lunes, 31 de agosto de 2020
SANTO DOMINGUITO DEL VAL, Mártir de los deicidas
Domingo del Val nació en Zaragoza en 1243, era hijo de los infanzones Sancho del Val, notario de la ciudad, e Isabel Sancho. Piadoso monaguillo, asistía a diario a los cultos además de participar con otro niños en el coro de la Catedral de La Seo (Zaragoza, España).
El Miércoles 31 de Agosto de 1250, pasaba por las estrechas calles del barrio judío de Zaragoza, cuando, de repente, Mosé Albayucet, un usurero judío según cuentan las antiguas versiones, se abalanzó sobre él y le raptó para llevarle a casa de uno de los rabinos principales de la ciudad. Allí le dijeron: «Querido niño, no queremos hacerte mal ningún, pero si quieres salir de aquí tienes que pisar ese Cristo». «Eso nunca. Es mi Dios. No, no y mil veces no», respondió con firmeza Dominguito. «Acabemos pronto», apremiaron los judíos mientras acercaban una escalera, un martillo y unos clavos para crucificar al niño, además de colocarle una corona de zarzas sobre su rubia cabellera, para que el parecido con Jesús fuera mayor.
Tras el crimen del inocente niño, los judíos procuraron hacer desaparecer el cuerpo. Le cortaron la cabeza y los pies, que lanzaron al pozo que tenían en la casa, mientras que el resto del cuerpo lo enterraron en la orilla del Ebro, muy cerca del actual pozo de San Lázaro junto al Puente de Piedra. Mientras, la ciudad se volcaba buscando al niño desaparecido, hasta que un día, dos pescadores que estaban en el río, vieron cómo un fuerte rayo de sol descendía de los cielos y comenzó a iluminar un punto concreto de la orilla. Los pescadores acudieron allí y empezaron a cavar hasta que encontraron los restos de Domingo. Se revelaba el misterio de qué había sido del niño, siendo una señal divina la que mostró dónde se encontraba su cuerpo.
Sin embargo, el milagro no se terminó ahí. De nuevo la intercesión celestial hizo que las aguas del río Ebro crecieran de forma anormal para aquella época del año y los pozos de las casas de la ciudad comenzaron a rezumar agua y a desbordarse, con lo que los pies y cabeza del niño salieron del pozo de la casa judía a la que fueron lanzados. Por fin se esclarecía el misterio y toda la ciudad vio que los responsables habían sido los judíos.
Domingo de Val fue canonizado el 9 de Julio de 1808 por el Papa Pío VII, y declarado Patrón de los Infanticos (niños cantores de la Catedral de Zaragoza) y sus restos fueron enterrados en la misma Catedral donde acolitaba, en una magnífica capilla dedicada a él.
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