lunes, 30 de septiembre de 2013

TRIDUO A SANTA TERESITA DEL NIÑO JESÚS Y DE LA SANTA FAZ. DIA PRIMERO



ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
 
Santa Teresita: Vengo a tus plantas lleno de confianza a pedirte favores. La cruz de la vida me pesa mucho, y no encuentro más que espinas entre sus brazos. ¡Florecita de Jesús! envía sobre mi alma una lluvia de flores de gracia y de virtud para que pueda subir el Calvario de la vida embriagado en sus perfumes. Mándame una sonrisa de tus labios de cielo y una mirada de tus hermosos ojos... Que valen más tus caricias que todas las alegrías que el mundo encierra. ¡Dios mío! Por intercesión de Santa Teresita dadme fuerza para cumplir exactamente con mi deber, y concededme la gracia que en esta novena le pido. Amén.

ORACIÓN PARA EL DÍA PRIMERO

Florecita de Jesús: Por aquel volcán de amores que inflamó tu corazón, cuyos divinos ardimientos fueron el dulce martirio que consumió tu vida "con ansias de amores inflamada", haz que también yo, ¡oh Santa Teresita! a solo Dios entregue totalmente mi corazón con todas sus esperanzas y con todos sus ensueños, para que le transforme y le resucite y le salve. Amén.


domingo, 29 de septiembre de 2013

SAN MIGUEL ARCÁNGEL, PRÍNCIPE DE LOS ESPÍRITUS CELESTIALES


 Bendecid al Señor todos vosotros, oh Ángeles suyos,
 vosotros que tenéis gran poder, 
y sois los ejecutores de sus órdenes,
 prontos a obedecer la voz de sus mandatos...

( Salmo 102, 20 )


      San Miguel es uno de los siete arcángeles y está entre los tres cuyos nombres aparecen en la Biblia. Los otros dos son San Gabriel y San Rafael. La Santa Iglesia Católica da a San Miguel el más alto lugar entre los Arcángeles y demás Coros Celestiales puesto que le llama "Príncipe de los espíritus celestiales", "Jefe o cabeza de la Milicia Celestial".

      El mismo nombre de Miguel, nos invita a darle honor, ya que su nombre evoca la batalla diaria que hemos de librar los católicos contra los enemigos de Dios y de la Santa Iglesia, y es que Miguel significa "Quién como Dios". Por eso se le representa como un ángel guerrero, espada en mano, pues capitaneó el Ejército de Dios que expulsó a los ángeles rebeldes de las esferas celestes; por eso es normal comprender que su sólo nombre causa pavor en el mismo infierno. ¡De cuántos males nos libraría en esta tierra si le fuésemos devotos!

      San Miguel Arcángel, tiene además, como especial misión, presentar nuestras almas a Dios justo después de morir, en el momento del Juicio particular; de alguna manera actuará como abogado o fiscal en nuestra causa y tratándose del Príncipe de los Ángeles,   ¿acaso no influirá su intercesión por nosotros? Otro motivo más para empezar a ser devotos sinceros de este Defensor de la Iglesia.


       Una fabulosa manera de ser devoto y propagador del Arcángel San Miguel puede ser esta estampa; te animo a que la imprimas, recórtala con esmero y dóblala a la mitad para pegarla por su esquinas. Quedará más protegida si la plastificas. Para hacer apostolado, tan sólo pon dos o tres copias de la misma en un folio de tamaño convencional para poder regalarla a quien bien sabes la pueda necesitar. Una oración tan poderosa en un formato tan sencillo, no nos pesará ni en la cartera ni en el alma.

sábado, 28 de septiembre de 2013

LA MADRE QUE MÁS NOS AMA


      Si María es Nuestra Madre, bien está que consideremos cuánto nos ama. El amor hacia los hijos es un amor necesario; por eso –como reflexiona Santo Tomás- Dios ha puesto en la divina ley, a los hijos, el precepto de amar a los padres; mas, por el contrario, no hay precepto expreso de que los padres amen a sus hijos, porque el amor hacia ellos está impreso en la naturaleza con tal fuerza que las mismas fieras, como dice San Ambrosio, no pueden dejar de amar a sus crías. 

      Y así, cuentan los naturalistas, que los tigres, al oír los gritos de sus cachorros, presos por los cazadores, hasta se arrojan al agua en persecución de los barcos que los llevan cautivos. Pues si hasta los tigres, parece decirnos nuestra Amadísima Madre María, no pueden olvidarse de sus cachorros, ¿cómo podré olvidarme de amaros, hijos míos? “¿Acaso puede olvidarse la mujer de su niño sin compadecerse del hijo de sus entrañas? Pues aunque ella se olvidara, yo nunca me olvidaré de ti” (Is 49, 15). 


      Si por un imposible una madre se olvidara de su hijo, es imposible, nos dice María, que yo pueda olvidarme de un hijo mío. María es Nuestra Madre, no ya según la carne, como queda dicho, sino por el amor. “Yo soy la Madre del amor hermoso” (Pr 24, 24). El amor que nos tiene es el que la ha hecho Madre Nuestra, y por eso se gloría, dice un autor, en ser Madre de Amor, porque habiéndonos tomado a todos por hijos es todo amor para con nosotros.

      ¿Quién podrá explicar el amor que nos tiene a nosotros miserables pecadores? Dice Arnoldo de Chartes que ella, al morir Jesucristo, deseaba con inmenso ardor morir junto al Hijo por nuestro amor. Y así, cuando el Hijo –dice San Ambrosio- colgaba moribundo en la Cruz, María hubiera querido ofrecerse a los verdugos para dar la vida por nosotros.


      Los Santos, porque así amaban a Dios, se lanzaron a hacer cosas heroicas por sus prójimos. Pero ¿quién ha amado a Dios más que María? Ella lo amó desde el primer instante de su existencia más de lo que lo han amado todos los Ángeles y Santos juntos en el curso de su existencia.

