Conmemoramos hoy a Santa Margarita María de Alacoque, que nació en Borgoña (Francia) el 25 de Julio de 1647; a los cuatro años y movida por un sentimiento interior de amor a Dios, hizo voto de castidad. Tuvo el privilegio de recibir la Sagrada Comunión a los nueve años (algo muy inusual en aquella época) pero dos años después, padeció una rara enfermedad que la obligó a guardar cama hasta que cumplió los quince. Promete a Nuestra Señora consagrarse a Ella si sana y ayunar todos los sábados para honrarla, voto que cumpliría por el resto de su vida.
A pesar de estas gracias, Santa Margarita, llevada por el amor a su familia, se afanó por contentarles a base de ser una muchacha coqueta con ansias por encontrar un buen marido. No obstante, Dios no se olvidó de aquél voto que le hiciera de niña y por eso la busca; ella misma lo cuenta que "Me lanzaba Jesús flechas tan ardientes, que traspasaban mi corazón y lo consumían dejándome como transida de dolor. Pasando esto, volvía a mis resistencias y vanidades".
Esos asedios de amor divino continuarían "molestándola" hasta que se decidió a entregarse por completo al Dueño de su alma; así, Nuestro Señor le reveló: "Te he elegido por esposa y nos prometimos fidelidad cuando hiciste el voto de castidad. Soy yo quien te motivo a hacerlo, antes de que el mundo tuviera parte en tu corazón... Y después te confié al cuidado de mi Santa Madre, para que te formase según mis designios."
Vencida por las continuas llamandas del Buen Jesús, a los veinte años entró en el Convento de la Visitación de Paray-le Monial. Preparada con enfermedades y contradicciones, recibió de Nuestro Señor numerosas vistas mostrándole Su Sacrosanto Corazón; pidióle la Devoción de la Hora Santa, la de los Primeros Viernes de mes y la institución litúrgica de la Fiesta del Sagrado Corazón, que en 1929 llegó a la categoría con que ahora la celebramos.
Su vida en la Visitación no fue un camino de rosas; Nuestro Señor la consolaba con sus continuas revelaciones -de las que tantas veces hemos hecho referencia en este blog- pero también le exigía ayunos y penitencias, en especial, para reparar los pecados de indiferencia e ingratitud de las almas consagradas, sobre todo, de los sacerdotes, por quien tanto agoniza el Sagrado Corazón de Jesús.
Así, le pidió la HORA SANTA DE LOS JUEVES por la santidad sacerdotal y la práctica de LOS NUEVE PRIMEROS VIERNES DE MES, donde debía ofrecer la Sagrada Comunión en reparación por las faltas de amor hacia el Sacratísimo Corazón de Nuestro Señor.
Sin embargo, no todos fueron sinsabores: el Divino Corazón también supo mimar a Santa Margarita, como cuando puso en su camino a San Claudio de la Colombiére, quien desde primera hora creyó en las Revelaciones que el Sagrado Corazón confiaba a Santa Margarita; este santo sacerdote fue su primer discípulo aparte de tierno Padre espiritual. Tal fue el amor de la Santa por su confesor y amigo que a la muerte de éste, Santa Margarita le compuso una letanía, ya que nunca dudó de su santidad.
Su vida en la Visitación no fue un camino de rosas; Nuestro Señor la consolaba con sus continuas revelaciones -de las que tantas veces hemos hecho referencia en este blog- pero también le exigía ayunos y penitencias, en especial, para reparar los pecados de indiferencia e ingratitud de las almas consagradas, sobre todo, de los sacerdotes, por quien tanto agoniza el Sagrado Corazón de Jesús.
Así, le pidió la HORA SANTA DE LOS JUEVES por la santidad sacerdotal y la práctica de LOS NUEVE PRIMEROS VIERNES DE MES, donde debía ofrecer la Sagrada Comunión en reparación por las faltas de amor hacia el Sacratísimo Corazón de Nuestro Señor.
Sin embargo, no todos fueron sinsabores: el Divino Corazón también supo mimar a Santa Margarita, como cuando puso en su camino a San Claudio de la Colombiére, quien desde primera hora creyó en las Revelaciones que el Sagrado Corazón confiaba a Santa Margarita; este santo sacerdote fue su primer discípulo aparte de tierno Padre espiritual. Tal fue el amor de la Santa por su confesor y amigo que a la muerte de éste, Santa Margarita le compuso una letanía, ya que nunca dudó de su santidad.
De igual modo, su Superiora, que en un primer momento recelaría de ella, terminó convencida de que las apariciones del Sagrado Corazón a Santa Margarita era ciertas; era imposible que un alma tan santa pudiese mentir, máxime cuando en alguna ocasión fueron testigos de sus gracias místicas. Por eso, la Superiora le ordenó en virtud de santa obediencia, que ante toda la Comunidad confesase las Revelciones que le había confiado el Sacratísimo Corazón. A pesar de la vergüenza, obedeció y habló con claridad. Sus hermanas la increparon y dudaron de ella, pero a día siguiente, todas confesaron su culpa.
A partir de ese momento, la Comunidad de Paray Le Monial acogió en su monasterio la Devovión al Sagrado Corazón de Jesús: se realizaron las primeras estampas devocionales y se compusieron las primeras oraciones, según las Revelaciones de Santa Margarita.
Muy en contra de su voluntad fue encargada de las novicias; en el transcurso de esta nueva tarea, profetizó el día y el año de su muerte, que aconteció tal día como hoy del año 1690, rodeada del amor y cariño de sus hermanas de La Visitación que ya la consideraban santa.
Así como Nuestro Señor pasó tres años de vida oculta, el mismo período pasó la memoria de Santa Margarita hasta que por fin, en 1693 el Papa Inocencio XIII concedió una Bula Papal a todos los Monasterios Visitandinos a fin de constituir en ellos la fiesta litúrgica del Sacratísimo Corazón de Jesús, según las Revelaciones confiadas a Santa Margarita. En 1765, el Papa Clemente XIII introdujo la misma celebración en la ciudad de Roma y finalmente, en 1856, Pío IX extendió la celebración a toda la Iglesia Católica, para más tarde, en 1864 beatificar a la Vidente del Sagrado Corazón. El Papa Benedicto XV, elevó a Santa Margarita a la Gloria de los Altares el 13 de Mayo de 1920, tercer Aniversario de las Apariciones de Fátima.
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