San Luis María Grignión de Montfort fue en este proceso histórico, un verdadero Profeta. En el momento en que tantos espíritus ilustres se sentían enteramente tranquilos en cuanto a la situación de la Iglesia, engañados en un optimismo disciplente, tibio, sistemático, él sondeó con mirar de águila las profundidades del presente, y predijo una crisis religiosa futura, en términos que hacen pensar en las desgracias que la Iglesia sufrió durante la Revolución, es decir, la implantación del laicismo de Estado, el establecimiento de la "Iglesia Constitucional", la proscripción del Culto Católico, la adoración de la diosa razón, el cautiverio y muerte del Papa Pío VI, las masacres y deportaciones de Sacerdotes y Religiosas, la introducción del divorcio, la confiscación de bienes eclesiásticos, etc. Más aún. Para aliento y alegría nuestra el Santo profetizó una grande y universal Victoria de la Religión Católica en días venideros.
Pero además de Profeta, San Luis María Grignion de Montfort fue misionero y guerrero. Misionero, fustigó implacablemente el espíritu neo-pagano, haciendo cuanto podía por apartar al pueblo fiel del mundanismo y de todo cuanto constituía el mal espíritu nacido del Renacimiento. La región evangelizada por él fue tan profundamente inmunizada contra el virus de la Revolución, que se levantó en armas contra el gobierno republicano y anticatólico de París. Fue la Chouannerie. Si San Luis María Grignion hubiese extendido su acción misionera a toda Francia, probablemente habría sido otra su historia, y la otra la historia del mundo.
Orador sagrado eficientísimo, predicaba la palabra de Dios con una fogosidad extraordinaria. Esto le valió el odio, no sólo de los calvinistas, sino de una de las sectas más detestables y más influyentes que hasta hoy hayan existido infiltradas en la Iglesia, o sea, los jansenistas. Sería largo enunciar las múltiples y complejas razones por las que el jansenismo, con sus apariencias de austeridad es, sin embargo, legítimo producto de la crisis religiosa del siglo XVI. Lo cierto es que esta secta, disponiendo de deplorable influencia sobre muchos fieles, Sacerdotes y hasta Obispos, Arzobispos, Cardenales, seguía una línea de pensamiento y de acción nociva a toda restauración de la vida religiosa, apartaba las almas de los Sacramentos, y combatía vivamente la devoción a Nuestra Señora.
San Luis María Grignion de Montfort, por el contrario, tenía a la Sma. Virgen la devoción más ardiente, y, hasta compuso en su alabanza el "Tratado de la Verdadera Devoción", que constituye hoy el fundamento más fuerte de toda la Piedad Mariana profunda. Por otro lado, con sus misiones aproximaba al pueblo a los Sacramentos, lo enfervorizaba en la Devoción al Rosario. En una palabra, hacía obra diametralmente opuesta a las intenciones jansenistas.
Esto le trajo, en los propios medios Católicos, una persecución abierta, que le valió las mayores humillaciones. Causa asombro que mientras Prelados, clérigos y laicos, en nombre de la caridad se mostraban irritados o aprensivos con la justa severidad de la Santa Sede en relación con los jansenistas, no hubiese penalidades, actos de hostilidad, ni humillaciones que les bastase contra San Luis María.
Se puede decir que fue uno de los Santos más despreciados y humillados que hubo en estos veinte siglos de vida de la Iglesia. Por fin, sólo en dos diócesis le fue permitido ejercer su Ministerio. Pero, como un nuevo Ignacio de Loyola, sintiendo con serenidad el ímpetu contra su persona, los oleajes del odio anticatólico disfrazado con aires de piedad, no se perturbó. Y, humillado, luchó hasta el fin.
Ahora bien, este Santo extraordinario dejó una oración admirable, conteniendo enseñanzas y luces especiales para nuestra época. Es la que compuso pidiendo Misioneros para su Congregación.
En esta oración, como mostraremos más adelante, se ve que para San Luis María sus tiempos eran precursores de una inmensa crisis que se extiende hasta hoy, e irá hasta la instauración del Reino de María. Y él mismo se nos imagina como el modelo, la prefigura de los Apóstoles de los Últimos Tiempos, suscitados para luchar en esta crisis, y vencer la batalla por María Santísima. Es esta la sublime y profunda actualidad de San Luis María Grignion de Montfort para los Apóstoles de nuestros días.
El Reino de María será una época en que la unión de las almas con Nuestra Señora alcanzará una intensidad sin precedentes en la Historia. ¿Cuál es la forma de esa unión en cierto sentido suprema? No conozco medio más perfecto para enunciar y realizar esa unión, que la Sagrada Esclavitud a Nuestra Señora, como es enseñada por San Luis María Grignion de Montfort en el "Tratado de la Verdadera Devoción".
Plinio Corrêa de Oliveira
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