viernes, 31 de agosto de 2012

INTEGRISMO CATÓLICO ( II )



      Las posiciones constantes de la Iglesia que, en materia de fe, conforman la Integridad, no son propias de uno o nosotros, sino es igual de integrista que nosotros, y no puede dejar de serlo porque recibió el cometido, no de modificar la revelación divina (y todavía menos de inventar una nueva), sino de custodiarla  y explicarla fielmente. Al respecto nos enseña León XIII :

   «el mismo juicio que el Apóstol Santiago profiere sobre los delitos en el campo moral se ha de aplicar a los errores de pensamiento en materia de fe: ‹Porque quien observe toda la Ley, pero quebranta un sólo precepto, viene a ser reo de todos»


   Con mucha razón debe decirse eso de los errores de pensamiento. En efecto «[...] quien no asiente, aunque sea, aunque sea un sólo punto, a las verdades reveladas por Dios, Verdad suma y motivo propio de la fe». (Satis Cognitum).


      Examínese por ello cada quien si no ha embebido sin darse cuenta, no de modernismo, sino de aquél “espíritu modernista” contra el cual pone en guardia Benedicto XV, porque quien «se contagia de él, rechaza al instante con nausea todo lo que sabe a antiguo»


   «De ahí que queramos -prosigue el Papa- que permanezca intacta la conocida ley antigua: ‹No modifiquéis nada; contentaos con la tradición› (San Esteban I ); ley que mientras por una parte ha de observarse inviolablemente en las cosas de la fe, por otra debe servir también en todo lo que está sujeto a mudanza, de suerte que también en esto valga en general la regla ‹No cosas nuevas [sino las mismas], pero de modo nuevo» (Ad Beatissimi Apostolorum Principis).


EL PAPA NO PUEDE CAMBIAR LA DOCTRINA


      De ahí que estemos seguros de no equivocarnos si nos atenemos fielmente a lo que la Iglesia propone para que lo creamos, sea con su magisterio extraordinario infalible, ya con su magisterio constante ordinario, tan infalible como el primero. En cambio, temeríamos muchísimo disgustar a Dios y no ser ya discípulos de la Verdad si no nos plegáramos a «obedecer a los hombres antes que a Dios» (Act. 4, 19) en el triunfo actual del “espíritu privado” y, por ende, de las opiniones humanas. En efecto, ni siquiera al sucesor de Pedro se le ha dado el poder de mudar “una sola iota o un sólo ápice” de lo que Cristo reveló, y que la Iglesia durante dos mil años ha propuesto con su magisterio infalible para ser creído, porque «a los sucesores de Pedro de les prometió el Espíritu Santo no para que por su revelación enseñaran una nueva doctrina, sino para que, con su asistencia, custodiaran santamente y expusieran con fidelidad la transmitida por medio de los Apóstoles, o sea, el depósito de la fe» (Vaticano I, Denzinger 1836).


NECESIDAD DE CONVERSIÓN, VERDADERO ECUMENISMO


      Los panfletos que distribuyen a los fieles en las iglesias católicas, invitan a rezar «por los hebreos y los musulmanes, quienes creen en el Dios único que se reveló a Moisés, para que puedan participar del conocimiento pleno [sic] de Jesucristo, revelador del Padre».


      Así se insinúa en los católicos la falsa convicción de que a la judería y a la morisma tan sólo les falta el conocimiento “pleno” de Jesús, y que tienen alguno, bien que parcial. Pero ¿acaso es conocer parcialmente a “Jesucristo, revelador del Padre”, y no más bien negarlo, el decir, como hacen los moros, que Él no es el Hijo de Dios, consustancial al Padre, sino nada más que un profeta (inferior a Mahoma, por añadidura)? ¿Y se puede decir que los judíos, quienes siguen rechazando a Nuestro Señor Jesucristo como Mesías e Hijo de Dios, tienen de Él un conocimiento no “pleno” aún? En otras palabras: ¿debemos rezar para que moros y judíos lleguen al “conocimiento pleno” de Nuestro Señor Jesucristo o más bien para que se conviertan a Él?


      Así lo ha hecho siempre nuestra Santa Madre Iglesia, poniendo por obra sencillamente la palabra de Dios: «Nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquél a quien el Hijo quisiere revelárselo» (Mt. 11, 27), y «Todo el que niega al Hijo, tampoco tiene al Padre» (I. Jn. 2, 23). En efecto, precisamente porque Jesucristo es el “Revelador del Padre”, quien no lo acepta tiene por eso mismo una idea falsa e inadecuada de Dios. Esta es la postura de los propios judíos luego de su rechazo a Jesucristo y en tanto persisten en el mismo.




