viernes, 25 de marzo de 2016

VIERNES SANTO: ME DISTEIS COMPASION Y LAGRIMAS



   Hijos míos, ¿dónde estabais vosotros cuando en el Calvario se me envolvió en el silencio de una soledad, más cruel que la de mi tumba?… Amigos de mi Corazón, ¿qué era de vosotros cuando mis ojos, nublados por el llanto postrero de la agonía, no contemplaban sino semblantes iracundos de verdugos?… ¿Dónde estabais?…

   Ycuando, pensando en vosotros, los predestinados, tuve sed de que consolaran mi alma, infinitamente acongojada, ¿por qué entonces, se humedecieron mis labios, abrasados con hiel de ausencia… de olvido… de cobardía…, de tibieza de aquellos mismos que fueron los regalados del banquete  de mi hogar?… Bien lo sabéis: ésa no es, por desgracia, una historia de hace siglos; contempladme en esta Hostia, y decid si la ingratitud no es pan amargo y cotidiano de este Dios hecho Pan por los mortales… ¿Cuánto y en qué os he contristado en esta cárcel voluntaria, para que selléis sus puertas con el abandono en que se deja un sepulcro destruido y vacío?



   ¡Oh!, venid, rodeadme, estrechaos a mis plantas; quiero sentiros cerca, muy cerca, en la mística agonía de mi Corazón Sacramentado…

    ¡Hora ansiada, Hora venturosa la Hora Santa, en la que este Dios recobra su heredad, el precio de su sangre!…

    Yo os bendigo, porque tuve hambre y, dejando el reposo, vinisteis a partirme el pan de la caridad…; os considero míos porque tuve sed y me disteis compasión y lágrimas; os abrazo sobre mi pecho lastimado, porque estuve tristísimo en la soledad de esta prisión y vinisteis a hacerme deliciosa compañía. En verdad, en verdad os digo, que vuestros nombres están escritos para siempre con letras de fuego y sangre en lo más recóndito de mi Corazón enamorado…

    Descansad sobre él, como yo descanso ahora entre vosotros, los hijitos preferidos de mi amor.


jueves, 24 de marzo de 2016

JUEVES SANTO: MI CORAZÓN SOLLOZA DENTRO DE MI PECHO DESGARRADO



   Puesto que los que estáis aquí conmigo sois mis íntimos, dejad que en vosotros desahogue mi Corazón, tan amargado…; oídme. Hay en Él una pena honda, una herida que llega hasta la división de mi alma; ved por qué.

    Israel, el pueblo de mis amores, Israel pidió la sentencia, exigió mi muerte y levantó la Cruz… Israel, por quien yo flagelé el Egipto, me flageló… Despedacé sus cadenas y las puso en manos de su Salvador…; le di maná en el desierto y me tejió una corona de espinas…; saqué el agua milagrosa de la roca, para apagar su sed, e insultó la fiebre abrasadora de mi agonía… Bajé del cielo, y en el arca misteriosa quise morar con ellos en el desierto… ¡Cuántas veces los tuve cobijados bajo mis alas!… Y vedme, herido de muerte por Israel…


 
   ¿Por qué mi pueblo sigue despojándome todavía de mi soberanía?… ¿Por qué sigue aún echando suertes sobre mis vestiduras y arrojando al viento de irrisión mi Evangelio de caridad y de consuelo?
 
   ¡Cómo se agitan las muchedumbres rugiendo en contra de mi ley!… ¡Cómo pueblos enteros, seducidos por la soberbia, han roto la unidad sacrosanta de mi doctrina, túnica inconsútil de mi Iglesia!… Mi corazón solloza dentro de mi pecho desgarrado, al oír cómo en el atrio de Pilatos, el clamoreo de tantas razas, de tantas sociedades, que, señalándome en este pobre altar, exclaman: “¡No queremos, no, que ese Nazareno reine sobre nuestro pueblo!”. 

