lunes, 11 de noviembre de 2013

LAS ALMAS DEL PURGATORIO Y LA VENERABLE SOR MÓNICA DE JESÚS,AGUSTINA



           A lo largo de su vida, muchísimas veces se le aparecieron Almas del Purgatorio para pedirle ayuda. A veces, era su mismo Ángel custodio quien le hablaba de las Almas que necesitaban ayuda y ella se ofrecía a sufrir en su lugar.

           Y también frecuentemente estas Almas venían a darle las gracias. Veamos lo que ella misma dice:
 


      El Domingo por la noche vinieron siete Almas del Purgatorio a despedirse, porque se iban a gozar de Dios. Todas iban muy contentas con una cara de satisfacción que no es para decir, sino para verlas. Iban dos monjas de la caridad. Fueron a las únicas que conocí, las otras no sé quiénes eran. A las dos religiosas las conocí por haberlas visto en la Guerra, cuando usted sabe, y recuerdo muy bien de haber ayudado a vendar dos heridos que ellas con otros soldados apenas podían manejarse con ellos, pues estaban muy heridos.

      Al amanecer del día 7, me dijo el hermano mayor (su Ángel Custodio) que su padre había muerto. Yo lloré al decirme el Ángel: “Nuestro abuelito ha muerto”. Al principio no caí (en lo que me decía), pero al instante él me lo dijo. Al verme llorar, el Ángel me dijo: “Ha sido la voluntad de Jesús el llevárselo y le ha hecho un beneficio”. Entonces dije: “Cúmplase la voluntad de Jesús en todo”.

      Le pregunté al Ángel: "Y su alma ¿se ha salvado?" Y me dijo que sí que se había salvado, pero que había sido llevada al Purgatorio por un poco de tiempo. Le dije que yo salía fiadora de él y que le dijese a Jesús que me diese a mí, lo que él tuviera que sufrir y se lo llevase a gozar.

      De esto ninguna respuesta tuve ni he tenido. El hermano mayor me dijo que comulgase nueve días por él con mucho fervor por la queja que Jesús había tenido de él por no haberlo recibido con más frecuencia, cuando podía hacerlo.


      Hoy mismo hace los nueve días. En estos días he ofrecido a Jesús todos mis sufrimientos por su alma con mucha paciencia y alegría, porque él había tenido alguna impaciencia en los sufrimientos.

      También he ofrecido algunos días tres y cinco disciplinas. Creo que saldrá muy pronto, según me ha dicho el hermano mayor...


                                                                       Carta del 5 de Noviembre de 1924






sábado, 9 de noviembre de 2013

SANTA MARÍA LA REAL DE LA ALMUDENA, PATRONA DE MADRID



“Que si bien se considera

Virgen Pura y excelente,

Vos en Madrid solamente

Fuisteis la imagen primera

Que reverenció su gente.”

(Verso dedicado a la Virden de la Almudena en 1616)

       Dice una antiquísima tradición que “cuando el Apóstol Santiago vino de Jerusalén a predicar a España, trajo a esta coronada Villa de Madrid, la milagrosísima Imagen que hoy llaman de la Almudena y la colocó  en esta Iglesia  en compañía de uno de los doce discípulos  llamado S. Calocero, que fue el primero que predicó en ella el año del Señor de 38....”. (Según consta en una inscripción de 1640).

       Al conquistar los musulmanes Madrid (Magerit lo llamaron los infieles) hacia el 714, la imagen de Nuestra Señora fue escondida por los cristianos en un hueco practicado en las murallas de la Villa, en evitación de profanaciones y cumpliendo así el decreto Arzobispo de Toledo, Don Raymundo. En prueba de devoción, ocultaron, junto con la Virgen, dos velas encendidas, tapiando después el hueco con una gruesa pared de cal y canto.
 

       El Rey Don Alfonso VI de León, conquista Madrid en torno al año 1083, y enseguida trata de hallar la Imagen de la Santísima Virgen, escondida por los cristianos siglos atrás. El Monarca había hecho voto de buscarla incansablemente para restituirla al culto de los fieles, si Dios le concedía la victoria sobre los Sarracenos, y lograba tomar la fortaleza de Madrid. Pero una vez liberada ésta y no obstante sus pesquisas, no lograba localizar el sitio donde la Imagen estaba oculta.

