lunes, 17 de agosto de 2020
BEATA BEATRIZ DE SILVA Y MENESES, Fundadora de la Orden de la Inmaculada Concepción
Beatriz nació en Campo Mayor, importante villa portuguesa, en 1437. Fue su padre Don Ruy Gómez de Silva y su madre Isabel de Meneses de sangre real, emparentada con las casas reales de España y Portugal, quienes contrajeron matrimonio en 1422.
En 1434, su padre, había sido trasladado desce Ceuta a tierra portuguesa y designado alcaide mayor de Campo Mayor, provincia de Alentejo, lugar donde tuvo lugar el nacimiento de Beatriz, y donde transcurrió su infancia y adolescencia, en una familia de once hermanos. Uno de sus hermanos fue el Beato Amadeo de Silva o Meneses, franciscano, confesor del papa Sixto IV y creador de la rama reformadora de los llamados Amadeítas. Este es un dato importante que liga a Beatriz con la espiritualidad franciscana y devoción a la Inmaculada.
En 1447, con poco más de veinte años, Beatriz abandona Portugal, llega a Castilla con el séquito de la infanta Isabel de Portugal, quien se unía en segundas nupcias con el rey Don Juan II, en Madrigal de las Altas Torres (Ávila). De esta unión nacería Isabel la Católica a quien Beatriz mecería y más tarde, siendo Isabel reina, la ayudaría en la fundación de la Orden.
Fuese por intrigas de algún caballero resentido ante la negativa de Beatriz a sus pretensiones, fuese por celos de la reina, que llegó a ver en ella una amante rival, cayó en desgracia de ésta, que antes la eligió como dama, ahora quiso quitarla de su vista: así un día la invitó a acompañarla a los sótanos del palacio y, al llegar al lugar, acercó a Beatriz a un cofre o baúl grande y, empujándola, la metió, cerrándola con llave.
En momentos tan difíciles, según se recoge en el proceso de canonización, «recibió la visita de la Reina del Cielo vestida de blanco y azul, que la consoló con su presencia. Después de anunciarle que sería liberada, le confió el mensaje de que fundara una orden consagrada al culto y honor de su Inmaculada Concepción», con el mismo hábito que ella traía: blanco y azul. Como reconocimiento se consagró con voto de virginidad, con firme propósito de cumplir el mensaje recibido. (En este momento se empezó a gestar la Orden de la Inmaculada Concepción).
La intervención de Don Juan Meneses, tío de Beatriz, hizo que la reina Isabel abriese el cofre pasados tres días, esperando que su dama fuese ya cadáver. La sorpresa de todos fue impresionante. Beatriz apareció con más belleza y lozanía que antes de ser encerrada. Todos adivinaron que la bella dama portuguesa había sido favorecida en aquellas horas obscuras y tenebrosas con alguna luz especial del cielo. La Santísima Virgen la había escogido para dama suya.
Tras lo sucedido, Beatriz decidió abandonar la corte y, con la ayuda del propio rey, salió en 1451-1453 del Palacio de Tordesillas y se dirigió a la ciudad de Toledo, al convento de Santo Domingo el Real. En dicho convento vivía, no como religiosa dominica sino como pisadera, acompañada de dos criadas.
En 1479 se firmó la paz definitiva entre Castilla y Portugal. La Reina Doña Isabel vio un motivo para conversar con Beatriz, la dama que la había mecido en sus brazos cuando era niña. En las conversaciones, la Reina, apoyó la fundación de la Orden Concepcionista, que la Virgen había confiado a Beatriz y, concretaron en común acuerdo que Beatriz abandonara Santo Domingo el Real para instalarse en los Palacios de Galiana, donados por la Reina junto con la Capilla de la Virgen de Belén y Mártir Santa Fe.
Cinco años pasó Beatriz echando los cimientos de la Orden concepcionista, bajo la protección de Santa Fe. El nombre de esta santa francesa decía muy bien con la fe que había demostrado Beatriz desde que salió de Tordesillas. Isabel la Católica se serviría del patrocinio de esta misma Santa en la Conquista de Granada, con una Fe paralela a la de Beatriz.
La aprobación de la Orden Concepcionista, solicitada al Papa por Beatriz y la Reina mediante las “minutas”, era firmada por Inocencio VIII el 30 de Abril de 1489 mediante la bula «Inter Universa». En este mismo día se presentó en el torno del convento un personaje misterioso, preguntando por doña Beatriz de Silva y comunicándole la firma de la bula por el Papa. De esta manera lo supo ella en Toledo, cuando se otorgó en Roma, por revelación divina y creyó, sin duda que este mensajero era San Rafael, porque desde que supo decir el Avemaría le había sido muy devota y rezaba cada día alguna oración especial.
El mismo día 16 de Agosto, que se había acordado para la toma de hábitos, tuvo lugar la tranquila muerte de Beatriz. El mismo padre confesor le impuso el hábito y velo concepcionistas y recibió su profesión religiosa.
«Al tiempo de su muerte fueron vistas dos cosas maravillosas: la una fue que, como le quitaron del rostro el velo para darle la unción, fue tanto el brillo que de su rostro salió que todos quedaron espantados; la otra fue que en mitad de la frente le vieron una estrella, la cual estuvo allí puesta hasta que expiró, y daba tan gran luz y resplandor como la luna cuando más luce, de lo cual fueron testigos seis religiosos de la Orden de San Francisco».
En 1924 el Papa Pío XI confirmó el culto inmemorial tributado a Beatriz como a Beata, ya que había sido venerada por el pueblo fiel durante más de cien años, requisito para elevar a un Santo a los Altares sin necesidad de proceso canónico.
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