   Detened su brazo justiciero…, interponed esta Hora Santa, en unión con mi ultrajado Corazón, pues quiero hacer piedad… Sí, por la apostasía cruel de tantos pueblos, por el descreimiento público en tantas sociedades, por la descarada afrenta a mi Vicario, por el odio abierto y legalizado a mi sacerdocio, por la inicua tolerancia y los favores de que gozan todos los modernos sanedristas, por todo ese cúmulo de pecados, por esa plebe y esa cohorte que me hieren… con una sola voz y un alma sola, pedid piedad a mi Corazón, pedidle misericordia…


Padre Mateo Crawley

martes, 22 de marzo de 2016

MARTES, DEDICADO A HONRAR LA SANTA FAZ: "DESEO QUE MI ROSTRO SEA MEJOR HONRADO"



Extractos de los Mensajes recibidos por la Madre Pierina, 
entre los años 1920 y 1940



   "Deseo que mi rostro, que refleja los profundos dolores de mi alma, el dolor y el amor de mi corazón, sea mejor honrado: quien me contempla me consuela."

   "Cada vez que mi rostro es contemplado, derramaré mi amor en el corazón de aquellas personas y por medio de Mi Santa faz, la salvación de muchas almas se alcanzará."

   "Las almas que contemplen Mi Faz participan de mi dolor. Ellas sienten la necesidad de amar y reparar. ¿No es ésta la verdadera devoción a mi corazón?"

   "Deseo que mi Santa Faz sea honrada en una manera particular los Martes."







LA MEDALLA ESCAPULARIO
 DE LA SANTA FAZ

          El Escapulario y la medalla de la Santa Faz llevan en el anverso la imagen del Divino Rostro de Jesús y escrito alrededor: Ilumina Domine Vultum Tuum super nos (Ilumina, Señor, Tu Rostro sobre nosotros); al reverso, una Hostia circundada por unos rayos y con la inscripción: Mane nobiscum Domine (Quédate con nosotros Señor). El Escapulario queda suplido por la medalla con las mismas promesas y favores.


LAS OCHO PROMESAS de Nuestro Señor
a los devotos de Su Santa Faz

1. Les concederé una contrición tan perfecta que sus pecados se cambiarán a Mi vista en joyas de oro precioso.

2. Ninguna de esas personas será jamás separada de Mí.

3. Ofreciendo Mi Rostro a Mi Padre, apaciguarán Su enojo y comprarán con ésta celestial moneda el perdón para los pobres pecadores.

4. Abriré Mi Boca para suplicar a Mi Padre que conceda todas las peticiones que me presenten.

5. Los iluminaré con Mi Luz. Los consumiré con Mi Amor, fructificaré sus buenas obras.

6. Ellos enjugarán, como la piadosa Verónica, por Mi adorable Faz ultrajada por el pecado, e imprimiré Mis divinas facciones en sus almas.

7. Al morir, renovaré en ellos la imagen de Dios manchada por el pecado.

8. Asemejandose a Mi Faz, brillarán más que muchos otros en la vida eterna y el brillo de Mi Faz les llenará de gozo.


          La fiesta de la Santa Faz es el martes de carnaval, o sea el martes antes del Miércoles de ceniza.
El Papa Pío XII confirmó dicha fiesta el 17 de Abril de 1958 y a su vez autorizó la Misa de la Santa Faz de Jesús para todas las diócesis y órdenes religiosas que pidan el Indulto de Roma para celebrarla.


viernes, 18 de marzo de 2016

NUESTRO PADRE Y SEÑOR SAN JOSÉ




Parece razonable que la Sagrada Familia -Jesús, María y José- predestinados a iniciar la nueva vida divina de la raza humana, también debían iniciar la vida gloriosa de la resurrección. Es cierto que Jesús y María son por mucho superiores a San José, pero esta superioridad no impidió que el santo perteneciese a la Sagrada Familia, incluso ocupando el lugar de esposo y padre. Parece muy poco probable, entonces, que al ser resucitado Jesús, su padre providencial no fuese también resucitado con Él, o que María fuese resucitada sin su muy digno esposo.
Podemos, por tanto, creer que San José, nuestro muy amado patriarca, ha triunfado y disfruta con todos los santos, de forma absoluta, la vida del alma así como la vida del cuerpo, en la eterna compañía de Jesús y María.”


 (Padre Bonifacio Llamera, O.P., 1913-1959)








jueves, 17 de marzo de 2016

VIERNES DE DOLORES; NUESTRA SEÑORA, REINA DE LOS MÁRTIRES






“La Santísima Virgen María, 
por el amor que nos dedicaba,
 estaba dispuesta a ver Su Hijo 
sacrificado a la Justicia Divina
 por la barbaridad de los hombres. 