       Por ese deseo de que la Virgen Nuestra Señora fuese venerada hasta tanto se lograse hallarla, mandó pintar una Imagen, inspirándose en los rasgos que la tradición atribuía a aquélla imagen oculta y, no se sabe si por el deseo del artista o por gusto del propio Rey casado en aquel momento con Doña Constanza -hija de Enrique I de Francia-, pintaron en su mano una flor de lis.

       La Imagen fue pintada sobre los muros de la antigua Mezquita musulmana. Tras las ceremonias de purificación y dedicación del Templo, quedó expuesta al culto en el cuadro hoy conocido por Nuestra Señora de la Flor de Lis.

       Una vez conquistado Toledo, volvió Alfonso VI a insistir en la búsqueda de la Imagen oculta por los cristianos. Así, en Noviembre de 1085, se celebró  un piadoso novenario por el éxito de las pesquisas, que finalizó el día 9, con una devota procesión presidida por el Monarca y los Prelados; y al pasar la comitiva frente a la alhóndiga o Almudith, establecida por los moros, se desplomaron unas piedras, dejando al descubierto la Imagen llamada desde entonces de la Almudena, que según la tradición, conservaba encendidas dos candelas, con que fue escondida al ser ocultada 369 años antes.

       Llevada a la Iglesia de Santa María, fue colocada solemnemente en el Altar mayor, donde permaneció hasta el día 25 de octubre de 1868 en que, por demolición del Templo, fue instalada en el Convento de las Religiosas Bernardas del Santísimo Sacramento, en cuya Iglesia estuvo expuesta al culto hasta el 29 de mayo de 1911, fecha en la que se trasladó con la mayor solemnidad a la Cripta de la Nueva Catedral que construía en honor de su Advocación junto al lugar de la muralla, donde fue hallada la Imagen por AlfonsoVI, existiendo hoy en el hueco donde la Virgen estuvo oculta, una Imagen de piedra que conmemora el hecho
.

       El Papa San Pío X, la declaró por soberano decreto de agosto 1908, Patrona de Madrid y señaló su Fiesta para el día 9 de Noviembre.

El Rey Carlos II, último de la Dinastía de los Austrias, 
venera, junto a la real familia, a Nuestra Señora de la Almudena

viernes, 8 de noviembre de 2013

CRUCIFICADOS SIN CRUZ: TERESA NEUMANN ( 1º PARTE )

       
       Teresa Neumann nació el 19 de Abril de 1898 en Konnersreuth (Austria). Fue la mayor de diez hermanas. Su padre, Fernando Neumann, ejercía el oficio de sastre. La familia era dueña de una modesta granja en la que apenas tenían cuatro vacas. A los catorce años, Teresa tuvo que trabajar en una granja vecina para contribuir a la maltrecha economía familiar. 


       Cuando estalló la Gran Guerra, en 1914, su padre y su patrón fueron llamados a filas y Teresa tuvo que trabajar muy duro para suplir las manos que faltaban en el trabajo del campo. Era vigorosa, despierta, muy simpática. Trabaja sin descanso, portando a sus espaldas sacos de hasta setenta kilos de peso, sin ayuda de nadie.

       La joven Teresa soñaba con ser enfermera y marcharse a África, como misionera; si bien nunca salió de su pueblo, con sus sufrimientos y testimonio personal, conquistó muchas almas para Dios. En el transcurso de un incendio en una granja vecina, Teresa, que había acudido con otros vecinos a sofocarlo, sufrió un accidente que la obligó a guardar cama, imposibilitándola a trabajar. Al año siguiente, sufriendo aún por la caída, Teresa quedó ciega.

       A partir de ahí se sucederían otras enfermedades: tuvo el brazo izquierdo paralizado durante tres meses, perdió el oído durante algún tiempo y una laringitis aguda le impediría hablar. En esos momentos de desesperación para cualquier alma, Teresa encontró la resignación en el recuerdo de la Pasión de Cristo y le ofreció al Señor todas su tribulaciones y su muerte. Aquella fidelísima y auténtica imagen de la miseria humana, se abandonó en manos de Dios, sin reservas, dispuesta a ser crucificada por el Amor.

