Según las enseñanzas del Divino Maestro, la perfección de la vida cristiana tiene su fundamento en el amor a Dios y al prójimo; pero este amor ha de ser férvido, diligente, activo. Y, si así estuviere conformado, en cierto modo encierra ya en sí todas las virtudes; y por ello, con toda razón, puede llamarse vínculo de perfección.
Cualesquiera sean las circunstancias en que se encuentre el hombre, necesario es que dirija sus intenciones y sus actos hacia tal ideal.
A ello, pues, viene obligado de modo particular el sacerdote. Porque todos sus actos sacerdotales por su misma naturaleza-esto es, en cuanto que el sacerdote ha sido llamado a tal fin por divina vocación, y para ello ha sido adornado con un divino oficio y con carismas divinos- es necesario que tiendan a ello: pues él mismo tiene que asociar su actividad a la de Cristo, único y eterno Sacerdote: y necesario es que siga e imite a Aquél que, durante su vida terrenal, tuvo como fin supremo el manifestar su ardentísimo amor al Padre y hacer Partícipes a los hombres de los infinitos tesoros de su corazón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.