El Camino de Infancia Espiritual no es una novedad en cuanto a la doctrina, no inventada por los hombres. Es Doctrina de Evangelio. Santa Teresita tuvo el mérito de haber comprendido con cierta intuición este punto particular de las enseñanzas del Divino Maestro y de haberlo aplicado al complejo de la vida espiritual, enseñando al mundo su práctica con el ejemplo. ¿Cómo poder decir el número de almas ganadas a Dios por la Santa carmelita de Lisieux?, ¿o que se han santificado siguiendo su Caminito de Amor?.
Una de estas almas fue Sor María Consolata Betrone: la “Historia de un Alma” fue la lectura que la conquistó cuando siendo jovencita, estaba toda deseosa de darse a Dios, pero incierta aún sobre el camino que iba a recorrer. En efecto, en sus apuntes autobiográficos Sor María Consolata escribió: “Un Lunes del Verano de 1924, una amiga, Gina Richetto, me suplica que le guarde un libro, que más tarde pasaría a recogerlo. Lo abro... es la “Historia de un Alma”. Después de cenar, subo al entresuelo que da al despacho, y allí a la luz del farol del camino comienzo y sigo leyendo la vida de Santa Teresita. Al recorrer aquellas páginas, me embarga una conmoción nueva. Comprendo que soy precisamente esa alma débil que el Señor ha encontrado: “Si por un imposible el Señor encontrase un alma más débil que la mía, etc... “ pero lo que me atrae irresistiblemente es la invitación a las almas pequeñas, es el vivir de amor, es aquel Jesús, a quien querría amar tanto, amarle como nadie jamás le ha amado. Experimenté entonces en mi alma algo suavemente fuerte. Ocultando en las manos mi rostro, escucho la divina llamada, que se deja sentir en el corazón, urgente y apremiante...”
Era la voz de la gracia que mientras estimulaba a Sor María Consolata a superar todo obstáculo en lo concerniente a la vocación religiosa, mostraba en su alma el camino que debía recorrer: el Caminito del Amor. Que no se trata aquí de una mera impresión pasajera, sino de una profunda acción de la gracia, lo verá ella más tarde explícitamente confirmado por el mismo Jesús que le dirá (27 de Noviembre de 1935): Escribió Santa Teresita: “¿Por qué no me has dado, oh Jesús, referir a todas las almas pequeñas tu condescendencia inefable?. Siento que si, por un imposible, encontrases una más débil que la mía, te complacerías en colmarla de favores aún mayores, con tal que ella se abandonase confiadamente a Tu Infinita Misericordia”. Pues he encontrado esta alma debilísima que se ha abandonado con plena confianza a Mi Infinita Misericordia: eres tú, Consolata, y por ti obraré maravillas que superarán tus inmensos deseos”.
Sor María Consolata es, pues, gloria de Santa Teresita, conquistada por ella para el Caminito de Amor; elegida por Dios para confirmar esta doctrina y revestirla de una forma concreta, en ayuda de las almas que no son llamadas al acto del puro amor contemplativo.
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