      Reveló la Virgen a Sor María del Crucificado que era tal el fuego de amor que ardía en su corazón hacia Dios, que podría abrasar en un instante todo el universo si lo pudieran sentir. Que en su comparación eran como suave brisa los ardores de los Serafines. Por tanto, como no hay entre los espíritus bienaventurados quien ame a Dios más que María, así no puede haber, después de Dios, quien nos ame más que esta amorosísima Madre. Y si se pudiera unir el amor que todas las madres tienen a sus hijos, todos los esposos a sus esposas y todos los Ángeles y Santos a sus devotos, no alcanzaría el amor que María tiene a una sola alma. Dice el P. Nierembergh que el amor que todas las madres tienen por sus hijos es pura sombra en comparación con el amor que María tiene por cada uno de nosotros. Más nos ama Ella sola –añade- que lo que nos aman todos los Ángeles y Santos.

San Alfonso María de Ligorio
LAS GLORIAS DE MARÍA

Como ya muchos de nuestros lectores sabrán, los sacerdotes de nuestra
Sociedad Religiosa San Luis Rey de Francia, celebran el Santo Sacrificio de la Misa
cada Sábado, por las intenciones particulares de aquellas personas piadosas
que visitan este blog, así como por sus familiares difuntos.

lunes, 23 de septiembre de 2013

EL PURGATORIO EN LAS VISIONES DE SANTA MARÍA MAGDALENA DE PAZZIS ( II )


      Un momento después de su agitación aumentó, y pronunció una dolorosa exclamación. Era el calabozo de las mentiras el que se abría ante ella. Después de haberlo considerado atentamente, dijo, “Los mentirosos están confinados a este lugar de vecindad del Infierno, y sus sufrimientos son excesivamente grandes. Plomo fundido es vertido en sus bocas, los veo quemarse, y al mismo tiempo, temblar de frío”.

      Luego fue a la prisión de aquellas almas que habían pecado por debilidad, y se le oyó decir: “Había pensado encontrarlas entre aquellas que pecaron por ignorancia, pero estaba equivocada: ustedes se queman en un fuego mas intenso”.
Mas adelante, ella percibió almas que habían estado demasiado apegadas a los bienes de este mundo, y habían pecado de avaricia.

         “Que ceguera”, dijo,” ¡las de aquellos que buscan ansiosamente la fortuna perecedera! Aquellos cuyas antiguas riquezas no podían saciarlos suficientemente, están ahora atracados en los tormentos. Son derretidos como un metal en un horno”.




      De allí pasó a un lugar donde las almas prisioneras eran las que se habían manchado de impureza. Ella las vio en tan sucio y pestilente calabozo, que la visión le produjo náuseas. Se volvió rápidamente para no ver tan horrible espectáculo.

      Viendo a los ambiciosos y a los orgullosos, dijo “Contemplo a aquellos que deseaban brillar ante los hombres; ahora están condenados a vivir en esta espantosa oscuridad”.

      Entonces le fueron mostradas las almas que tenían la culpa de ingratitud hacia Dios. Estas eran presas de innombrables tormentos y se encontraban ahogadas en un lago de plomo fundido, por haber secado con su ingratitud la fuente de la piedad.

      Finalmente, en el último calabozo, ella vio aquellos que no se habían dado a un vicio en particular, sino que, por falta de vigilancia apropiada sobre si mismos, habían cometido faltas triviales. Allí observó que estas almas tenían que compartir el castigo de todos los vicios, en un grado moderado, porque esas faltas cometidas solo alguna vez las hacen menos culpables que aquellas que se cometen por hábito.

      Después de esta última estación, la santa dejó el jardín, rogando a Dios nunca tener que volver a presenciar tan horrible espectáculo: ella sentía que no tendría fuerza para soportarlo.

      Su éxtasis continuó un poco mas y conversando con Jesús, se le oyó decir: “Dime, Señor, el porqué de tu designio de descubrirme esas terribles prisiones, de las cuales sabía tan poco y comprendía aun menos…” ¡Ah! ahora entiendo; deseaste darme el conocimiento de Tu infinita Santidad, para hacerme detestar mas y mas la menor mancha de pecado, que es tan abominable ante tus ojos”.



domingo, 22 de septiembre de 2013

DOMINGO XVIII Post Pentecostés. Santo Tomás de Villanueva, Obispo.


        Del Santo Evangelio según San Mateo ( 9,1-8 )

      Subiendo a la barca, Jesús pasó a la otra orilla y vino a su ciudad. En esto le trajeron un paralítico postrado en una camilla. Viendo Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico:

«¡Ánimo!, hijo, tus pecados te son perdonados.»

      Pero he aquí que algunos escribas dijeron para sí:

«Éste está blasfemando.»

      Jesús, conociendo sus pensamientos, dijo:



      «¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir: `Tus pecados te son perdonados', o decir: `Levántate y anda'?

      Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados -dice entonces al paralítico-:
Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.

Él se levantó y se fue a su casa. Y al ver esto, la gente temió y glorificó a Dios, que había dado tal poder a los hombres.



sábado, 21 de septiembre de 2013

NUESTRA SEÑORA EN LA SALETTE Y EL SANTO CURA DE ARS



          Las Apariciones de Nuestra Señora en La Salette ( Francia, 19 de Septiembre de 1846 ), siempre se han caracterizado en los grupos tradicionalistas por su vertiente "apocalíptica", olvidando muchas veces, que la Santísima Virgen, a pesar de su queja frente al lamentable comportamiento de los eclesiásticos, también nos regaló un mensaje lleno de esperanza para los que en Ella ponemos toda nuestra confianza y anhelo.

          Frente a los recelos de algunos católicos, debemos recordar aquí que la Aparición de la Virgen en  La Salette fue aprobada oficialmente por el Obispo de la Diócesis de Grenoble, Mons. Bruillard, y reconocida por el Papa Pío IX. Por si esto fuese poco, quisiera plasmar la opinión de un Santo de la talla de San Juan María Vianney, el Santo Cura de Ars, que fue contemporáneo a dichas Apariciones y llegó a conocer a uno de los videntes de Nuestra Señora de La Salette.


