jueves, 27 de febrero de 2025

CREDO MARIANO, compuesto por San Gabriel de la Dolorosa

 

               Con la intención de propagar el culto a Nuestra Señora de los Dolores, San Gabriel Dolorosa decidió, con el visto bueno de su Director, realizar un voto especial a la Virgen. Inmediatamente después de emitir este voto, el Santo procedió a redactar el texto, probablemente a fines de 1861.

               "Había compuesto para sí un símbolo que llama Símbolo de la Virgen, símbolo que bien guardado, lo llevaba pendiente del cuello con protestas de devoción a su querida Reina y Señora. Si mal no recuerdo, cuando lo compuso y trataba de copiarlo para colgárselo al cuello, me suplicó e importunó para que le permitiese escribirlo con su propia sangre. No le concedí el permiso, por eso lo escribió con tinta..." Padre Norberto de Santa María, Director Espiritual de San Gabriel de la Dolorosa.




               Creo que sois la Madre de todos los hombres, a los que recibisteis como hijos, en la persona de Juan, según el deseo de Jesús.

               Creo que sois, como declarasteis a Santa Brígida, la Madre de los pecadores que quieren corregirse, y que intercedéis por toda alma pecadora ante el Trono de Dios, diciendo: Tened compasión de mí.

               Creo que sois nuestra Vida, y uniéndome a San Agustín, os aclamaré como única esperanza de los pecadores después de Dios.

               Creo que estáis, como os veía Santa Gertrudis, con el manto abierto, y que bajo él se refugian muchas fieras: leones, osos, tigres, etc. Y que Vos, en lugar de espantarlas, las acogéis con piedad y ternura.

               Creo que por Vos recibimos nosotros el Don de la Perseverancia: si os sigo, no me descarriaré; si acudo a Vos, no me desesperaré; si Vos me sostenéis, no caeré; si Vos me protegéis, no temeré; si os sigo a Vos, no me cansaré; si os alcanzo, me recibiréis con amor.

              Creo que Vos sois el soplo vivificante de los Cristianos, su ayuda y su refugio, en especial a la hora de la muerte, según dijisteis a Santa Brígida, pues no es vuestra costumbre abandonar a vuestros devotos en la hora de la muerte, como asegurasteis a San Juan de Dios.

               Creo que Vos sois la esperanza de todos, máxime de los pecadores; Vos sois la ciudad de refugio, en particular de quienes carecen de toda ayuda y socorro.

              Creo que sois la protectora de los condenados, la esperanza de los desesperados, y como oyó Santa Brígida que Jesús os decía, hasta para el mismo demonio obtendríais misericordia, si humildemente os la pidiera. Vos no rechazáis a ningún pecador, por cargado de culpas que se halle, si recurre a vuestra misericordia. Vos con vuestra mano maternal lo sacaríais del abismo de la desesperación, como dice San Bernardo.

               Creo que Vos ayudáis a cuantos os invocan y que más solicita sois para alcanzarnos Gracias, que nosotros para pedíroslas.

               Creo que, como dijisteis a Santa Gertrudis, acogéis bajo Vuestro manto a cuantos acuden a Vos, y que los Ángeles defienden a Vuestros devotos contra los ataques del infierno. Vos salís al encuentro de quien os busca y también, sin ser rogada, dispensáis muchas veces vuestra ayuda y creo que serán salvados los que vos queráis que se salven.

               Creo que, como revelasteis a Santa Brígida, los demonios huyen, al oír vuestro Nombre, dejando en paz al alma. Me asocio a San Jerónimo, Epifanio, Antonino y otros, para afirmar que vuestro Nombre bajó del Cielo, y os fue impuesto por orden de Dios.

               Declaro que siento con San Antonio de Padua las mismas dulzuras al pronunciar vuestro Nombre que las que San Bernardo sentía al pronunciar el de vuestro Hijo. Vuestro Nombre. ¡Oh María!, es melodías para el oído, miel para el paladar, júbilo para el corazón.

               Creo que no hay otro nombre, fuera del de Jesús, tan rebosante de Gracia, esperanza y suavidad para los que lo invocan. Estoy convencido con San Buenaventura de que Vuestro Nombre no se puede pronunciar sin algún fruto espiritual. Tengo por cierto que, como revelasteis a Santa Brígida, no hay en el mundo alma tan fría en su amor, ni tan alejada de Dios, que no se vea libre del demonio si invoca vuestro Santo Nombre.

               Creo que Vuestra intercesión es moralmente necesaria para salvarnos, y que todas las Gracias que Dios dispensa a los hombres pasan por vuestras manos, y que todas las Misericordias Divinas se obran por mediación vuestra, y que nadie puede entrar en el Cielo sin pasar por Vos, que sois la Puerta. Creo que Vuestra intercesión es, no solo útil, sino moralmente necesaria.

              Creo que Vos sois la Cooperadora de nuestra Justificación; la Reparadora de los hombres, Corredentora de todo el mundo. Creo que cuantos no se acojan con Vos, como Arca de Salvación, perecerán en el tempestuoso mar de este mundo. Nadie se salvará sin vuestra ayuda.

               Creo que Dios ha establecido no conceder Gracia alguna sino es por vuestro conducto; que nuestra Salvación está en vuestras manos y que quien pretende obtener Gracia de Dios sin recurrir a Vos, pretende volar sin alas. Creo que quien no es socorrido de Vos, recurre en vano a los demás Santos: lo que ellos pueden con Vos, Vos lo podéis sin ellos; si Vos calláis, ningún Santo intercederá; si Vos intercedéis, todos los Santos se unirán a Vos. Os proclamo con Santo Tomás como la única esperanza de mi vida, y creo con San Agustín que Vos sola sois solícita por nuestra eterna Salvación.

               Creo que sois la Tesorera de Jesús y que ninguno recibe nada de Dios, sino por Vuestra mediación: hallándoos a Vos se encuentra todo bien. Creo que uno de vuestros suspiros vale más que todos los ruegos de los Santos, y que sois capaz de salvar a todos los hombres. Creo que sois Abogada tan piadosa, que no rechazáis defender a los más infelices. Confieso con San Andrés cretense que sois la Reconciliadora Celestial de los hombres.

              Creo que sois la Pacificadora entre Dios y los hombres y que sois el Señuelo Divino para atraer a los pecadores al arrepentimiento, como Dios mismo reveló a Santa Catalina de Siena. Como el imán atrae el hierro, así atraéis Vos a los pecadores, según asegurasteis a Santa Brígida. Vos sois toda  ojos, y toda corazón para ver nuestras miserias, compadecemos y socorremos. Os llamaré pues, con San Epifanio: «La llena de ojos». Y esto confirma aquella visión de Santa Brígida, en la que Jesús os dijo: «Pedidme, Madre, lo que queráis». Y Vos le respondisteis: «Pido misericordia para los pecadores».

               Creo que la Misericordia Divina que tuvisteis con los hombres cuando vivíais en la tierra, innata en Vos, ahora en el Cielo se os ha aumentado en la misma proporción de que el sol es mayor que la luna, como opina San Buenaventura. Y que, así como no hay en el firmamento y en la tierra cuerpo que no reciba alguna luz del sol, tampoco hay en el Cielo ni en la tierra alma que no participe de vuestra Misericordia. Creo también con San Buenaventura, que no sólo os ofenden los que os injurian, sino también los que no os piden Gracias. Quien os obsequia, no se perderá, por pecador que sea, al contrario, como asegura San Buenaventura, quien no es devoto vuestro, perecerá inevitablemente. Vuestra Devoción es el billete del Cielo, diré con Efrén.