       Habían pasado poco más de cuatro años desde que Teresa Neumann perdiera la visión, cuando en la mañana del 29 de Abril de 1923, su padre entró en la habitación de la pobre ciega para despedirse antes de salir al trabajo; al poco tiempo, ella misma notó como si "alguien raspase la almohada". Se despertó y vio entrar en la habitación a su hermana Otilia, la más pequeña de la casa, a la que casi no conoció tras cuatro años de ceguera.

       Todos en la familia quedaron estremecidos y daban gracias a Dios al comprobar que Rels (nombre con que la trataban en casa) había recuperado la visión el mismo día en que Teresa de Liseux era declarada Beata por el Papa Pío XI. Para todos era claro: Teresita del Niño Jesús había sido la intermediaria en tan repentina curación.

       A pesar de que el resto de enfermedades persistían, Teresa Neumann ofrecía aquellos padecimientos al Señor, al tiempo que contemplaba un retrato de la Santa de Liseux que tenía siempre ante sí. Con mucha frecuencia repetía estas palabras de la Santa Carmelita:

"Amar, amar a Nuestro Señor con todas nuestras fuerzas
 y ayudar a la salvación de las almas
 a quien Él tanto ama"

Continuará...



martes, 5 de noviembre de 2013

LAS SAGRADAS RELIQUIAS, TESTIGOS PEREMNES DE CATOLICIDAD



      Desde hace siglos, la  Santa Iglesia Católica, ha custodiado con piadoso celo, la memoria de aquellos cristianos que sobresalieron en su amor por Dios y en la caridad para con los hombres. Y porque destacaron en medio del resto de los creyentes por  sus virtudes, practicando la fe, la esperanza y la caridad en un grado heroico, la Iglesia, los reconoce como “Santos“ y nos los presentan como ejemplos a seguir en su entrega plena a Dios.

      El anhelo por conservar el testimonio y las enseñanzas de estos bienaventurados, llega hasta el punto de proteger y tener en gran estima, sus cuerpos y los objetos que usaron en la vida terrena; precisamente de ahí procede el termino reliquia, que significa “lo que queda”, “lo que resta”.


      Preservar y venerar los restos de los Santos, no deja de ser un acto de amor hacia aquellas Bienaventuradas Almas, que ahora gozan de la visión de Dios en el Cielo. Eso sí: tengamos siempre presente, que un buen católico, sólo venera las reliquias por tratarse de los restos de un Santo, de un hombre que se ha configurado plenamente con Nuestro Señor y goza ya de su Santa Compañía. Por ello, las reliquias reciben un culto de dulía (propio de los Santos), en ningún caso de latría o adoración (reservado sólo a Dios); como muy bien explicaba San Jerónimo:

 "No adoramos las reliquias,
 porque tememos cometer el error de inclinarnos
 ante la creatura antes que a su Creador, 
pero sí veneramos las reliquias de los Mártires
 en orden a adorar a Aquél
 por quien fueron martirizados".

      La santa y piadosa tradición de venerar las reliquias de los Santos, lo encontramos consignado por los primeros seguidores de Nuestro Señor Jesucristo, tal y como nos refieren algunos de los anales de los Mártires:
  

        "Tomamos sus huesos, que eran más valiosos que las piedras preciosas y más refinados que el oro y los depositamos en un lugar adecuado. Y allí nos reunimos siempre que podemos; el Señor nos dará celebrar con gozo y alegría el aniversario de su martirio"
 ("El Martirio de San Policarpo", 150 después de Cristo).

 “Solamente las partes más duras se sus reliquias se dejaron y estas las enviamos a Antioquia envueltas en lino, como un inestimable tesoro dejado a la Santa Iglesia, como cuenta de la gracia que ha sido en este Mártir" 

( "El Martirio de San Ignacio", 108DC ).


      De hecho, aquellos primeros cristianos, se reunían a menudo en las catacumbas, que además de ser refugios subterráneos, se convirtieron en cementerios; allí, celebraban el Santo Sacrificio de la Misa sobre la tumba de los mártires, vilmente ejecutados por el Imperio Romano por profesar su fe y evangelizar a los paganos. Más tarde, se levantarían en su honor magníficos templos, a los cuales acudirían miles de peregrinos para implorar favores y pedir perdón de sus pecados.
 

