jueves, 29 de febrero de 2024

LA SUPRESIÓN DEL SANTO SACRIFICIO DE LA MISA




"En los tiempos finales... el sacrificio perpetuo 
será abolido, la iniquidad se posará sobre él; 
el santuario profanado y la verdad arrojada a tierra". 

(Daniel, VIII, 11). 

"Este es el Sacrificio de nuestros altares,
 que entonces, en esos terribles días, 
será proscrito, en todas partes prohibido; 
y, salvo los Sacrificios, que podrán celebrarse 
en las sombras subterráneas de las catacumbas,
 quedará interrumpido en todas partes".

(Cardenal Billot, S. I.)


LA ABOMINACIÓN DE LA DESOLACIÓN
la supresión del Santo Sacrificio de la Misa
por un simple memorial "ecuménico"


              Según se puede deducir de los lugares del Antiguo Testamento, donde se habla de la Abominación de la Desolación (por ejemplo, I Mac. 1,47; 50, 57 y II Mac. c. 6), la Abominación de la Desolación no es otra cosa que la sustitución del verdadero culto de Dios por un culto falso, ofrecido a los ídolos, o la profanación del lugar sagrado. De ahí, la íntima relación entre la supresión del Sacrificio perpetuo y la Abominación de la Desolación.

            Esto quiere decir que, al aplicar Cristo a una profecía suya, la profecía de Daniel, la supresión del Sacrificio perpetuo (o lo que es igual la supresión del Santo Sacrificio de la Misa) estaba ya evidentemente profetizada en el Antiguo Testamento; pues, el único Sacrificio Perpetuo, a partir del Sacrificio del Calvario, cuando quedó abolida la antigua alianza y establecida la nueva y eterna, es el SACRIFICIO DE LA MISA, no hay otro. Todo esto lo explica y aplica muy acertada y exactamente el Card. Billot, en su citada obra.

            En el "Examen Crítico" a la "nueva misa" que confeccionara Mons. Guerard des Lauries extraemos que "El fin último del Sacrificio de la Misa es la alabanza que debe tributarse a la Santísima Trinidad, según la explícita intención de Jesucristo en el mismo misterio de su Encarnación: "Al entrar al mundo dice: 'No quisiste hostia ni ofrenda: en cambio a mí me preparaste un cuerpo' (Heb. 10, 5; cfr. Slm. 39, 7-9). Por cierto, este fin buscado ha desaparecido completamente en el Novus Ordo: desapareció ciertamente del Ofertorio, pues la plegaria "Recibe, oh Trinidad Santa" ha sido eliminada; desapareció de la conclusión de la Misa, ya no se dirá más "Séate agradable, oh Trinidad Santa"; también fue suprimida del Prefacio, ya que el Prefacio de la Santísima Trinidad, que hasta ahora se recitaba oportunísimamente todos los Domingos, ahora en el Novus Ordo sólo se dirá en la Fiesta de la Santísima Trinidad, y por lo tanto solamente una vez al año."

            Conclusión: Cristo cumplirá Su promesa de llegar a nosotros para juzgarnos, pero las señales por Él indicadas se están dando permanentemente; la Abominación de la Desolación es igual a la supresión del verdadero culto de Dios, a la supresión del Sacrificio Perpetuo. Es así que el único Sacrificio Perpetuo, cuando Jerusalén fue tomada por las tropas romanas y fue destruido el templo, era el Sacrificio de la Misa, luego lo que se profetizó es que la MISA, la OBLATIO MUNDA, que le sería ofrecida a Dios, desde la salida del sol hasta el ocaso, habría de ser abolida. Esto es lo que sucedió con la promulgación del Novus Ordo Missae, "la nueva misa" promulgada por Montini, "Pablo VI".



miércoles, 28 de febrero de 2024

SAN GABRIEL DE LA DOLOROSA


               En la ciudad italiana de Spoleto, en Perugia, por la octava de la Asunción de María, el 22 de Agosto, se celebraba con júbilo la fiesta de su Patrona, agradeciéndole muy especialmente haber sido librados de la peste que había asolado la región en los últimos años.

               Un hermoso cuadro de la Madre de Dios, conocido como la Madonna del Duomo (Virgen de la Catedral) o la Sacra Icona (Sagrada Imagen), había sido retirado de su relicario para ser llevado por las calles, en solemne procesión. Era un icono de estilo bizantino donado a la ciudad por el Emperador Federico Barbarroja, en 1155, en señal de reconciliación y de paz.



               Según cuenta la Tradición, había sido pintado por San Lucas y se conservaba en la Catedral de Constantinopla hasta la época de las persecuciones iconoclastas. No había, en aquellas animadas calles, quien no cayese de rodillas al ver desfilar con gran pompa a la milagrosa imagen de la Reina del Cielo. Todos esperaban recibir de Ella una anhelada gracia, un consuelo, una bendición particular.

               Entre la multitud de los fieles, esperando que pasara el venerado icono, se destacaba, aquel día, un joven aristócrata, de porte distinguido y jovial. Cuando la Sagrada Imagen de la Santísima Virgen pasó por delante de él y miró fijamente a los ojos arrebatadores de la imagen, oyó claramente en su interior estas inolvidables palabras: “Francisco, ¿qué estás haciendo en el mundo?. Tú no estás hecho para el mundo. Sigue tu vocación”.

               En ese momento, dando libre curso a abundantes lágrimas de agradecimiento y compunción, tomó la firme resolución que desde hacía tiempo venía postergando: “¡Oh, en qué abismo hubiera seguramente caído, si María —benigna hasta con los que no la invocan— no hubiese acudido amorosamente en mi ayuda en aquella octava de su Asunción!”, exclamaría un tiempo después. Este conmovedor episodio fue el punto decisivo de inflexión en la corta vida, pero gloriosa, de uno de los grandes Santos del siglo XIX: San Gabriel de la Virgen Dolorosa, conocido como “el santo de los jóvenes, de los milagros y de la sonrisa”.

               Nació el 1 de Marzo de 1838 en Asís y fue bautizado ese mismo día con el nombre de Francisco, en honor al Poverello; era el undécimo hijo de una familia de trece hermanos. Su padre, el abogado Sante Possenti, ejercía en aquel tiempo el cargo de alcalde. Su madre, Angese Frisciotti, pertenecía a una familia de noble ascendencia, y murió cuando el muchacho tenía tan sólo cuatro años.