               Creo que, como revelasteis a Santa Brígida, sois la Madre de las Almas del Purgatorio, y que sus penas son mitigadas por Vuestras oraciones. Por tanto afirmo con San Alfonso que son muy afortunados Vuestros devotos y con San Bernardino que Vos libráis a Vuestros devotos de las llamas del Purgatorio. Creo que Vos, cuando subíais al Cielo, pedisteis, y lo obtuvisteis sin ninguna duda, llevar con Vos al Cielo todas las Almas que entonces se hallaban en el Purgatorio.

                Creo también que, como prometisteis al Papa Juan XXII, libráis del Purgatorio el Sábado siguiente a su muerte a cuantos lleven vuestro Escapulario del Carmen. Pero Vuestro Poder introduciendo en el Cielo a cuantos queráis. Por Vos se llena el Cielo y queda vacío el Infierno.

               Creo que los que se apoyan en Vos no caerán en pecado, que quienes os honran alcanzarán la Vida Eterna. Vos sois el Piloto Celestial, que conducís al puerto de la Gloria a vuestro devotos en la barquilla de Vuestra Protección, como dijisteis a Santa María Magdalena de Pazzis. Afirmo lo que asegura San Bernardo: el profesaros devoción es señal cierta de predestinación, y también lo del Abad Guerrico: Quien os tiene un amor sincero, puede estar tan cierto de ir al Cielo, como si ya estuviese en él.

               Creo con San Antonio, que no hay Santo tan compasivo como Vos: dais más de lo que se os pide; vais en busca del necesitado, buscáis a quien salvar: Muchas veces salváis a los mismos que la Justicia de vuestro Hijo está a punto de condenar, como enseña el Abad de Celles. Por tanto, estoy convencido de la Verdad que se contiene en la visión que tuvo Santa Brígida: Jesús os decía «Si no se interpusieran vuestras oraciones, no habría en este caso ni esperanza, ni misericordia». Opino también con San Fulgencio, que si no hubiera sido por Vos, la tierra y el Cielo habrían sido destruidos por Dios.

               Creo, como revelasteis a Santa Matilde, que erais tan humilde que, a pesar de veros enriquecida de Dones y Gracias celestiales sin número, no os preferirías a nadie. Y que, como dijisteis a Santa Isabel, benedictina, os juzgabais vilísima Sierva de Dios e indigna de Su Gracia.

               Creo que por vuestra humildad, ocultasteis a San José vuestra Maternidad, aunque aparentemente pareciera necesario manifestárselo, y que servisteis a Santa Isabel y que en la tierra buscasteis siempre el último puesto. Creo que, como revelasteis a Santa Brígida, tuvisteis tan bajo concepto de Vos misma porque sabíais que todo lo habíais recibido de Dios, por ello en nada buscasteis Vuestra Gloria, sino la de Dios únicamente. Creo con San Bernardo que ninguna criatura del mundo es comparable con Vos en la humildad.

               Creo que el fuego del amor, que ardía en vuestro Corazón para con Dios, era de tantas calorías, que al instante hubiera encendido y consumido el cielo y la tierra, y que en comparación de vuestro Amor, el de los Santos era frío. Creo que cumplisteis a la perfección el Precepto del Señor «Ama a Dios», y que desde el primer instante de vuestra existencia, vuestro Amor a Dios fue superior al de todos los Ángeles y Serafines. Creo que debido a este intenso Amor vuestro a Dios, jamás fuisteis tentada, y que nunca tuvisteis un pensamiento que no fuera para Dios, ni dijisteis palabra que no fuera dirigida a Dios.

               Creo con Suárez, Ruperto, San Bernardino y San Ambrosio, que vuestro Corazón amaba a Dios, aun cuando vuestro cuerpo reposaba, de manera que se os puede aplicar lo que dice la Sagrada Escritura: «yo duermo, pero Mi Corazón vela», y que mientras vivíais en la tierra, vuestro Amor a Dios nunca fue interrumpido.

               Creo que amasteis al prójimo con tal perfección, que no habrá quien lo haya amado más, exceptuando vuestro Hijo. Y que aunque se reuniera el amor de todas las madres para con sus hijos, de los esposos y esposas entre sí, de todos los Santos y Ángeles del Cielo, sería este Amor inferior al que Vos profesáis a una sola alma.

              Creo que tuvisteis, como dice Suárez, más Fe que todos lo Ángeles y Santos juntos: aun cuando dudaron los Apóstoles, Vos no vacilasteis. Os llamaré pues, con San Cirilo «Centro de la Fe ortodoxa».

              Creo que sois la Madre de la Santa Esperanza y modelo perfecto de confianza en Dios. Que fuisteis mortificadísima, tanto que, como dicen San Epifanio y San Juan Damasceno, tuvisteis siempre los ojos bajos, sin fijarlos jamás en persona alguna.

              Creo lo que dijisteis a Santa Isabel, benedictina: que no tuvisteis ninguna Virtud sin haber trabajado para poseerla, y con Santa Brígida creo que todas vuestras cosas dábais entre los pobres, sin reservaros para Vos más que lo estrictamente necesario. Creo despreciabais las riquezas mundanas. Creo que hicisteis voto de pobreza.

               Creo que vuestra dignidad es superior a todos los Ángeles y Santos y que es tanta vuestra perfección, que solo Dios puede conocerla. Creo que después de Dios, es ser Madre de Dios, y que por tanto no pudisteis estar más unida a Dios sin ser el mismo Dios, como decía San Alberto.

               Creo que la Dignidad de Madre de Dios es infinita y única en su género y que ninguna criatura puede subir más alto. Dios pudo haber creado un mundo mayor, pero no pudo haber formado criatura más perfecta que Vos.

               Creo que Dios os ha enriquecido con todas las Gracias y Dones generales y particulares que ha conferido a todas las demás criaturas juntas. Creo que vuestra belleza sobrepasa a la de todos los hombres y los Ángeles, como reveló el Señor a Santa Brígida. Creo que vuestra belleza ahuyentaba todo movimiento de impureza e inspiraba pensamientos castos.

               Creo que fuisteis Niña, pero de Niña sólo tuvisteis la inocencia, no los defectos de la niñez. Creo que fuisteis Virgen antes del parto, en el parto y después del parto; fuisteis Madre sin la esterilidad de la virgen, sin dejar por ello de ser Virgen, trabajabais, pero sin que la acción distrajera; orabais, pero sin descuidar vuestras ocupaciones. Moristeis, pero sin angustia, ni dolor ni corrupción de vuestro cuerpo.

               Creo que, como enseña San Alberto, fuisteis la primera en ofrecer, sin consejo de nadie, vuestra virginidad, dando ejemplo a todas las vírgenes, que os han imitado, y que Vos, delante de todas, lleváis el estandarte de esta Virtud. Por Vos se mantuvo virgen vuestro castísimo esposo San José. Creo también que estabais resuelta a renunciar a la dignidad de Madre de Dios, antes que perder vuestra virginidad.