Este gran tormento, pues, que María 
soportó por nosotros, 
un tormento mayor de que mil muertes,
 merece nuestra compasión
 y nuestra gratitud. 

Si no podemos corresponder más a un tal gran amor, 
al menos dediquemos algunos momentos 
en este día de hoy para considerar 
cuan grandes fueron los sufrimientos 
por los cuales María 
se hizo Reina de los Mártires; 
porque los sufrimientos de Su gran martirio 
excedieron los de todos los mártires, 
en primer lugar por ser los más largos, 
y en segundo lugar por ser
 los mayores en intensidad"

San Alfonso María de Ligorio, Doctor de la Iglesia

 



LAS CONSOLADORAS PROMESAS
A LOS DEVOTOS DE LOS DOLORES
DE NUESTRA SEÑORA 

 Nuestra Señora reveló a Santa Brigida de Suecia 
que todo el que rezara 7 Avemarías diariamente
 mientras se meditan sus Dolores, 
recibiría las siguientes gracias:

1-Paz en su familia

2-Esclarecimiento de los misterios de Dios

3-Cumplimiento de todos sus deseos siempre y cunado estos, 
esten dentro de la voluntad de Dios y sean buenos para la salud de su alma.

4-Para los que propaguen esta devoción, seran trasladados de esta vida terrena
 a la felicidad eterna directamente, sin el Purgatorio.

5-Consuelo en sus penas y acompañamiento en sus trabajos

6-La defensa directa de la Virgen Santisima en los combates espirituales
contra el enemigo infernal y protección constante en todos los momentos de la vida

7-Asistencia directa de Nuestra Señora en el momento de la muerte: 
verán el rostro de la Virgen.





 LAS INDULGENCIAS
 A LOS DEVOTOS DE LOS DOLORES 
DE NUESTRA SEÑORA 


El Papa Clemente XII, concedió en 1734, una Indulgencia Plenaria 
y remisión de todos los pecados a quienes recen 
la Corona de los Siete Dolores de Nuestra Señora diariamente por un mes continuo
  y luego confesado y comulgado, rogase por la Santa Iglesia; 
al que verdaderamente arrepentido y confesado, 
o al menos con firme propósito de confesarse,
 rezare esta Corona, por cada vez 100 años de indulgencia


martes, 8 de marzo de 2016

SAN JUAN DE DIOS, "HACED EL BIEN PARA VOSOTROS MISMOS"



   El 8 de Marzo de 1550, moría en la imperial ciudad de Granada el Santo de los enfermos: San Juan de Dios. Dejaba como legado para la Santa Iglesia, la Orden Hospitalaria que pronto se extendería por todo el orbe.

   Aunque hay discusiones sobre sus orígenes, se cree que nació cerca de Toledo, España, tal día como hoy en 1495. De familia pobre pero muy piadosa. Su madre murió cuando él era joven y su padre entro en la vida religiosa hasta su muerte.


   Ejerció como pastor y fue tan apreciado por su patrón que este le propuso, sin éxito, que se casara con su hija y fuese su heredero. Juan entró en la milicia y participó en varias batallas de Carlos V. En una de las campañas le pusieron a cuidar un depósito y, como el enemigo logró saquearlo, le condenaron a la horca. Juan se encomendó a la Virgen María y le perdonaron la vida. Dejo la vida militar pero en ella aprendió a ser disciplinado y sufrido.



   Se dedicó entonces a vendedor ambulante de libros y estampas religiosas. En una ocasión, llegando a la ciudad de Granada, vio un niño muy pobre y se ofreció a ayudarlo. Aquel niño era Jesús quien le dijo antes de desaparecer: 
"Granada será tu cruz"


   En una ocasión asistió a la prédica del famoso Padre San Juan de Ávila que estaba de visita en Granada. En plena prédica, cuando hablaba contra la vida de pecado, San Juan se arrodilló y comenzó a gritar: "Misericordia Señor, que soy un pecador". Salió gritando por las calles, pidiendo perdón a Dios. Tenía unos 40 años.


   Se confesó con San Juan de Avila y se propuso como penitencia hacerse el loco para adquirir rechazos y humildad. Repartió todas sus posesiones entre los pobres. Deambulaba por las calles pidiendo misericordia a Dios por todos su pecados.


