viernes, 26 de abril de 2013

EL MÁS ABANDONADO DE TODOS LOS POBRES




          El cristianismo es el Sagrario, y aunque ésta no sea la ocasión de demostrarlo, vosotros afirmaréis conmigo que el Sagrario en nuestra religión no es un remate más o menos airoso de sus cimas, ni un broche de oro que lo cierra, ni una de las instituciones que lo embellecen, sino que la Eucaristía, el Sagrario es todo el cristianismo, es el principio, fin y razón de ser de sus dogmas y su moral, de sus sacrificios y sus virtudes, de sus bellezas y sus milagros ...

          Yo no puedo pensar qué sería un cristianismo sin Eucaristía, porque su Fundador no quiso que lo hubiera; pero sí digo que el actual cristianismo todo es con, por y para la Eucaristía, y sin ella, no titubeo en decirlo, el cristianismo es nada, de tal modo que puede formularse esta regla cierta: A más frecuencia de Sagrario más cristianismo; a menos Sagrario menos cristianismo.

          Pues bien, el pueblo aquel que llenaba nuestros templos y dejó de frecuentar el Sagrario, llegó a olvidar prácticamente que el Sagrario era sobre todo la grande e insustituible casa de comida de las almas y a persuadirse de que era sólo lugar de recreo o tribunar para premiar a los santos o trono altísimo de la majestad de Dios, y terminó por dejar solo el Sagrario para los santos o para los que quieran andar por caminos más estrechos.

          Nuestro pueblo llegó a creerse, prácticamente al menos, que podía conservarse en un cristianismo regular y de modestas pretensiones sin Sagrario o sin mucho Sagrario. ¡Que horror! ¡Como si se pudiera vivir sin comer!"

Obispo Manuel González
"Aunque todos... yo no"

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