Toca sobre el siguiente título para leer una biografía corta 
de San Gabriel de la Dolorosa



lunes, 24 de febrero de 2025

LAS ROSAS DE SANTA TERESITA: ALMAS VÍCTIMAS, HIJAS ESPIRITUALES DE LA SANTA CARMELITA DE LISIEUX. MARIE ROSE FERRON

   


               Marie Rose Ferron nació el 24 de Mayo de 1902 en Saint Germain de Grantham, Quebec (Canadá), siendo la décima hija de una familia de quince hijos. En 1906, cuando Rose tenía 4 años, su familia se mudó a Fall River, Massachusetts (Estados Unidos de América). En Mayo de 1925, la familia se muda otra vez, a Woonsocket, en el estado americano de Rhode Island, donde pasaría el resto de su vida.

               Desde muy pequeña destacó en la Piedad Cristiana; así, cuando tenía seis años, Marie Rose tuvo una Visión del Niño Jesús. "Lo vi con una cruz" , dijo, "y me miraba con tristeza a los ojos". Tal vez sería aquella aparición como el prólogo de la vida de sacrificio que Nuestro Señor le brindaría más adelante.

               Cuando tenía siete años, Jesús le enseñó una oración que Marie Rose recitaría a diario:

          "Señor Jesús, cuando reflexiono sobre las palabras que pronunciaste, "Muchos son llamados, pero pocos son escogidos", comienzo a temblar por aquellos a quienes amo; Te ruego los mires con Misericordia: y he aquí que, con infinita ternura, colocas su salvación en mis manos, por así decirlo, porque todo se le promete a aquel que sabe cómo sufrir Contigo y por Ti. Mi corazón sangra bajo el peso de la aflicción, pero mi voluntad permanece unida a la Tuya, y clamo a Ti: '¡Señor, es por ellos que quiero sufrir!' ¡Quiero mezclar mis lágrimas con Tu Sangre para la salvación de aquellos a quienes amo! No harás oídos sordos a mi grito de tristeza y los salvarás"

                Desde muy temprana edad tuvo que ayudar a sus padres en la faena; sufre un accidente con apenas 13 años, que le obligará a llevar muletas para andar, por eso es comprensible que Marie Rose se viera destinada a estar discapacitada de por vida, y así un aire de tristeza y soledad dominara su niñez. La deformidad de su pie izquierdo se acrecentaría con el tiempo, obligándola a permanecer en la cama. Debido a que sus músculos a veces se contraían dolorosamente, lo que hacía muy difícil enderezarlos una vez más, se colocaba una tabla plana en su cama, tabla en la que Marie Rose era rígidamente atada.

                Otra aflicción que afectó profundamente a Marie Rose fue su incapacidad para asistir a la escuela. "Me sentí como si estuviera ciega, a tientas en la oscuridad" , anotó en su diario. "No tenía nada que esperar, ninguna esperanza de mejorar mi condición. Contemplé mi ignorancia ante mis ojos, y eso me desanimó más que mis enfermedades. El tiempo, que suaviza todo, incluso los sufrimientos, aumentó el mío: me rompieron corazón." 

                Y es que ser Alma Víctima era sin duda la misión de Marie Rose. La madre de Marie Rose, Delima Mathieu Ferron, era de una rara virtud. Desde su primer embarazo, dedicó a cada uno de sus hijos recién nacidos a un Misterio del Rosario; al tener quince hijos, completó los quince Misterios que componen el Santo Rosario. Providencialmente, Marie-Rose, estaba dedicada al décimo Misterio, la Crucifixión de Nuestro Señor.

                Lo que es aún más notable es que a partir de entonces, Rose no participó de más alimentos sólidos. Durante once años, hasta su muerte, Rose tomó sólo alimentos líquidos e incluso esto a veces no pudo mantener. Al darse cuenta de que podía recibir la Sagrada Comunión, un Sacerdote una vez le dio algunas pequeñas partículas no consagradas. Inmediatamente la enfermaron. Además, cuatro años antes de su muerte, ni siquiera bebió agua durante un período de tres meses.

                Su abstinencia de comida y bebida fue solo el comienzo de muchos fenómenos místicos extraordinarios y de profundo sufrimiento. A lo largo de todo este tiempo permaneció dócil a la autoridad, tanto médica como espiritual, y con delicada discreción intentó alguna vez evitar la publicidad.                          

                Durante los éxtasis que experimentaría en el lecho del dolor, no podía ser levantada, incluso por 4 hombres adultos, aunque no pesaba más de cincuenta kilos. 

               El Obispo Diocesano, Mons. William Augustine  Hickey, autorizó un oratorio privado al lado de la habitación de Marie Rose. Cuando se decía allí la Santa Misa, especialmente en las Fiestas de la Santísima Virgen, Rose entraba en éxtasis en las oraciones iniciales, pero siempre volvía al estado normal en el momento de la Comunión. En general, en el instante en que recibía la Sagrada Hostia, su cabeza caía hacia atrás y nuevamente se sumía en un dulce éxtasis. De hecho, el amor de Marie Rose por la Sagrada Eucaristía fue intenso y durante años tan sólo se alimentaba del Pan Eucarístico; cualquier otro alimento le causaría severos trastornos digestivos. 

               A partir de Marzo de 1926, Marie Rose comenzó a sufrir los Sagrados Estigmas de la Pasión; padeció las heridas de los azotes de la Flagelación; a partir de 1927, sufriría cada Viernes la Pasión de Jesús en su débil cuerpo. Un Sacerdote cercano a la estigmatizada, examinó las sagradas heridas en 1930, y dejó escrito:  "La sangre me olía a un olor dulce, algo parecido a un perfume, mis manos se saturaron con él... No era un olor transitorio, ya que el olor persistía hasta la mañana siguiente."

               Los estigmas del corazón comenzaron durante la época de Cuaresma de 1929. Trajeron dolores tan agudos a Marie Rose que no pocas veces se desmayó hasta el punto de perder la inconsciencia. Ella dijo que el dolor interior era "espantoso". A veces el dolor se sentía intensamente en su espalda, "donde la lanza parece haberse detenido". 

               En el mes de Agosto de 1929, sus ojos derramaron lágrimas de sangre. A partir de entonces, cada Viernes, su rostro se transfiguraba para asemejarse a la Santa Faz de Nuestro Señor. En 1930, durante el mes de Julio, mes dedicado a la Preciosa Sangre, se repetía todos los días el fenómeno de la Santa Faz. 

              Las heridas de la Corona de Espinas se asemejaban, en palabras de la madre, a "dos cuerdas pesadas que rodean su cabeza". Los agujeros hechos por las espinas hicieron que Rose sintiera "como si su cabeza se estuviera abriendo". Estos estigmas espinosos nunca desaparecieron por completo, incluso fueron visibles después de su muerte, como consta en varias fotografías postmortem. 

                Configurada con Cristo a través del dolor, Marie Rose Ferrón sabía que estaba siendo torturada en el lugar de los demás y aceptó su vocación de llevar en su propio cuerpo el dolor físico que los libraba, pareciéndose así a su Maestro, cuyo amor lo impulsó a soportar el castigo de la Humanidad.

