Desde entonces se enfervorizó más y más en la devoción a María, eligiéndola por su única Madre, y Ella le inspiró hacerse religioso, a lo que se obligó con voto. Pero como estaba enfermo, se dirigió a Nápoles para curarse con el cambio de aires. Y en Nápoles quiso Dios que muriese siendo religioso. En efecto, poco después de llegar,cayó gravemente enfermo, y con plegarias y lágrimas impetró de los superiores que lo aceptasen. Y en presencia del Santísimo Sacramento, cuando le llevaron el Viático, hizo sus votos y fue declarado miembro de la Compañía de Jesús.
Después de esto, era de ver cómo enternecía a todos con las expresiones con que agradecía a su Madre María el haberlo llevado a morir en la Verdadera Iglesia y en la Casa de Dios, en medio de los religiosos sus hermanos. “¡Qué dicha -exclamaba- morir en medio de estos ángeles!”
Cuando le exhortaban para que tratara de descansar, respondía: “¡No, ya no es tiempo de descansar cuando se acerca el fin de mi vida!” Poco antes de morir dijo a los que le rodeaban: “Hermanos, ¿no veis los ángeles que me acompañan?” Habiéndole oído pronunciar algunas palabras entre dientes, un religioso le preguntó qué decía. Y le respondió que el Ángel le había revelado que estaría muy poco tiempo en el Purgatorio y que muy pronto iría al Paraíso.
Después volvió a los coloquios con su dulce Madre María. Y diciendo: “¡Madre, Madre!”, como niño que se reclina en los brazos de su madre para descansar, plácidamente expiró. Poco después supo un religioso, por revelación, que ya estaba en el Paraíso.