      Con toda seguridad, esta idea de usar como altar la sepultura de los mártires, partía del texto del Apocalipsis: "Vi debajo del altar las almas de los que habían sido inmolados a causa de la Palabra de Dios y del testimonio que habían dado" (Ap.6, 9). El hecho de celebrar la Santa Misa sobre el sepulcro de los mártires, suponía unir el Sacrificio de Cristo, su entrega en la Cruz, con el sacrificio de aquéllos santos, que entregaron su vida por Él, dándose así una unión mística entre Nuestro Señor Jesucristo y los Mártires.


CONSEJOS
 PARA LOS DEVOTOS Y CUSTODIOS 
DE LAS SAGRADAS RELIQUIAS
 
      Aquellos católicos que tengan la dicha de custodiar una RELIQUIA DE PRIMERA CLASE, han de tener en cuenta los siguientes puntos:

   1º) Las Sagradas Reliquias NO SON AMULETOS, NI PIEZAS DE COLECCIÓN; de hecho, las reliquias de primera clase tienen condición de vaso sagrado. Horroriza comprobar cómo personas de dudoso comportamiento moral poseen reliquias y las exhiben en las redes sociales, como si de trofeos o condecoraciones se tratasen. 

   2º) Para no perder de vista el carácter SAGRADO de las Reliquias, es muy conveniente apartarlas de otros objetos profanos; lo ideal es guardarlas ordenadamente en una caja digna, provista de tapa para evitar el polvo y la humedad, aparte de un mejor transporte si de diese el caso.

   3º) Las tecas (los recipientes que contienen las reliquias) han de ser limpiadas con sumo cuidado (al menos una vez al mes); limpieza de la parte metálica de la teca, con exquisito mimo para evitar romper el lacre, que junto con el certificado de autenticidad de la reliquia, garantiza que se trata de una reliquia verdadera.

   4º) Costumbre piadosa, es la de besar la teca ( o tecas ) en la mañana y en la noche. Cuando se posean más de seis, es suficiente besarlas una vez al día.

   5º) También es recomendable adquirir un RELICARIO, donde se puede exponer la Reliquia del Santo en cuestión en el día de su Onomástica y en día previos si por ejemplo, hacemos una novena.

   6º) Algunas personas muy piadosas, a veces llevan consigo la teca con reliquia de un Santo de su devoción; en estos casos, lo ideal es llevarla prendida al cuello, con una cadena o un cordón sólidos, en el interior de la ropa y siempre y cuando no vayamos a realizar un esfuerzo físico que pueda dañar la teca.


A LOS QUE TRAFICAN O SE LUCRAN 
CON LAS SAGRADAS RELIQUIAS

      No olvidemos que LA VENTA DE RELIQUIAS está castigada con la PENA DE EXCOMUNIÓN LATAE SENTENCIAE (automática). No ocurre igual con la COMPRA DE RELIQUIAS si es que ésta tiene por objeto adquirir una reliquia a alguien que no la tenga como objeto sagrado, se esté vendiendo como antigüedad o esté en manos impías.

       Cuando un católico tiene conocimiento cierto de que una Sagrada Reliquia está en manos ilícitas, o se va a vender, tiene que actuar rápidamente, bien comprándola o bien denunciando el caso ante la autoridad eclesiástica.




           CLASIFICACIÓN DE LAS SAGRADAS RELIQUIAS
   
La Santa Iglesia Católica, siguiendo la Sagrada Escritura y la Tradición, reconoce tres grupos de reliquias, que califica de "primera, segunda o tercera clase, o grado".
 

      - Las RELIQUIAS DE PRIMERA CLASE: tomadas del cuerpo del santo (hueso, carne, pelo…), como los huesos del profeta Eliseo, que hicieron resucitar a un muerto (II Reyes, 13, 21).



- Las RELIQUIAS DE SEGUNDA CLASE: objetos que usaron en vida (rosario, libros, indumentaria…), como la capa de Nuestro Señor, que como antes citamos, con sólo tocarla la hemorroísa, quedó curada.





- Las RELIQUIAS DE TERCERA CLASE: cualquier objeto tocado a una reliquia de primera clase o a la tumba del santo (normalmente pequeños trozos de tela). Ejemplo de ello, -como ya vimos antes- eran los paños que tocaban al cuerpo del apóstol San Pablo.





