viernes, 31 de mayo de 2024

LA REINA DEL CIELO EN EL REINO DE LA DIVINA VOLUNTAD. DÍA 31º

 

...pon tu mano sobre Mi Corazón materno 
y júrame que encerrarás tu voluntad 
en Mi Corazón...


               Estos escritos gozan de licencia eclesiástica, prueba de ello el “Nihil obstat”, que Monseñor Francesco M. Della Queva, Delegado del Arzobispo de Tarento (Apulia, Italia) concedió en la Fiesta de Cristo Rey de 1937. 

               Para obtener mejor provecho de esta lectura, procura recogerte en tu dormitorio o en un lugar discreto de la casa; sitúate ante una imagen de la Virgen que te inspire devoción, aunque se trate de una sencilla estampa; cierra los ojos y oídos corporales, eleva tu corazón al Cielo y busca en tu corazón la intimidad de hijo con Jesús Nuestro Señor y con la Celestial Madre. 

               Que la Santa Presencia de estos tus amores, Jesús y María, te acompañe a lo largo del día de hoy, y que Ellos sean siempre tu aliento y sostén en la lucha continua de la familia, del trabajo, de los problemas cotidianos...




Reza ahora, despacio y con devoción,
 tres Avemarías a Nuestra Santa Madre...


El alma a su Gloriosa Reina: 

               Mi querida Mamá Celestial, estoy de regreso entre Tus brazos maternos, y al mirarte veo que una dulce sonrisa aflora sobre Tus labios purísimos. Tu actitud hoy es toda de fiesta, me parece que quieres narrarme y confiar a Tu hija alguna cosa que más me sorprenda. Mamá Santa, ¡ah! Te ruego, toca mi mente con Tus manos maternas, vacía mi corazón a fin de que pueda comprender Tus santas enseñanzas y ponerlas en práctica. 

Lección de la Reina del Cielo: 

               Hija queridísima, hoy tu Mamá está de fiesta porque quiero hablarte de Mi partida de la tierra al Cielo, día en el cual terminé de cumplir la Divina Voluntad sobre la tierra, porque no hubo en Mí ni un respiro, ni un latido, ni un paso en el cual el Fiat Divino no tuviera Su acto completo, y esto Me embellecía, Me enriquecía, Me santificaba tanto, que los mismos Ángeles quedaban raptados. 

               Ahora, tú debes saber que antes de partir para la Patria Celestial, Yo con Mi amado Juan regresamos de nuevo a Jerusalén, era la última vez que en carne mortal estaba sobre la tierra, toda la Creación, como si lo hubiera intuido, se postraba a Mi alrededor, desde los peces del mar que Yo navegaba, hasta el más pequeño pajarito querían ser bendecidos por su Reina, y Yo bendecía a todos y les daba el último adiós. 

               Ahora, habiendo llegado a Jerusalén y retirándome dentro de un departamento donde me llevó Juan, Me encerré para no salir más. Ahora hija bendita, tú debes saber que comencé a sentir en Mí un martirio tal de amor, unido con ansias ardientes de alcanzar a Mi Hijo en el Cielo, que Me sentía consumir, hasta a sentirme enferma de amor, y tenía fuertes delirios y desfallecimientos todos de amor. Yo no conocí jamás enfermedad ni cualquier indisposición ligera, a Mi naturaleza concebida sin pecado y vivida toda de Voluntad Divina le faltaba el germen de los males naturales, si las penas Me cortejaron tanto, fueron todas en orden sobrenatural, y estas penas fueron para tu Mamá Celestial triunfos y honores, y Me daban el campo para hacer que Mi Maternidad no fuera estéril, sino conquistadora de muchos hijos. 

               Mira entonces hija querida qué significa vivir de Voluntad Divina, perder el germen de los males naturales que producen no honores y triunfos, sino debilidades, miserias y derrotas. Por eso hija queridísima, escucha la última palabra de tu Mamá que está por partir al Cielo, no partiría contenta si no dejara a Mi hija al seguro, antes de partir quiero hacerte Mi Testamento, dejándote por dote aquella misma Voluntad Divina que posee tu Mamá y que tanto Me ha agraciado, hasta volverme Madre del Verbo, Señora y Reina del Corazón de Jesús y Madre y Reina de todos. 

               Escucha hija querida, es el último día del mes a Mí consagrado, Yo te he hablado con tanto amor de lo que obró la Divina Voluntad en Mí, del gran bien que Ella sabe hacer y qué significa hacerse dominar por Ella, te hablado también de los graves males del humano querer, pero ¿crees tú haya sido una simple narración? No, no, tu Mamá cuando habla quiere dar, Yo, en el ímpetu de Mi amor en cada palabra que te decía ataba tu alma al Fiat Divino y te preparaba la dote en la cual tú pudieses vivir rica, feliz, dotada de Fuerza Divina. 

              Ahora que estoy por partir acepta Mi Testamento, tu alma sea el papel donde Yo escriba con la pluma de oro del Querer Divino, y con la tinta de Mi ardiente Amor que Me consume, la testificación de la dote que te hago. Hija bendita, asegúrame que no harás jamás tu voluntad, pon tu mano sobre Mi Corazón materno y júrame que encerrarás tu voluntad en Mi Corazón, así, no sintiéndola, no tendrás ocasión de hacerla, y Yo Me la llevaré al Cielo como un triunfo y victoria de Mi hija. 

               ¡Ah! hija querida, escucha la última palabra de tu Mamá que muere de puro amor, recibe Mi última bendición como sello de la Vida de la Divina Voluntad que dejo en ti, que formará tu Cielo, tu Sol, tu mar de amor y de gracia. En estos últimos momentos, tu Mamá celestial quiere ahogarte de amor, desahogarse en ti, para que obtenga el intento de escuchar tu última palabra, que preferirías morir, que harías cualquier sacrificio antes que dar un acto de vida a tu voluntad, dímela hija Mía, dímela. 

El alma: 

               Mamá Santa, en el arrebato de mi dolor Te lo digo llorando, que si Tú ves que yo esté por hacer un solo acto de mi voluntad, hazme morir, ven Tú misma a tomar mi alma en Tus brazos y llévame allá arriba; y yo de corazón lo prometo, lo juro, no hacer jamás, jamás mi voluntad. 

La Reina de Amor: 

               ¡Hija bendita, cómo estoy contenta! No podía decidirme a narrarte Mi partida al Cielo si no permaneciera asegurada Mi hija sobre la tierra y dotada de Voluntad Divina, pero ten la seguridad que desde el Cielo no te abandonaré ni te dejaré huérfana, sino que te guiaré en todo, y en la más pequeña necesidad tuya, hasta en la más grande, llámame, y Yo vendré rápido a hacerte de Mamá. 

               Ahora, hija querida, escúchame, Yo estaba enferma de amor, y el Fiat Divino para consolar a los Apóstoles y a Mí también, permitió casi en modo prodigioso que todos los Apóstoles, excepto uno, Me hicieran corona en el momento en que estaba por partir al Cielo, todos sentían el dolor del corazón y lloraban amargamente, Yo consolé a todos recomendando en modo especial a la Santa Iglesia naciente e impartí a todos la materna bendición, dejando en sus corazones, en virtud de ella, la paternidad de amor hacia las almas. 

              Mi querido Hijo no hacía otra cosa que ir y venir del Cielo, no podía estar más sin Su Mamá, y dando el último suspiro de puro amor en la interminabilidad del Querer Divino, Mi Hijo Me recibió entre Sus brazos y Me condujo al Cielo en medio a las Legiones Angélicas que alababan a Su Reina. Puedo decir que el Cielo se vació para venir a Mi encuentro, todos Me festejaban, y al mirarme quedaban raptados y en coro decían: "¿Quién es Ésta que viene del exilio toda apoyada en su Señor? Toda bella, toda Santa, con el cetro de Reina, y es tanta Su grandeza que los Cielos se han abajado para recibirla, ninguna otra criatura ha entrado en estas regiones celestiales tan adornada y hermosa, tan poderosa, que tiene la supremacía sobre todo". 

