Esta tierna devoción, que según la tradición parece haber instituido el mismo Señor, el día de su muerte, imprimiendo milagrosamente su Efigie ensangrentada en el velo de la Verónica, ha sido conocida y practicada siempre en la Iglesia Católica.
Jesucristo Nuestro Señor ha concedido gracias enormes a los devotos de Su Santa Faz. Enraizada en la vida de la Iglesia, ya místicas como Santa Gertrudis y Santa Mectildis conocieron y divulgaron tan piadosa vía de santificación. La Venerable Sor María de San Pedro obtuvo, por la fuerza de las visiones y revelaciones que el Redentor diera para ella, que el Papa Pío XII instaurara la fiesta universal de la Santa Faz el Martes anterior al Miércoles de Cenizas.
La vía dorada para crecer rápidamente en el amor de Dios fue la devoción predilecta y la que con mayor caridad promoviera Santa Teresita del Niño Jesús y de la Santa Faz. Para la Santa de Lisieux, las enormes gracias concedidas a través de esta devoción no son sino el cumplimiento de las promesas dadas por Nuestro Señor a Santa Gertrudis y a Santa Matilde en el pasado.
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