( La primera parte fue publicada el pasado 8 de Noviembre )
Los padecimientos de estómago continuaban, el brazo izquierdo estaba paralizado, una de sus piernas maltrecha, por no hablar de las diferentes úlceras que se abrían por todo su cuerpo. Los médicos optaron por cortarle la pierna enferma ante el temor de la cangrena, pero Teresa Neumann, como en otras ocasione, dejó su curación confiada a la intercesión de Santa Teresita del Niño Jesús.
Si de veras ansiaba ser sanada, no era por su propio interés, ya que era dichosa de poder ofrecer a Dios tantos dolores y enfermedades, pero el hecho de padecer tantas y tan complicadas dolencias, exigía de los cuidados de su familia. Por eso, Teresa toma unos pétalos de rosas provenientes de la tumba de Santa Teresita y los manda a poner sobre las úlceras de las pierna enferma; a los pocos momentos sintió un vivo picor y las llagas cesaron de supurarle. Cuando le retiraron las vendas con las que había colocado los pétalos de rosas, se pudo comprobar que las llagas estaban cerradas y la pierna completamente curada.
No obstante, las demás enfermedades prosiguieron, y así Teresa pudo seguir ofreciéndose, como víctima expiatoria por la salvación de los pecadores. Así hasta el nuevo prodigio, que aconteció el 17 de Mayo de 1925, fecha también señalada en la historia de Santa Teresita del Niño Jesús, puesto que en ese mismo día, en la Basílica de San Pedro en Roma, tenía lugar la solemne Ceremonia de Canonización de la gran Santa carmelita.
Todo ocurrió cuando Teresa Neumann rezaba el Rosario: al comenzar la segunda decena de los Misterios Gloriosos, percibió una luz cegadora por encima de su lecho. Con el bastón del que se ayudaba, golpeó para llamar a la familia, que llegó alarmada a la habitación de la pobre enferma. Teresa pregunta por el sacerdote y salen presurosos a buscarlo. Teresa está erguida en la cama, en una posición que no había tomado hasta entonces.
La ven mover los labios, como si hablara con alguien, pero sin que nadie llegase a percibir lo que decía; solamente se le oía decir "sí" o "no". Su cabeza y sus gestos se movían a tenor de lo que parecía una conversación con un ser angelical. Cuando hubo acabado de hablar con el invisible personaje, se limitó a decir: "Traedme el vestido. Estoy sana. Puedo levantarme".
La familia de Teresa Neumann comprueba con estupor cómo se han cicatrizado las llagas y úlceras de la espalda, así como las del resto del cuerpo y que la pierna atrofiada por la convalecencia, está en una posición completamente normal...
Continuará...
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