               A pesar de poseer un corazón propenso a la generosidad y simpatía, en el espíritu de aquel tierno niño imperaba un temperamento indómito que, cuando era contrariado, se exteriorizaba incontables veces en arrebatos de ira, durante los cuales sus ojos oscuros se volvían brillantes y golpeaba el suelo con los pies enérgicamente.

               Cuando contaba con tres años de edad, su familia se mudó a Spoleto, donde transcurrieron su infancia y adolescencia. Allí, Francisco se distinguió por su carácter vivaz, lleno de afecto, amable, de palabra fácil y repleta de gracia, voz sonora y mirada penetrante. Su director espiritual, el P. Norberto Cassinelli, así lo describe: “Reunía tantos dotes que difícilmente podíamos encontrarlos en una sola persona. Era verdaderamente bello de alma y de cuerpo”.

               Este temperamento afable y privilegiado no excluía el amor al riesgo, tan propio de la adolescencia. El comandante de la guarnición militar de Spoleto, gran amigo de su padre, enseñaba al jovencito a manejar con certera puntería la pistola y el fusil. Como la caza era su distracción favorita, recibió al año, como regalo de Navidad, una bonita escopeta… que no dejaría de ocasionarle sobresaltos y preocupaciones a su progenitor.

               A los 13 años empezó a ir al Colegio de los Jesuitas, donde destacaba sobre todos sus compañeros. “Era el preferido para declamar en las veladas académicas. […] Todos le quieren, todo le sonríe, todo resulta a medida de sus deseos… Su mayor gusto era lucirse en los saraos, veladas y teatros”.

               El baile también constituía un gran motivo de atracción para él. Bailaba con tal habilidad que se hizo conocido con el apodo de “il ballerino”, y como tal animaba los salones más cotizados de la ciudad.

               Esos momentos transcurridos en frívolas distracciones atormentarían más tarde su conciencia, llevándole a exclamar con frecuencia: “¡Oh vanidad de diversiones!… ¡Qué ceguera la mía!… ¡Sólo vivía por un poco de humo!”.

               Sin embargo, el joven Francisco profesaba en su interior una fe pura y sincera. “No se acercaba nunca a los Sacramentos sin mostrar los sentimientos de fe y de religioso respeto de los cuales estaba lleno”, declaró uno de sus más íntimos amigos de esa época. “¡Cuántas veces no le he visto con las manos juntas, los ojos húmedos por las lágrimas y como sumido en profundos pensamientos!”.

                Sobre todo, nadie podía imaginarse que aquel joven aplaudido y aprobado por todos llevaba, bajo sus elegantes y lujosas ropas, un rudo cilicio de cuero claveteado con agudas puntas de hierro. En el vaivén superficial de los acontecimientos, el anhelo de seguir algún día el camino de la vida religiosa comenzaba a despuntar en su alma. Le faltaban aún algunos lances decisivos para dar el último adiós al mundo.

               Tras la muerte de su madre, su hermana mayor, María Luisa, fue para él uno de sus principales apoyos. Era muy hermosa y encontrándose ella en la flor de la vida irrumpió en Spoleto una asoladora epidemia de cólera, de la que fue la primera víctima… La muerte de la joven, ocurrida en el año 1855, causó en Francisco el impacto de un rayo.

               De eso se sirvió la Providencia para abrirle los ojos sobre su vocación. Poco después de su fallecimiento, le expuso a su padre la resolución de ingresar en un convento. Sin embargo, éste recusó su autorización, temiendo que tal deseo fuera el fruto efímero de un momento de dolor. Recelo, en apariencia, confirmado con el transcurrir del tiempo, pues las atracciones del mundo empezaron a ahogar de nuevo aquel anhelo interior… “¿Podía yo —escribía a uno de sus amigos— disfrutar de más placeres y diversiones? ¿Y qué queda ahora de ello? Nada más que penas, temores y turbaciones”.

               En esta situación fue cuando vino a darse el crucial encuentro con la Sacra Icona , gracias a la cual el obstinado joven decidió abrazar para siempre la vida religiosa.

               Pocos días después de este episodio, el 5 de Septiembre, la más selecta sociedad de Spoleto se reunía en el salón de actos del Liceo de los Jesuitas para asistir a la distribución de los premios de fin de curso. Como presidente de la Academia Literaria, Francisco ocupaba en el salón un lugar destacado.

               Cuando llegó la hora de subir al escenario, los presentes prorrumpieron en exclamaciones de entusiasmo al ver a un adolescente de dieciocho años presentarse con tanta elegancia y distinción. “Aquel timbre de voz, aquella sonoridad, aquella vocalización y, sobre todo, aquella gracia de expresión y de gesto, electrizaba y sacudía los corazones más apáticos”. Concluido el discurso, todos deseaban felicitarle, aclamarle, saludarle, y él respondía con su habitual sonrisa.

              La decisión, no obstante, ya estaba tomada. Al día siguiente, partiría para un cambio de vida definitivo. Con tan sólo 18 años cambió un brillante porvenir por una vida de renuncia y recogimiento. Es verdad que daba un paso arduo, pero con el corazón inundado de alegría.

               A la mañana siguiente, Francisco salió contento de Spoleto camino a Loreto, donde estuvo algunos días estrechando lazos de amor y devoción a María Santísima, en el célebre santuario.

               De allí se dirigió a Morrovalle para comenzar el noviciado pasionista. “Él, el elegante bailarín, el brillante animador de los salones de Spoleto, escogió entrar en el austero Instituto de los pasionistas, fundado en 1720 por San Pablo de la Cruz, con la misión de anunciar, a través de la vida contemplativa y el apostolado, el amor de Dios revelado en la Pasión de Cristo”.

               El cambio de nombre a Gabriel de la Virgen Dolorosa marcó la muerte de la vida pasada y el inicio de la caminata en las vías de la perfección. Cuando, conversando con sus compañeros de convento, el tema recaía sobre los acontecimientos del mundo, interrumpía con una serena sonrisa: “¿Por qué hablamos de aquello que hemos de dejar para siempre?… Dejad que los muertos entierren a los muertos”.

               Sin embargo, no pensemos que la adaptación a la austera vida religiosa fue fácil para aquel joven de vida acomodada. Acostumbrado a la buena comida, “los toscos alimentos del pobre convento pasionista le causaban una repugnancia invencible. A pesar de las protestas de su naturaleza insistía en comer, hasta que los superiores, compadecidos, le permitieron temporalmente algún alivio”. Lo mismo pasaba con otros aspectos de observancia de la disciplina, pero él hacía hincapié en cumplir eximiamente los horarios y obligaciones del noviciado, por mucho esfuerzo que eso le supusiera, dada su delicada complexión.

