"Para mí no tiene duda que el Sacerdote, cuando trabaja como tal Sacerdote, con la pureza de intención y con la Fe sobrenatural en la eficacia de su Ministerio con que debe obrar, siempre obtiene fruto porque Jesucristo lo ha elegido y puesto para trabajar y dar fruto... aunque Dios Nuestro Señor, por fines altísimos y de mucha misericordia para nosotros, no ha querido que Sus Ministros conozcan ciertamente ni el tiempo, ni el lugar, ni la calidad, ni la medida del fruto que corresponde a sus trabajos..."
Don Manuel González,
"el Obispo del Sagrario Abandonado"
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