   La gente lo creyeron en efecto loco y lo trataban con gran desprecio. Hasta lo atacaban a pedradas y golpes. Al fin lo llevaron a un asilo para locos donde recibió fuertes palizas, tal como se acostumbrada a tratar a los locos. Sin embargo sus custodios notaban que Juan no se disgustaba por los azotes sino que lo ofrecía todo a Dios. Juan también corregía a los guardias y les llamaba la atención por el modo tan brutal de tratar a los demás enfermos.


   Cuando San Juan de Avila volvió a la ciudad y supo que Juan estaba recluido en un asilo para locos, fue y logró sacarlo. Le aconsejó que no hiciera más la penitencia de hacerse el loco. En vez se debería dedicar a una verdadera "locura de amor": gastar toda su vida y sus energías ayudando a los enfermos más miserables por amor a Cristo Jesús, a quien ellos representan.


   La estancia de Juan de Dios en el asilo fue providencial. Comprendió el gran error que es pretender curar las enfermedades mentales a bases de golpes y desprecio. Se propuso ayudarles. Alquila una casa vieja en Granada para recibir a cualquier enfermo, mendigo, loco, anciano, huérfano o desamparado. Durante todo el día atiende a cada uno con el más exquisito cariño, haciendo de enfermero, cocinero, barrendero, mandadero, padre, amigo y hermano de todos. Por la noche se va por la calle pidiendo limosnas para sus pobres.




   Sabía poco de medicina pero tenía mas éxito curando enfermedades mentales que cualquier médico. Enseñó con su ejemplo que a ciertos enfermos hay que curarles primero el alma con amor si se quiere obtener la curación de su cuerpo. Este fue el comienzo de la fundación de su hospital. Mas tarde vinculó a su obra un grupo de compañeros, los cuales constituyeron la Orden de los Hospitalarios de San Juan de Dios.


   Pronto se hizo popular el grito nocturno de Juan por las calles de Granada. "¡Haced el bien hermanos, para vosotros mismos!" ( Hasta hoy, cuando los Hermanos piden limosna, recurren a esta bella frase, que nos anima a dar sabedores de que Dios nos premiará con más) . Las gentes salían a la puerta de sus casas y le daban las sobras de la comida del día. Al volver cerca de medianoche se dedicaba a hacer aseo en el hospital, y a la madrugada se echaba a dormir un rato debajo de una escalera.


   La obra llegó a oídos del señor obispo. Admirado le añadió dos palabras a su nombre que en adelante sería "Juan de Dios". Como Juan de Dios cambiaba sus ropas por los harapos de los pobres que encontraba en las calles, el prelado le dio un hábito negro con el que se vistió hasta la muerte.


   Un día su hospital se incendió. Juan de Dios entró varias veces a través de enormes llamaradas para sacar a los enfermos sin sufrir quemaduras. Así logró salvarle la vida a todos sus pacientes.


   Otro día el río creció y arrastraba troncos y palos. Juan necesitaba abundante leña para el invierno para sus ancianos. Mientras sacaban troncos del río, uno de sus compañeros jóvenes de pronto fue arrastrado por la corriente. Juan se lanzó al agua para salvarle la vida. El el agua fría le hizo enfermar y empezó a sufrir espantosos dolores. Trataba de que no se notara cuanto sufría.


   Por la artritis tenía sus piernas retorcidas y con grandes dolores. Eventualmente se hizo imposible esconder su enfermedad. Una señora obtuvo del señor obispo autorización para llevarlo a su casa y cuidarlo un poco. El santo fue ante el Santísimo Sacramento para despedirse de su amado hospital. Le confió la dirección de su obra a Antonio Martín quien había tenido gran enemistad con otro hombre. Juan los reconcilió y ambos habían entraron con el a la vida religiosa como buenos amigos.


Al llegar a la casa de la rica señora, Juan exclamó: "Oh, estas comodidades son demasiado lujo para mí que soy tan miserable pecador". Allí trataron de curarlo de su dolorosa enfermedad, pero era tarde.




   El 8 de marzo de 1550, sintiendo que le llegaba la muerte, se arrodilló en el suelo y exclamó: "Jesús, Jesús, en tus manos me encomiendo", y quedó muerto, así de rodillas. Había trabajado incansablemente durante diez años dirigiendo su hospital de pobres, con tantos problemas económicos que a veces ni se atrevía a salir a la calle a causa de las muchísimas deudas que tenía; y con tanta humildad, que siendo el más grande santo de la ciudad se creía el más indigno pecador. El que había sido apedreado como loco, fue acompañado al cementerio por el obispo, las autoridades y todo el pueblo, como un santo.