      En la tarde del 24 de Septiembre de 1850, llegaba a Ars el joven Maximino Giraud, de quince años, uno de los dos videntes de Nuestra Señora de la Salette; cuatro años antes, el 19 de Septiembre de 1846, junto con la joven Melania Mathieu, de catorce años, guardaban vacas en la cima de los Alpes franceses. Hacia las tres de la tarde, se les apareció un Bella Señora en medio de una claridad inmensa; sentada sobre una roca, con el rostro entre las manos, llorando amargamente.

      Sin embargo, una voz dulce decía a los dos niños que se acercaran sin temor; la Virgen Nuestra Señora les habló entre otras cosas de la profanación del Domingo como día de reposo, del castigo que estaba reservado a los blasfemos y de la urgente necesidad de hacer penitencia para evitar la Cólera de Dios, ofendido por las impurezas y la mala vida de los sacerdotes.

      Durante cuatro años, los videntes fueron asediados a preguntas por diferentes personas, desde eclesiásticos hasta médicos y "loqueros", sin que los niños variaran lo más mínimo su relato inicial. El Obispo de Grenoble ordenó una investigación profunda y concisa de los hechos relatados, y dio por verídicas las Apariciones de La Salette en 1851 ( de lo cual entendemos que cuando Maximino visitó al Santo Cura de Ars, las visiones de los niños pastores aún no estaban oficialmente reconocidas ).

      San Juan María Vianney se mostró siempre partidario de las manifestaciones de la Virgen Santa en las montañas de la Salette; de hecho, tenía un grabado de la Señora en su dormitorio, así como agua del manantial milagroso de La Salette, a la vez que no se negaba a bendecir las medallas con la imagen de la Virgen y hasta en sus ratos de Catecismo hablaba de Nuestra Señora en su aparición en La Salette.

      El objeto del viaje del niño vidente, Maximino, a Ars, fue el de consultar al Cura de Ars sobre su vocación sacerdotal; curiosamente, tras la entrevista entre San Juan María Vianney y el niño de La Salette, el Santo Cura se negó -a partir de ese momento- a predicar más sobre aquellas apariciones, así como bendecir objetos relacionados con la misma.

      Sin embargo, todo adoleció a una terrible confusión, provocada por la natural inocencia del niño y a las suspicacias del vicario del Santo Cura de Ars, el Reverendo Rymond, enemigo de las referidas apariciones. Así, años más tarde, el mismo San Juan María Vianney diría : "Tengo remordimientos, temo haber hecho algo contra la Santísima Virgen. Quisera que Dios me iluminase sobre este punto. He orado mucho para conseguirlo. Si la cosa fuese verdadera, ¡oh! entonces hablaría de ella, y si no lo fuese, todo habría acabado".

      Muchos de los feligreses que aguardaban al Santo Cura en las afueras de la iglesia de Ars, se precipitaban sobre San Juan María Vianney para preguntarle sobre la veracidad de las Apariciones de La Salette, no obstante del reconocimiento oficial por parte del Obispo de Grenoble. El Santo Cura, sólo se atrevía a dar evasivas al respecto...


Estampa con reliquia del confesonario del Santo Cura de Ars; 
las hice yo mismo a base de una astilla mayor que corté
 del confesonario de San Juan María Vianney
 

      En Octubre de 1858, diez meses antes de la partida al Paraíso del Cura de Ars, éste recobró su fe y devoción primitivas en las manifestaciones de Nuestra Señora de La Salette; él mismo lo narra así: "Hace unos quince días que padecía una gran perturbación interior y mi alma se encontraba como arrastrada sobre la arena. Hice entonces un acto de fe sobre la Aparición y enseguida se restableció la calma en mi espíritu. Deseé entonces ver a un sacerdote de Grenoble para manifestarle lo que había pasado en mí. Al día siguiente, llegó de aquella ciudad un eclesiástico distinguido. Entró a la sacristía y me preguntó qué había de pensar de La Salette. Yo le contesté "puede creerse".

      "Necesitaba -continuaba explicando el Santo Cura- la cantidad necesaria para completar la fundación de una misión. Me encomendé a la Virgen de La Salette y encontré justo el dinero que necesitaba. Consideré este hecho como milagroso". 

      Desde entonces, el Santo Cura de Ars, a pesar de guardar grandes reservas, favoreció las peregrinaciones a La Salette y alentó a los penitentes que le manifestaron sus  deseos de subir a la montaña. De nuevo, y con gran piedad, volvió a bendecir las imágenes de la Virgen en su advocación de La Salette. 

      El canónigo Oronte Seignemartin, Párroco de la Catedral de Belley narra que en 1876, en el transcurso de una reunión de sacerdotes, donde coincidió con San Juan María Vianney, le preguntó que qué pensaba acerca de La Salette; el Santo Cura de Ars le respondió en tono grave: "Creo en ella firmemente."

viernes, 20 de septiembre de 2013

EL DEBIDO CULTO AL ÚNICO Y VERDADERO DIOS


          El deber fundamental del hombre es, sin duda ninguna, el de orientar hacia Dios su persona y su propia vida: «A El, en efecto, debemos principalmente unirnos como indefectible principio, a quien igualmente ha di dirigirse siempre nuestra deliberación como a último fin, que por nuestra negligencia perdemos al pecar, y que de hemos reconquistar por la fe creyendo en El».


           Ahora bien, el hombre se vuelve ordenadamente a Dios cuando reconoce su majestad suprema y su magisterio sumo, cuando acepta con sumisión las verdades divinamente reveladas, cuando observa religiosamente sus leyes, cuando hace converger hacia El toda su actividad, cuando —para decirlo en breve— da, mediante la virtud de la religión, el debido culto al único y verdadero Dios.

          Este es un deber que obliga ante todo a cada uno en particular; pero es también un deber colectivo de toda la comunidad humana, ordenada con recíprocos vínculos sociales, ya que también ella depende de la suprema autoridad de Dios.

          Nótese, además, que éste es un deber particular de los hombres en cuanto elevados por Dios al orden sobrenatural.