               Ahora hija mía, ¿quieres tú saber quién es Ésa que todo el Cielo alaba y por quien quedan raptados? Yo Soy tu Mamá que jamás hice Mi voluntad, y el Querer Divino Me abundó tanto, que extendió cielos más bellos, soles más fúlgidos, mares de Belleza, de Amor, de Santidad, que podía dar luz a todos, Amor, Santidad a todos, y encerrar dentro de Mi Cielo todo y todos, era el obrar de la Divina Voluntad obrante en Mí lo que había obrado prodigio tan grande, era la única criatura que entraba en el Cielo porque había hecho la Divina Voluntad sobre la tierra como se hace en el Cielo, y que había formado Su Reino en Mi Alma. 

               Ahora, toda la Corte Celestial al verme quedaba maravillada, porque mirándome me encontraban Cielo, y volviéndome a ver me encontraban Sol, y no pudiendo separar su mirada, mirándome más a fondo Me veían mares y encontraban también en Mí la tierra tersísima de Mi humanidad con las más bellas flores, y raptados exclamaban: "Cómo es bella, todo ha concentrado en Ella, nada le falta, de todas las obras de Su Creador es la única completa de toda la Creación". 

               Ahora hija bendita, tú debes saber que fue la primera fiesta que se hizo en el Cielo a la Divina Voluntad que tantos prodigios había obrado en Su Criatura. Así que Mi entrada en el Cielo fue festejada por toda la Corte Celestial como aquello que puede obrar de bello, de grande en la criatura el Fiat Divino. Desde entonces no se han repetido más estas fiestas, y por eso tu Mamá ama tanto que la Divina Voluntad reine en modo absoluto en las almas, para darle campo para hacerla repetir Sus grandes prodigios y Sus fiestas maravillosas. 

El alma: 

               Mamá de Amor, Emperatriz Soberana, ¡ah! desde el Cielo donde gloriosamente reinas, voltea Tu mirada piadosa sobre la tierra y ten piedad de mí, ¡oh! cómo siento la necesidad de mi querida Mamá, siento que me falta la vida sin Ti, todo se me tambalea sin mi Mamá, por eso no me dejes a medio camino, sino continúa a guiarme hasta que todas las cosas para mí se conviertan en Voluntad de Dios, a fin de que forme en mí Su Vida y Su Reino. 

Florecita: 

               Hoy para honrarme recitarás tres Glorias a la Santísima Trinidad para agradecerle, a nombre Mío, por la grande Gloria que Me dio cuando fui asunta al Cielo y Me rogarás que venga a asistirte en el punto de tu muerte

Jaculatoria: 

               Mamá Celestial, encierra mi voluntad en Tu Corazón y déjame el Sol de la Divina Voluntad en mi alma.



jueves, 30 de mayo de 2024

LA REINA DEL CIELO EN EL REINO DE LA DIVINA VOLUNTAD. DÍA 30º

 

...doy Mi Vida por amor de Mis hijos 
y los nutro con Mi leche materna


               Durante el Mes de María procuraré compartir a diario (si Dios quiere) unas meditaciones extraídas del libro "La Virgen María en el Reino de la Divina Voluntad", de la mística italiana Luisa Piccarreta; advierto que cuando en el diálogo con la Madre de Dios encuentres que el interlocutor habla en femenino, no es porque este ejercicio esté destinado sólo a las mujeres, sino porque se refiere al alma, por lo que también un varón puede y debe practicarlo. 

               Estos escritos gozan de licencia eclesiástica, prueba de ello el “Nihil obstat”, que Monseñor Francesco M. Della Queva, Delegado del Arzobispo de Tarento (Apulia, Italia) concedió en la Fiesta de Cristo Rey de 1937. 

               Para obtener mejor provecho de esta lectura, procura recogerte en tu dormitorio o en un lugar discreto de la casa; sitúate ante una imagen de la Virgen que te inspire devoción, aunque se trate de una sencilla estampa; cierra los ojos y oídos corporales, eleva tu corazón al Cielo y busca en tu corazón la intimidad de hijo con Jesús Nuestro Señor y con la Celestial Madre. 

               Que la Santa Presencia de estos tus amores, Jesús y María, te acompañe a lo largo del día de hoy, y que Ellos sean siempre tu aliento y sostén en la lucha continua de la familia, del trabajo, de los problemas cotidianos...




Reza ahora, despacio y con devoción,
 tres Avemarías a Nuestra Santa Madre...


El alma a su Madre Reina: 

               Madre admirable, heme aquí de nuevo Contigo, sobre Tus rodillas maternas, para unirme Contigo en la fiesta y Triunfo de la Resurrección de Nuestro querido Jesús. Cómo es bello hoy Tu aspecto, toda amable, toda dulzura, toda alegría; me parece verte resucitada junto con Jesús. ¡Ah! Mamá Santa, en tanta alegría y triunfo no te olvides de Tu hija, encierra en mi alma el germen de la Resurrección de Jesús, para que en virtud de Ella resurja plenamente en la Divina Voluntad, y viviré siempre unida Contigo y con mi dulce Jesús. ¡Ah! Mamá Santa, haz que descienda en mí el Espíritu Santo, a fin de que queme en mí lo que no pertenece a la Divina Voluntad. 

Lección de la Reina del Cielo: 

               Hija bendita de Mi materno Corazón, grande fue Mi alegría y Mi triunfo en la Resurrección de Mi Hijo; Yo Me sentí renacida y resucitada en Él, todos Mis dolores se cambiaron en alegrías y en mares de gracias, de luz, de amor, de perdón para las criaturas, y extendían Mi Maternidad sobre todos Mis hijos, dados a Mí por Jesús con el sello de Mis dolores. 

               Ahora escúchame hija querida, tú debes saber que después de la muerte de Mi Hijo, Me retiré al Cenáculo junto con el amado Juan y Magdalena. Pero Mi Corazón quedaba traspasado porque sólo Juan estaba a Mi lado, y en Mi dolor decía: "Y los otros apóstoles, ¿dónde están?". Pero en cuanto éstos oyeron que Jesús había muerto, tocados por gracias especiales, todos conmovidos y llorando, uno a uno los fugitivos se pusieron en torno a Mí, haciéndome corona, y con lágrimas y suspiros Me pedían perdón de que tan vilmente lo habían abandonado y huido de su Maestro. Yo los acogí maternalmente en el Arca de refugio y de salvación de Mi Corazón, y les aseguré a todos el perdón de Mi Hijo, los alenté a no temer, les dije que su suerte estaba en Mis manos, porque a todos me los había dado por hijos, y Yo como a tales los reconocía. 

               Hija bendita, tú sabes que Yo estuve presente en la Resurrección de Mi Hijo, pero no hice mención a ninguno, esperando que Jesús mismo manifestara que había resucitado glorioso y triunfante. La primera que lo vio resucitado fue la afortunada Magdalena, después las piadosas mujeres, y todos venían a Mí diciéndome que habían visto a Jesús Resucitado, que el sepulcro estaba vacío, y Yo escuchaba a todos y con aire de triunfo confirmaba a todos en la Fe de la Resurrección. Para la noche ya casi todos los Apóstoles lo habían visto, y todos se sentían como triunfantes por haber sido Apóstoles de Jesús. Qué cambio de escena, hija querida, símbolo de quien se ha hecho dominar primero por la voluntad humana, que representa a los Apóstoles que huyen, que abandonan a su Maestro, y es tanto el temor y el pavor que se esconden, y Pedro llega hasta a negarlo. ¡Oh! si estuvieran dominados por la Divina Voluntad jamás habrían huido de su Maestro, sino que valerosos y como triunfadores no se habrían separado jamás de Su lado, y se sentirían honrados de dar la vida por defenderlo. 

