domingo, 19 de mayo de 2024

LA REINA DEL CIELO EN EL REINO DE LA DIVINA VOLUNTAD. DÍA 19º

  

...y delirando de amor hacía 
sentir Su latido en cada corazón


               Durante el Mes de María procuraré compartir a diario (si Dios quiere) unas meditaciones extraídas del libro "La Virgen María en el Reino de la Divina Voluntad", de la mística italiana Luisa Piccarreta; advierto que cuando en el diálogo con la Madre de Dios encuentres que el interlocutor habla en femenino, no es porque este ejercicio esté destinado sólo a las mujeres, sino porque se refiere al alma, por lo que también un varón puede y debe practicarlo. 

               Estos escritos gozan de licencia eclesiástica, prueba de ello el “Nihil obstat”, que Monseñor Francesco M. Della Queva, Delegado del Arzobispo de Tarento (Apulia, Italia) concedió en la Fiesta de Cristo Rey de 1937. 

               Para obtener mejor provecho de esta lectura, procura recogerte en tu dormitorio o en un lugar discreto de la casa; sitúate ante una imagen de la Virgen que te inspire devoción, aunque se trate de una sencilla estampa; cierra los ojos y oídos corporales, eleva tu corazón al Cielo y busca en tu corazón la intimidad de hijo con Jesús Nuestro Señor y con la Celestial Madre. 

               Que la Santa Presencia de estos tus amores, Jesús y María, te acompañe a lo largo del día de hoy, y que Ellos sean siempre tu aliento y sostén en la lucha continua de la familia, del trabajo, de los problemas cotidianos...




Reza ahora, despacio y con devoción,
 tres Avemarías a Nuestra Santa Madre...


El alma a su Mamá Reina: 

               Mamá dulcísima, mi pobre corazón siente la necesidad extrema de venir a Tus rodillas maternas para confiarte mis pequeños secretos, y confiarlos a Tu Corazón materno. Escucha, ¡oh! Mamá mía, al mirar los grandes prodigios que obró en Ti el Fiat Divino, siento que no me es dado el imitarte porque soy pequeña, débil, y además las luchas tremendas de mi existencia, que me arrojan por tierra y no me dejan mas que un hilo de vida. Mamá mía, ¡oh! cómo quisiera desahogar mi corazón en el Tuyo para hacerte sentir las penas que me amargan y el temor que me tortura, el que pueda dejar de cumplir la Divina Voluntad. ¡Piedad, oh Madre Celestial, piedad!. Escóndeme en Tu Corazón y yo perderé la memoria de mis males, para acordarme sólo de vivir de Voluntad Divina. 

Lección de la Reina del Cielo, Madre de Jesús: 

               Hija queridísima, no temas, confíate en tu Mamá, vierte todo en Mi Corazón y Yo Me ocuparé de todo, te haré de Mamá, cambiaré tus penas en luz y Me serviré de ellas para agrandar los confines del Reino de la Voluntad Divina en tu alma; por eso haz todo a un lado por ahora y escúchame, quiero decirte lo que obró el pequeño Rey Jesús en Mi Seno materno, y como tu Mamá no perdió ni siquiera un respiro del pequeño Jesús. 

               Ahora hija Mía, la pequeña Humanidad de Jesús iba creciendo unida hipostáticamente con la Divinidad, Mi Seno materno era estrechísimo, oscuro, no había resquicio de luz, y Yo lo veía en Mi Seno materno inmóvil, envuelto dentro de una noche profunda. ¿Pero sabes tú quién formaba esta oscuridad tan intensa al infante Jesús?. La voluntad humana, en la cual el hombre voluntariamente se había envuelto, y por cuantos pecados cometía tantos abismos de tinieblas formaba alrededor y dentro de sí, de modo que lo dejaba inmóvil para hacer el bien. Y mi amado Jesús para poner en fuga las tinieblas de esta noche tan profunda, en la que el hombre se había vuelto prisionero de su misma voluntad tenebrosa, hasta perder el movimiento para hacer el bien, escogió la dulce prisión de Su Mamá y voluntariamente Se ofreció a la inmovilidad de nueve meses. 