               Durante sus últimos cinco años en la tierra, los estigmas de Marie Rose desaparecieron, excepto los de la cabeza. Pero sus sufrimientos no cesaron: todos los Viernes, la sangre corría por los miembros que antes habían soportado los estigmas y causaban un dolor aún mayor que antes. 

               Mientras estaba en éxtasis el 13 de Abril de 1929, en presencia de seis visitantes, Marie Rose le preguntó a su Salvador cuánto tiempo aún tenía que sufrir, y luego repitió en voz alta la respuesta:"¡Siete años!" Comenzó a contar la edad que tendría después de siete años más, y se detuvo a los treinta y tres. Cristo pareció preguntarle si eso era demasiado largo, porque ella dijo con gran entusiasmo:"¡Oh, no! Ven a buscarme cuando quieras. Estoy lista para sufrir cien años, si lo deseas. Es mi sacrificio para permanecer."

               Como se le reveló previamente, Marie Rose Ferron murió en 1936 a la edad de treinta y tres años. La muerte la liberó del sufrimiento que la perseguía día tras día. "Dios y las víctimas son los únicos que saben lo que significa la palabra Cruz" , había comentado, y sus últimas dos semanas se llenaron con la abrumadora realización de la verdad de esta afirmación. Marie Rose ya no podía ver; sufría tantos dolores en la cabeza que el menor sonido era como un golpe y cualquier ruido hacía que se desmayara. El último día de Abril de 1936, perdió completamente la audición y el habla.

               El 6 de Mayo, el Padre Boyer se personó en casa de Marie Rose a la una de la madrugada. Cuenta el Sacerdote: "Entré a la habitación" , escribió en su biografía, "y cuando vi la condición en la que estaba, me conmoví. No podía reconocerla, estaba tan cambiada, su rostro no solo estaba desfigurado, sino también deformado. Tenía los ojos medio cerrados y en en sus esquinas se acumulaba sangre espesa, su tez era de color rojo cobre y su piel parecía áspera e hinchada, su respiración era dolorosa, su boca estaba abierta y retorcida con una expresión desgarradora. Era como un crucifijo moribundo, esperando la consumación de su martirio..."

               Marie Rose vivió cinco días más. Después de un intenso período de sufrimiento en unión con Jesús por la conversión de los pecadores, Marie Rose Ferron tomó vuelo al Cielo el 11 de Mayo de 1936, a los 33 años, tal como Jesús le dijo en éxtasis unos siete años antes.

               En la muerte todavía tenía "la expresión de angustia incrustada en su rostro". Pero mientras las mujeres, a quienes ella misma había designado para preparar su cuerpo para el ataúd, le lavaban la cara, sus espantosas distorsiones desaparecieron. Un cambio vino sobre sus rasgos con cada golpe de la toalla. Su rostro apareció envuelto en una encantadora sonrisa. Era tan natural que un médico fue llamado específicamente para determinar su muerte. Seguramente era la belleza interior de sus virtudes la que irradiaba en su virginal rostro. 



domingo, 23 de febrero de 2025

LOS SIETE DOMINGOS DE SAN JOSÉ. Cuarto Domingo

    

               En este tradicional septenario dedicado a Nuestro Padre y Señor San José, recordaremos sus principales siete Dolores y Gozos; en este año, 2025, comenzaremos el Domingo 2 de Febrero y concluiremos el Domingo 16 de Marzo. 

                El Papa Pío IX se dignó conceder el 1 de Febrero de 1847, una Indulgencia Plenaria para cada uno de los Siete Domingos de San José, si se observan las condiciones de Confesión, Comunión y visita en cualquier templo, rogando por las necesidades del Sumo Pontífice y/o de la Santa Iglesia. No hay época señalada para practicar la devoción de los Siete Domingos, pero sí se exige que sean seguidos, sin interrupción.



PREPARACIÓN

               Olvidáte por un momento de las preocupaciones cotidianas, deja a un lado todo aquello que te resta felicidad, sumérgete en el silencio interior e intenta adentrarte en espíritu en la humilde casa de Nazareth, y situado en medio de la Sagrada Familia, contempla la figura paternal de San José, que cuida al Niño, lo besa, lo educa, lo mima... ¿qué podrá negar Jesús Nuestro Señor al que así lo acunó en Su Santa Infancia?


...Éste ha sido puesto como signo de contradicción 
para que se descubran los pensamientos 
de muchos corazones... 



INICIO

               Por la señal + de la Santa Cruz, etc.

               En el Nombre del Padre, y del Hijo + y del Espíritu Santo. Amén.

               Señor mío, Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, Creador, Padre y Redentor mío, por ser Vos quien sois, Bondad infinita y porque os amo sobre todas las cosas, (se golpea el pecho 2 veces) a mí me pesa, pésame, Señor, de todo corazón haberos ofendido; yo os propongo firmemente la enmienda de nunca más pecar, y apartarme de todas las ocasiones de ofenderos; confesarme y cumplir la penitencia que me fuere impuesta.

              Os ofrezco, Señor, mi vida, obras y trabajos, en satisfacción de todos mis pecados, y, así como os lo suplico, así confío en Vuestra Divina Bondad y Misericordia infinita, me los perdonaréis, por los merecimientos de Vuestra Preciosísima Sangre, Pasión y Muerte, y me daréis gracia para enmendarme y perseverar en Vuestro santo servicio hasta el fin de mi vida. Amén.


OFRECIMIENTO

               Glorioso Patriarca San José, eficaz consuelo de los afligidos y seguro refugio de los moribundos; dignaos aceptar el obsequio de este Ejercicio que voy a rezar en memoria de vuestros Siete Dolores y Gozos. Y así como en vuestra feliz muerte, Jesucristo y Su Madre María os asistieron y consolaron tan amorosamente, así también Vos, asistidme en aquel trance, para que, no faltando yo a la fe, a la esperanza y a la caridad, me haga digno, por los méritos de la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo y vuestro patrocinio, de la consecución de la vida eterna, y por tanto de vuestra compañía en el Cielo. 


DOLORES Y GOZOS DE SAN JOSÉ

           - Cuarto Dolor: La Profecía de Simeón, al predecir los sufrimientos de Jesús y María

"Simeón los bendijo, y dijo a María, Su Madre: Mira, Éste ha sido puesto como signo de contradicción para que se descubran los pensamientos de muchos corazones" (Evangelio de San Lucas, cap. 2, vers. 34-35).

           - Cuarto Gozo: La predicción de la Salvación y la gloriosa resurrección de innumerables almas. 

"Porque han visto mis ojos tu salvación, la que preparaste ante todos los pueblos; luz para iluminar a las naciones" (Evangelio de San Lucas, cap. 2, vers. 30-31)





ORACIÓN

                Oh Santo fidelísimo, que tuviste parte en los Misterios de nuestra Redención, Glorioso San José; aunque la Profecía de Simeón acerca de los sufrimientos que debían pasar Jesús y María te causó dolor mortal, sin embargo te llenó también de alegría, anunciándote al mismo tiempo la salvación y resurrección gloriosa que de ahí se seguiría para un gran número de almas.

               Por este Dolor y por este Gozo consíguenos ser del número de los que, por los méritos de Jesús y la intercesión de la Bienaventurada Virgen María, han de resucitar gloriosamente.

