"Escribe ahora para Mis almas. Quiero manifestarles la amargura de que estaba poseído Mi Corazón durante la Última Cena. Pues si era grande Mi alegría de hacerme compañero de los hombres hasta el fin de los siglos y alimento divino de las almas, y veía cuántas me rendirían homenaje de adoración, de reparación y de amor… no fue menor la tristeza que me causó el ver cuántas habrían de abandonarme en el Sagrario y cuántas no creerían en la presencia real…
“¡En cuántos corazones manchados por el pecado tendría que entrar… y cómo Mi Carne y Mi Sangre así profanadas, habían de convertirse en causa de condenación para muchas almas…!
“¡Ah! ¡Cómo vi en aquel momento, todos los sacrilegios y ultrajes y las tremendas abominaciones que habían de cometerse contra Mí! ¡Cuántas horas había de pasar sólo en el Sagrario! ¡Cuántas noches! ¡Cuántas almas rechazarían los llamamientos amorosos que, desde es morada, les dirigía…!
“Por amor a las almas, me quedo prisionero en la Eucaristía, para que en todas sus penas y aflicciones puedan venir a consolarse con el más tierno de los corazones, con el mejor de los padres, con el amigo más fiel: mas ¡ese Amor que se deshace y se consume por el bien de las almas, no ha de ser comprendido…!”
(Palabras de Nuestro Señor a Sor Josefa Menéndez, Revelaciones que el Sagrado Corazón de Jesús le manifestó en la intimidad de una vida oculta y que ella recogió por obediencia; sus escritos fueron compilados en el libro UN LLAMAMIENTO AL AMOR)
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