               Durante su vida de religioso, sobresalía en él, sin duda, un arraigado amor a la Pasión del Señor. Sentía tal veneración por los sufrimientos de Jesús que nunca se separaba del Crucifijo: “Cuando conversaba, lo tenía disimuladamente en las manos y lo apretaba cariñosamente; cuando dormía, lo colocaba sobre su pecho; cuando estudiaba, lo ponía junto al libro, y de vez en cuando lo miraba y lo besaba con tanto afecto y fervor, que el metal de que estaba hecha la imagen se fue gastando hasta quedar borradas todas las facciones”.

               A esta devoción característica de la Congregación en la que había ingresado, no obstante, se unía un amor “entusiasta, ingenioso, encendido a la Santísima Virgen”. Su famoso Credo Mariano (1) nos revela el encanto de esta alma apasionada por la Madre de Dios.

              En la mente del novicio Gabriel no había sitio para ningún pensamiento que no fuese Jesús y María. Y sentía una tan entrañada necesidad de llevar hasta las últimas consecuencias su entrega a Dios y a la Santísima Virgen que, en cierta ocasión, al oír los pasos de su Director Espiritual, abrió la puerta de su celda y, arrodillándose a sus pies, le suplicó: “¡Padre!, si encuentra en mi corazón alguna cosa, por pequeña que sea, que no agrade a Dios, yo, con su ayuda, quiero arrancarla a toda costa”. El Sacerdote le respondió que, de momento, no veía nada, pero no dejaría de avisarle en cuanto percibiera algún signo. Con esta garantía, el dócil religioso, se calmó completamente.

               Su corta existencia estuvo marcada de actos admirables, pues todo lo practicaba con espíritu de entera elevación y sublimidad: “Nuestra perfección no consiste en hacer cosas extraordinarias, sino en hacer bien lo ordinario”, acostumbra a decir.

               Después de un año y medio de noviciado, en Febrero de 1858 Gabriel inició sus estudios para el Sacerdocio, pasando a residir finalmente en el Convento de Isola del Gran Sasso, donde vendría a fallecer. El 25 de Mayo de 1861, recibió las Órdenes Menores en la Catedral de Penne. Sin embargo, por los misteriosos designios de la Providencia, no llegaría a hacerse Presbítero.

               Al final de ese mismo año enfermó de tuberculosis. Ahora bien, lejos de impedirle el avance en las vías de la virtud, la fatal dolencia le sirvió para escalar con más rapidez los pináculos de la Santidad. Dios dispuso que fuese siendo consumido por la enfermedad poco a poco, para aumentarle los méritos y dar a los demás la oportunidad de edificarse con su ejemplo.

               En el lecho de muerte le quedaba aún por enfrentar el peor drama de su vida: los últimos asaltos del Demonio y la terrible probación de la “noche oscura del alma”. No obstante, también de esta última prueba salió vencedor. El Sacerdote que le asistía en la hora suprema le oyó repetir tres veces, en cortos intervalos de tiempo, esta frase de San Bernardo, por la que reconocía ante Dios su propia flaqueza: “Vulnera tua, merita mea. ¡Tus Llagas son mis méritos!”.

                La mañana del 27 de Febrero de 1862, con el corazón desbordante de alegría, las manos cruzadas sobre el pecho, apretando el crucifijo y la imagen de la Virgen Dolorosa, Gabriel sonrió por última vez, extasiado, al contemplar con los ojos del alma a Aquella a quien había servido en la Tierra con tanta dulzura... tenía tan sólo 24 años de edad. 

                Una de sus principales devotas sería Santa Gema Galgani, que sentía su protección en todo momento (2). San Gabriel fue canonizado por el Papa Benedicto XV en 1920. Declarado Copatrón de la Juventud Católica Italiana en 1926. También sería declarado Patrón principal de Abruzo desde 1959.

               San Gabriel de la Virgen Dolorosa continúa siendo, para la juventud actual, un inapreciable ejemplo de renuncia intransigente al pecado, de amor entusiasmado a la Cruz de Nuestro Señor Jesucristo y de devoción entrañable a María Santísima.


NOTAS

          1) Toca AQUÍ para leer el Credo Mariano compuesto por San Gabriel de la Dolorosa. 

          2) En su lecho de dolor leyó la Vida del Venerable Gabriel de la Dolorosa (en aquel entonces aún no había sido canonizado); pronto en su alma, comenzó a crecer una sincera devoción al joven pasionista. Ella misma escribiría: "Creció mi admiración de sus virtudes y sus maneras. Mi devoción hacia él se incrementó. En la noche no dormía sin tener su retrato bajo mi almohada, y después comencé a verlo cerca de mí. No sé cómo explicar esto, pero sentía su presencia. Todo el tiempo y en toda acción, el hermano Gabriel venía a mi mente".



martes, 27 de febrero de 2024

SU DIVINA VOLUNTAD ERA QUE ME DEDICARA A LA REPARACIÓN DE LAS BLASFEMIAS


Te saludo, Te adoro y Te amo, Jesús mi Salvador, 
cubierto de crueles ultrajes por los blasfemos: 
Te ofrezco en el Corazón de María, como un incienso 
y perfume, el homenaje de todos los Ángeles y de 
todos los Santos. Te ruego humildemente, 
por los méritos de Tu Santa Faz, que reparares 
restablezcas en mí y en toda la humanidad 
la imagen desfigurada por el pecado. Amén.



               "Este Buen Maestro me hizo comprender que Su Divina Voluntad era que yo siempre me dedicara al ejercicio de la reparación de las blasfemias, a pesar de los esfuerzos del Demonio, que quería impedirme hacer así llenando mi alma de dolor y repugnancia cuando quería aplicarme a ella, porque quisiera aniquilar esta obra si estuviera en su poder.

                Entonces Nuestro Señor transportó mi espíritu al camino del Calvario, y me representó vívidamente el piadoso oficio que le hizo Verónica, quien, con su velo, secó la Santísima Faz que luego estaba cubierta de saliva, polvo, sudor y sangre. 

                Entonces, este Divino Salvador me hizo comprender que los impíos en realidad renovaban, con sus blasfemias, los ultrajes hechos a Su Santa Faz; comprendí que todas estas blasfemias que estos impíos lanzan contra la Divinidad, contra Dios a quien no pueden alcanzar, caen como los escupitajos de los judíos sobre la Santa Faz de Nuestro Señor que se hizo víctima de los pecadores.

                Así, nuestro Divino Salvador me hizo comprender que debía imitar la valentía de Santa Verónica, a quien Él me dio como protectora y modelo: la que valientemente atravesó la multitud de sus enemigos..." 