         Ahora, reza con piedad un Padrenuestro, un Avemaría, el Ave de San José y un Gloria, para terminar diciendo

         Jaculatoria: San José, Modelo y Patrono de aquellos que aman al Sagrado Corazón de Jesús, ruega por nosotros.

        Y terminamos este ejercicio piadoso signándonos en el Nombre del Padre, y del Hijo + y del Espíritu Santo. Amén.





sábado, 22 de febrero de 2025

LA PROVIDENCIA ESTABLECERÁ EL REINO DE MARÍA

 


               El gran movimiento mundial de Consagración al Sagrado Corazón de Jesús, que ya en el siglo XVII había sido relanzado por San Juan Eudes como el culto gemelo al Corazón de Nuestra Señora, en el siglo XX tenía un complemento precioso en el movimiento de Consagración al Inmaculado Corazón de María. 

               El Mensaje de Fátima tuvo una gran influencia en este movimiento, encomendado por la Virgen a los tres pastores portugueses: Lucía, Jacinta y Francisco. Las apariciones marianas fueron preparadas por las del Ángel de Portugal, que tuvieron lugar en el verano de 1916. Primero les dijo a los tres niños: “Los Corazones de Jesús y María están atentos a la voz de vuestras súplicas”; en la segunda Aparición agregó: “Los Sagrados Corazones de Jesús y María tienen designios de misericordia sobre vosotros”. En la tercera manifestación del Ángel, les enseñó una oración que recordaba la unión de los dos Corazones y la necesidad de dirigirse a ellos: “... y por los méritos infinitos del Sacratísimo Corazón de Jesús y del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores”. La vidente Jacinta, poco antes de morir le dijo a su prima Lucia: “Te mantendrás viva, para decir que Dios quiere establecer la Devoción al Inmaculado Corazón de María en el mundo; el Corazón de Jesús quiere que, a Su lado, también se venere el Corazón de María”.

               Si Jesús le dijo a Santa Margarita María que establecería el Reino de Su Sagrado Corazón, la Virgen confirma a los pequeños pastores de Fátima, en la Aparición del 13 de Julio de 1917, que “Al final, Mi Inmaculado Corazón triunfará”, es decir, antes del Final de los Tiempos, la Providencia establecerá el Reino de María en el mundo convertido.



jueves, 20 de febrero de 2025

JACINTA MARTO, Vidente de Nuestra Señora y Alma Víctima



               Jacinta de Jesús Marto nació en el pueblo de Aljustrel, Fátima (Portugal), el 5 de Marzo de 1910, siendo la séptima y última hija de Manuel Pedro Marto y Olimpia de Jesús. Sería bautizada el 19 del mismo mes.

               Creció en un hogar sencillo, más bien pobre, pero muy cristiano. Desde muy joven comenzó a pastorear el rebaño de sus padres, en compañía del hermano Francisco Marto y de la prima Lucía de Jesús, los dos Videntes mayores. La Divina Providencia dispuso que con apenas siete años, el 13 de Mayo de 1917, fuera la más joven de los videntes de Nuestra Señora; era ésta última la única que dialogaba con Nuestra Señora, mientras que Jacinta la veía y escuchaba; en el caso de Francisco, tan sólo veía a la Virgen, pero no la escuchaba, de ahí el ruego de Nuestra Señora "a Francisco sí se lo podéis decir...

               El Cielo favoreció a Jacinta con particulares revelaciones: "No sé cómo fue -comentó una vez a su prima Lucía- he visto al Santo Padre en una casa muy grande, de rodillas, delante de una mesa, llorando con las manos en la cara. Fuera de la casa había mucha gente: unos le tiraban piedras, otros le maldecían y le decían cosas muy feas. ¡Pobrecito Santo Padre!, tenemos que rezar mucho por él". 

               En otra ocasión, estando los tres pastorcitos en el campo, mientras rezaban la oración que les había enseñado el Ángel, Jacinta se levantó precipitadamente y dijo a su prima: "¡Mira! ¿No ves muchos caminos, senderos y campos llenos de gente que llora de hambre y no tienen nada para comer?… ¿Y al Santo Padre, en una iglesia al lado del Corazón de María, rezando?".

                Los niños videntes de Fátima, a iniciativa de Jacinta, tomaron la costumbre de ofrecer tres Avemarías por el Papa después de cada Rosario que rezaban. 

               También contó Lucía que Jacinta vivía apasionada por el ideal de convertir pecadores, a fin de arrebatarlos del suplicio del infierno, cuya pavorosa visión tanto le impresionó. Alguna vez me preguntaba: "¿Por qué es que Nuestra Señora no muestra el Infierno a los pecadores? Si lo viesen, ya no pecarían, para no ir allá. Has de decir a aquella Señora que muestre el Infierno a toda aquella gente. Verás cómo se convierten. ¡Qué pena tengo de los pecadores! ¡Si yo pudiera mostrarles el Infierno!".

               Cayó enferma en Diciembre de 1918 a causa de una epidemia de neumonía, que obligó a internarla en el Hospital de Vila Nova de Ourém; después, del 21 de Enero al 2 de Febrero de 1920, estuvo en el Orfanato de Nuestra Señora de los Milagros, en la Calle de Estrella, en Lisboa, casa fundada por la Señora María Godinho, a quien Jacinta llamaba cariñosamente "Madrina", y a quien confiaría muchas revelaciones de parte de Nuestra Señora.



              Cuando empeoró su salud la trasladaron a Lisboa, al Hospital de Doña Estefanía. Antes de partir, en una despedida que cortaba el corazón, abrazada a su prima Lucía dijo: "¡Nunca más nos volveremos a ver! Reza mucho por mí hasta que yo vaya para el Cielo. Después allí, yo pediré mucho por ti. No digas nunca el Secreto a ninguno, aunque te maten. Ama mucho a Jesús y al Inmaculado Corazón de María y haz muchos sacrificios por los pecadores". 

               En el Hospital sufriría una cruel operación, sin apenas anestesia, que la dejaría debilitada de muerte. La Virgen le había anunciado el día de su muerte (1), por eso, el día 20 de Febrero de 1920, entonces Primer Viernes, empezando la Cuaresma, alrededor de las 6 de la tarde, avisó que se sentía mal y pidió los últimos Sacramentos. Hizo confesión con el Padre Pereira dos Reis, que no le suministró la Comunión en Viático pues creía que la niña exageraba al asegurar que ese mismo día moriría. A las 10:30 de la noche, la Virgen Nuestra Señora vino a buscarla como le había prometido... aún no tenía los 10 años.