   Es Patrono de los que trabajan en hospitales, de los bomberos y de los que propagan libros religiosos.


*    *    *

sábado, 5 de marzo de 2016

RELATO DEL MARTIRIO DE LAS SANTAS PERPETUA Y FELICIDAD


   Las actas del martirio de las santas Felicidad y Perpetua (7 de marzo del 203) constituyen un relato altamente significativo para darnos una idea, al menos aproximada, de las exigencias que el cristianismo comportaba en la vida pública, social y familiar. El ejemplo que protagoniza Perpetua es una muestra patente de anteponer los dictados de la fe a los lazos de la sangre y de la familia:
   “Fueron detenidos los adolescentes catecúmenos Revocato y Felicidad, ésta compañera suya de servidumbre; Saturnino y Secúndulo, y entre ellos también Vibia Perpetua, de noble nacimiento, instruida en las artes liberales, legítimamente casada, que tenía padre, madre y dos hermanos, uno de éstos catecúmeno como ella, y un niño pequeñito al que alimentaba ella misma. Contaba unos veintidós años.

   A partir de aquí, ella misma narró punto por punto todo el orden de su martirio (y yo lo reproduzco, tal como lo dejó escrito de su mano y propio sentimiento).

“Cuando todavía -dice- nos hallábamos entre nuestros perseguidores, como mi padre deseara ardientemente hacerme apostatar con sus palabras y, llevado de su cariño, no cejara en su empeño de derribarme:

- Padre –le dije-, ¿ves, por ejemplo, ese utensilio que está ahí en el suelo, una orza o cualquier otro?

- Lo veo –me respondió.

- ¿Acaso puede dársele otro nombre que el que tiene?
- No.

- Pues tampoco yo puedo llamarme con nombre distinto de lo que soy: cristiana.
  



   De allí a unos días, se corrió el rumor de que íbamos a ser interrogados. Vino también de la ciudad mi padre, consumido de pena, se acercó a mí con la intención de derribarme y me dijo:

   - Compadécete, hija mía, de mis canas; compadécete de tu padre, si es que merezco ser llamado por ti con el nombre de padre. Si con estas manos te he llevado hasta esa flor de tu edad, si te he preferido a todos tus hermanos, no me entregues al oprobio de los hombres. Mira a tus hermanos; mira a tu madre y a tu tía materna; mira a tu hijito, que no ha de poder sobrevivir. Depón tus ánimos, no nos aniquiles a todos, pues ninguno de nosotros podrá hablar libremente, si a ti te pasa algo.

   Así hablaba como padre, llevado de su piedad, a par que me besaba las manos, se arrojaba a mis pies y me llamaba, entre lágrimas, no ya su hija, sino su señora. Y yo estaba transida de dolor por el caso de mi padre, pues era el único de toda mi familia que no había de alegrarse de mi martirio. Y traté de animarlo, diciéndole:  

   - Allá en el estrado sucederá lo que Dios quisiere; pues has de saber que no estamos puestos en nuestro poder sino en el de Dios.

   Y se retiró de mi lado, sumido en la tristeza.  

   Otro día, mientras estábamos comiendo, se nos arrebató súbitamente para ser interrogados, y llegamos al foro o plaza pública. Inmediatamente se corrió la voz por los alrededores de la plaza, y se congregó una muchedumbre inmensa. Subimos al estrado. Interrogados todos los demás, confesaron su fe. Por fin me llegó a mí también el turno. Y de pronto apareció mi padre con mi hijito en los brazos, y me arrancó del estrado, suplicándome:

   - Compadécete del niño chiquito.

   Y el procurador Hilariano, que había recibido a la sazón el ius gladii o poder de vida y muerte, en lugar del difunto procónsul Minucio Timiniano:

   - Ten consideración –dijo- a las canas de tu padre; ten consideración a la tierna edad del niño. Sacrifica por la salud de los emperadores.

   Y yo respondí: 

   - No sacrifico.

   - Luego ¿eres cristiana?

   - Sí, soy cristiana.

