jueves, 25 de enero de 2024

POR LAS MANOS DE LOS APÓSTOLES



               ...el hábito mismo que lleváis os advierte, que no debéis vivir para el mundo, sino para Dios. Empeñaos, pues, con ardor y valentía, confiando en la protección de la Virgen Madre de Dios, en conservaros cada día «nítidos, limpios, puros, castos, como conviene a ministros de Cristo y dispensadores de los misterios de Dios» (Del Pontifical Romano en la Ordenación del Diácono)

               Como toda la vida del Salvador fue ordenada al Sacrificio de Sí mismo, así también la vida del Sacerdote, que debe reproducir en sí la imagen de Cristo, debe ser con Él, por Él y en Él un aceptable sacrificio.

               En efecto, la oferta que el Señor hizo en el Calvario no fue sólo la inmolación de Su propio Cuerpo; pues Él se ofreció a Sí mismo, Hostia de Expiación, como Cabeza de la Humanidad, y por eso, al encomendar su espíritu en las manos del Padre, se encomendó a Sí mismo a Dios como hombre, para recomendar todos los hombres a Dios.

               Lo mismo ocurre en el Sacrificio Eucarístico, que es renovación incruenta del Sacrificio de la Cruz: pues, en él, Cristo se ofrece a Sí mismo al Padre por Su gloria y por nuestra salud. Mas, como quiera que Él, Sacerdote y Víctima, obra como Cabeza de la Iglesia, se ofrece e inmola, no solamente a Sí mismo, sino también a todos los Fieles, y en cierto modo a todos los hombres...


Extractos de la Carta Encíclica "Menti Nostrae", 
del Papa Pío XII, 23 de Septiembre de 1950




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