Eugenio María Giovanni Pacelli nació en Roma el 2 de marzo de 1876. Hijo de una familia dedicada al servicio papal, fue bautizado a los dos días por su tío, Mons. Giuseppe Pacelli.
Realizó sus primeros estudios en Roma, destacando notablemente ya que contaba con una extraordinaria memoria y una vida muy disciplinada, elementos que hicieron de él un estudiante ejemplar. A pesar de su afición por la lectura, la música, la filatelia y la arqueología, estaba dotado de un espíritu sumamente piadoso y profundo, sin duda por la educación recibida en casa.
Sintiéndose
llamado al sacerdocio, ingresó en el Seminario de Capranica, para luego
completar sus estudios en el Seminario de San Apolinario y en la
Universidad Gregoriana; fue ordenado sacerdote el Domingo de Pascua de
1899 por Mons. Francesco Cassetta.
Dos años
después pasó a trabajar en la Secretaría de Estado del Vaticano.
Habiendo culminado con éxito sus estudios en Derecho Eclesiástico y
Civil el año 1902, fue contado, dos años más tarde, entre los
colaboradores de la comisión a la que el Papa Pío X confió la revisión y
nueva codificación de las leyes canónicas, con el objeto de promulgar
un Código de Derecho Canónico actualizado. Mientras Pacelli dedicaba
tiempo y esfuerzo a esta delicada y ardua tarea, pudo desempeñarse
también como profesor de Diplomacia Eclesiástica en la Pontificia
Accademia dei Nobili Ecclesiastici (1909-14).
En varias ocasiones tuvo el privilegio de representar a la Santa Sede, como cuando dio las condolencias en nombre del Vaticano a Eduardo VII de Inglaterra, al morir la reina Victoria, o en 1908, al representar al Papa en el Congreso Internacional Eucarístico en Londres, donde conoció a Winston Churchill. En 1911 se le encargó además asistir a la coronación del Rey Jorge V de Inglaterra en nombre de la Santa Sede.
Benedicto XV designó a Pacelli Nuncio Apostólico en Baviera, para lo cual lo consagró Obispo titular de Sardes y lo elevó a la dignidad arzobispal en la Capilla Sixtina el 13 de Mayo de 1917...el mismo día y casi a la misma hora que tenía lugar la Primera Aparición de Nuestra Señora en Fátima. Años más tarde, en 1952, cumpliría con el deseo de Nuestra Señora de Fátima de consagrar Rusia a Su Inmaculado Corazón.
Pío XI lo elevó a Cardenal y dos meses más tarde lo designó como Secretario de Estado del Vaticano. Desde este nuevo estatus, Eugenio Pacelli negoció y firmó los Concordatos de la Santa Sede con el Ducado de Baden, la República de Austria y el Reino de Yugoslavia, además del Concordato entre la Santa Sede y la Alemania nacional-socialista.
Viajó como Delegado Apostólico de Su Santidad por todo el mundo; destacando su participación en el Congreso Eucarístico de Buenos Aires en 1934; los habitantes de estas Islas Canarias, tuvieron la suerte de recibirle cuando el Cardenal Pacelli hizo escala en la isla de Gran Canaria, donde visitó la Catedral de Santa Ana y la Villa de Teror, donde oró ante la Patrona, la Virgen del Pino.
A la muerte del Papa Pío XI, la organización de la Sede Vacante correspondió a Pacelli por su cargo de Camarlengo. Después de un Cónclave de sólo dos días y a la tercera votación fue elegido Papa el 2 de marzo de 1939. Diez días después fue coronado por el Cardenal Camillo Caccia Dominioni, Protodiácono de Santa Maria in Dominica.
Una de sus primeras decisiones como Papa fue la de borrar del Índice las obras de Charles Maurras, fundador de la Action Française. También mandó realizar excavaciones bajo la Basílica de San Pedro, donde fueron hallados los restos del primer Papa. En cuestiones más temporales, siempre se posicionó contra el Comunismo y proclamó el anatema para aquellos católicos que se unieran a sus filas.
Fue el primer Papa en desenvolverse con los medios de comunicación de la época; así fueron frecuentes sus radio mensajes y hasta sus apariciones en la televisión. Veía en los medios una manera imprescindible para hacer apostolado, especialmente por parte de los seglares.
Su doctrina, fidelísima a la Sagrada Tradición Católica, quedó reflejada en más de cuarenta Encíclicas, cincuenta Cartas Apostólicas y una treintena de Constituciones Apostólicas entre otros documentos que fueron y son hoy día faro y guía para todo católico.
Destacó su ahínco por hacer del Sagrado Corazón de Jesús el estandarte de todo católico, del cual "Deseamos también vivamente que cuantos se glorían del nombre de cristianos e, intrépidos, combaten por establecer el Reino de Jesucristo en el mundo, consideren la devoción al Corazón de Jesús como bandera y manantial de unidad, de salvación y de paz."
En su última enfermedad parece que fue reconfortado con visiones de Nuestro Señor y de la Madre de Dios, de la cual fue devotísimo esclavo y apóstol de su Rosario y del Bendito Escapulario, en el cual quería Pío XII que los católicos "Reconozcan en este memorial de la Virgen un espejo de humildad y castidad".
Sirva este sencillo homenaje para dar a conocer un poco más la egregia figura del Pastor Angelicus; un Papa consciente de su lugar en la Santa Iglesia Católica, como Padre y Pastor de Almas. Nunca nos cansaremos de recomendar sus clarísimos escritos, realizados con la pluma de la caridad y de la Verdad. En este sentido, quisiéramos terminar con un extracto del Discurso del Papa Pío XII a los recién casados en 1943, que nos viene como anillo al dedo en este mes dedicado a Nuestra Señora del Rosario.
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