Sor María de San Pedro y de la Sagrada Familia, 
Carmelita Descalza de Tours



domingo, 25 de febrero de 2024

PARA QUE SE DESCUBRAN LOS PENSAMIENTOS DE MUCHOS CORAZONES. Los Siete Domingos de San José. Cuarto Domingo

  

               En este tradicional septenario dedicado a Nuestro Padre y Señor San José, recordaremos sus principales siete Dolores y Gozos; en este año, 2024, comenzamos el pasado Domingo 4 de Febrero y concluiremos el Domingo 17 de Marzo. 

                El Papa Pío IX se dignó conceder el 1 de Febrero de 1847, una Indulgencia Plenaria para cada uno de los Siete Domingos de San José, si se observan las condiciones de Confesión, Comunión y visita en cualquier templo, rogando por las necesidades del Sumo Pontífice y/o de la Santa Iglesia. No hay época señalada para practicar la devoción de los Siete Domingos, pero sí se exige que sean seguidos, sin interrupción.



PREPARACIÓN

               Este ejercicio piadoso en honra del Glorioso San José apenas te llevará unos minutos; procura hacerlo teniendo cerca una imagen suya, que bien puede ser la que acompaña este artículo. Luego, recogido de las preocupaciones cotidianas, intenta adentrarte en espíritu en la casa de Nazareth, y situado en medio de la Sagrada Familia, contempla la figura paternal de San José, que cuida al Niño, lo besa, lo educa, lo mima... ¿qué podrá negar Jesús Nuestro Señor al que así lo acunó en Su Santa Infancia?


...Éste ha sido puesto como signo 
de contradicción para que se descubran 
los pensamientos de muchos corazones... 



INICIO

               Por la señal + de la Santa Cruz, etc.

               En el Nombre del Padre, y del Hijo + y del Espíritu Santo. Amén

               Señor mío, Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, Creador, Padre y Redentor mío, por ser Vos quien sois, Bondad infinita y porque os amo sobre todas las cosas, (se golpea el pecho 2 veces) a mí me pesa, pésame, Señor, de todo corazón haberos ofendido; yo os propongo firmemente la enmienda de nunca más pecar, y apartarme de todas las ocasiones de ofenderos; confesarme y cumplir la penitencia que me fuere impuesta.

              Os ofrezco, Señor, mi vida, obras y trabajos, en satisfacción de todos mis pecados, y, así como os lo suplico, así confío en Vuestra Divina Bondad y Misericordia infinita, me los perdonaréis, por los merecimientos de Vuestra Preciosísima Sangre, Pasión y Muerte, y me daréis gracia para enmendarme y perseverar en Vuestro santo servicio hasta el fin de mi vida. Amén.


OFRECIMIENTO

               Glorioso Patriarca San José, eficaz consuelo de los afligidos y seguro refugio de los moribundos; dignaos aceptar el obsequio de este Ejercicio que voy a rezar en memoria de vuestros Siete Dolores y Gozos. Y así como en vuestra feliz muerte, Jesucristo y Su Madre María os asistieron y consolaron tan amorosamente, así también Vos, asistidme en aquel trance, para que, no faltando yo a la fe, a la esperanza y a la caridad, me haga digno, por los méritos de la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo y vuestro patrocinio, de la consecución de la vida eterna, y por tanto de vuestra compañía en el Cielo. 


DOLORES Y GOZOS DE SAN JOSÉ

          - Cuarto DolorLa Profecía de Simeón, al predecir los sufrimientos de Jesús y María.

"Simeón los bendijo, y dijo a María, Su Madre: Mira, Éste ha sido puesto como signo de contradicción para que se descubran los pensamientos de muchos corazones" (Evangelio de San Lucas, cap. 2, vers. 34-35).

          - Cuarta AlegríaLa predicción de la Salvación y la gloriosa resurrección de innumerables almas.

"Porque han visto mis ojos tu salvación, la que preparaste ante todos los pueblos; luz para iluminar a las naciones" (Evangelio de San Lucas, cap. 2, vers. 30-31)



ORACIÓN

               Oh Santo fidelísimo, que tuviste parte en los Misterios de nuestra Redención, Glorioso San José; aunque la Profecía de Simeón acerca de los sufrimientos que debían pasar Jesús y María te causó dolor mortal, sin embargo te llenó también de alegría, anunciándote al mismo tiempo la salvación y resurrección gloriosa que de ahí se seguiría para un gran número de almas.

               Por este Dolor y por este Gozo consíguenos ser del número de los que, por los méritos de Jesús y la intercesión de la Bienaventurada Virgen María, han de resucitar gloriosamente.

         Ahora, reza con piedad un Padrenuestro, un Avemaría, el Ave de San José y un Gloria, para terminar diciendo

         Jaculatoria: San José, Modelo y Patrono de aquellos que aman al Sagrado Corazón de Jesús, ruega por nosotros.

        Y terminamos este ejercicio piadoso signándonos en el Nombre del Padre, y del Hijo + y del Espíritu Santo. Amén.



sábado, 24 de febrero de 2024

NUESTRA SEÑORA DEL TIEMPO DEL ANTICRISTO

 

               “Quisiera vivir en el tiempo del Anticristo”, escribió Santa Teresita en su lecho de muerte (exactamente: “Al pensar en los tormentos que serán el lote de los Cristianos en tiempos del Anticristo, siento que mi corazón se estremece de alegría y quisiera que esos tormentos estuviesen reservados para mí”. Carta a Sor María del Sagrado corazón). 

               No cabe duda que la Carmelita que se ofreció como víctima de holocausto al amor misericordioso deba interceder especialmente cuando el Anticristo se levante; no cabe duda que ya intercede especialmente en nuestra época, cuando los precursores del Anticristo entraron en el seno de la Iglesia; no cabe duda, especialmente, de que su oración se pierde en una súplica que es, por así decirlo, mucho más poderosa: la de la Virgen Madre de Dios. 




               Ella, que aplasta al Dragón por su Inmaculada Concepción y su Maternidad virginal; Ella, que es glorificada hasta en su cuerpo y que reina en los Cielos junto a su Hijo; Ella domina como soberana todos los tiempos de nuestra historia, y, particularmente, el tiempo más temible para las almas: el tiempo de la venida del Anticristo, o aquel de la preparación de esta venida por sus diabólicos precursores. 