               Ahora hija querida, mi amado Hijo Jesús se quedó resucitado sobre la tierra cuarenta días. Rápidamente se aparecía a los Apóstoles y Discípulos para confirmarlos en la Fe y certeza de Su Resurrección, y cuando no estaba con los Apóstoles se estaba junto con Su Mamá en el Cenáculo, circundado de las almas salidas del Limbo. Pero en cuanto terminó el periodo de los cuarenta días, el amado Jesús enseñó a los Apóstoles y dejando a Su Mamá como guía y Maestra, nos prometió la Venida del Espíritu Santo, y bendiciéndonos a todos partió emprendiendo el vuelo al Cielo junto con aquella gran turba de gente salida del Limbo. Tu Mamá lo siguió al Cielo y asistió a la gran Fiesta de la Ascensión, mucho más que para Mí no era extraña la Patria Celestial, y además sin Mí no habría sido completa la Fiesta de Mi Hijo ascendido al Cielo. 

                Ahora escúchame hija Mía, Nuestro sumo Bien Jesús ha partido al Cielo, y está ante Su Padre Celestial para abogar por Sus hijos y hermanos dejados sobre la tierra. Él, desde la Patria Celestial ve a todos, no se le escapa ninguno, y es tanto Su Amor que deja a Su Mamá todavía sobre la tierra para consuelo, ayuda, enseñanza y compañía de Sus hijos y Míos. Tú debes saber que en cuanto Mi Hijo partió para el Cielo, Yo continué estando junto con los Apóstoles en el Cenáculo, esperando al Espíritu Santo. Todos estrechados a Mí rogábamos juntos, no hacían nada sin Mi consejo, y cuando Yo tomaba la palabra para instruirlos, o decir alguna anécdota de Mi Hijo que ellos no conocían, como por ejemplo, los detalles de Su Nacimiento, Sus lágrimas infantiles, Sus gestos amorosos, los incidentes sucedidos en Egipto, las tantas maravillas de Su Vida oculta en Nazaret, ¡oh! cómo estaban atentos a escucharme, quedaban raptados al escuchar las tantas sorpresas, las tantas enseñanzas que Me daba, y que debían servir para ellos, porque Mi Hijo poco o nada habló de Sí mismo con los Apóstoles, reservándome a Mí el trabajo de hacerles conocer cuánto los había amado y las particularidades que sólo Su Mamá conocía. 

               Así que Yo estaba en medio a Mis Apóstoles más que el sol del día, y fui el Áncora, el Timón, la Barca donde encontraron el refugio para estar seguros y defendidos de todo peligro. Por eso puedo decir que di a luz la Iglesia naciente sobre Mis rodillas maternas, y Mis brazos fueron la barca que la guio a puerto seguro, y la guío hasta ahora. 

               Entonces llegó el tiempo en que descendió el Espíritu Santo, prometido por Mi Hijo, en el Cenáculo. Qué transformación hija Mía, en cuanto fueron investidos adquirieron nueva ciencia, fuerza invencible, amor ardiente, una nueva vida corría en ellos que los hacía intrépidos y valerosos, de modo que se esparcieron en todo el mundo para hacer conocer la Redención, y dar la vida por su Maestro, y Yo quedé con el amado Juan y fui obligada a salir de Jerusalén, porque comenzó la tempestad de la persecución. 

               Hija mía queridísima, tú debes saber que Yo continúo todavía Mi magisterio en la Iglesia, no hay cosa que de Mí no descienda, puedo decir que doy Mi Vida por amor de Mis hijos y los nutro con Mi leche materna. Ahora, en estos tiempos quiero mostrar un amor más especial, haciendo conocer cómo toda Mi Vida fue formada en el Reino de la Divina Voluntad, por eso te llamo sobre Mis rodillas, entre Mis brazos maternos, para que sirviéndote de barca puedas estar segura de vivir en el Mar de la Divina Voluntad. Gracia más grande no podría hacerte. 

               ¡Ah! te ruego, contenta a tu Mamá, ven a vivir en este Reino tan Santo y cuando veas que tu voluntad quiera tener algún acto de vida, ven a refugiarte en la segura barca de Mis brazos, diciéndome: "Mamá mía, mi voluntad me quiere traicionar y yo te la entrego a Ti, a fin de que pongas en su lugar a la Divina Voluntad". ¡Oh! cómo sería feliz si puedo decir: "Mi hija es toda Mía porque vive de Voluntad Divina". Y Yo haré descender al Espíritu Santo en tu alma, a fin de que consuma lo que es humano, y con Su soplo refrescante impere sobre ti y te confirme en la Divina Voluntad. 

               Ahora una palabrita para ti hija queridísima. Todo lo que has escuchado y admirado no ha sido otra cosa que el Poder del Querer Divino obrante en Mí y en Mi Hijo, por eso amo tanto encerrar en ti la Vida de la Divina Voluntad y vida obrante, porque todos la tienen, pero la mayor parte la tienen sofocada y para hacerse servir, y mientras que podría obrar prodigios de Santidad, de Gracia, y obras dignas de Su Potencia, está obligada por las criaturas a estarse con las manos cruzadas sin poder desarrollar Su Poder. Por eso sé atenta, y haz que el Cielo de la Divina Voluntad se extienda en ti y obre con Su Poder lo que quiera y como quiera. 

El alma: 

               Mamá Santísima, Tus bellas lecciones me raptan, y ¡oh! cómo quisiera y suspiro la Vida obrante de la Divina Voluntad en mi alma. Quiero ser también yo inseparable de mi Jesús y de Ti, Mamá mía; pero para estar segura de esto, Tú debes tomar el empeño de tener mi voluntad encerrada en Tu materno Corazón, y a pesar de que veas que me cuesta mucho, no me la debes dar jamás. Sólo así podré estar segura, de otra manera serán siempre palabras, pero los hechos no los haré jamás. Por eso Tu hija se encomienda a Ti y de Ti todo espera, fortalece mi debilidad, pon en fuga mis temores, y yo, abandonándome en Tus brazos estaré segura de vivir toda de Divina Voluntad. 

Florecita: 

               Hoy para honrarme harás tres genuflexiones en el acto que Mi Hijo ascendió al Cielo, y le rogarás que te haga ascender en la Divina Voluntad, y recitarás siete Gloria en honor del Espíritu Santo, rogándome que se renueven Sus prodigios sobre toda la Santa Iglesia

Jaculatoria: 

               Mamá mía, con Tu Poder triunfa en mi alma, y hazme renacer en la Voluntad de Dios, para que me consuma y queme todo lo que no es Voluntad de Dios.



miércoles, 29 de mayo de 2024

LA REINA DEL CIELO EN EL REINO DE LA DIVINA VOLUNTAD. DÍA 29º

 

Nos ofrecíamos a sufrir, porque estando 
en Nosotros la Divina Voluntad ninguno se 
podía imponer sobre Ella ni sobre Nosotros


               Durante el Mes de María procuraré compartir a diario (si Dios quiere) unas meditaciones extraídas del libro "La Virgen María en el Reino de la Divina Voluntad", de la mística italiana Luisa Piccarreta; advierto que cuando en el diálogo con la Madre de Dios encuentres que el interlocutor habla en femenino, no es porque este ejercicio esté destinado sólo a las mujeres, sino porque se refiere al alma, por lo que también un varón puede y debe practicarlo. 

               Estos escritos gozan de licencia eclesiástica, prueba de ello el “Nihil obstat”, que Monseñor Francesco M. Della Queva, Delegado del Arzobispo de Tarento (Apulia, Italia) concedió en la Fiesta de Cristo Rey de 1937. 