PERVIERTEN LA NOCIÓN ETERNA DE LA VERDAD


      Que marranos y agarenos crean “en el Dios único que se reveló a Moisés” no es doctrina católica: se trata de un embuste propalado a principios del siglo XX por el célebre apóstata Jacinto Loyson, ex dominico, más tarde carmelita descalzo, y a la postre, aseglarado (v. Enciclopedia Cattolica, voz Loyson), y difundida hoy de nuevo por sus hermanos modernistas, quienes «pervierten la noción eterna de la verdad» (San Pío X, Pascendi) también cuando quieren hacernos creer que el error no es error , sino tan sólo una verdad menos “plena”. 


      Con este sofismo (en buena lógica, decir “Jesús es Dios” y “Jesús no es Dios” no son en manera alguna una verdad “plena” y otra “menos plena”, sino que son una verdad y una falsedad, esto es, dos contrarios que se excluyen recíprocamente); con este sofismo, decíamos, se pretende hoy hacer entrar toda clase de impiedades, errores y hasta inmoralidades en el sagrado recinto de la verdad revelada, para que al desplome de la distinción entre la verdad y el error le siga fatalmente el derrumbe de la distinción entre el bien y el mal.







3 comentarios:

  1. LA DESTRUCCIÓN EN 1.943 DE MÁS DE DOS TERCIOS DEL MUNDO CRISTIANO

    Este mensaje de Jesús a María Valtorta, es de fecha de 1.943, hace 69 años, indica que más de los dos tercios de la humanidad, estaban destruidos por los hijos de la mentira, cuando aún estaba en germen el progresismo, cuando aún no habían aparecido los teólogos de la liberación, de la secularización; los contestatarios, los rebeldes, los predicadores de la doctrina católica “descafeinada”, los descubridores del error de Dios, que no ha sabido ver las “señales de los tiempos”, ya que según ellos, y gracias a ellos, Dios se ha dado cuenta ahora de su equivocación: su Espíritu de Justicia era un espíritu de Venganza.
    Y ahora, ese dios se ha transformado en el dios “caramelo”, el dios de la “barba blanca”, que nos quiere a todos por igual: según ellos, quiere igual al asesino que mata a sus propios hijos, al pederasta, al blasfemador, al violador, al explotador, al esclavagista, los quiere de la misma manera que al que se sacrifica por sus hijos, al que alaba a Dios, al que respeta a los más débiles, al que sacrifica su vida y su salud por los pobres, los miserables, los desahuciados, a los abandonados.

    Y así, se ha llegado a esa mentalidad del relativismo más absoluto, en donde ya nada es pecado, en donde Dios es indiferente a las más horribles aberraciones, para llegar a este estado de cosas, Satán ha empleado la perpetua astucia: introducir la aguja de la verdad, para después colar el hilo de la mentira:

    -TODOS SOMOS HIJOS DE DIOS: por consiguiente, Él nos quiere a todos por igual, y el infierno no existe,y el Demonio es una invención de la Iglesia para mantener a sus fieles sujetos: ¿Cómo un padre puede mandar ahí a sus hijos?, como así me decía cierto Obispo.

    -DIOS ES AMOR: por consiguiente, hagas lo que hagas, siempre te amará: y tus pecados, por horribles que sean, los comprenderá; Él nunca te condenará, porque el amor, nunca castiga.

    -EL MAL ES LA CONSECUENCIA DEL MAL: por consiguiente, todos los actos malvados, provienen de que el individuo ha obrado mal, porque nadie le dio cariño, y tuvo una infancia desgraciada.

    -Y VOLVEMOS A UN NUEVO LUTERANISMO: por consiguiente, estamos todos los hombres predestinados, y siendo hijos de Dios, hagamos lo que hagamos estamos todos salvados, no necesitamos pues ni el sacrificio, ni la entrega, ni el temor de Dios. El sacrificio de Cristo no tiene el sentido de Redención, como dijo el Presidente de la Confederación Episcopal alemana, ¡¡Jesús no murió para redimirnos, lo hizo para enseñarnos como hay que comportarse ante el sufrimiento!!