               María se manifiesta, no sólo como la Virgen poderosa y consoladora en las horas de angustia para la vida terrenal y corporal, sino especialmente en lo que la representa como la Virgen que socorre, fuerte como un ejército en orden de batalla, en los tiempos de devastación de la Santa Iglesia y de agonía espiritual de sus hijos. Ella es Reina para toda la historia del género humano, no sólo para los tiempos de angustia, sino también para los Tiempos del Apocalipsis. 

               Un momento de angustia fue el de la Gran Guerra: hecatombes de ofensivas mal preparadas, implacable aplastamiento bajo una tormenta de hierro y fuego; ¿cuántos hombres, después de haber ajustado su cinturón, partieron con la terrible certeza de perecer en este tornado alucinante, sin ver jamás aparecer la victoria?; a veces, incluso, y era lo más atroz, una duda aparecía en su mente sobre el valor de los dirigentes y lo bien fundado de sus órdenes. Pero sobre un punto no había dudas, sobre una cuestión que sobrepasaba a todas las otras: la autoridad espiritual. 

               El Capellán, que asistía a estos hombres consagrados a servir a la patria hasta la muerte, era de una absoluta firmeza respecto de todos los artículos de la fe, y nunca podía llegar a inventar una transformación “pastoral” de la Santa Misa; celebraba el Santo Sacrificio según el rito y las antiguas palabras, lo celebraba con una piedad tanto más profunda, con una súplica ardiente, cuanto podían ser llamados en cualquier momento, él, Sacerdote desarmado y sus feligreses soldados, a unir su sacrificio de pobres pecadores al único Sacrificio del Hijo de Dios que quita los pecados del mundo. 

               La fidelidad del Capellán se apoyaba, tranquilamente, en la fidelidad de la autoridad jerárquica que guardaba y defendía la doctrina cristiana y el culto tradicional; que no dudaba en expulsar de la comunión católica a los herejes y traidores. En el frente de batalla, en breve, en algunos instantes tal vez, los cuerpos serían aplastados, destrozados, en un horror sin nombre; esto podría ser una inexorable asfixia, la asfixia lenta en una nube de gas; pero, a pesar del tormento del cuerpo, el alma permanecería intacta, su serenidad sería inalterada; los demonios más oscuros, el de las supremas mentiras, no harían resonar su sonrisa burlona; el alma no sería entregada al ataque traicionero, tolerado vagamente, de los pseudo-profetas de la pseudo-iglesia; a pesar de la agonía del cuerpo, el alma volaría del tranquilo retiro de una Fe protegida al retiro luminoso de la Visión Beatífica en el Paraíso. 

               La Gran Guerra fue un momento de angustia. Henos aquí ahora que entramos en un tiempo de Apocalipsis. No cabe duda de que aún no estamos en la tormenta de fuego que aterroriza los cuerpos, pero ya estamos en la agonía de las almas, porque la autoridad espiritual parece ya no ocuparse de defenderlas, parece desinteresarse tanto de la verdad de la doctrina como de la integridad del culto, por el hecho de que renuncia ostensiblemente a condenar a los culpables. Es la agonía de las almas en la Iglesia Santa, minada desde el interior por los traidores y los herejes todavía no condenados. Durante el curso de la historia hubo otros tiempos de Apocalipsis. 

               Recordemos, por ejemplo, el proceso de Juana de Arco privada de los sacramentos por hombres de Iglesia, relegada al fondo de un negro calabozo bajo la custodia de horribles carceleros. Pero los tiempos de Apocalipsis están siempre marcados por las victorias de la gracia. Porque, incluso cuando las bestias del Apocalipsis entren en la ciudad santa y la expongan a los últimos peligros, la Iglesia no deja de ser la Iglesia: ciudad bien amada, inexpugnable al diablo y a sus secuaces, pura y sin mancha, de la cual Nuestra Señora es la Reina. 

               Ella es la Reina Inmaculada, que hará acortar por Cristo su Hijo los años siniestros del Anticristo. Incluso, y sobre todo, durante este período, Ella nos obtendrá perseverar y santificarnos. Ella nos conservará la parte que nos es absolutamente necesaria de una autoridad espiritual legítima. Su presencia en el Calvario, de pie junto a la Cruz, es el presagio infalible. Ella estaba de pie junto a la Cruz de su Hijo, el Hijo de Dios en persona, para unirse más perfectamente a su Sacrificio Redentor, para merecer en Él toda gracia para los hijos de adopción. Toda gracia, la gracia para hacer frente a las tentaciones y a las tribulaciones que jalonan las existencias más unidas, pero también la gracia de perseverar, de levantarse, de santificarse en las peores pruebas; las pruebas del agotamiento del cuerpo y las pruebas, mucho más oscuras, de la agonía del alma; los tiempos también en que la ciudad carnal cae presa de los invasores y, especialmente, los tiempos en que la Iglesia de Jesucristo debe resistir a la autodestrucción. 

               Estando de pie junto a Cruz de su Hijo, la Virgen Madre, cuya alma fue atravesada por una espada de dolor, la divina Virgen, que fue aplastada y abrumada como ninguna criatura lo será jamás, nos hace comprender, sin lugar a la vacilación, que Ella será capaz de sostener a los redimidos en las pruebas más inauditas, por una intercesión maternal pura y omnipotente. Ella nos persuade, esta Virgen dulcísima, Reina de los mártires, que la victoria está escondida en la propia Cruz y que será manifestada; la radiante mañana de la resurrección se levantará pronto para el día sin ocaso de la Iglesia Triunfante. 

               En la Iglesia de Jesús, presa del Modernismo incluso entre los jefes, en todos los niveles de la Jerarquía, el sufrimiento de las almas, la quemadura del escándalo alcanza una intensidad abrumadora; este drama no tiene precedentes; pero la gracia del Hijo de Dios Redentor es más profunda que este drama. Y la intercesión del Corazón Inmaculado de María, que obtiene toda gracia, no se interrumpe nunca. 

               En las almas más abatidas, las más cercanas a sucumbir, la Virgen María interviene día y noche para resolver misteriosamente este drama, rompe misteriosamente las cadenas que los demonios imaginaban irrompibles. Solve vincla reis. Todos nosotros, a los que el Señor Jesucristo, mediante una marca singular de honor, llama a la lealtad en estos nuevos peligros, en esta forma de lucha de la cual no tenemos experiencia —la lucha contra los precursores del Anticristo que irrumpieron en la Iglesia— volvamos a nuestro corazón, a nuestra fe; recordemos que creemos en la divinidad de Jesús, en la maternidad divina y la maternidad espiritual de María Inmaculada. 