               Para obtener mejor provecho de esta lectura, procura recogerte en tu dormitorio o en un lugar discreto de la casa; sitúate ante una imagen de la Virgen que te inspire devoción, aunque se trate de una sencilla estampa; cierra los ojos y oídos corporales, eleva tu corazón al Cielo y busca en tu corazón la intimidad de hijo con Jesús Nuestro Señor y con la Celestial Madre. 

               Que la Santa Presencia de estos tus amores, Jesús y María, te acompañe a lo largo del día de hoy, y que Ellos sean siempre tu aliento y sostén en la lucha continua de la familia, del trabajo, de los problemas cotidianos...




Reza ahora, despacio y con devoción,
 tres Avemarías a Nuestra Santa Madre...


El alma a su Madre Reina: 

               Mamá traspasada, Tu pequeña hija, sabiéndote sola sin el amado Bien Jesús, quiere estarse estrechada a Ti para hacerte compañía en Tu amarguísima desolación. Sin Jesús todas las cosas se cambian en dolor para Ti. El recuerdo de Sus penas desgarradoras, el dulce sonido de Su voz que todavía resuena en Tu oído, la fascinante mirada del querido Jesús, ahora dulce, ahora triste, ahora llena de lágrimas, pero que siempre Te raptaban Tu materno Corazón, y ahora no tenerlos más Contigo son espadas que traspasan, que pasan de lado a lado Tu traspasado Corazón. Mamá desolada, Tu querida hija quiere por cada pena darte un alivio, una compasión. Más bien, quisiera ser Jesús para poderte dar todo el amor, todos los consuelos, alivios y compasiones que Te habría dado el mismo Jesús en este Tu estado de amarga desolación. El dulce Jesús me ha dado a Ti como hija, por eso ponme en Su puesto en Tu materno Corazón, y yo seré toda de mi Mamá, Te enjugaré las lágrimas y Te haré siempre compañía. 

Lección de la Reina y Madre desolada: 

               Hija queridísima, gracias por tu compañía, pero si quieres que tu compañía Me sea dulce y querida y portadora de alivio a Mi traspasado Corazón, quiero encontrar en ti la Voluntad Divina obrante, dominante y que no ceda a tu voluntad ni siquiera un respiro de vida. Entonces sí, te cambiaré con Mi Hijo Jesús, porque estando Su Voluntad en ti, en Ella sentiré a Jesús en tu corazón, y ¡oh! cómo seré feliz de encontrar en ti el primer fruto de Sus penas y de Su muerte. Si encuentro en Mi hija a mi amado Jesús, Mis penas se cambiarán en alegrías y Mis dolores en conquistas. 

               Ahora escúchame hija de Mis dolores. En cuanto Mi querido Hijo expiró, bajó al Limbo como Triunfador y portador de Gloria y de Felicidad, en aquella cárcel donde se encontraban todos los Patriarcas y Profetas, el primer padre Adán, el querido San José y Mis Santos padres, y todos aquellos que en virtud de los Méritos previstos del futuro Redentor se habían salvado. Yo era inseparable de Mi Hijo, y ni siquiera la muerte Me lo podía quitar, por eso, en medio de Mis dolores lo seguí al Limbo y fui espectadora de la fiesta, de los agradecimientos que toda aquella gran turba de gente dio a Mi Hijo, porque había sufrido tanto y porque su primer paso había sido hacia ellos para beatificarlos, y llevarlos con Él a la Gloria Celestial. Así que, en cuanto murió comenzaron las conquistas, la Gloria para Jesús y para todos aquellos que lo amaban. Esto querida hija es símbolo de que en cuanto la criatura hace morir su voluntad con la unión de la Voluntad Divina, comienzan las conquistas en el orden divino, la gloria, la alegría, incluso en medio a los más grandes dolores. 

               Por tanto, en vista de que los ojos de Mi alma siguieron a Mi Hijo, jamás lo perdí de vista, tampoco en los tres días que estuvo sepultado; Yo sentía tal ansia de verlo resucitado que iba repitiendo en Mi ímpetu de amor: "Resucita gloria Mía, resucita vida Mía". Mis deseos eran ardientes, Mis suspiros de fuego, hasta hacerme sentir consumir. Ahora, en estas ansias vi que Mi querido Hijo, acompañado de aquella gran turba de gente salió del Limbo triunfante y se la llevó al sepulcro. 

                Era el amanecer del tercer día, y así como toda la naturaleza lo lloró, así ahora se alegraba tanto, que el sol anticipó su curso para estar presente en el momento en que Mi Hijo resucitaba. Pero, ¡oh! maravilla, antes de resucitar hizo ver a aquella turba de gente Su Santísima Humanidad sangrante, llagada, desfigurada, cómo había quedado reducida por amor de ellos y de todos. Todos se conmovieron y admiraron los excesos de amor y el grande portento de la Redención. 

              Ahora hija Mía, ¡oh! cómo te quisiera presente en el acto en que resucitó Mi Hijo, Él era todo majestad, Su Divinidad unida a Su Alma manaba mares de Luz y de Belleza encantadora, de llenar Cielo y tierra, y como Triunfador, haciendo uso de Su poder, ordenó a Su muerta Humanidad que recibiera de nuevo su alma y que resucitara triunfante y gloriosa a la vida inmortal. ¡Qué acto tan solemne!. Mi querido Jesús triunfaba sobre la muerte diciendo: "Muerte, tú no serás más muerte, sino vida". Con este acto de triunfo ponía el sello de que era Hombre y Dios, y con Su Resurrección confirmaba el Evangelio, los milagros, la vida de los Sacramentos y toda la vida de la Iglesia, y no sólo esto, sino que daba el triunfo sobre la voluntad humana debilitada y casi extinta en el verdadero bien, de hacer triunfar sobre ellas la Vida del Querer Divino, que debía llevar a las criaturas la plenitud de la Santidad y de todos los bienes, y al mismo tiempo arrojaba, en virtud de Su Resurrección, el germen en los cuerpos de resurgir a la Gloria imperecedera. 

               Hija mía, la Resurrección de Mi Hijo encierra todo, dice todo, confirma todo y es el acto más solemne que Él hizo por amor de las criaturas. 

               Ahora escúchame hija Mía, te quiero hablar como Mamá que ama mucho a su hija. Quiero decirte qué significa hacer la Voluntad Divina y vivir de Ella y el ejemplo te lo damos Mi Hijo y Yo. Nuestra vida estuvo rociada de penas, de pobreza, de humillaciones, hasta ver morir de penas a Mi amado Hijo, pero en todo esto corría la Voluntad Divina. Ella era la vida de Nuestras penas, y Nosotros nos sentíamos triunfantes y conquistadores, de cambiar la misma muerte en vida. Tan es así, que al ver el gran bien, voluntariamente Nos ofrecíamos a sufrir, porque estando en Nosotros la Divina Voluntad ninguno se podía imponer sobre Ella ni sobre Nosotros. El sufrir estaba en Nuestro poder y lo llamábamos como alimento y Triunfo de la Redención, para poder llevar el bien a todo el mundo entero. 

               Ahora hija querida, si tu vida, tus penas tuvieran por centro de vida la Divina Voluntad, está cierta que el dulce Jesús se servirá de ti y de tus penas para dar ayuda, luz, gracia a todo el Universo. Por eso ánimo, la Divina Voluntad sabe hacer cosas grandes donde Ella reina, y en todas las circunstancias mírate en Mí y en tu dulce Jesús y camina adelante. 

El alma: 

              Mamá Santa, si Tú me ayudas me tendrás bajo Tu manto defendida, haciéndome de celestial centinela, yo estoy segura que todas mis penas las convertiré en Voluntad de Dios, y Te seguiré paso a paso en las vías interminables del Fiat Supremo, porque sé que Tu amor fascinante de Madre, Tu potencia, vencerán mi voluntad, y la tendrás en Tu poder y me la cambiarás por la Divina Voluntad. Por eso Mamá mía, a Ti me confío y en Tus brazos me abandono. 

