Hijos míos,
¿dónde estabais vosotros cuando en el Calvario se me envolvió en el
silencio de una soledad, más cruel que la de mi tumba?… Amigos de mi
Corazón, ¿qué era de vosotros cuando mis ojos, nublados por el llanto
postrero de la agonía, no contemplaban sino semblantes iracundos de
verdugos?… ¿Dónde estabais?…
Ycuando,
pensando en vosotros, los predestinados, tuve sed de que consolaran mi
alma, infinitamente acongojada, ¿por qué entonces, se humedecieron mis
labios, abrasados con hiel de ausencia… de olvido… de cobardía…, de
tibieza de aquellos mismos que fueron los regalados del banquete de mi
hogar?… Bien lo sabéis: ésa no es, por desgracia, una historia de hace
siglos; contempladme en esta Hostia, y decid si la ingratitud no es pan
amargo y cotidiano de este Dios hecho Pan por los mortales… ¿Cuánto y en
qué os he contristado en esta cárcel voluntaria, para que selléis sus
puertas con el abandono en que se deja un sepulcro destruido y vacío?
¡Oh!, venid,
rodeadme, estrechaos a mis plantas; quiero sentiros cerca, muy cerca,
en la mística agonía de mi Corazón Sacramentado…
¡Hora ansiada, Hora venturosa la Hora Santa, en la que este Dios recobra su heredad, el precio de su sangre!…
Yo os bendigo, porque tuve hambre y, dejando el reposo, vinisteis a partirme el pan de la caridad…; os considero míos porque tuve sed y me disteis compasión y lágrimas; os abrazo sobre mi pecho lastimado, porque estuve tristísimo en la soledad de esta prisión y vinisteis a hacerme deliciosa compañía. En verdad, en verdad os digo, que vuestros nombres están escritos para siempre con letras de fuego y sangre en lo más recóndito de mi Corazón enamorado…
Descansad sobre él, como yo descanso ahora entre vosotros, los hijitos preferidos de mi amor.
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