España arulló la cuna de San Antonio María Claret, que nació en Sallent, Barcelona, el 23 de Diciembre de 1807. Pasó la niñez como un ángel, siendo ya notorio en él el amor a la Sagrada Eucaristía y a Nuestra Señora. Apenas empezó los estudios eclesiásticos tuvo que desistir por falta de recursos, lo que le obligó a trabajar como obrero en la fábrica de su padre, donde despuntó en su laboriosidad, hasta el punto que grandes empresarios de la época quisieron tenerle como responsable para sus negocios.
A pesar de su éxito laboral, a los 22 años abanadona el mundo y e ingresa en el Seminario de Vich; de nuevo aquí sobresalió sobre sus compañeros hasta tal punto que el Obispo lo ordenó sacerdote tres años antes de acabar la carrera eclesiástica.
En el año de 1844 comienza a misionar por toda Cataluña, para luego marchar a misionar a las Islas Canarias. Al mismo tiempo, escribía, editaba folletos, libros...el más importante "Camino recto y seguro para llegar al Cielo" (el libro de piedad más leído en el siglo XIX, y del cual he tomado referencia en este blog en incontables ocasiones).Así, el 6 de marzo de 1848 salía de Cádiz, rumbo a las islas con el recién nombrado Obispo Buenaventura Codina. Y es que tras la nueva rebelión armada de 1847 ya no era posible dar misiones en Cataluña.
En esta isla de Gran Canaria misionó en los pueblos de Telde, Agüimes, Arucas, Gáldar, Guía, Firgas, Teror... "El Padrito", como lo apodaron cariñosamente los canarios, tuvo que predicar en las plazas, sobre los tablados, al campo libre, entre multitudes que lo acosaban. En no pocas ocasiones varios hombres tenían que hacerle guardia con varios palos que encuadraban en torno al Santo, para evitar que los más piadosos le arrancasen trozos de sotana a modo de reliquias. A pesar de una pulmonía no cesó en su intenso trabajo. En la isla de Lanzarote da misiones en Teguise y Arrecife.
Gastó 15 meses de su vida en las Canarias, y dejó atrás conversiones, prodigios y profecías. Los canarios vieron partir con lágrimas en los ojos un día a su "Padrito" y lo despidieron con añoranza. Era en los últimos días de mayo de 1849. Aún perdura su recuerdo y el fruto de sus predicaciones.
"Estos canarios me tienen robado el corazón... será para mí muy sensible el día en que los tendré que dejar para ir a misionar a otros lugares, según mi ministerio" (Carta al obispo de Vic, 27 de sept.)
San Antonio María Claret es Copatrono de la Diócesis de Canarias junto con la Virgen del Pino.
PEQUEÑO MILAGRO DE SAN ANTONIO MARÍA CLARET
EN LA VILLA DE MOYA ( ISLA DE GRAN CANARIA )
Este pequeño relato lo escuché varias veces de los labios de Antoñita Rodríguez, una santa mujer, que no sabía hacer otra cosa más que trabajar y rezar y de la que os prometo hablar con más calma, en otra ocasión.
Antoñita Rodríguez, que era natural de Moya, un pueblecito del norte de la isla de Gran Canaria. Era devotísima de San Antonio Mª. Claret y siempre me inculcó ese amor por el “Padrito”, como le conocemos en Canarias.
Cuando un día, allá por 1998, le pregunté de dónde le venía semejante afición al Santo, sorprendida me respondió: - Pero cómo, mi niño, ¿tú no sabes que San Antonio María Claret le hizo un milagro a mi abuela cuando vino a predicar las misiones a Moya?. A mí se me alegró el alma; aquella nonagenaria, a pesar de estar casi ciega y algo limitada físicamente, tenía una mente clara y una memoria envidiable. Por eso, raudo le contesté : - Pues no, pero cuente, cuénteme Antoñita.
Entonces, ella, como siempre que me iba a contar algo importante, garraspeó suavemente y se irguió en el asiento. -” Pues mira, mi niño: mi abuela, que vivía al lado mismo de esta casa, cuando se enteró que había llegado un Misionero a la iglesia para predicar, se arregló, dejó al niño, que era mi padre, acostado en su cunita y se fue rápida a escucharle.
Iba algo apurada porque sabía que llegaba tarde. De hecho, cuando llegó a la iglesia, ya San Antonio María Claret estaba predicando desde el púlpito. Mi abuela se situó al final de la muchedumbre que llenaba la iglesia, pero, para su sorpresa, el Santo fijó sus ojos en ella y en voz alta advirtió: “ La señora que acaba de llegar, que vuelva rápida a su casa porque se le va a quemar.”
Sin pensarlo, mi abuela corrió de nuevo hacia la casa; la idea de tener a su niño en la cuna y que la casa se incendiase casi la ahoga; al llegar, vio que las piñas de millo (mazorcas) que tenía secándose en la fachada de la casa, estaban ardiendo… gracias a San Antonio María Claret, llegó a tiempo de sofocar el fuego y evitar que su hijo muriese”.
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