Florecita: 

               Hoy para honrarme dirás siete veces: "No mi voluntad, sino la Tuya se haga". Ofreciéndome Mis dolores para pedirme la gracia que tú hagas siempre la Divina Voluntad. 

Jaculatoria: 

               Mamá mía, por la Resurrección de Tu Hijo, hazme resurgir en la Voluntad de Dios.



martes, 28 de mayo de 2024

LOS TRECE MARTES DE SAN ANTONIO. MARTES 11º: LA CONTINENCIA

            



            Por la señal de la Santa Cruz + de nuestros enemigos + líbranos, Señor, Dios nuestro + 

            En el Nombre del Padre, y del Hijo + y del Espíritu Santo. Amén.


ACTO DE CONTRICIÓN


            Señor mío, Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, Creador, Padre y Redentor mío, por ser Vos quién sois y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón haberos ofendido; propongo firmemente nunca más pecar, apartarme de todas las ocasiones de ofenderos, confesarme y cumplir la penitencia que me fuera impuesta.

            Ofrezco, Señor, mi vida, obras y trabajos, en satisfacción de todos mis pecados, y, así como lo suplico, así confío en Vuestra Bondad y Misericordia infinita, que me los perdonaréis, por los méritos de Vuestra Preciosísima Sangre, Pasión y Muerte y me daréis gracia para enmendarme, y perseverar en Vuestro Santo Amor y servicio, hasta el fin de mi vida. Amén.

ORACIÓN INICIAL


            Postrado a tus pies, oh amantísimo protector mío San Antonio, te ofrezco el piadoso ejercicio que voy a practicar para que me alcances del Señor el perdón de mis pecados, las virtudes propias de mi estado, la perseverancia final y la gracia especial que solicito con esta devoción. Más si ésta no me conviniese, obtenme conformidad con la Voluntad de Dios. Amén.


MARTES 11º: LA CONTINENCIA

            ¡Oh virginal amador de Jesús, San Antonio! Suplicad para mí la gracia de la continencia en todos las cosas exteriores referentes a los placeres, honras y riquezas, para que prepare a Cristo digna morada en mi corazón.     

A continuación rezamos un Padrenuestro
un Avemaría y un Gloria. Luego, terminamos 
rezando el tradicional Responsorio de San Antonio...




Y terminamos este ejercicio piadoso signándonos 
en el Nombre del Padre, y del Hijo + y del Espíritu Santo. Amén.



LA REINA DEL CIELO EN EL REINO DE LA DIVINA VOLUNTAD. DÍA 28º

 

...se queda en el Sacramento de la Eucaristía, 
a fin de que cualquiera que lo quiera 
lo pueda poseer...


               Durante el Mes de María procuraré compartir a diario (si Dios quiere) unas meditaciones extraídas del libro "La Virgen María en el Reino de la Divina Voluntad", de la mística italiana Luisa Piccarreta; advierto que cuando en el diálogo con la Madre de Dios encuentres que el interlocutor habla en femenino, no es porque este ejercicio esté destinado sólo a las mujeres, sino porque se refiere al alma, por lo que también un varón puede y debe practicarlo. 

               Estos escritos gozan de licencia eclesiástica, prueba de ello el “Nihil obstat”, que Monseñor Francesco M. Della Queva, Delegado del Arzobispo de Tarento (Apulia, Italia) concedió en la Fiesta de Cristo Rey de 1937. 

               Para obtener mejor provecho de esta lectura, procura recogerte en tu dormitorio o en un lugar discreto de la casa; sitúate ante una imagen de la Virgen que te inspire devoción, aunque se trate de una sencilla estampa; cierra los ojos y oídos corporales, eleva tu corazón al Cielo y busca en tu corazón la intimidad de hijo con Jesús Nuestro Señor y con la Celestial Madre. 

               Que la Santa Presencia de estos tus amores, Jesús y María, te acompañe a lo largo del día de hoy, y que Ellos sean siempre tu aliento y sostén en la lucha continua de la familia, del trabajo, de los problemas cotidianos...




Reza ahora, despacio y con devoción,
 tres Avemarías a Nuestra Santa Madre...


El alma a su Madre Dolorosa: 

               Mi querida Madre dolorosa, hoy más que nunca siento la irresistible necesidad de estarme junto a Ti. No, no me apartaré de Tu lado, para ser espectadora de Tus acerbos dolores y pedirte como hija, la gracia de que pongas en mí Tus dolores y los de Tu Hijo Jesús, e incluso Su misma muerte, a fin de que Su muerte y Tus dolores me den la gracia de hacerme morir continuamente a mi voluntad, y sobre de ella hacerme resurgir la Vida de la Divina Voluntad. 

Lección de la Reina de los Dolores: 

               Hija queridísima, no Me niegues tu compañía en tantas amarguras Mías. La Divinidad ya ha decretado el último día de Mi Hijo acá abajo. Ya un apóstol lo ha traicionado, poniéndolo en las manos de los Judíos para hacerlo morir. Ya Mi querido Hijo, dando en exceso de amor y no queriendo dejar a Sus hijos, que con tanto amor vino a buscar sobre la tierra, se queda en el Sacramento de la Eucaristía, a fin de que cualquiera que lo quiera lo pueda poseer. Así que la Vida de Mi Hijo está por terminar y por emprender el vuelo a Su Patria Celestial. ¡Ah hija querida!. El Fiat Divino Me lo dio, y Yo en el Fiat Divino le recibí, y ahora en el mismo Fiat hago la entrega. Se Me desgarra el corazón, mares inmensos de dolores Me inundan, siento que la vida se Me va por el espasmo atroz, pero nada podía negar al Fiat Divino, por el contrario, Me sentía dispuesta a sacrificarlo con Mis mismas manos si lo hubiera querido. 

               La fuerza del Querer Divino es Omnipotente, y Yo sentía tal fortaleza en virtud del Él, que Me habría contentado con morir antes que negar nada a la Divina Voluntad. Ahora hija mía escúchame, Mi Materno Corazón está ahogado de penas, el solo pensar que debe morir Mi Hijo, Mi Dios, Mi vida, es más que muerte para tu Mamá, sin embargo sé que debo vivir. ¡Qué tormento!. Qué desgarros profundos se forman en Mi Corazón, que con espadas afiladas Me lo traspasan de lado a lado, sin embargo hija querida, Me duele el decirlo, pero debo decírtelo, en estas penas y desgarros profundos, y en las penas de Mi amado Hijo estaba tu alma, tu voluntad humana, que no haciéndose dominar por la de Dios, Nosotros la cubríamos de penas, la embalsamábamos, la fortalecíamos con Nuestras penas, a fin de que se dispusiera a recibir la Vida de la Divina Voluntad. 

               ¡Ah! si el Fiat Divino no Me hubiera sostenido y no continuara Su curso de los mares infinitos de Luz, de Alegría, de Felicidad, al lado de los mares de Mis acerbos dolores, Yo habría muerto tantas veces por cuantas penas sufrió Mi querido Hijo. ¡Oh! cómo Me sentí destrozar cuando la última vez lo vi pálido, con una tristeza de muerte sobre el Rostro, y con voz temblorosa como si quisiera sollozar, Me dijo: "¡Mamá, adiós! Bendice a Tu Hijo, y dame la obediencia de morir. El mío y Tu Fiat Divino Me hicieron concebir, el Mío y Tu Fiat Divino Me deben hacer morir. Rápido ¡oh! Mamá querida, pronuncia Tu Fiat y dime: Te bendigo y Te doy la obediencia de morir crucificado, así lo quiere el Eterno Querer, así quiero también Yo".