          Así, si consideramos a Dios como autor de la antigua Ley, vemos que también proclama preceptos rituales y determina cuidadosamente las normas que el pueblo puede observar al tributarle el legítimo culto. Por eso estableció diversos sacrificios y designó las ceremonias con que se debían ejecutar; determinó claramente lo que se refería al arca de la Alianza, al templo y a los días festivos; señaló la tribu sacerdotal y el sumo sacerdote; indicó y describió las vestiduras que habían de usar los ministros sagrados y todo lo demás relacionado con el culto divino.
          Este culto, por lo demás, no era otra cosa sino la sombra del que el sumo sacerdote del Nuevo Testamento había de tributar al Padre celestial.



          Efectivamente, apenas «el Verbo se hizo carne» se manifestó al mundo dotado de la dignidad sacerdotal, haciendo un acto de sumisión al Eterno Padre que había de durar todo el tiempo de su vida: «al entrar en el mundo, dice... Heme aquí que vengo... para cumplir, ¡oh Dios!, tu voluntad»", acto que se llevará a efecto de modo admirable en el sacrificio cruento de la cruz: «Por esta voluntad, pues, somos santificados por la oblación del Cuerpo de Jesucristo hecha una vez sola».

martes, 17 de septiembre de 2013

SAN FRANCISCO DE ASÍS PORTAESTANDARTE DE CRISTO

      
      Comenzó San Francisco a contemplar con gran devoción la Pasión de Cristo y su infinita caridad. Y crecía tanto en él el fervor de la devoción, que se transformaba totalmente en Jesús por el amor y por la compasión. Estando así inflamado en esta contemplación, aquella misma mañana vio bajar del cielo un Serafín con seis alas de fuego resplandecientes. El serafín se acercó a San Francisco en raudo vuelo tan próximo, que él podía observarlo bien: vio claramente que presentaba la imagen de un hombre crucificado y que las alas estaban dispuestas de tal manera, que dos de ellas se extendían sobre la cabeza, dos se desplegaban para volar y las otras dos cubrían todo el cuerpo.



      Ante tal visión, San Francisco quedó fuertemente turbado, al mismo tiempo que lleno de alegría, mezclada de dolor y de admiración. Sentía grandísima alegría ante el gracioso aspecto de Cristo, que se le aparecía con tanta familiaridad y que le miraba tan amorosamente; pero, por otro lado, al verlo clavado en la Cruz, experimentaba desmedido dolor de compasión. Luego, no cabía de admiración ante una visión tan estupenda e insólita, pues sabía muy bien que la debilidad de la pasión no dice bien con la inmortalidad de un espíritu seráfico. Absorto en esta admiración, le reveló el que se le aparecía que, por disposición divina, le era mostrada la visión en aquella forma para que entendiese que no por martirio corporal, sino por incendio espiritual, había de quedar él totalmente transformado en expresa semejanza de Cristo crucificado.

      Durante esta admirable aparición parecía que todo el monte Alverna estuviera ardiendo entre llamas resplandecientes, que iluminaban todos los montes y los valles del contorno como si el sol brillara sobre la tierra. Así, los pastores que velaban en aquella comarca, al ver el monte en llamas y semejante resplandor en torno, tuvieron muchísimo miedo, como ellos lo refirieron después a los hermanos, y afirmaban que aquella llama había permanecido sobre el monte Alverna una hora o más. Asimismo, al resplandor de esa luz, que penetraba por las ventanas de las casas de la comarca, algunos arrieros que iban a la Romaña se levantaron, creyendo que ya había salido el sol, ensillaron y cargaron sus bestias, y, cuando ya iban de camino, vieron que desaparecía dicha luz y nacía el sol natural.




      En esa aparición seráfica, Cristo, que era quien se aparecía, habló a San Francisco de ciertas cosas secretas y sublimes, que San Francisco jamás quiso manifestar a nadie en vida, pero después de su muerte las reveló, como se verá más adelante. Y las palabras fueron éstas:

      - ¿Sabes tú -dijo Cristo- lo que yo he hecho? Te he hecho el don de las Llagas, que son las señales de mi Pasión, para que tú seas mi Portaestandarte. Y así como yo el día de mi muerte bajé al Limbo y saqué de él a todas las almas que encontré allí en virtud de estas mis Llagas, de la misma manera te concedo que cada año, el día de tu muerte, vayas al Purgatorio y saques de él, por la virtud de tus llagas, a todas las Almas que encuentres allí de tus tres Ordenes, o sea, de los menores, de las monjas y de los continentes (Terciarios Franciscanos), y también las de otros que hayan sido muy devotos tuyos, y las lleves a la Gloria del Paraíso, a fin de que seas conforme a mí en la muerte como lo has sido en la vida.

      Cuando desapareció esta visión admirable, después de largo espacio de tiempo y de secreto coloquio, dejó en el corazón de San Francisco un ardor desbordante y una llama de amor divino, y en su carne, la maravillosa imagen y huella de la Pasión de Cristo. Porque al punto comenzaron a aparecer en las manos y en los pies de San Francisco las señales de los clavos, de la misma manera que él las había visto en el cuerpo de Jesús Crucificado, que se le apareció bajo la figura de un serafín. Sus manos y sus pies aparecían, en efecto, clavados en la mitad con clavos, cuyas cabezas, sobresaliendo de la piel, se hallaban en las palmas de las manos y en los empeines de los pies, y cuyas puntas asomaban en el dorso de las manos y en las plantas de los pies, retorcidas y remachadas de tal forma, que por debajo del remache, que sobresalía todo de la carne, se hubiera podido introducir fácilmente el dedo de la mano, como en un anillo. Las cabezas de los clavos eran redondas y negras.