               Hija Mía, si tú supieras cómo Mi Materno Corazón era martirizado al ver al pequeño Jesús en Mi seno, inmóvil, llorar, suspirar, Su latido ardiente palpitaba fuertemente, y delirando de amor hacía sentir Su latido en cada corazón para pedirles por piedad sus almas para encerrarlas en la Luz de Su Divinidad, porque Él por amor de ellos, voluntariamente había cambiado la Luz por las tinieblas, a fin de que todos pudieran obtener la verdadera Luz para ponerse a salvo. Hija mía queridísima, ¿quién puede decirte lo que sufrió Mi pequeño Jesús en Mi seno?. Penas inauditas e indescriptibles. Estaba dotado de plena razón, Era Dios y Hombre, y Era tanto Su Amor que ponía aparte los mares infinitos de alegrías, de felicidad, de luz, y sumergía Su pequeña Humanidad en los mares de tinieblas, de amarguras, de infelicidad, de miserias, que le habían preparado las criaturas, y el pequeño Jesús Se las ponía todas sobre Sus espaldas como si fueran Suyas. 

               Hija mía, el verdadero amor jamás dice basta, no mira las penas, y por medio de penas busca a aquél que ama; y sólo está contento cuando pone su vida para dar nuevamente la vida a aquél que ama. Hija Mía, escucha a tu Mamá, ¿ves qué gran mal es hacer tu voluntad? No sólo preparas la noche a tu Jesús y a ti, sino que formas mares de amargura, de infelicidad y de miseria, en los cuales quedas tan arrollada que no sabes cómo salir de ellos. Por eso sé atenta, hazme feliz al decirme: "Quiero hacer siempre la Divina Voluntad".

               Ahora escucha hija Mía, el pequeño Jesús, penando de amor está en acto de apresurarse para salir a la luz del día, Sus ansias, Sus suspiros ardientes y deseos porque quiere abrazar a la criatura, hacerse ver, mirarla para raptarla a Sí, no le dan más descanso, y así como un día se puso de centinela a las Puertas del Cielo para encerrarse en Mi Seno, así está en acto de ponerse como centinela a las puertas de Mi Seno, que es más que Cielo, y el Sol del Verbo Eterno surge en medio al mundo y forma su pleno mediodía. Así que para las pobres criaturas no habrá más noche, ni alba, ni aurora, sino siempre Sol, más que en la plenitud del mediodía. 

               Tu Mamá sentía que no lo podía contener más dentro de Mí, mares de luz y de amor Me inundaban, y así como dentro de un mar de luz lo concebí, así dentro de un mar de luz salió de Mi Seno materno. Hija querida, para quien vive de Voluntad Divina todo es Luz y todo se convierte en Luz, entonces en esta Luz, Yo, raptada esperaba estrechar entre Mis brazos a Mi pequeño Jesús, y en cuanto salió de Mi seno escuché Sus primeros gemidos amorosos, y el Ángel del Señor Me lo entregó entre Mis brazos y Yo lo estreché fuertemente a Mi corazón y le di Mi primer beso, y el pequeño Jesús me dio el Suyo. Por ahora basta, mañana te espero de nuevo para seguir la narración del Nacimiento de Jesús. 

El alma: 

               Mamá Santa, ¡oh! cómo eres afortunada, eres la verdadera Bendita entre todas las mujeres. ¡Ah! Te ruego por aquellas alegrías que probaste cuando estrechaste a Jesús a Tu Seno y le diste el primer beso, que por pocos instantes me cedas en mis brazos al pequeño Jesús, a fin de darle contento al decirle que juro amarlo siempre, siempre, y que no quiero conocer otra cosa que Su Divina Voluntad. 

Florecita: 

              Hoy para honrarme vendrás a besar los piecitos al Niñito Jesús, y le darás tu voluntad en Sus manitas para hacerlo jugar y sonreír. 

Jaculatoria: 

               Mamá mía, encierra en mi corazón al pequeño Jesús, para que me lo trasforme todo en Voluntad de Dios.



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