               Entreveamos, al menos, la plenitud de gracia y de sabiduría que se esconde en el Corazón del Hijo de Dios hecho hombre y que deriva con eficacia a todos los que creen; vislumbremos también la plenitud de ternura y de intercesión que es el privilegio único del Corazón Inmaculado de la Virgen María. Recurramos a Nuestra Señora como sus hijos, y entonces tendremos la inefable experiencia que los tiempos del Anticristo son los tiempos de la victoria: la victoria de la redención plenaria de Jesucristo y de la intercesión soberana de María. 


Fray Roger-Thomas Calmel O.P. Predicación de Enero 1970

 Recogida en el libro: “Voici votre Mère”.




viernes, 23 de febrero de 2024

LA LUZ DE MI PASIÓN QUE LO ILUMINE, de los escritos de Luisa Piccarreta sobre la Pasión de Nuestro Señor

 

El que quiera venir Conmigo, 
que se niegue a sí mismo, 
que cargue con su cruz y me siga

Evangelio de San Mateo, cap. 16, vers. 24



Encontrándome en mi habitual estado, me he encontrado fuera de mí misma, y he encontrado a mi siempre amable Jesús, todo chorreando sangre, con una horrible corona de espinas, y con dificultad me miraba por entre las espinas, y me dijo:

"Hija mía, el mundo se ha desequilibrado porque ha perdido el pensamiento de Mi Pasión. En las tinieblas no ha encontrado la luz de Mi Pasión que lo ilumine, que haciéndole conocer Mi Amor y cuántas penas Me cuestan las almas, pueda reaccionar y amar a quien verdaderamente lo ha amado, y la luz de Mi Pasión, guiándolo, lo ponía en guardia de todos los peligros; en la debilidad no ha encontrado la fuerza de Mi Pasión que lo sostenga; en la impaciencia no ha encontrado el espejo de Mi paciencia que le infunda la calma, resignación, y ante Mi paciencia, avergonzándose tenga como un deber dominarse a sí mismo; en las penas no ha encontrado el consuelo de las penas de un Dios, que sosteniendo las suyas le infunda amor al sufrir; en el pecado no ha encontrado Mi Santidad, que haciéndole frente le infunda odio a la culpa.

¡Ah! en todo ha  prevaricado el hombre porque se ha separado en todo de quien  podía ayudarlo, por eso el mundo ha perdido el equilibrio, ha hecho como un niño que no ha querido conocer más a su madre, como un discípulo que desconociendo al maestro no ha querido escuchar más sus enseñanzas ni aprender sus  lecciones, ¿qué será de este niño y de este discípulo?. Serán el dolor de sí mismos y el terror y el dolor de la sociedad. Tal se ha hecho el hombre, terror y dolor, pero dolor sin piedad, ¡ah, el hombre empeora, empeora siempre más y Yo lo lloro con lágrimas de sangre!" 



Revelación de Nuestro Señor a Luisa Piccarreta,
el 16 de Mayo de 1917 




martes, 20 de febrero de 2024

QUE PIDAN LA PAZ A ESTE INMACULADO CORAZÓN, en el Aniversario de Jacinta Marto

  


               Jacinta de Jesús Marto nació en el pueblo de Aljustrel, Fátima (Portugal), el 5 de Marzo de 1910, siendo la séptima y última hija de Manuel Pedro Marto y Olimpia de Jesús. Sería bautizada el 19 del mismo mes.

               Creció en un hogar sencillo, más bien pobre, pero muy cristiano. Desde muy joven comenzó a pastorear el rebaño de sus padres, en compañía del hermano Francisco Marto y de la prima Lucía de Jesús, los dos Videntes mayores. La Divina Providencia dispuso que con apenas siete años, el 13 de Mayo de 1917, fuera la más joven de los videntes de Nuestra Señora; era ésta última la única que dialogaba con Nuestra Señora, mientras que Jacinta la veía y escuchaba; en el caso de Francisco, tan sólo veía a la Virgen, pero no la escuchaba, de ahí el ruego de Nuestra Señora "a Francisco sí se lo podéis decir...

               El Cielo favoreció a Jacinta con particulares revelaciones: "No sé cómo fue -comentó una vez a su prima Lucía- he visto al Santo Padre en una casa muy grande, de rodillas, delante de una mesa, llorando con las manos en la cara. Fuera de la casa había mucha gente: unos le tiraban piedras, otros le maldecían y decíanle cosas muy feas. ¡Pobrecito Santo Padre!, tenemos que rezar mucho por él". 

               En otra ocasión, estando los tres pastorcitos en el campo, mientras rezaban la oración que les había enseñado el Ángel, Jacinta se levantó precipitadamente y dijo a su prima: "¡Mira! ¿No ves muchos caminos, senderos y campos llenos de gente que llora de hambre y no tienen nada para comer?… ¿Y al Santo Padre, en una iglesia al lado del Corazón de María, rezando?".

                Los niños videntes de Fátima, a iniciativa de Jacinta, tomaron la costumbre de ofrecer tres Avemarías por el Papa después de cada Rosario que rezaban. 

               También contó Lucía que Jacinta vivía apasionada por el ideal de convertir pecadores, a fin de arrebatarlos del suplicio del infierno, cuya pavorosa visión tanto le impresionó. Alguna vez me preguntaba: "¿Por qué es que Nuestra Señora no muestra el Infierno a los pecadores?. Si lo viesen, ya no pecarían, para no ir allá. Has de decir a aquella Señora que muestre el infierno a toda aquella gente. Verás cómo se convierten. ¡Qué pena tengo de los pecadores! ¡Si yo pudiera mostrarles el Infierno!".

               Cayó enferma en Diciembre de 1918 a causa de una epidemia de neumonía, que obligó a internarla en el Hospital de Vila Nova de Ourém; después, del 21 de Enero al 2 de Febrero de 1920, estuvo en el Orfanato de Nuestra Señora de los Milagros, en la Calle de Estrella, en Lisboa, casa fundada por la Señora María Godinho, a quien Jacinta llamaba cariñosamente "Madrina", y a quien confiaría muchas revelaciones de parte de Nuestra Señora.

              Cuando empeoró su salud la trasladaron a Lisboa, al hospital de Doña Estefanía. Antes de partir, en una despedida que cortaba el corazón, abrazada a su prima Lucía dijo: "¡Nunca más nos volveremos a ver!. Reza mucho por mí hasta que yo vaya para el Cielo. Después allí, yo pediré mucho por ti. No digas nunca el Secreto a ninguno, aunque te maten. Ama mucho a Jesús y al Inmaculado Corazón de María y haz muchos sacrificios por los pecadores". 