               “Ya falta poco para irme al Cielo. Tú quedas aquí para decir que Dios quiere establecer en el mundo la Devoción al Inmaculado Corazón de María. Cuando vayas a decirlo, no te escondas. Di a toda la gente que Dios nos concede las gracias por medio del Inmaculado Corazón de María. Que las pidan a Ella, que el Corazón de Jesús quiere que a Su lado se venere el Corazón de María, que pidan la paz al Inmaculado Corazón de María, que Dios la confió a Ella. Si yo pudiese meter en el corazón de toda la gente la luz que tengo aquí dentro del pecho, que me está abrasando y me hace gustar tanto del Corazón de Jesús y del Corazón de María.” (Palabras de despedida de Jacinta Marto a su prima Lucia Dos Santos)


NOTA ACLARATORIA

               1- Según el relato oficial de la propia Sor Lucía Dos Santos, vidente de Nuestra Señora y prima de Jacinta, días antes de ir al hospital la niña le aseguró "iré a Lisboa, a otro hospital; que ya no volveré a verte, como tampoco a mis padres, y que después de sufrir mucho, moriré solita. Pero añadió que no tenga miedo, porque Ella vendrá a por mí para llevarme hasta el Cielo".



martes, 18 de febrero de 2025

PISOTEAREMOS TODO OBSTÁCULO Y AMAREMOS SIEMPRE

 


               ...Jesús realizaba la preanunciada consagración; pero todo se desenvolvía en lo íntimo de Sor Consolata, sin nada de extraordinario por fuera. Y le decía Jesús : «Hoy te consagro víctima de amor. No te hiero con un dardo, pero te inflamo silenciosamente y, aún cuando quisieses interrumpir tu Acto de Amor, ya no podrías. El tiempo que te queda para vivir, desde hoy hasta el último momento, nosotros lo reuniremos en este incesante Acto de Amor. Cree, en él Me das todo. Sí, Consolata, despreciaremos, pisotearemos todo obstáculo y amaremos siempre, incesantemente, hasta el último suspiro... Sí, Yo salgo responsable de todo ello»

               La responsabilidad que Jesús se tomó de la continuidad de amor en Sor Consolata -conviene volver a recordarlo-, no significa una posesión pacífica de parte del alma. Esto nunca ocurrirá; sin embargo, investida de la llama consagratoria de amor, se sentirá en adelante más fuerte en el holocausto de amor.



lunes, 17 de febrero de 2025

DELICADEZAS DE PAPÁ. Centenario de la Canonización de Santa Teresita del Niño Jesús y de la Santa Faz, 1925-2025



               Todas la tardes me iba a dar un paseíto con papá. Hacíamos juntos una visita al Santísimo Sacramento, visitando cada día una nueva iglesia. Fue así como entré por vez primera en la capilla del Carmelo. Papá me enseñó la reja del coro, diciéndome que al otro lado había religiosas. ¡Qué lejos estaba yo de imaginarme que nueve años más tarde iba a encontrarme yo entre ellas...! 

               Terminado el paseo (durante el cual papá me compraba siempre un regalito de cinco o diez céntimos), volvía a casa. Hacía entonces los deberes, y después me pasaba todo el resto del tiempo brincando en el jardín en torno a papá, pues no sabía jugar a las muñecas. Una cosa que me encantaba era preparar tisanas con semillas y cortezas de árbol que encontraba por el suelo; luego se las llevaba a papá en una linda tacita; nuestro pobre papaíto suspendía su trabajo y, sonriendo, hacía como que bebía, y antes de devolverme la taza me preguntaba (como a hurtadillas) si había que tirar el contenido; algunas veces yo le decía que sí, pero la mayoría de ellas volvía a llevarme mi preciosa tisana para que me sirviese para más veces... 

               Me gustaba cultivar mis florecitas en el jardín que papá me había regalado. Me entretenía levantando altarcitos en un hueco que había en medio de la tapia; cuando terminaba, corría a buscar a papá y arrastrándole detrás de mí le decía que cerrase bien los ojos y que no los abriera hasta que yo se lo mandase. El hacía todo lo que yo quería y se dejaba conducir ante mi jardincito. Entonces yo gritaba: «¡Papá, abre los ojos!» El los abría y, por complacerme, se quedaba extasiado, admirando lo que a mí me parecía toda una obra de arte... Si quisiera contar otras mil anécdotas de esta índole que se agolpan en mi memoria, nunca terminaría... 

               ¿Cómo relatar todas las caricias que papá prodigaba a su reinecita? Hay cosas que siente el corazón y que ni la palabra ni siquiera el pensamiento pueden expresar... ¡Qué hermosos eran para mí los días en que mi rey querido me llevaba con él a pescar!. ¡Me gustaban tanto el campo, las flores y los pájaros!. A veces intentaba pescar con mi cañita. Pero prefería ir a sentarme sola en la hierba florida. Entonces mis pensamientos se hacían muy profundos, y sin saber lo que era meditar, mi alma se abismaba en una verdadera oración... 

               Escuchaba los ruidos lejanos... El murmullo del viento y hasta la música difusa de los soldados, cuyo sonido llegaba hasta mí, me llenaban de dulce melancolía el corazón... La tierra me parecía un lugar de destierro y soñaba con el cielo... La tarde pasaba rápidamente, y pronto había que volver a los Buissonnets. 

               Pero antes de partir, tomaba la merienda que había llevado en mi cestita. La hermosa rebanada de pan con mermelada que tú me habías preparado había cambiado de aspecto: en lugar de su vivo color, ya no veía más que un pálido color rosado, todo rancio y revenido... Entonces la tierra me parecía aún más triste, y comprendía que sólo en el Cielo la alegría sería sin nubes... Hablando de nubes, me acuerdo que un día el hermoso cielo azul de la campaña se encapotó y que pronto se puso a rugir la tormenta. Los relámpagos hacían surcos en las nubes oscuras y vi caer un rayo a corta distancia. Lejos de asustarme, estaba encantada: ¡me parecía que Dios estaba muy cerca de mí...! Papá no estaba en absoluto tan contento como su reinecita; no porque tuviese miedo a la tormenta, sino porque la hierba y las grandes margaritas (que levantaban más que yo) centelleaban de piedras preciosas y teníamos que atravesar varios prados antes de encontrar un camino; así que mi querido papaíto, para que los diamantes no mojasen a su hijita, se la echó a hombros a pesar de su equipo de pesca. 

               Durante los paseos que daba con papá, le gustaba mandarme a llevar la limosna a los pobres con que nos encontrábamos. Un día, vimos a uno que se arrastraba penosamente sobre sus muletas. Me acerqué a él para darle una moneda; pero no sintiéndose tan pobre como para recibir una limosna, me miró sonriendo tristemente y rehusó tomar lo que le ofrecía. No puedo decir lo que sentí en mi corazón. Yo quería consolarle, aliviarle, y en vez de eso, pensé, le había hecho sufrir. El pobre enfermo, sin duda, adivinó mi pensamiento, pues lo vi volverse y sonreírme. Papá acababa de comprarme un pastel y me entraron muchas ganas de dárselo, pero no me atreví. Sin embargo, quería darle algo que no me pudiera rechazar, pues sentía por él un afecto muy grande. Entonces recordé haber oído decir que el día de la Primera Comunión se alcanzaba todo lo que se pedía. Aquel pensamiento me consoló, y aunque todavía no tenía más que seis años, me dije para mí: «El día de mi Primera Comunión rezaré por mi pobre». Cinco años más tarde cumplí mi promesa, y espero que Dios habrá escuchado la oración que Él mismo me había inspirado que le dirigiera por uno de Sus miembros dolientes...


"Historia de un alma", autobiografía de Santa Teresita 
del Niño Jesús y de la Santa Faz



domingo, 16 de febrero de 2025

LOS SIETE DOMINGOS DE SAN JOSÉ. Tercer Domingo

   

               En este tradicional septenario dedicado a Nuestro Padre y Señor San José, recordaremos sus principales siete Dolores y Gozos; en este año, 2025, comenzaremos el Domingo 2 de Febrero y concluiremos el Domingo 16 de Marzo. 

