Son por tanto espantosamente grandes las penas de las Ánimas Benditas del Purgatorio, y además Ellas no pueden valerse por sí mismas. Lo decía el Santo Job con aquellas palabras: Encadenadas están y amarradas con cuerdas de pobreza. Reinas son y destinadas al reino eterno, pero no podrán tomar posesión de él, y tendrán que gemir desterradas hasta que queden totalmente purificadas.
Sostienen algunos teólogos que pueden Ellas en parte mitigar sus tormentos con sus plegarias, pero de todos modos no podrán nunca hallar en sí mismas los recursos suficientes y tendrán que quedar entre aquellas cadenas hasta que no hayan pagado cumplidamente a la justicia divina. Así lo decía un fraile cisterciense, condenado al Purgatorio, al hermano sacristán de su monasterio. -Ayúdame- le suplicaba, -con tus oraciones, que yo por mí nada puedo. Y esto mismo parece repetir San Buenaventura con aquellas palabras: Tan pobres son aquellas Benditas Ánimas, que por sí mismas no pueden pagar sus deudas.
Lo que sí es cierto y dogma de fe es que podemos socorrer con nuestros sufragios y sobre todo con nuestras oraciones a aquellas Almas Santas. La Iglesia alaba estas plegarias y ella misma va delante con su ejemplo. Siendo esto así, no sé cómo puede excusarse de culpa aquel que pasa mucho tiempo sin ayudarlas en algo, al menos con sus oraciones.
Si a ello no nos mueve este deber de caridad, muévanos el saber el placer grande que proporcionamos a Jesucristo, cuando vea que nos esforzamos en romper las cadenas de aquellas sus amadas esposas para que vayan a gozar de su amor en el Cielo. Muévanos también el pensamiento de los muchos méritos que por este medio adquirimos, puesto que hacemos un acto de caridad tan grande con aquellas Benditas Ánimas; y bien seguros podemos estar que Ellas a su vez, agradecidas al bien que les hemos procurado, sacándolas con nuestras oraciones de aquellas penas y anticipándoles la hora de su entrada en el Cielo, no dejarán de rogar por nosotros cuando ya se hallen en medio en la bienaventuranza.
San Alfonso María de Ligorio
EL GRAN MEDIO DE LA ORACIÓN
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