               En el hospital sufriría una cruel operación, sin apenas anestesia, que la dejaría debilitada de muerte. La Virgen le había anunciado el día de su muerte (1), por eso, el día 20 de Febrero de 1920, entonces primer Viernes, empezando la Cuaresma, alrededor de las 6 de la tarde, avisó que se sentía mal y pidió los últimos Sacramentos. Hizo confesión con el Padre Pereira dos Reis, que no le suministró la Comunión en Viático pues creía que la niña exageraba al asegurar que ese mismo día moriría. A las 10:30 de la noche, la Virgen Nuestra Señora vino a buscarla como le había prometido... aún no tenía los 10 años.

               La Santa Misa de cuerpo presente se ofició en la Iglesia de Nuestra Señora de los Ángeles, en Lisboa, donde su cadáver estuvo depositado hasta el día 24, sin mostrar síntomas de descomposición ni emitir mal olor. Su virginal cuerpo sería transportado a un sepulcro de familia del Barón de Alvaiázere, en el Cementerio de Vila Nova de Ourém. Posteriormente, trasladarían a la pastorcita al Cementerio Parroquial de Fátima el 12 de Septiembre de 1935, fecha en que la urna fue abierta, comprobando que se encontraba incorrupta, si bien en posteriores reconocimientos se encontró la descomposición natural.

               El 1 de Mayo de 1951 los restos mortales de Jacinta fueron finalmente inhumados en la Basílica del Santuario de Fátima, donde hasta el día de hoy reposan junto a los de su hermano Francisco. 


NOTA ACLARATORIA


               1- Según el relato oficial de la propia Sor Lucía Dos Santos, vidente de Nuestra Señora y prima de Jacinta, días antes de ir al hospital la niña le aseguró "iré a Lisboa, a otro hospital; que ya no volveré a verte, como tampoco a mis padres, y que después de sufrir mucho, moriré solita. Pero añadió que no tenga miedo, porque Ella vendrá a por mí para llevarme hasta el Cielo".



domingo, 18 de febrero de 2024

ÉL SALVARÁ A SU PUEBLO DE SUS PECADOS. Los Siete Domingos de San José. Tercer Domingo

 

               En este tradicional septenario dedicado a Nuestro Padre y Señor San José, recordaremos sus principales siete Dolores y Gozos; en este año, 2024, comenzamos el pasado Domingo 4 de Febrero y concluiremos el Domingo 17 de Marzo. 

                El Papa Pío IX se dignó conceder el 1 de Febrero de 1847, una Indulgencia Plenaria para cada uno de los Siete Domingos de San José, si se observan las condiciones de Confesión, Comunión y visita en cualquier templo, rogando por las necesidades del Sumo Pontífice y/o de la Santa Iglesia. No hay época señalada para practicar la devoción de los Siete Domingos, pero sí se exige que sean seguidos, sin interrupción.



PREPARACIÓN

               Este ejercicio piadoso en honra del Glorioso San José apenas te llevará unos minutos; procura hacerlo teniendo cerca una imagen suya, que bien puede ser la que acompaña este artículo. Luego, recogido de las preocupaciones cotidianas, intenta adentrarte en espíritu en la casa de Nazareth, y situado en medio de la Sagrada Familia, contempla la figura paternal de San José, que cuida al Niño, lo besa, lo educa, lo mima... ¿qué podrá negar Jesús Nuestro Señor al que así lo acunó en Su Santa Infancia?


...y le pondrás por Nombre Jesús, porque 
Él salvará a Su pueblo de sus pecados... 



INICIO

               Por la señal + de la Santa Cruz, etc.

               En el Nombre del Padre, y del Hijo + y del Espíritu Santo. Amén

               Señor mío, Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, Creador, Padre y Redentor mío, por ser Vos quien sois, Bondad infinita y porque os amo sobre todas las cosas, (se golpea el pecho 2 veces) a mí me pesa, pésame, Señor, de todo corazón haberos ofendido; yo os propongo firmemente la enmienda de nunca más pecar, y apartarme de todas las ocasiones de ofenderos; confesarme y cumplir la penitencia que me fuere impuesta.

              Os ofrezco, Señor, mi vida, obras y trabajos, en satisfacción de todos mis pecados, y, así como os lo suplico, así confío en Vuestra Divina Bondad y Misericordia infinita, me los perdonaréis, por los merecimientos de Vuestra Preciosísima Sangre, Pasión y Muerte, y me daréis gracia para enmendarme y perseverar en Vuestro santo servicio hasta el fin de mi vida. Amén.


OFRECIMIENTO

               Glorioso Patriarca San José, eficaz consuelo de los afligidos y seguro refugio de los moribundos; dignaos aceptar el obsequio de este Ejercicio que voy a rezar en memoria de vuestros Siete Dolores y Gozos. Y así como en vuestra feliz muerte, Jesucristo y Su Madre María os asistieron y consolaron tan amorosamente, así también Vos, asistidme en aquel trance, para que, no faltando yo a la fe, a la esperanza y a la caridad, me haga digno, por los méritos de la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo y vuestro patrocinio, de la consecución de la vida eterna, y por tanto de vuestra compañía en el Cielo. 


DOLORES Y GOZOS DE SAN JOSÉ

          - Tercer DolorCuando la Sangre del Niño Salvador fue derramada en la Circuncisión.

"Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidarle, le pusieron por Nombre Jesús, como lo había llamado el Ángel antes de que fuera concebido en el seno materno" (Evangelio de San Lucas, cap. 2, vers. 21).

          - Tercera AlegríaCuando Nuestro Señor recibió el Santísimo Nombre de Jesús.

"Dará a luz un hijo, y le pondrás por Nombre Jesús, porque Él salvará a Su pueblo de sus pecados" (Evangelio de San Mateo, cap. 1, vers. 21).



ORACIÓN

               Oh Bienaventurado Patriarca, Glorioso San José, escogido para ser Padre Adoptivo del Hijo de Dios hecho hombre: el Dolor que sentisteis viendo nacer al Niño Jesús en tan gran pobreza se cambió de pronto en Alegría celestial al oír el armonioso concierto de los Ángeles y al contemplar las maravillas de aquella Noche tan resplandeciente.

               Por este Dolor y aquella Alegría, alcanzadnos que después del camino de esta vida vayamos a escuchar las alabanzas de los Ángeles y a gozar de los resplandores de la Gloria Celestial. 