                El Papa Pío IX se dignó conceder el 1 de Febrero de 1847, una Indulgencia Plenaria para cada uno de los Siete Domingos de San José, si se observan las condiciones de Confesión, Comunión y visita en cualquier templo, rogando por las necesidades del Sumo Pontífice y/o de la Santa Iglesia. No hay época señalada para practicar la devoción de los Siete Domingos, pero sí se exige que sean seguidos, sin interrupción.



PREPARACIÓN

               Olvidáte por un momento de las preocupaciones cotidianas, deja a un lado todo aquello que te resta felicidad, sumérgete en el silencio interior e intenta adentrarte en espíritu en la humilde casa de Nazareth, y situado en medio de la Sagrada Familia, contempla la figura paternal de San José, que cuida al Niño, lo besa, lo educa, lo mima... ¿qué podrá negar Jesús Nuestro Señor al que así lo acunó en Su Santa Infancia?


...y le pondrás por Nombre Jesús... 



INICIO

               Por la señal + de la Santa Cruz, etc.

               En el Nombre del Padre, y del Hijo + y del Espíritu Santo. Amén.

               Señor mío, Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, Creador, Padre y Redentor mío, por ser Vos quien sois, Bondad infinita y porque os amo sobre todas las cosas, (se golpea el pecho 2 veces) a mí me pesa, pésame, Señor, de todo corazón haberos ofendido; yo os propongo firmemente la enmienda de nunca más pecar, y apartarme de todas las ocasiones de ofenderos; confesarme y cumplir la penitencia que me fuere impuesta.

              Os ofrezco, Señor, mi vida, obras y trabajos, en satisfacción de todos mis pecados, y, así como os lo suplico, así confío en Vuestra Divina Bondad y Misericordia infinita, me los perdonaréis, por los merecimientos de Vuestra Preciosísima Sangre, Pasión y Muerte, y me daréis gracia para enmendarme y perseverar en Vuestro santo servicio hasta el fin de mi vida. Amén.


OFRECIMIENTO

               Glorioso Patriarca San José, eficaz consuelo de los afligidos y seguro refugio de los moribundos; dignaos aceptar el obsequio de este Ejercicio que voy a rezar en memoria de vuestros Siete Dolores y Gozos. Y así como en vuestra feliz muerte, Jesucristo y Su Madre María os asistieron y consolaron tan amorosamente, así también Vos, asistidme en aquel trance, para que, no faltando yo a la fe, a la esperanza y a la caridad, me haga digno, por los méritos de la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo y vuestro patrocinio, de la consecución de la vida eterna, y por tanto de vuestra compañía en el Cielo. 


DOLORES Y GOZOS DE SAN JOSÉ

           Tercer DolorCuando la Sangre del Niño Salvador fue derramada en la Circuncisión.

"Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidarle, le pusieron por Nombre Jesús, como lo había llamado el Ángel antes de que fuera concebido en el seno materno" (Evangelio de San Lucas, cap. 2, vers. 21).

          - Tercera Alegría: Cuando Nuestro Señor recibió el Santísimo Nombre de Jesús.

"Dará a luz un hijo, y le pondrás por Nombre Jesús, porque Él salvará a Su pueblo de sus pecados" (Evangelio de San Mateo, cap. 1, vers. 21).





ORACIÓN

                ¡Oh modelo perfecto de sumisión a las Leyes Divinas, Glorioso San José! La vista de la Sangre Preciosa que el Redentor Niño derramó en Su Circuncisión, traspasó vuestro corazón de dolor; pero la imposición del Nombre Jesús lo reanimó, llenándoos de consuelo.

               Alcanzadnos, por este Dolor y este Gozo que, dando de lado a todos los vicios durante la vida podamos morir con gozo y alegría, invocando de corazón y de boca el Santísimo Nombre de Jesús.

         Ahora, reza con piedad un Padrenuestro, un Avemaría, el Ave de San José y un Gloria, para terminar diciendo

         Jaculatoria: San José, Modelo y Patrono de aquellos que aman al Sagrado Corazón de Jesús, ruega por nosotros.

        Y terminamos este ejercicio piadoso signándonos en el Nombre del Padre, y del Hijo + y del Espíritu Santo. Amén.





sábado, 15 de febrero de 2025

EL TESORO QUE HA PROCURADO NUESTRO RESCATE




"Oh María, concebida sin mancha original, 
ruega por nosotros que recurrimos a Ti, 
y por todos aquellos que no recurren a Ti, 
especialmente por aquellos que son 
enemigos de la Santa Iglesia y Te encomiendo" 


               Es nuestro gozo pensar en Ti, ¡oh María!, Palacio del Rey Eterno, y Ciudad de Dios. Tú eres el Alba amanecer de la Luz. Tú eres el Mirto y la Rosa entre las flores del Paraíso, Tú eres el Decoro del Cielo, la Liberadora de los cautivos, y el Terror de los demonios. Tú eres el Áncora que has puesto a salvo a nuestra pobre barca, el Tesoro que ha procurado nuestro rescate, la Sal de nuestra tierra, y el Final de nuestra noche; Tú eres el Domingo de nuestros corazones, y la piedra Imán al que nuestras almas son atraídas; conduce nuestras almas al Descanso del Cielo.


San Pedro Damián, Doctor de la Iglesia



jueves, 13 de febrero de 2025

Meditaciones de Manuel González, el Obispo del Sagrario Abandonado. ESE SAGRARIO DE SUS AMORES



               ¡Con qué gusto habla un Sacerdote del Sagrario!, del Sagrario en que vive el Jesús que lo ha hecho Su consagrante, Su repartidor, Su guardián, Su vecino, Su confidente, Su... inseparable. ¡El Sacerdote y el Sagrario! ¡Dios mío! ¡Lo que da que decir y qué pensar y qué amar y qué agradecer y qué derretirse la unión de esas dos palabras! ¡Porque pensar que con valer tanto y tanto el Sagrario, la divina largueza lo ha unido tan estrechamente al Sacerdocio, que sin uno no puede existir el otro!... ¡Sin Sacerdocio no hay Sagrario!. 

              ¡Qué alegría, amigos, inunda mi alma de Sacerdote al ver mi vida tan entrelazada, por así decirlo, con la existencia del Sagrario!. ¿Qué le importa a un Sacerdote no ceñir a sus sienes coronas de conquistador, de héroe, de sabio o de otras grandezas de aquí de la tierra, si puede saborear ante el Cielo y ante la tierra el gusto inacabable de esa palabra; soy el hombre del Sagrario?. 

               Por eso, para la lengua y para la pluma de un Sacerdote no hay tema de conversación ni más delicioso, ni más propio, ni más interesante, que el hablar del Sagrario. Tanto más, cuanto que ese Sagrario de sus amores y que se ha instituido para ser conocido, amado y frecuentado, padece desconocimientos y abandonos inconcebibles, no sólo por parte de los que viven lejos de él, sino de los que viven o debieran vivir cerca, muy cerquita... 