      Asimismo, en el costado derecho aparecía una herida de lanza, sin cicatrizar, roja y ensangrentada, que más tarde echaba con frecuencia sangre del santo pecho de San Francisco, ensangrentándole la túnica y los calzones. Lo advirtieron los compañeros antes de saberlo de él mismo, observando cómo no descubría las manos ni los pies y que no podía asentar en tierra las plantas de los pies, y cuando, al lavarle la túnica y los calzones, los hallaban ensangrentados; llegaron, pues, a convencerse de que en las manos, en los pies y en el costado llevaba claramente impresa la imagen y la semejanza de Cristo Crucificado.


lunes, 16 de septiembre de 2013

EL PURGATORIO EN LAS VISIONES DE SANTA MARÍA MAGDALENA DE PAZZIS


          Santa Magdalena de PazziS, Terciaria Carmelita, tuvo la gracia de ver y visitar el Purgatorio en vida. Pudo recorrer las diversas estancias preparadas por la Misericordia de Dios, y así lo narró al Padre Cepari, que recogió las visiones de la Santa carmelita. 


    “Un tiempo antes de su muerte, que tuvo lugar en 1607, la sierva de Dios, Magdalena de Pazzi, se encontraba una noche con varias religiosas en el jardín del convento, cuando entró en éxtasis y vio el Purgatorio abierto ente ella. Al mismo tiempo, como ella contó después, una voz la invitó a visitar todas las prisiones de la Justicia Divina, y a ver cuan merecedoras de compasión son esas almas allí detenidas.



    En ese momento se la oyó decir: “Si, iré”. Consintió así a llevar a cabo el penoso viaje. De hecho a partir de entonces caminó durante dos horas alrededor del jardín, que era muy grande, parando de tiempo en tiempo. Cada vez que interrumpía su caminata, contemplaba atentamente los sufrimientos que le mostraban. Las religiosas vieron entonces que, compadecida, retorcía sus manos, su rostro se volvió pálido y su cuerpo se arqueó bajo el peso del sufrimiento, en presencia del terrible espectáculo al que se hallaba confrontada.

    Entonces comenzó a lamentarse en voz alta, “¡Misericordia, Dios mío, misericordia! Desciende, oh Preciosa Sangre y libera a estas almas de su prisión. ¡Pobres almas! Sufren tan cruelmente, y aún así están contentas y alegres. Los calabozos de los mártires en comparación con esto eran jardines de delicias. Aunque hay otras en mayores profundidades. Cuan feliz debo estimarme al no estar obligada a bajar hasta allí.

    Sin embargo descendió después, porque se vio forzada a continuar su camino. Cuando hubo dado algunos pasos, paró aterrorizada y, suspirando profundamente, exclamó ”¡Qué! ¡Religiosos también en esta horrenda morada! ¡Buen Dios! ¡Como son atormentados! ¡Oh, Señor!”.



viernes, 13 de septiembre de 2013

LA SEMANA DEL BUEN CRISTIANO, FRANCÉS-ESPAÑOL


      Gracias a un buen amigo les comparto la versión francesa de "La Semana del Buen Cristiano". He aprovechado para retocar la anterior, que por los colores del fondo del texto a veces se hacía difícil de leer. 

      Como siempre -y ustedes bien lo saben- se pueden imprimir, doblar a la mitad y plastificar. Para que quede bien, recomiendo recortarla con paciencia, con unas buenas tijeras y una vez doblada a la mitad, pegarla con pegamento especial para papel; así queda perfecta para plastificar.

      Algunos lectores me han pedido permiso para imprimirla como recordatorio de sus Bodas de Plata... me parece un regalo muy pío, oreferible al clásico cigarro puro. Otros más "atrevidos" me cuentan que la tienen hasta en la mesa del trabajo o en el coche y que han tenido que imprimir más porque "quien ve la imagen del Sagrado Corazón me la pide enseguida..."



      Los grupos o comunidades religiosas que quieran hacerla con su dirección y nombre, pueden retocarla o bien me lo comentan, que muy gustoso, de forma totalmente gratuita, se la preparo. Pueden escribirme un mail a:  traditio@hotmail.com .

      Nunca me cansaré de decir que en determinados momentos, hace más bien al alma una estampita "de niños", que el sermón de un sacerdote que se esmera en tocar unos corazones fríos. Es curioso, pero en no pocas ocasiones, cuando me dirijo a un sitio oficial para realizar papeleo, me suelo encomendar a Nuestra Señora, al Ángel de mi guarda y al Sacratísimo Corazón de Jesús, más que nada para aligerar la tarea del funcionario de turno... Sorpresa mayúscula es la mía cuando llego al lugar en cuestión, tomo asiento y... ¿qué veo?: una estampita de LA SEMANA DEL BUEN CRISTIANO sobre la mesa del funcionario, el cual se fija en mi mirada curiosa y me pregunta "¿Te gusta?", y yo, medio bobo contesto "claro...este...sí, tengo una".


lunes, 9 de septiembre de 2013

SOR JOSEFA MENÉNDEZ Y EL INFIERNO


       Empecé a oír muchos gritos, y en seguida me encontré en un pasillo muy estrecho. En la pared hay como unos nichos, de donde sale mucho humo pero sin llama, y muy mal olor. Yo no puedo decir lo que se oye, toda clase de blasfemias y de palabras impuras y terribles. Unos maldicen su cuerpo... otros maldicen a su padre o madre... otros se reprochan a ellos mismos el no haber aprovechado tal ocasión o tal luz para abandonar el pecado. En fin, es una confusión tremenda de gritos de rabia y desesperación.

       Pasé por un pasillo que no tenía fin, y luego, dándome un golpe en el estómago, que me hizo como doblarme y encogerme, me metieron en uno de aquellos nichos, donde parecía que me apretaban con planchas encendidas y como que me pasaban agujas muy gordas por el cuerpo, que me abrasaban.



      En frente de mí y cerca, tenía almas que me maldecían y blasfemaban. Es lo que más me hizo sufrir... pero lo que no tiene comparación con ningún tormento es la angustia que siente el alma, viéndose apartada de Dios.
 

        Me pareció que pasé muchos años en este infierno, aunque sólo fueron seis o siete horas... Luego sentí que tiraban otra vez de mí, y después de ponerme en un sitio muy oscuro, el demonio, dándome como una patada me dejó libre. No puedo decir lo que sintió mi alma cuando me di cuenta de que estaba viva y que todavía podía amar a Dios. Para poderme librar de este infierno y aunque soy tan miedosa para sufrir, yo no sé a qué estoy dispuesta.