Es necesario aclarar que las reliquias de primera clase se dividen a su vez en tres tipos:

      - Reliquias insignes: cuerpos enteros o una parte completa de él (cráneo, una mano, una pierna, un brazo), como también algún órgano incorrupto (como la lengua de San Antonio de Padua, el cerebro de Santa Margarita de Alacoque, el corazón de Santa Teresa, etc).


      - Reliquias notables: partes importantes del cuerpo pero sin constituir un miembro entero (la cabeza del fémur, una vértebra, etc)


      - Reliquias mínimas: astillas de huesos o pequeños trozos de carne.


   La Iglesia manda guardar las reliquias -sobre todo las de primera clase- en “relicarios“, que tienen consideración de vasos sagrados; a lo largo de la historia, los relicarios han dado lugar a verdaderas obras de arte de la orfebrería. Pueden tener diferentes formas, dependiendo del tamaño de la reliquia que conserven; en los casos de cuerpos enteros, se emplea un cofre-relicario llamado capsa, mientras que si es una parte del cuerpo, el cofre es algo más pequeño y recibe el nombre de capsella. Las reliquias mínimas se guardan en una teca.



PARA SABER MÁS SOBRE LAS SAGRADAS RELIQUIAS, 
PUEDEN PINCHAR EN LA ETIQUETA "RELIQUIAS" 
QUE ENCONTRARÁN AL FINAL DE ESTE POST
 

lunes, 4 de noviembre de 2013

LAS ALMAS DEL PURGATORIO VIVEN EN LA PURA CARIDAD




      Las almas que están en el Purgatorio, según me parece entender, no pueden tener otra elección que estar en aquel lugar; y esto es por la ordenación de Dios, que ha hecho esto justamente.

      Ellas, reflexionando sobre sí mismas, no pueden decir: «Yo, cometiendo tales y tales pecados, he merecido estar aquí». Ni pueden decir: «No quisiera yo haberlos cometido, pues ahora estaría en el Paraíso». Y tampoco pueden decirse: «Aquéllas salen del purgatorio antes que yo», o bien «yo saldré antes de aquél».

      Y es que no pueden tener memoria alguna, en bien o en mal, ni de sí ni de otros, sino que, por el contrario, tienen un contento tan grande de estar cumpliendo la ordenación de Dios, y de que Él obre en ellas todo lo que quiera y como quiera, que no pueden pensar nada de sus cosas. Lo único que ven es la operación de la Bondad Divina, que tiene tanta misericordia del hombre para conducirlo hacia Sí; y nada reparan en sí mismas, ni de penas ni de bienes. Si en ello pudieran fijarse, no estarían viviendo en la pura caridad.

       Por lo demás, tampoco pueden ver a sus compañeras que allí penan por sus propios pecados. Están lejos de ocuparse en esos pensamientos. Eso sería una imperfección activa, que no puede darse en aquel lugar, donde los pecados actuales no son ya posibles.


      La causa del Purgatorio que sufren la conocieron de una sola vez, al partir de esta vida; y después ya no piensan más en ella, pues otra cosa sería un apego de propiedad desordenada.

      Estas Almas, viviendo en la caridad, y no pudiendo desviarse de ella con defectos actuales, por eso ya no pueden querer ni desear otra cosa que el puro querer de la caridad. Estando en aquel fuego purgatorio, están en la ordenación divina, que es la Pura Caridad, y ya no pueden desviarse de ella en nada, pues ya no pueden actualmente ni pecar ni merecer.

      No creo que sea posible encontrar un contento comparable al de un Alma del Purgatorio, como no sea en el que tienen los santos en el Paraíso. Y este contentamiento crece cada día por el influjo de Dios en esas almas; es decir, aumentado más y más a medida que se van consumiendo los impedimentos que se oponen a ese influjo.

      La herrumbre del pecado es impedimento, y el fuego lo va consumiendo. Así es como el alma se va abriendo cada vez más al divino influjo. Si una cosa que está cubierta no puede corresponder a la reverberación del sol -no por defecto del sol, que continuamente ilumina, sino por la cobertura que se le opone-, eliminada la cobertura, queda la cosa descubierta al sol. Y tanto más corresponderá a la irradiación luminosa, cuanto más se haya eliminado la cobertura.