«Qué hace y qué dice el Corazón de Jesús en el Sagrario»
por el Obispo Manuel González



lunes, 10 de febrero de 2025

LAS ROSAS DE SANTA TERESITA: ALMAS VÍCTIMAS, HIJAS ESPIRITUALES DE LA SANTA CARMELITA DE LISIEUX. TERESA NEUMANN

    


               Teresa Neumann nació el 8 de Abril de 1898 en Konnersreuth, en la región norte de Baviera, Alemania; hija de un modesto sastre, siendo la primogénita de once hermanos. Teresa se empleó desde los catorce años en una granja  para aliviar la maltrecha economía familiar. 

               Era muy devota de Santa Teresita del Niño Jesús y por eso se encomendaba con frecuencia a la Santa de Lisieux, a quien tomó por compañera y madrina espiritual, sintiendo su intercesión en varias ocasiones; cuando Teresa Neumann era una muchacha sufrió dos graves caídas que la dejarían prácticamente inválida, pero justo en los días en que Santa Teresita era sucesivamente beatificada y canonizada, Teresa Neumann, por su intercesión era sanada.

               Durante un incendio en un granero efecto Teresa se empeñó a fondo junto a sus vecinos para ayudar a extinguir el fuego, pero la joven sufrió una caída que le causaría una extraña enfermedad provocada por una luxación en la espina dorsal. Tenía veintiún años de edad y aquello solo era el comienzo de todos sus padecimientos posteriores que la tuvieron postrada en la cama muchísimos años, como una perfecta Alma Víctima: quedó casi inválida, ciega y hasta sorda; sus familiares la trasladaron a la buhardilla de la casa, esperando un fatal desenlace en cualquier momento. 

                Sin embargo, el Cielo tenía otros planes para la joven Teresa; el día de la Beatificación de Santa Teresa de Lisieux (29 de Abril de 1923) tiene una aparición de la Santa. Cinco días más tarde recobra la vista después de transcurridos cuatro años sin poder ver. 

               Dos años más tarde, el 17 de Mayo de 1925, mientras que en Roma el Papa Pío XI canonizaba a Santa Teresita del Niño Jesús, la joven Teresa Neumann vuelve a tener otra visión de la Santa de las rosas y es capaz de sentarse en la cama, para luego echar a andar ante la perpleja mirada de su familia, que solo supo dar gracias a Dios ante el evidente Milagro, que fue comprobado por el Padre Naber, Párroco, y demás amigos de Teresa que habían sido testigos de su enfermedad. 

               Unos meses más tarde, en Noviembre de 1925, Teresa cae nuevamente enferma, siendo una apendicitis el motivo de sus sufrimientos. Una vez más la intercesión de Santa Teresita la libera de una operación quirúrgica que los médicos veían necesaria para no morir. Santa Teresita le revelará que mediante sus continuos padecimientos salvará muchas almas, preparándola así para el sacrificio mayor que se aproximaba: la estigmatización cruenta en manos, pies y costado, que haría de Teresa Neumann una crucificada sin cruz.




domingo, 9 de febrero de 2025

LOS SIETE DOMINGOS DE SAN JOSÉ. Segundo Domingo

  

               En este tradicional septenario dedicado a Nuestro Padre y Señor San José, recordaremos sus principales siete Dolores y Gozos; en este año, 2025, comenzaremos el Domingo 2 de Febrero y concluiremos el Domingo 16 de Marzo. 

                El Papa Pío IX se dignó conceder el 1 de Febrero de 1847, una Indulgencia Plenaria para cada uno de los Siete Domingos de San José, si se observan las condiciones de Confesión, Comunión y visita en cualquier templo, rogando por las necesidades del Sumo Pontífice y/o de la Santa Iglesia. No hay época señalada para practicar la devoción de los Siete Domingos, pero sí se exige que sean seguidos, sin interrupción.



PREPARACIÓN

               Olvidáte por un momento de las preocupaciones cotidianas, deja a un lado todo aquello que te resta felicidad, sumérgete en el silencio interior e intenta adentrarte en espíritu en la humilde casa de Nazareth, y situado en medio de la Sagrada Familia, contempla la figura paternal de San José, que cuida al Niño, lo besa, lo educa, lo mima... ¿qué podrá negar Jesús Nuestro Señor al que así lo acunó en Su Santa Infancia?


...encontraron a María, 
a José y al Niño ... 



INICIO

               Por la señal + de la Santa Cruz, etc.

               En el Nombre del Padre, y del Hijo + y del Espíritu Santo. Amén

               Señor mío, Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, Creador, Padre y Redentor mío, por ser Vos quien sois, Bondad infinita y porque os amo sobre todas las cosas, (se golpea el pecho 2 veces) a mí me pesa, pésame, Señor, de todo corazón haberos ofendido; yo os propongo firmemente la enmienda de nunca más pecar, y apartarme de todas las ocasiones de ofenderos; confesarme y cumplir la penitencia que me fuere impuesta.

              Os ofrezco, Señor, mi vida, obras y trabajos, en satisfacción de todos mis pecados, y, así como os lo suplico, así confío en Vuestra Divina Bondad y Misericordia infinita, me los perdonaréis, por los merecimientos de Vuestra Preciosísima Sangre, Pasión y Muerte, y me daréis gracia para enmendarme y perseverar en Vuestro santo servicio hasta el fin de mi vida. Amén.


OFRECIMIENTO

               Glorioso Patriarca San José, eficaz consuelo de los afligidos y seguro refugio de los moribundos; dignaos aceptar el obsequio de este Ejercicio que voy a rezar en memoria de vuestros Siete Dolores y Gozos. Y así como en vuestra feliz muerte, Jesucristo y Su Madre María os asistieron y consolaron tan amorosamente, así también Vos, asistidme en aquel trance, para que, no faltando yo a la fe, a la esperanza y a la caridad, me haga digno, por los méritos de la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo y vuestro patrocinio, de la consecución de la vida eterna, y por tanto de vuestra compañía en el Cielo. 


DOLORES Y GOZOS DE SAN JOSÉ

           - Segundo DolorAl ver al Divino Niño Jesús en la pobreza. 

"Vino a los suyos, y los suyos no le recibieron" (Evangelio de San Juan, cap. 1, vers.11)

          - Segunda AlegríaAl escuchar la armonía del Coro de los Ángeles y observar la Gloria de esa noche. 

"Fueron deprisa y encontraron a María, a José y al Niño reclinado en el pesebre" (Evangelio de San Lucas, cap. 2, vers.16) 




ORACIÓN

               Oh Bienaventurado Patriarca, Glorioso San José, escogido para ser Padre Adoptivo del Hijo de Dios hecho hombre: el Dolor que sentisteis viendo nacer al Niño Jesús en tan gran pobreza se cambió de pronto en Alegría celestial al oír el armonioso concierto de los Ángeles y al contemplar las maravillas de aquella Noche tan resplandeciente.

               Por este Dolor y aquella Alegría, alcanzadnos que después del camino de esta vida vayamos a escuchar las alabanzas de los Ángeles y a gozar de los resplandores de la Gloria Celestial. 

         Ahora, reza con piedad un Padrenuestro, un Avemaría, el Ave de San José y un Gloria, para terminar diciendo

         Jaculatoria: San José, Modelo y Patrono de aquellos que aman al Sagrado Corazón de Jesús, ruega por nosotros.

        Y terminamos este ejercicio piadoso signándonos en el Nombre del Padre, y del Hijo + y del Espíritu Santo. Amén.