Yo no quiero predicar a las gentes, ni catequizar a los niños, ni consolar a los tristes, ni socorrer a los pobres, ni visitar a los pueblos, ni atraer corazones, ni perdonar pecados contra Dios o injurias contra mí, más que para quitar al Corazón de Jesús Sacramentado la gran pesadumbre de Su abandono y para llevarle el dulce regalo de la compañía de las almas. Yo no quiero ser Obispo de la sabiduría, ni de la actividad, ni de los pobres, ni de los ricos; yo no quiero ser más que el Obispo del Sagrario abandonado...
+ Manuel González, Obispo de Palencia
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