lunes, 23 de octubre de 2017

SAN ANTONIO MARÍA CLARET: ESCLAVO DEL CORAZÓN DE MARÍA, APÓSTOL DEL SANTO ROSARIO

     Celebra hoy la Santa Iglesia Católica la memoria del Arzobispo español San Antonio María Claret, Misionero, Fundador, Confesor Real, Místico. En este mes de Octubre, consagrado al Santo Rosario de Nuestra Señora, recordemos las palabras que esta Gran Madre dedicara al Santo Misionero:

"Tú serás el Domingo de estos tiempos.
 Promueve el Santo Rosario"



     En su biografía, San Antonio María Claret recuerda que desde muy niño encontró en el rezo del Santo Rosario el mayor tesoro. Su familia, la escuela, la parroquia y en particular el libro del Roser fueron sus instructores directos. Nunca olvidaría el santo con qué fervor lo rezaba en sus subidas frecuentes al santuario de Fusimaña con su hermana Rosa. Como hijo de su tiempo, Claret hace suya esta devoción, ya profundamente arraigada en la España del siglo XIX hasta convertirla en su devoción por excelencia que nunca abandonaría. Más aún, sintió muy viva la relación que existía entre el rosario y la evangelización. Por eso la usó como instrumento misionero, popular y eficacísimo, de anuncio de la Palabra, la mejor de las armas contra los enemigos de la fe.

     Tanto en su vida de joven estudiante y trabajador en Barcelona, como en sus años de seminarista o de sacerdote, o en sus aventuras misioneras y en sus desvelos como Arzobispo y Confesor, se esforzó no solo en practicar sino en inculcar esta devoción en todos. Tuvo la conciencia de ser el Domingo de los tiempos modernos, como le llamó la Virgen Nuestra Señora.

     El Fundador de los claretianos les legó esta preciada herencia. Ya en el año 1865 había hecho testamento en favor de la Congregación, y, por tanto, por disposición suya y aceptación por parte del P. Xifré, todo su patrimonio pasó al Instituto. Pero la mejor herencia vino después. Poco antes de morir en Fontfroide entregaba como herencia a sus hijos, en la persona del P. Clotet, el rosario que había usado siempre en su misión evangelizadora, junto con la Palabra de Dios. Este episodio sucedió el 12 de Octubre de 1870. Lo refiere el mismo P. Clotet al recordar las palabras del santo moribundo: «Tome usted mis rosarios y consérvelos».




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