       Veo con mucha claridad que todo lo del mundo no es nada en comparación del dolor del alma que no puede amar, porque allí no se respira más que odio y deseo de la perdición de las almas.(...) Cuando entro en el infierno, oigo como unos gritos de rabia y de alegría, porque hay un alma más que participa de sus tormentos.


       No me acuerdo entonces de haber estado allí otras veces, sino que me parece que es la primera vez. También creo que ha de ser para toda la eternidad y eso me hace sufrir mucho, porque recuerdo que conocía y amaba a Dios, que estaba en la Religión, que me ha concedido muchas gracias y muchos medios para salvarme...¿Qué he hecho para perder tanto bien...? ¿Cómo he sido tan ciega...? ¡Y ya no hay remedio...! También me acuerdo de mis Comuniones, de que era novicia, pero lo que más me atormenta es que amaba a Nuestro Señor muchísimo... Lo conocía y era todo mi tesoro...No vivía sino para Él... ¿Cómo ahora podré vivir sin Él...? Sin amarlo.., oyendo siempre estas blasfemias y este odio... siento que el alma se oprime y se ahoga... Yo no sé explicarlo bien porque es imposible...



domingo, 8 de septiembre de 2013

NUESTRA SEÑORA DE COVADONGA


En Nazaret, en tal día como hoy, según la Tradición, tuvo lugar el nacimiento 
de la hija de San Joaquín y Santa Ana: Nuestra Señora, la Siempre Pura Virgen María, que en la plenitud de los tiempos, sería la Madre Bendita de Nuestro Redentor. 

Esta fiesta, que se celebra en la Cristiandad desde el siglo VII, sirvió para fijar, 
nueve meses antes, la de la Inmaculada Concepción.

       En España, se celebra en muchos lugares este importantísimo día honrando a Nuestra Señora bajo diferentes títulos o advocaciones; una de las más conocidas, por su antigüedad y gran devoción popular, es la de "La Santina", como llaman los asturianos a la Virgen de Covadonga.

       Nuestra Señora fue la Divina Inspiradora de la Reconquista de las tierras de Hispania a los mahometanos; gesta comenzada por el Rey Don Pelayo en el año 718, en la Cueva Santa de Covadonga, fue culminada por los Reyes Católicos con la toma de la ciudad de Granada en 1492, ocho siglos más tarde, pero con el mismo celo y amor por instaurar en la Península Ibérica la Santa y Verdadera Religión Católica.



       En el fabuloso Valle de Covadonga, Asturias ( España ), se encuentra el monte Auseva, donde existe una cueva natural, que según la Tradición, servía de refugio a un eremita devoto de Nuestra Señora. Sería ese el punto de partida de la Reconquista, capitaneada por Don Pelayo, primer Rey de Asturias, con objeto de poner fin a la dominación musulmana en España. Aún recuerdo con cierta emoción, el día que subí hasta la Cueva Santa, la casita de la Virgen de Covadonga, donde junto con un amigo sacerdote y dos jóvenes seminaristas, rezamos la Salve a los pies de la Santina, con lágrimas en los ojos...pero esa historia, la contaré otro día.

       En cierta ocasión, el Rey Don Pelayo, refugiado con otros cristianos en aquellas montañas, entró en la Cueva persiguiendo a un malhechor. El ermitaño que allí moraba, rogó a Don Pelayo que perdonase al bandido, puesto que se había acogido a la protección de la Virgen, y que llegaría también el día en que él tendría necesidad de buscar en la Cueva el amparo y ayuda de Nuestra Señora.


       Se cuenta Rey Pelayo y los cristianos, en la huída por aquellas montañas, llevarían consigo alguna imagen de la Virgen, que colocaron en la Cueva para implorar su protección; otra historia narra que la pondrían allí después de la victoria obtenida, a fin de dar culto a Nuestra Señora en memoria y gratitud por el triunfo obtenido por su mediación. Más tarde, el Rey Don Pelayo, deseando tributar un homenaje perenne a la Virgen Santa, edificó en la misma Cueva un altar sobre el que descansaría la Valiosa Protectora de los que se habían levantado en armas contra los infieles.

       Las Crónicas árabes, cuando hablan de Covadonga afirman que en esta Cueva las mermadas fuerzas del Rey Don Pelayo encontraron refugio, alimentándose de la miel que las abejas habían producido en las colmenas construidas en las hendiduras de las rocas.    


       Ante ella se libró lo que se vino a llamar la “Batalla de Covadonga” y que vendría a ser una de “las primeras piedras de la Europa cristiana”. Las viejas crónicas ponen en boca de Don Pelayo esta afirmación: 


“Nuestra esperanza está en Cristo y de este pequeño monte
 saldrá la salvación de España”


Bendita la Reina
de nuestra montaña,
que tiene por trono
la cuna de España
y brilla en la altura
más bella que el sol.
¡Es Madre y es Reina!
Venid, peregrinos,
que ante Ella se aspiran
amores divinos
y en Ella está el alma
del pueblo español.
 

sábado, 7 de septiembre de 2013

MADRE DE LOS PECADORES


Madre mía amantísima, ¿cómo es posible
que teniendo Madre tan Santa sea yo tan malvado?
¿Una Madre ardiendo en amor a Dios
y yo apegado a las criaturas?
¿Una Madre tan rica en virtudes
y yo tan pobre en merecimientos?

La estampa se puede imprimir, doblar a la mitad, pegar y plastificar. Una sencilla estampa como ésta,
 puede tocar más los corazones que un sermón de una hora. ¿Te animas a difundirla?
 Nuestra Señora siempre premia a sus devotos, a los que realmente la quieren y la dan a conocer, 
sin miedo ni vergënza alguna.

Madre mía amabilísima, no merezco ser tu hijo,
pues me hice indigno por mi mala vida.
Me conformo con que me aceptes por siervo;
y para lograr serlo, aun el más humilde,
estoy pronto a renunciar a todas las cosas.