      Pues así sucede con la herrumbre del pecado, que es como la cobertura de las almas. En el Purgatorio se va consumiendo por el fuego, y cuanto más se consuma, tanto más puede recibir la iluminación del sol verdadero, que es Dios. Y tanto crece el contento, cuanto más falta la herrumbre, y se descubre el alma al divino rayo. Lo uno crece y lo otro disminuye, hasta que se termine el tiempo. Y no es que vaya disminuyendo la pena; lo que disminuye es el tiempo de estar sufriéndola.

      Y por lo que se refiere a la voluntad de esta alma, jamás ella podrá decir que aquellas penas son penas; hasta tal punto está conforme con la ordenación de Dios, con la cual esa voluntad se une en pura caridad.

Santa Catalina de Génova
 TRATADO DEL PURGATORIO

sábado, 2 de noviembre de 2013

CONMEMORACIÓN DE LOS FIELES DIFUNTOS, LA IGLESIA PURGANTE



“En aquellos días  oí una voz del Cielo que me decía: 
Felices los muertos que mueren en el Señor. 
Ya desde ahora, dice el Espíritu, que descansen de sus trabajos, 
puesto que sus obras los acompañan”

( Apocalipsis 14, 13)

La piedad maternal de la Santa Iglesia Católica, que diariamente hace mención, singular y universal de los Fieles Difuntos, principalmente en el Santo Sacrificio de la Misa, después de la Fiesta de ayer, recuerda en sus plegarias a todos los fieles que, destinados al Cielo, se hallan detenidos todavía en el Purgatorio.

      Los sufragios van destinados a aquellos difuntos por quienes nadie ruega determinadamente. San Odilón, Abad de Cluny, en el año 998, introdujo tan caritativa costumbre en su monasterio.

No hay en el mundo nada más hermoso y más digno de poseerse que la verdadera caridad. 
Éste es el Mandamiento Supremo del buen cristiano: 
"Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos". Por eso, la Santa Iglesia, en el siglo XIV, decretó obligatoria esta obra de caridad.

No siempre podemos practicar en este mundo la caridad tal y como querría nuestro corazón, pero sí podemos ser todos 
GRANDES BENEFACTORES DE LAS ALMAS DEL PURGATORIO.
Mayores y pequeños, enfermos y sanos, todos podemos socorrerles con nuestras oraciones, Misas, Comuniones, limosnas...

      En algunas regiones de España estaba permitido celebrar dos Misas en este día tan señalado, y hasta tres en el siglo siguiente. El Papa Benedicto XV, después de la I Guerra Mundial, hizo extensible este privilegio a todos los sacerdotes del mundo católico,
 mediante la Bula "Incruentum altaris", 
sobre las celebraciones litúrgicas del Día de Difuntos 
(10 de agosto de 1915).



  
¿QUÉ PODEMOS OFRECER 
A LAS ALMAS DEL PURGATORIO?



      Todas las obras buenas que practicamos en estado de gracia santificante, tienen la virtud de producir cuatro efectos: meritorio, propiciatorio, impetratorio y satisfactorio.

   -El efecto meritorio, de nuestras buenas obras consiste en aumentar la gracia y la gloria del que la practica, y este efecto no puede cederse a nadie.

   -El efecto propiciatorio es hacer a Dios propicio, aplacando la ira de su Divina Justicia.

   -El efecto impetratorio está en alcanzarnos gracias y favores de parte de Dios.

-El efecto satisfactorio, es aquel que nos permite pagar la pena temporal que merecemos por nuestros pecados. Sólo este último efecto -el satisfactorio- es el que podemos ofrecer a las Almas del Purgatorio mediante este Voto, a fin de que les sirva para completar la pena temporal que por sus pecados deben a la Justicia Divina y que están pagando en el Purgatorio. Sin embargo, ofreciendo este efecto satisfactorio, no nos quedaremos en la indigencia, sino que nos quedamos con los otros tres efectos de nuestras buenas obras.




viernes, 1 de noviembre de 2013

FESTIVIDAD DE TODOS LOS SANTOS Y BIENAVENTURADOS



   La Festividad de Todos los Santos tiene su origen en la dedicación que del Panteón (templo dedicado a todos los dioses romanos) hizo el Papa Bonifacio IV a Nuestra Señora y a Todos los Santos, el 13 de Mayo del año 609. El Papa Gregorio IV extendió esta Festividad a toda la Iglesia Católica.

