Siguiendo el esquema de piedad de LA SEMANA DEL BUEN CRISTIANO, dedicamos este día viernes al Sacratísimo Corazón de Jesús y a meditar en reparación al Mismo Corazón, los sufrimientos que padeció Nuestro Señor en Su Dolorosa Pasión.
Un sencillo método -tanto para los que se inician en esta necesaria devoción como para aquellas personas piadosas que carecen de tiempo- es centrarnos en una de las Estaciones del Santo Viacrucis, si bien siempre será lo ideal, rezarlo completo para poder lucrar las indulgencias que lleva concedidas.
Caer, quedar echado en el suelo, quedar a los pies de todos, dar pública manifestación de no tener ya más fuerzas, son éstas las humillaciones a las cuales Vos quisisteis sujetaros, Señor, para mi lección. De Vos nadie se compadeció. Redoblaron las injurias y los malos tratos. Y mientras tanto Vuestra gracia solicitaba en vano, en lo íntimo de aquellos corazones empedernidos, un movimiento de piedad.
Aún en este momento quisisteis continuar vuestra Pasión para salvar a los hombres. ¿Qué hombres? Todos, incluso los que allí estaban aumentando de todos los modos vuestro dolor.
En mi apostolado, Señor, deberé continuar aún cuando todas mis obras estén por el suelo, aún cuando todos se unieren para atacarme, aún cuando la ingratitud y la perversidad de aquellos a quienes quise hacer el bien se vuelvan contra mí.
No tendré la flaqueza de cambiar de camino para agradarlos. Mis vías sólo pueden ser las vuestras, esto es las vías de la ortodoxia, de la pureza, de la austeridad. Pero, en vuestros caminos sufriré por ellos. Y unidos mis dolores imperfectos a vuestro dolor perfecto, a vuestro dolor infinitamente precioso, continuaré haciéndoles bien. Para que se salven, o para que las gracias rechazadas se acumulen sobre ellos como brasas ardientes, clamando por castigo. Fue lo que hicisteis con el pueblo deicida, y con todos aquellos que hasta el final os rechazaron.
Aún en este momento quisisteis continuar vuestra Pasión para salvar a los hombres. ¿Qué hombres? Todos, incluso los que allí estaban aumentando de todos los modos vuestro dolor.
En mi apostolado, Señor, deberé continuar aún cuando todas mis obras estén por el suelo, aún cuando todos se unieren para atacarme, aún cuando la ingratitud y la perversidad de aquellos a quienes quise hacer el bien se vuelvan contra mí.
No tendré la flaqueza de cambiar de camino para agradarlos. Mis vías sólo pueden ser las vuestras, esto es las vías de la ortodoxia, de la pureza, de la austeridad. Pero, en vuestros caminos sufriré por ellos. Y unidos mis dolores imperfectos a vuestro dolor perfecto, a vuestro dolor infinitamente precioso, continuaré haciéndoles bien. Para que se salven, o para que las gracias rechazadas se acumulen sobre ellos como brasas ardientes, clamando por castigo. Fue lo que hicisteis con el pueblo deicida, y con todos aquellos que hasta el final os rechazaron.
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