La historia cuenta que el Arcángel San Rafael es Custodio de Córdoba desde que en la Edad Media una epidemia de peste asoló Europa diezmando la población. Córdoba entera se encomendó a San Rafael y milagrosamente la peste pasó por la ciudad sin apenas causar daño alguno. Ramírez de Arellano recoge en sus “Paseos por Córdoba” que cuando la peste asolaba la ciudad en el siglo XVI, el Arcángel se apareció al Padre Roelas en cuatro ocasiones, revelándole que él salvaría a la ciudad.
En aquel entonces, el sacerdote, temeroso de que todo fuera un engaño de sus sentidos y después de consultar el caso con importantes teólogos de la Compañía de Jesús, visitó al Provisor, quien le ordenó que si se producía una quinta aparición, le preguntase quién era. Así fue, en la madrugada del 7 de mayo de 1578, se produjo esta quinta aparición en la que San Rafael le dijo al sacerdote:
“Yo te juro, por Jesucristo Crucificado,
que soy Rafael, Ángel a quien Dios
tiene puesto por guarda de esta ciudad”
Al poco tiempo dejaron de morir personas en Córdoba a causa de la epidemia.
Nueve años después, el padre Roelas fallecía en Córdoba, tras una vida marcada por la prudencia y discreción con la que en todo momento trató estos prodigios, dando conocimiento de ellos sólo a los teólogos.
Por eso tuvieron que pasar 25 años para que las revelaciones de San Rafael al sacerdote pudiesen ser leídas.
A partir de entonces, se estableció un oratorio en la casa en la que el padre Roelas había vivido. Pero, la devoción al Arcángel era tan grande que con donativos de los cordobeses y con la ayuda de la nobleza, en 1610 se iniciaron unas obras para levantar una iglesia dedicada a su culto, que finalizaron en 1732. Poco a poco, el templo se iba quedando pequeño, por lo que fue necesario ampliarlo con unas obras que concluyeron en 1806.
Así nació el culto a San Rafael, que para muchos cordobeses es el arcángel que vela por el destino de su tierra. En su honor se han erigido numerosos triunfos por múltiples calles y plazas de la ciudad. De hecho, en casi todos los barrios del casco histórico se levanta alguno. La mayoría datan del siglo XVIII aunque hay algunos incluso del XVI. Entre otros, el de la Plaza de la Compañía, Plaza del Conde de Guadalhorce y el de la Plaza del Potro. En todos ellos figura textualmente el juramento que el Arcángel hizo al padre Roelas en su última aparición.
También, en su honor se han levantado estatuas como la del Puente Romano, así como edificios religiosos como la Iglesia del Juramento y la Iglesia parroquial de San Rafael de Córdoba.
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