La imagen original de Nuestra Señora Madre de la Divina Gracia o “Virgen de la cabeza inclinada” ("Maria mit dem Geneigten Haupt"), fue encontrada en 1610 por el Padre Fray Domingo de Jesús María Ruzzola, Carmelita Descalzo (1559-1630) y Prior del primer monasterio carmelita de Roma, conocido como el de "Maria della Scala en Trastevere". La halló entre un montón de escombros de una casa abandonada, que había adquirido en Roma.
Eran años de enfrentamientos entre Católicos y Protestantes y alguien había profanado el cuadro de la Virgen, dañándolo y tirándolo después a la escombrera.
Después de encontrar la imagen, el piadoso carmelita la llevó a su celda, la limpió y empezó a venerarla. Una vez limpia, se arrodilló ante la imagen para pedirle un favor a Nuestra Señora, pero se dio cuenta de que aún tenía polvo. La limpió con un paño, diciéndose a sí mismo: "¡Oh Virgen pura!, no hay nada en el mundo nada digno de tocarte la cara para limpiarte. Pero como no tengo nada mejor que esta tela, acepta mi buena voluntad".
Entonces vio que la cabeza de la imagen antes erecta y grave, se inclinaba y le sonreía levemente en señal de gratitud por este acto de caridad, permaneciendo en esa posición. El Padre Fray Domingo quedó profundamente conmocionado y se preguntó si habría sido víctima de un engaño, pero la Virgen María lo consoló y le aseguró que era Ella..."No temas, hijo Mío, porque tu intención fue bien recibida, y como recompensa, por el amor que Nos tienes a Mi hijo y a Mí, pide un favor".
Inmediatamente el Padre Fray Domingo pidió que un benefactor fallecido fuera liberado del Purgatorio. La Virgen María se comprometió a cumplir con su solicitud, siempre que él celebrara unas cuantas Misas por el alma del difunto. A los pocos días de celebrar la última de las Misas por el benefactor, la Madre de Dios se le apareció con el alma del difunto, ya redimida y gloriosa.
El Sacerdote también pidió a la Santísima Virgen que todos los que venerasen con devoción la imagen fueron tratados con benevolencia. La Santísima Virgen le dijo. "A todos aquellos que Me veneren devotamente en esta imagen y se refugien en Mí, les concederé sus peticiones y les concederé muchas gracias; pero, especialmente, escucharé las oraciones por el alivio y la liberación de las Almas del Purgatorio".
Como se sucedieron varios milagros ante esta imagen, la advocación a Nuestra Señora de la Divina Gracia se hizo muy popular, hasta el punto de que el Duque de Baviera se la pidió al General de la Orden para llevarla a un nuevo convento de carmelitas descalzos que había fundado en Munich (Alemania). Más tarde el Emperador Fernando II la llevó consigo a un convento carmelitano que fundó en Praga (Chequia). Al enviudar, su esposa la llevó consigo cuando se hizo carmelita descalza en un monasterio que ella misma fundó en Viena. A su muerte en 1655, la venerable imagen, que había presidido varias fundaciones carmelitanas en Centro-Europa, regresó al convento de los Padres Carmelitas Descalzos de Viena.
En 1901 se trasladó la milagrosa imagen a una nueva iglesia en las afueras de la ciudad, dedicada a la Sagrada Familia, donde se conserva hasta el presente.
Durante la Primera Guerra Mundial, la imagen de Nuestra Señora de la Divina Gracia fue llevada en grandes y fervorosas procesiones por las calles de Viena hasta la Catedral de San Esteban; miles de personas rezaron ante Ella por la paz mundial; el mismo Emperador Francisco José también confió en la ayuda de la Virgen María a través de esta imagen y la hizo llevar a Schönbrunn para una oración por la paz.
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