    En vista de todos esos argumentos, todas las enseñanzas de las Escrituras, ya que son inamovibles, tienen que estar sujetas a revisión y nueva interpretación, Y el mismísimo S. Pablo, puesto por Dios como faro de la Iglesia pasada presente y futura, tiene una visión veterotestamentaria, como lo indicaba cierto teólogo que sabía griego, hebreo y latín.
    Y el hombre, criatura encolumna, y perfecta, es el nuevo dios: su percepción de la Verdad, está por encima de la del Creador, de sus mandamientos y de su Justicia.
    Está pues por encima de Dios y de sus leyes, y tiene que establecer él sus leyes y su doctrina, y es él que tiene que volver a reinterpretar las escrituras.
    Y ahí vienen todas las elucubraciones religiosas, las nuevas interpretaciones, los nuevos silogismos, y la nueva religión, y es Dios que tendrá que doblegarse a esta nueva visión antropológica. Porque es Él que tiene que adaptarse a los tiempos, y no los tiempos a Él.

    Y llegamos al razonamiento teológico del borracho: “El que bebe duerme, el que duerme no peca, el que no peca va al cielo; ¡Bebamos hermanos, si queremos alcanzar la Gloria!”.
    Y también su razonamiento que parece lógico y que dice: “¡Si el agua estropea los caminos, ¿Qué no hará con los intestinos?!
    ¿EN QUÉ HA QUEDADO DESPUÉS DE TODO ESTO EL TERCIO DEL MUNDO CRISTIANO DEL AÑO 1.943?



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  2. DE LOS CUADERNOS DE María VALTORTA 24-8-1943

    Dice Jesús:

    Ánimo, María. Piensa que sufres los dolores de mi agonía. También Yo tenía muy mal los pulmones y el diafragma, y cada respiro, cada movimiento, cada latido, era un dolor añadido al dolor. Y no estaba como tú sobre una cama, sino cargado de un peso y por calles en cuesta. Y después suspendido, bajo el sol, con tanta fiebre que me golpeaba en las venas como si fueran infinitos martillos.

    Pero no eran estos los dolores más graves. Lo que me eran más espantosos era la agonía del corazón y del Espíritu. Y mucho más tormentosa después, la certeza de que para millones de hombres, mi sufrimiento era inútil. No obstante, esa certeza no ha disminuido en un átomo mi voluntad de sufrir por vosotros.

    ¡Oh! ¡Dulce sufrir, María porque ofrecido para reparación del Padre y por vuestra salvación! Saber que aquel signo que había quedado sobre vosotros, ofensa que hubiera sido eterna, de la raza humana a Dios, era lavada con mi Sangre, y que por morir os daba de nuevo la Vida. Saber que, pasada la hora de la Justicia, el Amor os hubiera mirado a través de Mí, inmolado con Amor. Todo esto injertaba una vena de bálsamo en el océano de la amargura tal que a su lado es poco menos que nada la mayor de las amarguras padecidas sobre la tierra desde que el hombre existe, porque sobre Mí, pesaban las culpas de toda una humanidad y la ira divina.

    He dicho: “Sed semejantes a Mi que soy manso y humilde de corazón”. Lo he dicho a todos porque sabía que en esta imitación estaba la llave de vuestra felicidad sobre esta Tierra y en el Cielo.
    Tenéis todas las calamidades que tenéis, porque no sois mansos y no sois humildes. Ni en las familias, ni en vuestras ocupaciones y profesiones, ni en el ámbito más grande de las Naciones. La soberbia y la ira os dominan y generan tantos de vuestros delitos.
    El tercer agente de delitos es vuestra lujuria; esto os parece individual, pero este y los dos primeros implican a muchos, muchos y muchos individuos, continentes enteros, tales que trastocan la Tierra, solo con haber alcanzado la perfección del mal en el alma en unos pocos hijos de Satanás, que le obedecen para colmar de mieses malditas los graneros de su padre.

    Y en verdad, os digo que ahora es un momento en el que, por orden del padre de la mentira, sus hijos siembran entre las almas, que estaban creadas por Mí y que inútilmente he fertilizado con mi Sangre. Mieses más abundantes de cuanto pudiera concebir toda diabólica esperanza, y los Cielos se estremecen por el llanto del Redentor que ve la destrucción de los dos tercios del mundo de los cristianos. Y decir dos tercios es todavía poco.
    He dicho a todos: “Sed mansos y humildes de corazón para ser semejantes a Mí”. Pero a mis benditos, amadísimos hijos, a los predilectos de mi corazón, a mis pequeños redentores, cuyo sacrificio que mana gota a gota da continuidad al fluir del manantial redentor que brota de mi Cuerpo desangrado, Yo digo, y lo digo estrechándoles al Corazón y besándolos en la frente: “Sed semejantes a Mí que fui generoso en el sufrimiento por el gran amor que todo me infundía”.

    Más se ama y más se es generoso, María. Sube. Toca la cumbre. Yo te espero en la cima para llevarte conmigo al Reino del Amor.

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  3. He leído en "foro católico": La Iglesia condenó al Index los escritos de María Valtorta en 1959.

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