               Hija mía, que tormento a Mi corazón traspasado, sin embargo debía decirlo, porque en Nosotros no existían penas forzadas, sino todas voluntarias. Por eso ambos Nos bendijimos y dándonos aquella mirada que no sabe separarse más del objeto amado, Mi querido Hijo, la dulce Vida Mía, partió, y Yo, tu Mamá doliente, lo dejé, pero el ojo de Mi alma no lo perdió jamás de vista. Lo seguí en el huerto, en Su tremenda agonía, y ¡oh, cómo me sangró el Corazón al verlo abandonado por todos, hasta de Sus más fieles y queridos Apóstoles!.

               Hija Mía, el abandono de las personas queridas es uno de los dolores más grandes para un corazón humano en las horas tormentosas de la vida, especialmente para Mi Hijo, que tanto los había amado y beneficiado, y estaba en acto de dar la vida por aquellos mismos que lo habían abandonado en las horas extremas de su Vida, mejor dicho habían huido, ¡qué dolor! ¡qué dolor! Y Yo, al verlo agonizar, sudar sangre, agonizaba junto y lo sostenía en Mis brazos maternos. Yo era inseparable de Mi Hijo, sus penas se reflejaban en Mi Corazón derretido por el dolor y por el amor, y Yo las sentía más que si fueran Mías. Así lo seguí toda la noche. No hubo pena ni acusación que le hicieron que no resonara en Mi Corazón. Pero al alba, no pudiendo más, acompañada por el discípulo Juan, por Magdalena y por otras pías mujeres, lo quise seguir paso a paso, de un tribunal al otro, aun corporalmente. 

               Hija mía queridísima, Yo oía el estruendo de los golpes que llovían sobre el cuerpo desnudo de Mi Hijo, oía las burlas, las risas satánicas y los golpes que le daban sobre la cabeza en el momento de coronarlo de espinas. Lo vi cuando Pilatos lo mostró al pueblo, desfigurado e irreconocible, sentí ensordecer con el "crucifícalo, crucifícalo", lo vi ponerse la Cruz sobre Sus espaldas, agotado, atormentado, y Yo, no pudiendo resistir aceleré el paso para darle el último abrazo y enjugarle el Rostro todo bañado de sangre. ¡Pero qué! para Nosotros no había piedad, los crueles soldados lo arrancan de Mi lado con las cuerdas y lo hacen caer. Hija querida, qué pena desgarradora el no poder socorrer en tantas penas a Mi querido Hijo, por eso cada pena abría un mar de dolor en Mi traspasado Corazón. 

               Finalmente lo seguí al Calvario, donde en medio de penas inauditas y espasmos horribles fue crucificado y levantado en la Cruz, y sólo entonces Me fue concedido quedarme a los pies de la Cruz, para recibir de Sus labios agonizantes el don de todos Mis hijos y el derecho y sello de Mi Maternidad sobre todas las criaturas. Y poco después, entre espasmos inauditos expiró. Toda la naturaleza se vistió de luto y lloró la muerte de su Creador. Lloró el sol, obscureciéndose y retirándose horrorizado de la faz de la tierra. Lloró la tierra con un fuerte temblor, desgarrándose en varios puntos por el dolor de la muerte de su Creador. Todos lloraron, las sepulturas abriéndose, los muertos resucitando, y también el velo del Templo lloró de dolor rompiéndose. Todos perdieron el ánimo y sintieron terror y espanto. Hija Mía, y tu Mamá está petrificada por el dolor, esperándolo en Mis brazos para ponerlo en el sepulcro. 

               Ahora escúchame en Mi intenso dolor, quiero hablarte con las penas de Mi Hijo de los graves males de tu voluntad humana. Míralo en Mis brazos dolientes, cómo está desfigurado, es el verdadero retrato de los males que el querer humano hace a las pobres criaturas, y Mi querido Hijo quiso sufrir tantas penas para levantar nuevamente esta voluntad caída en lo bajo de todas las miserias, y en cada pena de Jesús y en cada dolor Mío la llamaban a resurgir en la Voluntad Divina. Fue tanto Nuestro amor, que para poner al seguro esta voluntad humana la llenamos de Nuestras penas, hasta ahogarla, y la encerramos dentro de los mares inmensos de Mis dolores y de los de Mi amado Hijo. Por eso, en este día de dolores para tu Madre Dolorosa, y todo por ti, dame por correspondencia en Mis manos tu voluntad, para que la encierre en las Llagas sangrantes de Jesús, como la más bella victoria de Su Pasión y Muerte, y como triunfo de mis acerbísimos dolores. 

El alma: 

               Mamá Dolorosa, Tus palabras me hieren el corazón y me siento morir al oír que ha sido mi voluntad rebelde la que Te ha hecho sufrir tanto. Por eso Te ruego que la encierres en las Llagas de Jesús, para vivir de Sus penas y de Tus acerbos dolores. 

Florecita: 

               Hoy para honrarme besarás las Llagas de Jesús diciendo cinco actos de amor, rogándome que Mis dolores sellen tu voluntad en la abertura de Su Sagrado Costado. 

Jaculatoria: 

               Las Llagas de Jesús y los Dolores de mi Mamá, me den la gracia de hacer resurgir mi voluntad en la Voluntad de Dios.



lunes, 27 de mayo de 2024

LA REINA DEL CIELO EN EL REINO DE LA DIVINA VOLUNTAD. DÍA 27º


...después retirándome, Me abandoné 
en aquel Querer Divino que era Mi vida


               Durante el Mes de María procuraré compartir a diario (si Dios quiere) unas meditaciones extraídas del libro "La Virgen María en el Reino de la Divina Voluntad", de la mística italiana Luisa Piccarreta; advierto que cuando en el diálogo con la Madre de Dios encuentres que el interlocutor habla en femenino, no es porque este ejercicio esté destinado sólo a las mujeres, sino porque se refiere al alma, por lo que también un varón puede y debe practicarlo. 

               Estos escritos gozan de licencia eclesiástica, prueba de ello el “Nihil obstat”, que Monseñor Francesco M. Della Queva, Delegado del Arzobispo de Tarento (Apulia, Italia) concedió en la Fiesta de Cristo Rey de 1937. 

               Para obtener mejor provecho de esta lectura, procura recogerte en tu dormitorio o en un lugar discreto de la casa; sitúate ante una imagen de la Virgen que te inspire devoción, aunque se trate de una sencilla estampa; cierra los ojos y oídos corporales, eleva tu corazón al Cielo y busca en tu corazón la intimidad de hijo con Jesús Nuestro Señor y con la Celestial Madre. 

               Que la Santa Presencia de estos tus amores, Jesús y María, te acompañe a lo largo del día de hoy, y que Ellos sean siempre tu aliento y sostén en la lucha continua de la familia, del trabajo, de los problemas cotidianos...




Reza ahora, despacio y con devoción,
 tres Avemarías a Nuestra Santa Madre...


El alma a su Madre Celestial: 

               Heme aquí de nuevo contigo Mamá Reina, hoy mi amor de hija hacia Ti me hace correr para ser espectadora cuando mi dulce Jesús, separándose de Ti, toma el camino para formar Su Vida Apostólica en medio a las criaturas. Mamá Santa, sé que sufrirás mucho, cada momento de separación con Jesús Te costará la vida, y yo, Tu hija, no quiero dejarte sola, quiero enjugarte las lágrimas, y con mi compañía quiero romper Tu soledad, y mientras estaremos juntas, Tú continuarás dándome Tus bellas lecciones sobre la Divina Voluntad. 

Lección de la Reina del Cielo: 

               Hija Mía queridísima, tu compañía Me será muy agradable, porque sentiré en ti el primer don que Me hace Jesús, don formado de puro amor, producto de Su, y de Mi sacrificio, don que Me costará la Vida de Mi Hijo. 