         Ahora, reza con piedad un Padrenuestro, un Avemaría, el Ave de San José y un Gloria, para terminar diciendo

         Jaculatoria: San José, Modelo y Patrono de aquellos que aman al Sagrado Corazón de Jesús, ruega por nosotros.

        Y terminamos este ejercicio piadoso signándonos en el Nombre del Padre, y del Hijo + y del Espíritu Santo. Amén.



viernes, 16 de febrero de 2024

CAMBIAR EN BIEN EL MAL, de los escritos de Luisa Piccarreta sobre la Pasión de Nuestro Señor

 

Los que son de Jesucristo han crucificado 
la carne con sus vicios y concupiscencias

San Pablo a los Gálatas, cap. 5, vers. 24



"Hija Mía, el mundo está en continuo acto de renovar Mi Pasión, y como Mi inmensidad envuelve a todos, dentro y fuera  de las criaturas, por eso estoy obligado por su contacto a  recibir clavos, espinas, flagelos, desprecios, escupitajos y todo  lo demás que sufrí en la Pasión, y aun más.

Ahora, quien hace estas Horas de Mi Pasión, a su contacto Me siento sacar los clavos, romper las espinas, endulzar las Llagas, quitar los salivazos, Me siento cambiar en bien el mal que Me hacen los demás, y Yo, sintiendo que su contacto no Me hace mal, sino bien, Me apoyo siempre más sobre ella". 

Después de esto, volviendo el Bendito Jesús a hablar de estas Horas de la Pasión ha dicho: "Hija Mía, has de saber que con hacer estas Horas, el alma toma Mis pensamientos y los hace suyos, Mis reparaciones, las oraciones, los deseos, los afectos y aun Mis más íntimas fibras y las hace suyas, y elevándose entre el Cielo y la tierra hace Mi mismo oficio, y como corredentora dice junto Conmigo: "Ecce ego mitte me", quiero repararte por todos, responderte por todos e implorar el bien para todos". 


Revelación de Nuestro Señor a Luisa Piccarreta, 
el 23 de Abril de 1916



miércoles, 14 de febrero de 2024

MIÉRCOLES DE CENIZA, inicio de la Santa Cuaresma

 

Memento homo, quia pulvis es 
et in pulverem reverteris

Libro del Génesis, cap. 3, vers. 19 


              "La observancia del ayuno en la Cuaresma es el vínculo de nuestra milicia; es por ello que nos distinguimos de los enemigos de la Cruz de Jesucristo; es a través de él que se quitan los azotes de la ira divina; es a través de él que, protegidos por la ayuda celestial durante el día, nos fortalecemos contra los príncipes de las tinieblas. Si se relajara esta observancia, sería en detrimento de la Gloria de Dios, en deshonra de la Religión Católica y en peligro de las almas Cristianas; y sin duda, esta negligencia se convertiría en fuente de desgracias para las personas, de desastres en los asuntos públicos, de desgracias para los individuos..."


(Papa Benedicto XIV, Encíclica "Non Ambigimus30 de Mayo de 1741)



                      Antiguamente, en el día de hoy, aquellos fieles que habían causado escándalo público, se postraban humildemente en tierra en presencia del resto de cristianos, cubriendo su cabeza con cenizas. Edificados por tal ejemplo de humilde arrepentimiento, muchos quisieron imitarles; al fin la Iglesia extendió esta imposición a los que quisieran; y esta práctica ha sustituido, a pesar de haber sido suprimida la penitencia pública que fue su origen ocasional. 

               Hoy es el principio de las penitencias cuaresmales, a semejanza de los cuarenta días de ayuno que Nuestro Señor practicó antes de comenzar su vida pública. La Santa Iglesia nos impresiona saludablemente imponiendo sobre nuestras cabezas la ceniza bendecida; nos recuerda que venimos del polvo y que nuestro cuerpo se deshará en ceniza después de la muerte.

                Para completar la lección sobre la nada de las glorias humanas, conviene saber que la ceniza de hoy se obtiene quemando los olivos, palmas y laureles bendecidos en el Domingo de Ramos del año anterior.

               "...el ayuno ha sido siempre alimento de la virtud. Es la fuente de los castos pensamientos, de las resoluciones prudentes, de los saludables consejos. Por la mortificación voluntaria, muere la carne a los deseos de la concupiscencia, el espíritu se renueva en la virtud. Mas, como el ayuno no es suficiente para lograr la salud de nuestras almas, suplamos lo que falte, con obras de misericordia hacia los pobres. Concedamos a la virtud lo que quitamos al placer; para que la abstinencia del que ayuna, sirva al pobre de alimento." 


(Papa San León)


LA LEY DEL AYUNO


               La Ley del Ayuno obliga a todos los Fieles no excusados ​​o exentos, cuya edad esté comprendida entre los 21 años y el inicio de los 60 años. La abstinencia de carne obliga a los niños a partir de los 7 años. 

               El ayuno consiste en hacer una sola comida al día, pero se toleran dos pequeños refrigerios, que los teólogos limitan a 60 gramos por la mañana y 250 gramos por la noche.


CÓDIGO DE DERECHO CANÓNICO
(pío-benedictino, de 1917)


Canon 1250 

                La ley de la abstinencia prohíbe comer carne y caldo de carne, pero no prohíbe comer huevos, lacticinios y cualesquiera condimentos, aunque sean de grasa de animales.

Canon 1251

               1 La ley del ayuno prescribe que no se haga sino una sola comida al día; pero no prohíbe tomar algún alimento por la mañana y por la tarde, con tal que se observe, respecto de la cantidad y la calidad, la costumbre aprobada en cada lugar.

               2 Tampoco está prohibido mezclar carne y pescado en la misma comida; ni cambiar la colación de la noche con la comida del mediodía.

Canon 1252

                1 La ley de sola la abstinencia se ha de observar todos los viernes del año.

                2 Obliga la ley de la abstinencia con ayuno el miércoles de Ceniza, los viernes y sábados de Cuaresma y los tres días de las Cuatro Témporas, las vigilias de Pentecostés, de la Asunción de la Madre de Dios, de la fiesta de Todos los Santos y de la Natividad del Señor.

Canon 1253

                Estos cánones no cambiarán los indultos particulares, los votos de cualquier persona física o moral, las constituciones y reglas de cada religión o instituto aprobado, tanto de hombres como de mujeres, que lleven vida en común, incluso sin realizar votos).

Canon 1254

                1 Están obligados a guardar abstinencia cuantos hayan cumplido los siete años de edad.

                2 Obliga la ley del ayuno a todos desde que han cumplido veintiún años de edad hasta que hayan comenzado los sesenta.