domingo, 8 de septiembre de 2013

NUESTRA SEÑORA DE COVADONGA


En Nazaret, en tal día como hoy, según la Tradición, tuvo lugar el nacimiento 
de la hija de San Joaquín y Santa Ana: Nuestra Señora, la Siempre Pura Virgen María, que en la plenitud de los tiempos, sería la Madre Bendita de Nuestro Redentor. 

Esta fiesta, que se celebra en la Cristiandad desde el siglo VII, sirvió para fijar, 
nueve meses antes, la de la Inmaculada Concepción.

       En España, se celebra en muchos lugares este importantísimo día honrando a Nuestra Señora bajo diferentes títulos o advocaciones; una de las más conocidas, por su antigüedad y gran devoción popular, es la de "La Santina", como llaman los asturianos a la Virgen de Covadonga.

       Nuestra Señora fue la Divina Inspiradora de la Reconquista de las tierras de Hispania a los mahometanos; gesta comenzada por el Rey Don Pelayo en el año 718, en la Cueva Santa de Covadonga, fue culminada por los Reyes Católicos con la toma de la ciudad de Granada en 1492, ocho siglos más tarde, pero con el mismo celo y amor por instaurar en la Península Ibérica la Santa y Verdadera Religión Católica.



       En el fabuloso Valle de Covadonga, Asturias ( España ), se encuentra el monte Auseva, donde existe una cueva natural, que según la Tradición, servía de refugio a un eremita devoto de Nuestra Señora. Sería ese el punto de partida de la Reconquista, capitaneada por Don Pelayo, primer Rey de Asturias, con objeto de poner fin a la dominación musulmana en España. Aún recuerdo con cierta emoción, el día que subí hasta la Cueva Santa, la casita de la Virgen de Covadonga, donde junto con un amigo sacerdote y dos jóvenes seminaristas, rezamos la Salve a los pies de la Santina, con lágrimas en los ojos...pero esa historia, la contaré otro día.

       En cierta ocasión, el Rey Don Pelayo, refugiado con otros cristianos en aquellas montañas, entró en la Cueva persiguiendo a un malhechor. El ermitaño que allí moraba, rogó a Don Pelayo que perdonase al bandido, puesto que se había acogido a la protección de la Virgen, y que llegaría también el día en que él tendría necesidad de buscar en la Cueva el amparo y ayuda de Nuestra Señora.


       Se cuenta Rey Pelayo y los cristianos, en la huída por aquellas montañas, llevarían consigo alguna imagen de la Virgen, que colocaron en la Cueva para implorar su protección; otra historia narra que la pondrían allí después de la victoria obtenida, a fin de dar culto a Nuestra Señora en memoria y gratitud por el triunfo obtenido por su mediación. Más tarde, el Rey Don Pelayo, deseando tributar un homenaje perenne a la Virgen Santa, edificó en la misma Cueva un altar sobre el que descansaría la Valiosa Protectora de los que se habían levantado en armas contra los infieles.

       Las Crónicas árabes, cuando hablan de Covadonga afirman que en esta Cueva las mermadas fuerzas del Rey Don Pelayo encontraron refugio, alimentándose de la miel que las abejas habían producido en las colmenas construidas en las hendiduras de las rocas.    


       Ante ella se libró lo que se vino a llamar la “Batalla de Covadonga” y que vendría a ser una de “las primeras piedras de la Europa cristiana”. Las viejas crónicas ponen en boca de Don Pelayo esta afirmación: 


“Nuestra esperanza está en Cristo y de este pequeño monte
 saldrá la salvación de España”


Bendita la Reina
de nuestra montaña,
que tiene por trono
la cuna de España
y brilla en la altura
más bella que el sol.
¡Es Madre y es Reina!
Venid, peregrinos,
que ante Ella se aspiran
amores divinos
y en Ella está el alma
del pueblo español.
 

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