El Señor nos pide que hagamos penitencia
El Buen Cristiano es aquél que imita a Cristo,
que le sigue a través del camino
que conduce al Calvario...
Nuestro Señor Jesucristo comenzó Su Vida Pública con cuarenta días de ayuno en el desierto como preparación (1). Más tarde, invitó dulcemente a todos aquellos que decían amarle a llevar junto a Él la Cruz, y les anunció la persecución, por ser Sus Discípulos (2).
Duerme Nuestro Señor, casi como un mendigo, a la intemperie en sus viajes, en los que no tiene donde reclinar Su cabeza (3). Afirma que nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos (4). Él mismo, se entrega a la muerte para salvarnos; todos los sufrimientos soportados por Cristo Redentor en Su cruenta Pasión, deben considerarse voluntarios, no sólo como el ofrecimiento de algo sucedido contra la propia voluntad y que no puede evitarse: “por eso me ama el Padre, porque doy Mi Vida, para recobrarla de nuevo. Nadie me la quita; Yo la doy voluntariamente. Tengo poder para darla y poder para recobrarla de nuevo”.
Siguiendo el ejemplo claro de Nuestro Señor Jesucristo, dentro de tus obligaciones y trabajos diarios, procura vivir esta Santa Cuaresma -y mejor todo el año- en santo recogimiento, en tu particular desierto: ratos libres, que en lugar de usar para ir con amigos o jugar en casa, dedicarás a estar con Dios a solas; deshecha entonces de tu mente, los pensamientos absurdos, para ocuparla con jaculatorias y otros actos de amor a Dios y a la Virgen Inmaculada. Tal vez te has mortificado alguna vez a base de ayunar, de castigar tu cuerpo, de privarte de algún alimento de tu particular gusto. Son mortificaciones maravillosas, siempre que se tenga cuidado de no comprometer la salud y con revisión por parte de un Director Espiritual.
Sin embargo, olvidamos muchas veces mortificar el foco y origen de la mayoría de nuestros males: el pensamiento. ¿Cuántos pensamientos pasan constantemente por nuestra cabeza?, ¿Cuántos de ellos van dedicados a Dios, a la Virgen, a nuestra Santa Fe...?... por el contrario, ¿cuántas veces toleramos y hasta fomentamos ideas absurdas en nuestra mente?, ¿Por qué nos empeñamos en soñar despiertos y vivir adormilados con la anestesia de ideas vanas, que nunca se materializarán o que simplemente son justificaciones absurdas?
Mortifica tu pensamiento sujetando las ideas, sometiéndolas a la Voz de Dios; siente el peso de la negación propia como Cristo lo sintió en Su Divina Cabeza, cuando se dejó coronar de espinas... y hazlo tan solo por dos motivos: por amor a Dios y a las almas; sobre todo, ten presentes a aquéllas que pasan la vida sin dedicar un solo pensamiento al Creador... tú, que has sido bendecido con el don de la Fe, has de reparar por aquellos que viven sin Dios; tú, que presumes amar a Dios, y obligado estás a ello por Su Ley, debes mortificarte por cuantos malos cristianos no lo hacen; tú, que estas líneas no lees por casualidad, tienes vocación de Apóstol, de dar el mejor testimonio de Fe Católica: el buen ejemplo.
Mortifica tu mente, refrena las ideas vanas, las ocurrencias absurdas; llena tus ideas de imágenes y textos piadosos, para gustar a Dios con el pensamiento y de ahí con el corazón, el entendimiento y por fin, la voluntad. Ama la mortificación de tus ideas porque ello te asegurará la muerte de tu natural soberbia, que se alimenta de esos pensamientos de superioridad o egoísmo. Oblígate a pensar a menudo en el perdón y en la caridad para con aquellos que no te quieren bien, para eliminar cualquier resto de odio o rencor. Al mismo tiempo, desprende pensamientos de angustia, de desesperación, de incertidumbre... son susurros del demonio, que pretende que desconfiemos de la Providencia de Dios, que siempre nos ampara, aún cuando tengamos que padecer para entenderlo.
La Penitencia en el Antiguo Testamento
"...y le dijo el Señor: "Pasa por en medio de la ciudad, por en medio de Jerusalén, y ponles una señal en la frente a los hombres que gimen y claman a causa de todas las abominaciones que se hacen en medio de ella". A los otros dijo, oyéndolo yo: "Pasad por la ciudad en pos de él, y matad; no miren con piedad vuestros ojos, no tengáis compasión. Matad a viejos, a jóvenes y a vírgenes, a niños y a mujeres, hasta que no quede ninguno. Pero a todo aquel sobre el cual esté la señal, no os acercaréis; y comenzaréis por mi santuario". Comenzaron, pues, desde los hombres ancianos que estaban delante del templo." Profeta Ezequiel, cap. 9, vers. 4-6
"Me dirigí hacia el Señor Dios, implorándole con oraciones y súplicas, con ayuno, saco y ceniza". Profeta Daniel, cap. 9, vers. 3
"El anuncio llegó hasta el rey de Nínive, que se bajó del trono, se quitó su manto, se cubrió de saco y se sentó en la ceniza". Libro de Jonás, cap. 3, vers. 6
La Penitencia en el Nuevo Testamento
"...cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu cara, para que los hombres no adviertan que ayunas, sino tu Padre que está en lo oculto; y tu Padre, que ve en lo oculto, te recompensará". Evangelio de San Mateo, cap. 6, vers. 16-18
"¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que se han hecho en vosotras, tiempo ha que en sayal y ceniza se habrían convertido". Evangelio de San Mateo, cap. 11, vers. 21
"Os ruego... que le ofrezcáis vuestros cuerpos como una hostia viva, santa y agradable a sus ojos, que es el culto racional que debéis ofrecerle" Carta de San Pablo a los Romanos, cap. 12, vers. 1
"...los que son de Jesucristo, crucificaron su carne, con sus vicios y concupiscencias..." Carta de San Pablo a los Gálatas, cap. 5, vers. 24
NOTAS ACLARATORIAS
- 1 Evangelio de San Mateo, cp. 4, vers. 2
- 2 Evangelio de San Lucas, cap. 21, vers. 12
- 3 Evangelio de San Mateo, cap. 8, vers. 20
- 4 Evangelio de San Juan, cap. 15, vers. 13
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