   Y como mi padre se mantenía firme en su intento de derribarme, Hilariano dio orden de que se lo echara de allí, y aun le golpearon. Yo sentí los golpes de mi padre como si a mí misma me hubieran apaleado. Así me dolí también por su infortunada vejez.  […]

   Luego, al cabo de unos días, Pudente, soldado lugarteniente, oficial de la cárcel, empezó a tenernos gran consideración, por entender que había en nosotros una gran virtud. Y así, admitía a muchos que venían a vernos con el fin de aliviarnos los unos a los otros.
Mas cuando se aproximó el día del espectáculo, entró mi padre a verme, consumido de pena, y empezó a mesarse su barba, a arrojarse por tierra, pegar su faz en el polvo, maldecir de sus años y decir palabras tales, que podían conmover la creación entera. Yo me dolía de su infortunada vejez.

   En cuanto a Felicidad, también a ella le fue otorgada gracia del Señor, del modo que vamos a decir:

   Como se hallaba en el octavo mes de su embarazo (pues fue detenida encinta), estando inminente el día del espectáculo, se hallaba sumida en gran tristeza, temiendo se había de diferir su suplicio por razón de su embarazo (pues la ley veda ejecutar a las mujeres embarazadas), y tuviera que verter luego su sangre, santa e inocente, entre los demás criminales. Lo mismo que ella, sus compañeros de martirio estaban profundamente afligidos de pensar que habían de dejar atrás a tan excelente compañera, como caminante solitaria por el camino de la común esperanza. Juntando, pues, en uno los gemidos de todos, hicieron oración al Señor tres días antes del espectáculo. Terminada la oración, sobrecogieron inmediatamente a Felicidad los dolores del parto. Y como ella sintiera el dolor, según puede suponerse, de la dificultad de un parto trabajoso de octavo mes, díjole uno de los oficiales de la prisión:

   - Tú que así te quejas ahora, ¿qué harás cuando seas arrojada a las fieras, que despreciaste cuando no quisiste sacrificar?

   Y ella respondió:

   - Ahora soy yo la que padezco lo que padezco; mas allí habrá otro en mí, que padecerá por mí, pues también yo he de padecer por Él. 

   Y así dio a luz una niña, que una de las hermanas crió como hija.

    Como el tribuno los tratara con demasiada dureza, pues temía, por insinuaciones de hombres vanos, no se le fugaran de la cárcel por arte de no sabemos qué mágicos encantamientos, se encaró con él Perpetua y le dijo:

   - ¿Cómo es que no nos permites alivio alguno, siendo como somos reos nobilísimos, es decir, nada menos que del César, que hemos de combatir en su  natalicio? ¿O no es gloria tuya que nos presentemos ante él con mejores carnes?

   El tribuno sintió miedo y vergüenza, y así dio orden de que se los tratara más humanamente, de suerte que se autorizó a entrar en la cárcel a los hermanos de ella y a los demás, y que se aliviaran mutuamente; más que más, ya que el mismo Pudente había abrazado la fe.

   Mas contra las mujeres preparó el diablo una vaca bravísima, comprada expresamente contra la costumbre. Así, pues, despojadas de sus ropas y envueltas en redes, eran llevadas al espectáculo. El pueblo sintió horror al contemplar a la una, joven delicada, y a la otra, que acababa de dar a luz. Las retiraron, pues y las vistieron con unas túnicas.

   La primera en ser lanzada en alto fue Perpetua, y cayó de espaldas; pero apenas se incorporó sentada, recogiendo la túnica desgarrada, se cubrió la pierna, acordándose antes del pudor que del dolor. Luego, requerida una aguja, se ató los dispersos cabellos, pues no era decente que una mártir sufriera con la cabellera esparcida, para no dar apariencia de luto en el momento de su gloria.

   Así compuesta, se levantó, y como viera a Felicidad tendida en el suelo, se acercó, le dio la mano y la levantó. Ambas juntas se sostuvieron en pie, y, vencida la dureza del pueblo, fueron llevadas a la puerta Sanavivaria. Allí, recibida por cierto Rústico, a la sazón catecúmeno, íntimo suyo, como si despertara de un sueño (tan absorta en el Espíritu había estado), empezó a mirar en torno suyo, y con estupor de todos, dijo:

   - ¿Cuándo nos echan esa vaca que dicen?