Con esto me contento, pero no me impidas
poderte llamar Madre mía.
Este nombre me consuela y enternece,
y me recuerda mi obligación de amarte.

Este nombre me obliga a confiar siempre en Ti.
Cuanto más me espantan mis pecados
y el temor a la Divina Justicia,
más me reconforta el pensar
que Tú eres la Madre mía.

Permíteme que te diga: Madre mía.
Así te llamo y siempre así te llamaré.
Tú eres siempre, después de Dios,
mi Esperanza, mi Refugio y mi Amor
en este valle de lágrimas.

Así espero morir,
confiando mi alma en tus santas manos
y diciéndote: Madre mía, Madre mía María;
ayúdame y ten piedad de mí. Amén.


viernes, 6 de septiembre de 2013

PRIMER VIERNES, ANTESALA DEL CIELO


            Fíjate bien en esta Promesa, consoladoras palabras salidas de los labios de Nuestro Señor y que un día bendito, fueron confiadas a Santa Margarita María de Alacoque, la Apóstol del Sagrado Corazón de Jesús. Nos promete el Señor la gracia de la perseverancia final, que es sinónimo de la SALVACIÓN ETERNA.


             ¡Cuánto nos ama el Sagrado Corazón! A pesar de nuestros pecados y negativas de entregarnos a Él, porque muchas veces preferimos -como locos- las miserias de este mundo, nos da muestras de Su Amor y nos tiende la mano para darnos aliento en un mundo que cada vez anda más desorientado.

         Nos pide tan poco y le damos... ¡NADA! ¿Con qué derecho nos quejamos?. Qué desfachatez la nuestra que apenas le damos unas migajas del tiempo libre, cuando TODO lo deberíamos hacer pensando en darle gloria, buscando en todo momento agradarle.

            ¿Será acaso tan pesado para ti, acercarte al confesonario para limpiar tu alma y luego ir a recibirlo en la Sagrada Comunión?. Con este sencillo gesto, realizado NUEVE PRIMEROS VIERNES de mes -o mejor, cada primer viernes durante todo el año- estaremos seguros de ser merecedores de tan importante Promesa.

         Sencilla práctica, pero con inestimables consecuencias para el alma. No desoigas más la voz de Aquél que te busca sin descanso. Sé un buen devoto del Sagrado Corazón, y comparte este artículo, para que otras almas se arrimen al que, como decía Santa Margarita, "es el Trono de las Misericordias, donde los más pecadores son los mejor recibidos"




jueves, 5 de septiembre de 2013

AL PIE DEL TRONO EUCARÍSTICO


          El Santo Sacrificio de la Misa es la más sublime de todas las oraciones, pues Jesucristo se ofrece en él a su Eterno Padre, le adora,le da gracias, le ofrece digna reparación y ruega continuamente por su Iglesia, por todos los hombres, sus hermanos y por los pobres pecadores. ¡Oración sublime que no cesa un instante del día ni de la noche en virtud del estado de Víctima de Jesús en la Eucaristía! Ella sola es toda la Religión, el ejercicio acabado de todas las virtudes. Unamos nuestras oraciones con la de Nuestro Señor y oremos como Él por los cuatro fines del sacrificio.





          El objeto formal de los actos de adoración eucarística es la excelencia infinita de Jesucristo, digna por sí misma de todo honor y gloria. Uníos, en espíritu, a los moradores de la Corte Celestial cuando, postrados al pie del Trono del Cordero, prorrumpen en alabanzas, exclamando: “¡Al que está sentado en el Trono y al Cordero, bendición y honra, gloria y potestad por los siglos de los siglos!”  (Ap 5, 13). Uníos a los veinticuatro ancianos que, deponiendo las coronas de sus sienes, las rinden a los pies del Cordero. Y después, puestos al pie del Trono Eucarístico, ofreced vuestra persona, vuestras facultades y todas vuestras obras, diciéndole: “A Ti solo, honor y gloria”.Contemplad la grandeza del amor de Jesús al instituir, multiplicar y perpetuar la Divina Eucaristía hasta el fin de los siglos.

          Admirad su sabiduría infinita por una invención tan divina, que llenade asombro a los mismos Ángeles; reverenciad su poder soberano triunfador de todos los obstáculos; ensalzad su Divina Bondad que le sirve de norma en la distribución de sus dones.Pensad que vosotros mismos sois el fin de la institución del mayor y más Santo de todos los Sacramentos, puesto que lo que ha hecho por todos, lo hubiera de igual manera ejecutado si hubieseis sido solos en el mundo; ¡qué amor!... Vuestra alma debería sentirse enajenada por inefables transportes de amor y felicidad.
..

Beato Pedro Julián Eymard

martes, 3 de septiembre de 2013

SAN PÍO X, EL PAPA ÍNTEGRO


          El Pontificado del gran San Pío X, se desarrolló desde 1903 a 1914, año en que estallaba la Gran Guerra; pero no fue éste sólo un período de luchas entre países, entre reinos temporales: la Santa Iglesia Católica vivía también en un clima de guerra, amenazada por los enemigos que la acechaban desde adentro, y que valientemente fueron denunciados por el Piadoso Pontífice, que señaló y condenó a los llamados "modernistas". Ante el peligro que se presentaba frente a la integridad de la Doctrina Católica, el Papa San Pío no titubeó en extirpar el Modernismo, que en palabras del mismo Pontífice era la “síntesis de todas las herejías”.

          Ese movimiento, precursor del progresismo católico de nuestros días, trataba de adaptar la Iglesia al espíritu y a los errores del mundo moderno, infectando los ambientes católicos con esos nefastos y autodemoledores errores, que dieron a luz tras la tragedia del Concilio Vaticano II.


          Aquel extraordinario Papa, en su famosa y magnífica Encíclica Pascendi Dominici Gregis ( 8 de Septiembre de 1907 ) denunció los enemigos internos, que conspiraban para desfigurar y, finalmente, destruir la Santa Iglesia Católica desde adentro: “Los fautores del error se ocultan en el propio seno de la Iglesia, por así decir, en las propias venas y entrañas de ella”.




