnos que Mons. Lefebvre conocía muy bien todo lo que hemos dicho y que, a pesar de ello, en diversas ocasiones él manifestó el deseo de que la situación de la Fraternidad fuese regularizada ante las autoridades romanas.
RESPONDEMOS
Que aún que eso sea verdad, sin embargo, desde mayo de 1988, Mons. Lefebvre no manifestó más ese deseo y, por el contrario, a partir de esa época tomó la nueva posición de que cualquier entendimiento con las autoridades romanas debería ser precedido por una profesión de Fe por parte de Roma sobre los grandes documentos antiliberales del Magisterio, como por ejemplo Pascendi, Quanta Cura, etc. Y él conservó esta nueva postura hasta su muerte.El motivo que lo llevó a este cambio fue el hecho de haber pasado a ver claramente que la Roma neomodernista no tenía la menor intención de proteger o de aprobar la Tradición Católica.
CONCLUSIÓN
¿Unión jurídica con Roma? Sí, pero en la integridad de la Fe Católica, sin la cual nadie puede salvarse y en la libertad para cumplir nuestros deberes para con Dios y con el prójimo.
Nota
(*1) Por ejemplo, los coches de bomberos y las ambulancias entran en sentido contrario para desempeñar mejor su función de salvar vidas.
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