jueves, 28 de noviembre de 2019

EL SANTO SACRIFICIO DE LA MISA, el medio más eficaz para redimir a las Almas del Purgatorio


               Termina el Mes dedicado a las Almas del Purgatorio, pero la caridad cristiana nos obliga a seguir rezando cada día por nuestros Difuntos; el amor a Cristo Nuestro Señor nos urge a seguir ofreciendo oraciones, sacrificios y limosnas por la liberación de aquellas pobres Almas que están purificándose en la cárcel del Purgatorio. ¿Cómo demostrar el amor por los nuestros, si no nos preocupamos de su estado tras la muerte? Seguro tenemos familiares, amigos, deudos, que un día formaron parte de nuestra vida y ahora penan en el Purgatorio, sin que nadie se apiade de ellos, sin que un alma caritativa rece por ellos... almas como la de Amelia, amiga de los videntes de Fátima, y de la que Nuestra Señora advirtió "Amelia estará en el Purgatorio hasta el fin del mundo...". El tiempo en el Purgatorio no tiene la misma medida que el de esta otra realidad en la que nos movemos, por eso URGE que tengamos piedad para con las Ánimas Benditas, que nada pueden hacer ya por aliviar su situación, pues en vida, rechazaron muchas gracias que las habrían ayudado a evitar el Purgatorio...

               Nosotros, que aún estamos en medio de las pruebas de este mundo, podemos adquirir méritos, gracias y muchas indulgecias que nos rediman de las penas merecidas por nuestros pecados. Tenemos la dicha de poder asistir a la Santa Misa, que es la fuente de toda Santidad y de donde emana el verdadero alivio para las Almas del Purgatorio. No desaproveches la ocasión para hacer el bien para ti mismo y para esas Almas: ofrece a menudo el Santo Sacrificio de la Misa por el descanso eterno de las Ánimas, porque no  hay obra de mayor caridad con nuestros difuntos que inmolarse con Cristo en el Altar del Calvario, como Él mismo lo hiciera, no sólo para satisfacer por los pecados de los vivos, sino también para que Su Sangre Preciosa, alcanzase a las Almas que aún necesitan limpiar la reliquia de sus pecados.

               Ofrece la Santa Misa por el Purgatorio, por los tuyos y por aquellas Almas por las que nadie reza; para ello, sé generoso con el estipendio de la Santa Misa, que la limosna también es un sacrificio real y efectivo para aliviar, por ejemplo, a aquellas Almas que penan por haber sido en su vida terrenal avaras o egoítas. Ten esa caridad para con estas mendigas de amor que, una vez liberadas del fuego purificador, subirán raudas al Cielo, a participar de la Visión Beatífica y a interceder por aquellos que han sido sus benefactores.





Un Alma del Purgatorio solicitó al Padre Pío
que celebrase la Santa Misa por su descanso


               San Giovanni Rotondo, Italia, Mayo de 1922: el Padre Pío declara ante el Obispo de Melfi, Monseñor Alberto Costa, estando presente el Superior del Convento, el Padre Lorenzo de San Marcos, junto con otros cinco frailes capuchinos. Uno de ellos, Fray Alberto D’ Apolito de San Giovanni Rotondo escribió la declaración de esta manera:

               “Mientras estaba en el Convento en una tarde de invierno después de una fuerte nevada, él estaba sentado junto a la chimenea una noche en la habitación, absorto en la oración, cuando un anciano, vestido con una capa antigua todavía usada por los campesinos del sur de Italia, se sentó junto a él. Respecto a este hombre dice el Padre Pío: “No me podía imaginar cómo podría haber entrado en el convento en ese momento de la noche ya que todas las puertas están bloqueadas. Le pregunté: ¿Quién eres? ¿Qué quieres?”

               El anciano le dijo: “Padre Pío, soy Pietro Di Mauro, hijo de Nicolás, apodado Precoco”. Ante el silencio del Padre Pío, el hombre continuó hablando: “Yo morí en este convento el 18 de Septiembre de 1908, en la celda número cuatro, cuando todavía era un asilo de pobres. Una noche, mientras estaba en la cama, me quedé dormido con un cigarro encendido, el cual incendió la colchón y he muerto, asfixiado y quemado. Todavía estoy en el purgatorio. Necesito una Santa Misa con el fin de ser liberado. Dios permitió que yo venga a pedirle su ayuda.”

               De acuerdo con el relato del Padre Pío: “Después de escucharlo, yo respondí: “Tenga la seguridad de que mañana celebraré la Santa Misa por su liberación.” Me levanté y le acompañé hasta la puerta del convento, para que pudiera salir no me di cuenta en ese momento que la puerta estaba cerrada con llave. La abrí y me despedí de él; la luna iluminaba la plaza, cubierta de nieve. Cuando yo ya no lo vi delante de mí, fui tomado por un sentimiento de miedo, y cerré la puerta, volví a entrar en la habitación de invitados, y me sentía débil.”

               Unos días más tarde, el Padre Pío también contó la historia al Padre Paolino, y los dos decidieron ir a la ciudad, donde investigando en las estadísticas vitales del año 1908, encontraron que efectivamente, el 18 de Septiembre de ese año, un Pietro Di Mauro muerto por quemaduras y asfixia en la habitación número cuatro en el Convento de San Giovano Rotondo, utilizado en aquellos años como un hogar para pobres.



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