 SOBRE LAS DOCTRINAS DE LOS MODERNISTAS
( Extractos de la Carta Encíclica Pascendi )

          ... por su gran temeridad, no hay linaje de consecuencias que les haga retroceder o, más bien, que no sostengan con obstinación y audacia. Juntan a esto, y es lo más a propósito para engañar, una vida llena de actividad, constancia y ardor singulares hacia todo género de estudios, aspirando a granjearse la estimación pública por sus costumbres, con frecuencia intachables. Por fin, y esto parece quitar toda esperanza de remedio, sus doctrinas les han pervertido el alma de tal suerte, que desprecian toda autoridad y no soportan corrección alguna; y atrincherándose en una conciencia mentirosa, nada omiten para que se atribuya a celo sincero de la verdad lo que sólo es obra de la tenacidad y del orgullo.
 

          ... habíamos esperado que algún día volverían sobre sí, y por esa razón habíamos empleado con ellos, primero, la dulzura como con hijos, después la severidad y, por último, aunque muy contra nuestra voluntad, las reprensiones públicas. Pero no ignoráis, venerables hermanos, la esterilidad de nuestros esfuerzos: inclinaron un momento la cabeza para erguirla en seguida con mayor orgullo. Ahora bien: si sólo se tratara de ellos, podríamos Nos tal vez disimular; pero se trata de la religión católica y de su seguridad. Basta, pues, de silencio; prolongarlo sería un crimen. Tiempo es de arrancar la máscara a esos hombres y de mostrarlos a la Iglesia entera tales cuales son en realidad.
 


          Y como una táctica de los modernistas (así se les llama vulgarmente, y con mucha razón), táctica, a la verdad, la más insidiosa, consiste en no exponer jamás sus doctrinas de un modo metódico y en su conjunto, sino dándolas en cierto modo por fragmentos y esparcidas acá y allá, lo cual contribuye a que se les juzgue fluctuantes e indecisos en sus ideas, cuando en realidad éstas son perfectamente fijas y consistentes; ante todo, importa presentar en este lugar esas mismas doctrinas en un conjunto, y hacer ver el enlace lógico que las une entre sí, reservándonos indicar después las causas de los errores y prescribir los remedios más adecuados para cortar el mal.

( PASCENDI, San Pío X )

lunes, 2 de septiembre de 2013

EL DON DE ÁNIMAS

           
          La visión de las Almas del Purgatorio, el don de poder recibir sus visitas, es conocida como "don de Ánimas"; aunque en la Historia de la Iglesia ha habido algunos casos, más bien pocos. Así vemos Santos de la talla de San Gregorio Magno, Santa Brígida de Suecia, Santa Gema Galgani, Santa Teresa de Jesús o Santa Margarita María de Alacoque  -de la cual publicamos otro encuentro con un Alma purgante la semana pasada- que nos aseguran en sus escritos que alguna vez unos y frecuentemente otros, tuvieron encuentros con las Almas que constituyen la Iglesia Purgante.

          Quien recibe esa gracia de comunicarse con las Almas Benditas, entiende que a pesar de sus sufrimientos, no quieren otra cosa más que purificarse y llegar al Paraíso. Las Almas sólo necesitan de nuestras oraciones, Misas, limosnas, para obtener consuelo y hasta la liberación de aquella Cárcel de Amor que es el Purgatorio.



          Muchas personas temerosas -por ignorancia- me dicen aquello de "a los muertos hay que dejarlos descansar en paz". Por supesto que la Iglesia condena la invocación de los muertos, como algunos espirititas y satanistas hacen, pero rezar por nuestros Fieles Difuntos, máxime cuando sospechamos que puedan estar retenidos en el Purgatorio, es una OBRA DE MISERICORDIA a la cual estamos obligados a dar cumplimiento.

          El olvido de la memoria de nuestros antepasados, la negligencia de no mandar nunca a celebrar Misas por nuestros familiares y deudos, la inmisericordia de no querer aliviarles ofreciendo un generoso donativo a una buena causa, con intención de mitigar el dolor del Purgatorio en los nuestros, es un GRAVE PECADO contra el primer mandamiento, la Ley Suprema de Nuestro Señor: Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos.

          Empieza a hacer desde hoy mismo Apóstol y Devoto de estas Buenas Almas, que Ellas, que ya nada entienden de la ingratitud humana, sabrán interceder por ti cuando sus ojos alcancen a contemplar a Dios cara a cara.




       Una religiosa fallecida mucho tiempo antes le insiste: "Tú estás ahí en tu cama muy a gusto; pero mírame a mí acostada en un lecho de llamas, en donde sufro penas intolerables." Me mostró en efecto aquel lecho horrible que me hace estremecer cuantas veces lo recuerdo. Estaba lleno por debajo de puntas agudas e incandescentes que le penetraban la carne.

       Me desgarran - añadió - el corazón con peines de hierro candente, lo que constituye mi mayor dolor, por los pensamientos de murmuración y desaprobación contra mis superiores, en que me detuve; mi lengua (que siento como si continuamente me la arrancaran) está comida de los gusanos en castigo de las palabras que he dicho contra la caridad. Tengo la boca toda ulcerada por mi falta de silencio y los labios hinchados y carcomidos de úlceras. ¡Ah, cuánto desearía que todas las almas consagradas a Dios pudieran verme en tan terrible tormento! ¡Si pudiera hacerles sentir la magnitud de mis dolores y de los que están preparados a las que viven con negligencia en su vocación, sin duda que caminarían con más fervor en su camino de la exacta observancia y cuidarían de no caer en las faltas que a mí me producen tan terribles tormentos!

        Un día de exactitud en el silencio de toda la comunidad, curaría mi boca ulcerada. Otro pasado en la práctica de la caridad, sin hacer ninguna falta contra ella, curaría mi lengua; y otro en que no se dijese una palabra de crítica ni de desaprobación contra la superiora, curaría mi corazón desgarrado".