               Ahora ponme atención y escúchame. Hija Mía, para tu Mamá comienza una vida de dolor, de soledad y de largas separaciones de Mi sumo Bien Jesús. La vida oculta ha terminado, y Él siente la irresistible necesidad de amor de salir públicamente, de hacerse conocer y de ir en busca del hombre extraviado en el laberinto de su voluntad, que está en poder de todos los males. El querido San José había muerto ya, Jesús partía y Yo quedaba sola en la pequeña casita. Cuando mi amado Jesús Me pidió la obediencia de partir, porque no hacía jamás nada si primero no Me lo decía, Yo sentí una punzada en el Corazón, pero sabiendo que aquélla era la Voluntad Suprema, Yo dije rápidamente Mi Fiat, no dudé un instante, y entre Mi Fiat y el de Mi Hijo nos separamos, en el ímpetu de Nuestro amor Me bendijo y Me dejó. Yo Lo acompañé con Mi mirada hasta que pude, y después retirándome, Me abandoné en aquel Querer Divino que era Mi vida, pero, ¡oh! Potencia del Fiat Divino, este Querer Santo no Me dejaba perder jamás de vista a Mi Hijo, ni Él Me perdía a Mí, es más, sentía Su latido en el Mío, y Jesús sentía el Mío en el Suyo. 

               Hija querida, Yo había recibido a Mi Hijo del Querer Divino, y lo que este Querer Santo da, no está sujeto ni a terminar ni a sufrir separación; Sus dones son permanentes y eternos. Así que Mi Hijo era Mío, ninguno Me lo podía quitar, ni la muerte, ni el dolor, ni la separación, porque el Querer Divino Me lo había dado. Por eso Nuestra separación era aparente, pero en realidad estábamos fundidos juntos. Mucho más que una era la Voluntad que Nos animaba, ¿cómo podíamos separarnos?. 

               Ahora, tú debes saber que la Luz de la Divina Voluntad Me hacía ver cómo malamente y con cuánta ingratitud trataban a Mi Hijo. Su paso lo dirigió hacia Jerusalén, Su primera visita fue al Templo santo, en el cual comenzó la serie de Sus predicaciones. Pero, ¡ah, qué dolor! Su palabra llena de vida, portadora de Paz, de Amor y de Orden, era escuchada y malamente interpretada, especialmente por los doctos y sabios de aquellos tiempos, y cuando Mi Hijo decía que era el Hijo de Dios, el Verbo del Padre, Aquél que había venido a salvarlos, lo tomaban tan a mal, que con sus miradas furibundas lo querían devorar. ¡Oh! cómo sufría Mi amado bien Jesús, Su palabra creadora, rechazada, le hacía sentir la muerte que daban a Su palabra divina, y Yo era toda atención, toda ojos para mirar aquel Corazón Divino que sangraba y le ofrecía Mi materno Corazón para recibir las mismas heridas, para consolarlo y darle un apoyo en el acto en que estaba por sucumbir. 

               ¡Oh! cuántas veces después de haber interrumpido Su palabra lo veía olvidado por todos, sin que ninguno Le ofreciera un descanso, solo, solo, fuera de los muros de la ciudad, en despoblado, bajo el cielo estrellado, apoyado en un árbol, lo veía llorar, orar por la salvación de todos. Y tu Mamá hija querida, desde Mi casita lloraba junto, y en la luz del Fiat Divino Le mandaba Mis lágrimas como alivio, Mis castos abrazos y Mis besos para reconfortarlo. Pero Mi amado Hijo al verse rechazado por los grandes, por los doctos, no se detuvo, ni podía detenerse, Su amor corría porque quería las almas. 

               Entonces se rodeó de pobres, de afligidos, de enfermos, de cojos, de ciegos, de mudos y de tantos otros males que oprimían a las pobres criaturas, todos éstos, imágenes de los tantos males que había producido la voluntad humana en ellas. Y el querido Jesús sanaba a todos, consolaba e instruía a todos, así que se convirtió en el Amigo, el Padre, el Médico, el Maestro de los pobres. Hija Mía, se puede decir que fueron los pobres pastores los que con sus visitas Lo recibieron al nacer, y son los pobres los que Lo siguieron en los últimos años de Su Vida acá abajo, hasta Su muerte, porque los pobres, los ignorantes, son más simples, menos apegados a su juicio y por eso son los más favorecidos, los más benditos y los más predilectos de Mi querido Hijo, tanto, que escogió a pobres pescadores por Apóstoles, como columnas de la Iglesia futura. 

               Ahora hija amadísima, si te quisiera decir lo que obró y sufrimos Mi Hijo y Yo en estos tres años de Su Vida Pública, me extendería demasiado. Lo que te recomiendo es que en todo lo que puedas hacer y sufrir, tu primer acto y el último sea el Fiat Divino. En el Fiat Nos separamos con Mi Hijo, y el Fiat Me dio la fuerza de hacer el sacrificio. Así encontrarás la fuerza para todo, incluso en las penas que te cuestan la vida, si todo lo encierras en el Eterno Fiat. Por eso dame tu palabra, que te harás encontrar siempre en la Divina Voluntad. Así también tú sentirás la inseparabilidad de Mí y de nuestro sumo Bien Jesús. 

El alma: 

               Mamá Dulcísima, cuánto Te compadezco al verte sufrir tanto. ¡Ah! Te ruego, derrama en mi alma Tus lágrimas y las de Jesús para ordenarla y encerrarla en el Fiat Divino. 

Florecita: 

               Hoy para honrarme Me darás todas tus penas por compañía de Mi soledad, y en cada pena pondrás un "te amo" para Mí y para tu Jesús, para reparar por aquellos que no quieren escuchar las Enseñanzas de Jesús. 

Jaculatoria: 

               Mamá Divina, Tu palabra y la de Jesús desciendan en mi corazón y formen en mí el Reino de la Divina Voluntad.



domingo, 26 de mayo de 2024

DOMINGO DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD

  

          El Misterio de la Santísima Trinidad penetra toda la Liturgia Católica. Celebramos ante todo los sucesos de la Vida del Verbo hecho carne, pero una de nuestras grandes fiestas está consagrada a rendir nuestros homenajes al Espíritu Santo, y constantemente enviamos nuestras oraciones al Padre por medio del Hijo.

          No obstante, la Santa Madre Iglesia ha querido reunir en una sola Fiesta los Nombres de las tres Divinas Personas. Desde los primeros siglos, celebraron los cristianos este día, si bien fue el Papa Juan XXII quien extendió su celebración a toda la Universal Iglesia en 1334.

           Las tres Divinas Personas han contribuido a la Obra de nuestra Redención: el Padre envió a Su Hijo a la Tierra; "Tanto amó Dios al mundo que le dio a Su Hijo Unigénito". El Hijo, se hizo hombre y murió por nosotros, para salvarnos y hacernos hijos de Dios. Desde que Él se apartó de nosotros, quedó a nuestro lado el Espíritu Santo, para ser nuestro Guía , nuestro Maestro, nuestra fuerza y nuestro aliento.




                En el Evangelio de hoy escuchamos a Jesús Resucitado decir a Sus Apóstoles sobre una montaña de Galilea: “Id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, del hijo y del Espíritu Santo” (Evangelio de San Mateo, cap. 28, vers. 19). Es la única vez que aparece en todos los Evangelios en labios de Nuestro Señor las Tres Divinas Personas nombradas con orden y explícitamente. Jesucristo manda a Sus Apóstoles enseñar a los hombres con un Misterio incompresible. Porque en sí es incomprensible, pero hace comprensible todas las cosas, todo el Universo. Porque es el centro y el punto de partida y el punto final de todo lo que existe. Es como el sol que no se puede mirar y que ilumina todo. 