   Esta importante Fiesta sigue a la de Jesucristo Rey por ser Él su cumbre y su corona, y es que desde siempre, la Santa Iglesia ha tributado veneración a aquellas almas que supieron imitar fielmente a Nuestro Señor; son los Santos como pequeños faros que nos guían por el camino pedregoso de esta vida. Aquellas Almas Bienaventuradas, amaron la pobreza, fueron mansos, pero al tiempo celosos apóstoles de la Gloria de Dios; muy pocos son los que han sido elevados a los altares, pues la mayoría de los Santos han pasado desapercibidos ante los míseros ojos humanos.

   Como preludio al día de Todos los Fieles difuntos, fieles a la Tradición de la Iglesia Católica, invitamos a todos a rezar esta tarde-noche los Quince Misterios del Santo Rosario por las Benditas Ánimas retenidas en el Purgatorio.



REFLEXIÓN MUY APROPIADA PARA HOY
SOBRE LA SANTIDAD CRISTIANA

      El Espíritu Santo va iluminando a las personas espirituales los medios para llegar a la santidad. Les enseña a cumplir aquello que decía san Pablo: "Castigo mi cuerpo y lo reduzco a servidumbre, no sea que enseñando a otros el camino de la santidad, yo me quede sin llegar a conseguirla" (cf. 1Co 9, 27).

      A las almas que desean llegar a la santidad, el Divino Espíritu les recuerda frecuentemente aquellas palabras de Jesús: "Si alguien quiere venir conmigo, niéguese a sí mismo, acepte su cruz de sufrimientos de cada día, y sígame"
(Mt 16, 24). Y les invita a seguir a Cristo imitando sus santos ejemplos, venciéndose así mismo, y aceptando con paciencia las adversidades. Para esto les será de enorme utilidad el frecuentar los sacramentos, especialmente el de la penitencia y el de la Eucaristía. Éstos les permitirán conseguir nuevo vigor y adquirir fuerzas y energías para luchar contra los enemigos de la santidad.


      Existen almas imprudentes que consideran como lo más importante para adquirir la perfección y la santidad, el dedicarse a obras exteriores.



      Algo dañoso y perjudicial. Para muchas almas el dedicarse totalmente a obras exteriores les hace más daño que bien para su espíritu, no porque esas obras no sean buenas y recomendables, sino porque se dedican de manera tan total a ellas que se olvidan de lo esencial y más necesario que es reformar sus pensamientos, sus sentimientos y actitudes, no dejar que sus malas inclinaciones se desborden libremente; éstas les exponen a muchas trampas y tentaciones de los enemigos del alma. (En este caso sí que se podría repetir la frase que san Bernardo le escribió a su antiguo discípulo Eugenio, que era Sumo Pontífice en ese entonces: "Malditas ocupaciones" las que te pueden apartar de la vida espiritual y la santificación de tu alma).


      Una trampa. Los enemigos de nuestra salvación, viendo que la cantidad de ocupaciones que nos atraen y nos apartan del verdadero camino que lleva a la santidad, no sólo nos animan a seguirlas practicando, sino que nos llenan la imaginación de quiméricas y falsas ideas, tratando de convencernos de que por dedicarnos a muchas acciones exteriores ya con eso nos estamos ganando un maravilloso paraíso eterno (olvidando lo que decía un santo: "Ojalá se convencieran los que andan tan ocupados y preocupados por tantas obras exteriores, que mucho más ganarían para su propia santidad y para el bien de los demás, si se dedicaran un poco más a lo que es espiritual y sobrenatural; de lo contrario todo será lograr poco, o nada, o menos que nada, pues sin vida espiritual se puede hasta llegar a hacer más daño que bien").


      Otro engaño. Existe otra trampa contra nuestra vida espiritual, es que durante la oración se nos llene la cabeza de pensamientos grandiosos y hasta curiosos, radables acerca de futuros apostolados y trabajos por las almas, y en vez de dedicar ese tiempo precioso a amar a Dios, a adorarlo, a pensar en sus perfecciones, a darle gracias y a pedirle perdón por nuestros pecados, nos dediquemos a volar como varias mariposas por un montón de temas que no son oración, y aun como moscardones a volar con la imaginación, por los basureros de este mundo.


EL COMBATE ESPIRITUAL
Padre Lorenzo Scúpoli