   Y como le dijeran que ya se la habían echado, no quiso creerlo hasta que reconoció en su cuerpo y vestido las señales de la acometida. Luego mandó llamar a su hermano, también catecúmeno, y le dirigió estas palabras:
    - Permaneced firmes en la fe, amaos los unos a los otros y no os escandalicéis de nuestros sufrimientos.  […]

   Mas como el pueblo reclamó que salieran al medio del anfiteatro para juntar sus ojos, compañeros del homicidio, con la espada que había de atravesar sus cuerpos, ellos espontáneamente se levantaron y se trasladaron donde el pueblo quería. Antes se besaron unos a otros, a fin de consumar el martirio con el rito solemne de la paz.

   Todos, inmóviles y en silencio, se dejaron atravesar por el hierro; pero señaladamente Sáturo (que era quien los había introducido en la fe y que se había entregado voluntariamente al conocer su encarcelamiento para compartir así su suerte), como fue el primero en subir la escalera y en su cúspide estuvo esperando a Perpetua, fue también el primero en rendir su espíritu.

   En cuanto a ésta, para que gustara algo de dolor, dio un grito al sentirse punzada entre los huesos. Entonces ella misma llevó a su garganta la diestra errante del gladiador novicio. Tal vez mujer tan excelsa no hubiera podido ser muerta de otro modo, como quien era temida del espíritu inmundo, si ella no hubiera querido.

   ¡Oh fortísimos y beatísimos mártires! ¡Oh de verdad llamados y escogidos para gloria de nuestro Señor Jesucristo! El que esta gloria engrandece, honra y adora, debe ciertamente leer también estos ejemplos, que no ceden a los antiguos, para edificación de la Iglesia, a fin de que también las nuevas virtudes atestigüen que es uno solo y siempre el mismo Espíritu Santo el que obra hasta ahora, y a Dios Padre omnipotente y  a su Hijo Jesucristo, Señor nuestro, a quien es claridad y potestad sin medida por los siglos de los siglos. Amén.”


(BAC, D. RUIZ BUENO, ACTAS DE LOS MÁRTIRES, 419-440)

PRÁCTICA DE LOS PRIMEROS SÁBADOS DE MES


"Yo he venido a pedir 
la Consagración del mundo a Mi Inmaculado Corazón 
y la Comunión Reparadora 
en los Primeros Sábados de mes"
( Palabras de Nuestra Señora en Fátima )



   La Santa Madre Iglesia exhorta a los fieles que dediquen EL PRIMER SÁBADO DEL MES al Inmaculado Corazón de María, practicando algún ejercicio de piedad en desagravio de las blasfemias e injurias que se le infieren.

   Para estimularnos a ello, abre el TESORO DE LAS INDULGENCIAS en favor de quienes practiquen con devoción y cumplimiento la práctica piadosa de los CINCO PRIMEROS SÁBADOS DE MES.

   También la Santísima Virgen desea esta devoción; y para animarnos ha hecho la consoladora promesa de salvación en favor de cuantos el Primer Sábado de cinco meses consecutivos ofrezcan amorosa reparación a su Corazón Inmaculado, confesando, comulgando, rezando al menos un Rosario ( cinco Misterios ) y meditando los Misterios del mismo durante quince minutos.

   Fomenta esta forma de devoción al Corazón de María para progresar en tu vida cristiana y asegurar tu salvación.



Padrenuestro, Avemaría y Gloria, para ganar las indulgencias concedidas
Ahora reza piadosamente LAS TRES AVEMARÍAS 
en honra del Poder, Sabiduría y Misericordia del Purísimo Corazón de María, 
menospreciado por los hombres. 
Con fervor, recita hoy y siempre las siguiente jaculatoria:
Oh Dulce Corazón de María
sed la salvación mía.


          LA PRÁCTICA DE LOS CINCO PRIMEROS SÁBADOS DE MES, puedes practicarla por la mañana o por la tarde, durante la Santa Misa en la que recibes la Comunión. La meditación de los Misterios del Rosario se puede hacer mientras se van rezando sus decenas. Es suficiente la meditación de los mismos que se requiere para ganar las indulgencias del Rosario dominicano, con tal que juntamente con el rezo dure un cuarto de hora.

          Que tu piedad filial hacia el Corazón de la más tierna de las madres te estimule a consagrarle con fidelidad y amor quince minutos de fervorosa reparación por las ingratitudes con que los hombres corresponden a su amor. El Inmaculado Corazón de María te lo premiará con la gracia de una vida cristiana y de una santa muerte en la paz del Señor.
A.M.D.G. et B.M.V.M.C.