Juzgamos que la fase de dolores cada vez más acentuados por las que el Catolicismo habrá de pasar son como el túnel que, aún cuando nos introduzca por algún tiempo en las más densas tinieblas, en la negrura del más absoluto dolor, abreviará nuestro camino hacia la Victoria final cortando montañas y transponiendo obstáculos que, sin ese túnel de dolores, llevaríamos muchos decenios -tal vez siglos- en recorrer.
Entra la Iglesia, y con Ella la Civilización Occidental, en uno de los túneles de la Historia por el cual la Divina Providencia nos hace pasar, para acortar los padecimientos del Catolicismo. Y cada vez, por tanto, que sintamos más encarnizado el ataque, más terribles las probaciones, tengamos la convicción tranquilizadora de que estamos progresando en el túnel, y nos aproximamos cada vez más del momento feliz en que nos encontraremos nuevamente en la claridad radiante de una civilización plenamente Cristiana (12 de Julio de 1931)
Cumplamos nuestro deber. Y si, después de que hayamos hecho todo lo posible -la palabra ‘todo’ significa todo, pero absolutamente todo, y no sólo ‘un poco’ o ‘mucho’- resignémonos ante la avalancha que viene. Porque, aunque perezcan Brasil y el mundo entero, aunque la propia Iglesia sea devastada por los lobos de la herejía, Ella es inmortal. Nadará sobre las aguas revueltas del diluvio. Y es de dentro de su seno sagrado que saldrán después de la tempestad, como Noé del Arca, los hombres que habrán de fundar la Civilización de mañana (21 de Marzo de 1937)
...una era nueva brillará sobre el mundo, finalmente apaciguado en el aprisco de un sólo Pastor. En ese día, los pueblos se regocijarán y el mundo entero oirá la repetición de la promesa evangélica: paz en la tierra a los hombres de buena voluntad. (14 de Julio de 1940)
Es bueno que, al final de estas reflexiones, nuestro espíritu se detenga en la consideración de las perspectivas últimas del mensaje de Fátima. Para más allá de la tristeza y de los castigos supremamente probables, para los cuales caminamos, tenemos ante nosotros las claridades sacrales de la aurora del Reino de María: "Por fin Mi Inmaculado Corazón triunfará". Es una perspectiva grandiosa de universal Victoria del Corazón regio y maternal de la Santísima Virgen. Es una promesa apaciguadora, atrayente y sobre todo majestuosa y entusiasta.
Para evitar el castigo en la tenue medida en que es evitable, obtener la conversión de los hombres en la tenue medida en que según la economía común de la gracia ella es todavía obtenible antes del castigo, para apresurar cuanto posible la aurora bendita del Reino de María, y para ayudarnos a caminar en medio de las hecatombes que tan gravemente nos amenazan ¿qué podemos hacer? Nuestra Señora nos lo indica: el aumento en el fervor en la devoción a Ella, la oración, la penitencia... (13 de Mayo de 1967)
Doctor Plinio Corrêa de Oliveira
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