               La Civilización Cristiana debe su existencia a este Misterio, es este Misterio el que destruyó los antiguos ídolos de la humanidad. Es este Misterio de la Unidad y Trinidad en Dios. Y ahora de nuevo el mundo vuelve al paganismo, ¿por qué? Porque la Fe en la Trinidad se apaga. En el Nombre de Dios Uno y Trino se halla no sólo la verdadera Civilización, sino también nuestra santificación y salvación eterna. Dios es Uno solo, pero en Él hay Tres Personas verdaderamente distintas: 1) El Padre (la primera persona, que no procede de ninguna otra). 2) El Hijo (la segunda persona, engendrado por el Padre). 3) El Espíritu Santo (la tercera persona). 

               Las Tres Divinas Personas son iguales, cada una es Dios, pero no hay tres dioses, porque tienen la misma esencia y naturaleza divina. No estamos diciendo que 3=1, o que 1=3, sino que Dios es Uno si miramos a Su Naturaleza, y es Trino, si miramos a las personas que tienen esta única naturaleza divina. ¿Pero cómo es posible que haya una única naturaleza divina idéntica en 3 Personas? Aquí nos topamos con el gran misterio (un ejemplo muy lejano que puede ayudar: el alma es una sola pero tiene tres potencias).

               Este Misterio es demasiado grande para que podamos comprenderlo con nuestras pequeñas cabezas. Debemos creerlo y adorarlo humildemente. ¿Por qué? Pues porque Dios ‒que no puede engañarse ni engañarnos, según nos enseña el Catecismo‒ nos lo ha revelado, más concretamente lo ha revelado el Dios hecho hombre, Jesucristo, 2ª Persona de esa misma Santísima Trinidad.

               ¿Pero para qué, podríamos preguntarnos, Dios nos reveló un misterio que no podemos comprender? El dogma de la Trinidad es la confidencia más sublime que Nuestro Señor nos haya hecho a nosotros, pobres creaturas; es además la fuente de donde proceden nuestros sentimientos de amor a Dios y al prójimo.

               Es decir que nos fue revelado para que amásemos mejor a Dios. Dios Padre creó el universo para nosotros, para que admirando y disfrutando de la belleza y de la bondad creadas comprendiésemos mejor su amor y su gloria.

               Dios Hijo tomó nuestra naturaleza con sus debilidades, padeció y murió por nosotros. Quiso habitar entre nosotros y hacerse nuestro alimento.

               Dios Espíritu Santo, que no es sino el amor del Padre y del Hijo, habita en las almas y las santifica por la Gracia. Así comprendemos mejor el amor de este Dios Uno, que se nos reveló también Trino, por nosotros.

                Este Misterio también nos fue revelado para que amáramos mejor a nuestro prójimo. Nuestro Señor rezó en la Última Cena por sus discípulos: “para que todos sean uno, como Tu, Padre, en Mi y Yo en Ti somos uno” (Juan 17, 21). Debemos amar a nuestro prójimo a imitación del amor que se tienen las 3 divinas personas. La más hermosa oración que podemos dirigir a la Santísima Trinidad es la Santa Misa, así como la mejor obra que podemos hacer en honor de la Santísima Trinidad es la caridad para con nuestro prójimo. De ahí entonces la importancia de este misterio en nuestra vida:

               - nacemos y somos bautizados en el Nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo; - vivimos y comenzamos todo acto de la vida espiritual, recibimos las absoluciones y las bendiciones en el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo; - morimos y volvemos a la Santísima Trinidad (al Padre que nos creó, al Hijo que nos redimió, al Espíritu Santo que nos santificó).

               Estamos hechos, el hombre está hecho, nos lo dice el Génesis, a imagen y semejanza de Dios. Estamos hechos a imagen y semejanza de un Dios Trino; en nosotros hay una imagen y semejanza de la Santísima Trinidad. Hay en nosotros, como dice San Bernardo, una trinidad creada: la mente que comprende, el corazón que ama y la voluntad que gobierna las acciones. Con esta trinidad creada que hay en nosotros debemos alabar a la Trinidad increada, creyendo con la mente, amando con el corazón, y obrando con la voluntad. De esa manera imitamos este misterio de la mejor manera. Veamos un poco:

               1) Creyendo con la mente. En las Letanías de la Virgen decimos: “Sancta Trinitas, unus Deus”. Las 3 Personas son distinguibles, pero son en todo iguales. Hay un único Dios: 3 personas, pero una única naturaleza divina. Debemos creer este misterio, como dijimos, porque Dios lo ha revelado, aunque no podamos comprenderlo (la fe no contradice la razón, pero la supera). Es el misterio principal de nuestra Fe, debemos creer en él si queremos salvarnos (¡Oh, Santa Trinidad!, decía San Francisco Javier enseñando a los paganos).

               2) Debemos adorar, alabar a la Trinidad, amando con el corazón. Hemos visto como cada una de las Personas merece nuestro amor (el Padre como creador; el Hijo como Redentor; el Espíritu Santo como santificador), y este amor por la Santísima Trinidad tiene que brillar especialmente en la oración, especialmente por la señal de la Cruz y por el “Gloria Patri”. Enrique IV, luego de humillarse en Canosa, se rebeló contra el Papa otra vez y fue con su ejército a sitiar Roma. En el segundo asalto, luego de incendiar las murallas, en medio de las llamas y el llanto de las mujeres y los quejidos de los agonizantes, apareció en una torre el Papa Gregorio VII e hizo la señal de la Cruz contra las llamas, e inmediatamente se apagó el fuego, como si hubiera recibido una lluvia torrencial. Cuántas veces nos sintamos atacados por el demonio, por las angustias o los peligros, hagamos la señal de la Cruz, con lo cual alabaremos a la Santísima Trinidad y experimentaremos en seguida un gran alivio. Que el respeto humano no nos impida hacer la señal de la cruz delante de otros, por ej., cuando pasamos frente a una iglesia o cuando rezamos viajando (p. ej., el Rosario). También la oración del "Gloria Patri" agrada mucho a la Santísima Trinidad. Recémosla varias veces al día a modo de jaculatoria, y nos mantendremos en presencia de Dios.




               3) Debemos alabar a la Santísima Trinidad obrando con la voluntad. Debemos obrar valientemente para reproducir en nosotros a la Santísima Trinidad. Nuestro Señor dijo: “Sed perfectos como vuestro Padre Celestial es perfecto” (Mt. 5, 48) ¿Qué debemos hacer para ello? Debemos tener en cuenta que a la Santísima Trinidad se opone la trinidad infernal.

               4) Por lo tanto, para ser perfectos y reproducir en nosotros a la Santísima Trinidad, debemos luchar ante todo contra la trinidad infernal. ¿Y cuál es esa trinidad infernal? Es, como dice San Juan, la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos y la soberbia de la vida (1 Jn. 2, 16). Allí tenemos a los 3 enemigos contra los cuales tenemos que luchar todos los días.

               Imitaremos a las Tres Personas de la Santísima Trinidad que se aman entre sí, amando al prójimo como a nosotros mismos, como hemos dicho antes, de manera que formemos un solo corazón y una sola alma, como debe ser entre cristianos, cuanto más hoy en día.

               Concluyamos con un ejemplo, el del diácono Mártir Euplio de Catania: lo habían torturado durante mucho tiempo para que renegara de la Fe Católica. Tenía mucha sed y sentía grandes dolores. Entonces el juez le grita: “Adora a Marte y Apolo, y tendrás agua abundante para beber”. El Mártir contestó: ¡Yo adoro al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, que me darán a beber dentro de poco el agua viva del goce eterno! Y doblando las rodillas, inclinó la cabeza, como si bebiera de un río invisible, y enseguida murió. También nosotros, al mundo, ídolos, placer, dinero, orgullo, contestemos como el Mártir: la Santísima Trinidad me dará la única y verdadera felicidad.

               Que la Santísima Virgen (Hija del Padre, Madre del Hijo, y Esposa del Espíritu Santo) nos enseñe a honrar y agradar a la Santísima Trinidad.